Wole Soyinka
Wole Soyinka naci¨® en Beokuta (Nigeria) en 1934 y recibi¨® el Nobel de Literatura, el primero para un escritor africano, en 1986. No solo le resta toda importancia a esta distinci¨®n, sino que, seg¨²n sus declaraciones, le ha venido importunando sin tregua. Fuerte, apuesto, seguro de s¨ª y curtido por numerosas peripecias que amenazaron su vida, sus palabras pesan como las de un ser humano que ha extremado sus fuerzas de supervivencia.
Pas¨® 22 meses incomunicado en una c¨¢rcel por su oposici¨®n al r¨¦gimen dictatorial y militar que gobernaba su pa¨ªs. Ser un constante perseguido durante d¨¦cadas ha construido una parte de su personalidad. La otra parte, adem¨¢s de la pol¨ªtica, la componen sus novelas, sus poemas, sus ensayos y, especialmente, sus piezas de teatro, que ¨¦l destaca como el mejor medio de comunicaci¨®n.
"conozco a mis hijos, pero no los cuento. da mala suerte contarlos"
"en la c¨¢rcel no me permit¨ªan leer ni escribir. recurr¨ª a las matem¨¢ticas"
"Creo en las rocas y en los mares, pero no en los pa¨ªses"
En la actualidad, Soyinka, convertido en un s¨ªmbolo de la democracia y de la liberaci¨®n de las poblaciones oprimidas, viaja por todo el mundo e imparte clase regularmente en Los ?ngeles, adonde march¨® en 1997, tras ser acusado de traici¨®n por el dictador Sani Abacha, para refugiarse junto a algunos miembros de su familia.
Acostumbra a pedir dos dedos de aguardiente cuando empieza una conversaci¨®n; as¨ª lo hizo en esta ocasi¨®n en Londres, aunque apenas bebi¨®, solo tocaba de vez en cuando el vaso. Su figura recuerda, en cierto modo, la de un rey tribal, con sus pelos alzados, blancos e hirsutos y su mirada que podr¨ªa penetrar la oscuridad. No en vano es un cazador casi perfecto.
Usted parece un hombre muy fuerte y un apasionado cazador. S¨ª. Es una forma que tengo de relajarme, de desaparecer.
?Qu¨¦ suele cazar? Cualquier cosa que sepueda comer. Yo no voy de caza para colgar trofeos. No cazo lobos ni animales as¨ª. Cazo animales tradicionales de caza con mi compa?ero o voy yo solo?
?Solo? S¨ª. A veces. Pero normalmente, si quiero cazar jabal¨ªes, voy con m¨¢s gente.
?En Nigeria? En Nigeria, siempre en Nigeria. Bueno, una o dos veces en Estados Unidos, pero no me gusta cazar all¨ª. Est¨¢ demasiado regulado.
?Y c¨®mo soporta esta intensa vida n¨®mada que lleva, entre cursos, reuniones y conferencias por todo el mundo? B¨¢sicamente donde me siento bien es en casa, en mi pa¨ªs. Simplemente porque es aquello a lo que estoy acostumbrado. All¨ª nac¨ª y ese es mi entorno. A veces mi relaci¨®n con el mundo exterior adopta la forma de una dial¨¦ctica entre lo extranjero y mi lugar, eso es verdad, pero como la mayor parte del tiempo lo paso fuera de mi entorno llego a sentir que no estoy ni aqu¨ª, ahora en Londres, ni en ning¨²n sitio. Los seres humanos, sobre todo en la ¨¦poca moderna, son seres viajeros. Pero creo que si pudiera elegir, el 90% del tiempo lo pasar¨ªa en mi casa.
Pero ahora vive en Los ?ngeles. S¨ª. Desde la ¨¦poca en que me exili¨¦ en 1997 y que yo llam¨¦, de forma un poco eufem¨ªstica, un "a?o sab¨¢tico pol¨ªtico", es decir, seguir con mi lucha pol¨ªtica del interior en el exterior.
Y da clase en la Universidad de Los ?ngeles. S¨ª, ahora s¨ª. Es interesante c¨®mo llegu¨¦ a instalarme en Los ?ngeles. Cuando saqu¨¦ a mi familia de Nigeria, al principio quer¨ªa dar clases en Harvard, pero hac¨ªa demasiado fr¨ªo para m¨ª, as¨ª que mebaj¨¦ a los tr¨®picos, a la Universidad Emory de Atlanta. Cuando estaba en esa Universidad, el Gobierno nigeriano cre¨® consulados en dos lugares de Estados Unidos: en Atlanta y en Houston. El Gobierno de mi pa¨ªs hab¨ªa identificado lo que consideraba los bastiones de la resistencia contra Sani Abacha y crearon un consulado en Houston y otro donde yo estaba, en Atlanta. Pens¨¦ que mi familia estaba en peligro y nos trasladamos al otro extremo de Estados Unidos.
En su experiencia personal, el aspecto pol¨ªtico ha debido de ser una carga constante de su vida. B¨¢sicamente, si tuviera que elegir, todo lo que har¨ªa ser¨ªa escribir y ense?ar; creo que tengo buen instinto para ser profesor. Me gusta dar clase en la universidad y abrirles la mente a los estudiantes; disfruto dando clase.
?Cree que su vida en general ha mejorado tras el Nobel de 1986? No, no. Si hubiera podido elegir, si llego a saber lo que iba a significar, le habr¨ªa rogado a la Academia Sueca que me dieran el dinero y le concedieran el premio a otra persona. Est¨¢ claro que es imposible, pero yo les habr¨ªa dicho: "Dadme el dinero sin que nadie se entere y que el Premio Nobel de este a?o se lo lleve otra persona". Es un problema. Yo conoc¨ª a Garc¨ªa M¨¢rquez en Cuba un a?o despu¨¦s de ganar el Nobel, a ¨¦l se lo hab¨ªan concedido unos a?os antes. Y me pregunt¨®: "?Qu¨¦ tal te va, hermano?". Y yo le contest¨¦: "Es un infierno. Espero que acabe pronto". Y me dijo: "No, no se acaba nunca". Ojal¨¢ le hubiera cre¨ªdo en esa ¨¦poca, porque habr¨ªa tomado ciertas precauciones. Pero pens¨¦: "Est¨¢ exagerando". Y no exageraba. Ten¨ªa toda la raz¨®n.
?Y ahora, casi 25 a?os despu¨¦s? Pasado un tiempo despu¨¦s de que me concedieran el Premio Nobel, me fij¨¦ una fecha para jubilarme. Ni se imagina lo pronto que era. Pensaba en jubilarme, dejar de dar clase, apartarme de la vida pol¨ªtica, de todo, y sencillamente dedicarme tan solo a escribir. Todo el mundo tiene una visi¨®n de s¨ª mismo, de lo que quiere hacer. Yo tengo la m¨ªa, as¨ª que me puedo jubilar. Eso pienso.
Pero no se jubila. Garc¨ªa M¨¢rquez envi¨® una nota a sus amigos y colegas con unas cuantas lecciones que hab¨ªa aprendido a lo largo de su vida en la que dec¨ªa que se apartaba de la vida p¨²blica porque ten¨ªa c¨¢ncer, como sabe. Y ha acatado esa decisi¨®n al pie de la letra. Perm¨ªtame, por tanto, que le diga algo que he aprendido de ¨¦l aunque no est¨¦ de acuerdo con todo lo que dec¨ªa en su carta: en los ¨²ltimos meses he visto que cuando est¨¢s d¨¦bil y expuesto al ataque de un c¨¢ncer, ya sea un c¨¢ncer fisiol¨®gico o pol¨ªtico, ocupado en actividades que destruyen lo que realmente quieres hacer, es una cuesti¨®n moral y de voluntad decir: "Me retiro". No hace falta esperar a sufrir un c¨¢ncer. Dices: "Hoy me retiro". Y desapareces hasta que la gente se olvida de ti. Eso es lo que he aprendido de Garc¨ªa M¨¢rquez. Y creo que tratar¨¦ de imitarle.
?As¨ª que no recomienda a la gente que intente conseguir el Nobel? No. No se lo recomiendo a nadie.
Y su mujer, ?qu¨¦ opina de sus constantes viajes y ausencias? Creo que deber¨ªa haber un premio m¨¢s para las mujeres de los que ganan el Premio Nobel. La Academia Sueca deber¨ªa concederles un premio similar a la condecoraci¨®n con la que se distingue a los heridos de guerra. Pero, bueno, mi mujer lo sobrelleva maravillosamente.
Usted es un hombre f¨ªsicamente fuerte, ?no? No crea, tambi¨¦n tengo mis achaques. No me considero un hombre fuerte. Sencillamente, tengo suerte. Algunas personas tienen suerte por una raz¨®n o por otra. Yo no he tenido ninguna enfermedad grave. A veces me caigo cuando voy de caza, pero eso es casi todo.
Pero tambi¨¦n es fuerte para viajar y escribir al mismo tiempo. No creo que escribir sea f¨¢cil para nadie, lo que pasa es que aprendes a adaptarte al ritmo de escribir. Antes me enredaba much¨ªsimo y eso hac¨ªa que estuviera casi siempre agitado. Mi idea, despu¨¦s, fue esconderme en mi estudio y escribir all¨ª. Hace a?os no pod¨ªa imaginar ninguna otra forma de escribir que no fuera recluido en mi estudio, pero luego lleg¨® un momento en el que me convert¨ª en un fugitivo permanente. Tuve que empezar a escribir all¨ª donde estuviera?
En aviones, en taxis? En aviones sobre todo. Te a¨ªslas del mundo. Puedo escribir en la sala de espera del aeropuerto, en el hotel, en cualquier parte. Y durante ese tiempo me siento totalmente apartado del resto del mundo.
Tiene buena capacidad de concentraci¨®n. S¨ª, es lo que he comprobado. He tenido mucha suerte en esto.
?Tambi¨¦n le ayud¨® cuando estuvo preso? Estuve 27 meses en la c¨¢rcel y otros 22 incomunicado. Lo m¨¢s dif¨ªcil de soportar fue que no me permit¨ªan ni leer ni escribir. Hacerle eso a un ser humano es atroz, sobre todo si es alguien que ama el mundo de los libros. En ese aislamiento tuve que dejar de lado cierta creatividad en favor de otros ejercicios mentales.
?Cu¨¢les? Lo primero es medir tu entorno f¨ªsico, porque necesitas cosas f¨ªsicas para escribir. A veces, cuando me acuerdo de esa ¨¦poca, me parece rid¨ªculo que una novela pudiera salir de una circunstancia as¨ª, pero yo soy bastante surrealista. Al principio escrib¨ªa poemas muy breves que pudiera memorizar. Otras veces raspaba con una piedra las paredes para escribir.
?No ten¨ªan papel ni l¨¢piz? Nada de nada. Est¨¢ prohibido. Pero luego me dije: ?Qu¨¦ m¨¢s puedo hacer para ejercitar el cerebro? Y pens¨¦: matem¨¢ticas. En el colegio las odiaba. En cuanto pasaba de curso tiraba el libro de matem¨¢ticas por la ventana. Para m¨ª eran una verdadera tortura. Pero en la c¨¢rcel pens¨¦: Voy a retomar esa asignatura que tanto odiaba. Y no fue una tortura, sino que me result¨® fascinante. Me di cuenta de algunos aspectos est¨¦ticos de las matem¨¢ticas que tanto me frustraban en el colegio.
?Por ejemplo? La forma que tienen las ecuaciones y la relaci¨®n de esas formas matem¨¢ticas, que traducen el tri¨¢ngulo, el rect¨¢ngulo, el rombo, el c¨ªrculo, etc¨¦tera, a meros principios matem¨¢ticos. Me pareci¨® fascinante. As¨ª que recuper¨¦ lo que me gustaba de las matem¨¢ticas, llegu¨¦ a recordar todas las f¨®rmulas, y me puse un mont¨®n de ejercicios, la ley de las permutaciones y combinaciones, ecuaciones algebraicas. Las ecuaciones de segundo grado no las pod¨ªa hacer sin un libro, pero por lo menos llegu¨¦ a dominar las algebraicas? Me llev¨® d¨ªas recordarlas, as¨ª que el tiempo se me pasaba volando. Por ejemplo, me despertaba por la ma?ana e intentaba acordarme de la ley de las permutaciones, es decir, cu¨¢ntas combinaciones puedes hacer con seis elementos distintos. Al trabajar sin ayuda, me llevaba d¨ªas, y era siempre un proceso de ensayo y error. Dibujaba rayas en la pared, en el suelo? Todo ello me ayudaba a tener la mente ocupada. M¨¢s tarde consegu¨ª hacer una pluma y tinta a base de caf¨¦, y segu¨ª experimentando con el papel higi¨¦nico y con el papel de los cigarrillos que nos daban. Al final constru¨ª un peque?o escondrijo donde ocultaba el rollo de papel higi¨¦nico; tambi¨¦n hice un agujero en el suelo. Todo tipo de subterfugios que se me ocurr¨ªan y desarrollaba a trav¨¦s de un proceso muy lento.
Usted titul¨® el libro en el que cuenta su?experiencia en la c¨¢rcel 'El hombre muerto'. ?Qu¨¦ puede decir de eso? Se refer¨ªa a un acontecimiento real, porque el libro era una diatriba contra las dictaduras militares. Y el ej¨¦rcito de esa ¨¦poca mat¨® a un asistente m¨ªo. Tuvo una herida muy grave y le tuvieron que amputar la pierna. El libro habla sobre todas las veces que pregunt¨¦ por ese joven, hasta que un d¨ªa lleg¨® un telegrama que dec¨ªa tan solo: "El hombre muri¨®". Y pens¨¦ que tambi¨¦n a m¨ª me pasaba algo parecido.
?Se sinti¨® morir? S¨ª. Sent¨ªa que el pa¨ªs hab¨ªa muerto, que hab¨ªa capitulado ante la dictadura. Yo a veces he comparado la situaci¨®n de Nigeria bajo la dictadura militar con la experiencia espa?ola con Franco. La gente capitul¨®, empez¨® a poner excusas, empez¨® a racionalizar aquello contra lo que hab¨ªa luchado y fue entonces cuando el hombre muri¨® dentro de todos nosotros.
Nigeria ha sido una tragedia permanente en su vida. No puedo decir lo contrario, por desgracia. Me encantar¨ªa. He intentado olvidarme. Estuve varias veces en el exilio y me dije: Se acab¨®, tengo que dedicarme a mis libros. Ahora bien, en cuanto llegaba alguna amarga noticia desde all¨ª se colaba entre mis defensas y me daba cuenta de que no me hab¨ªa olvidado en absoluto de Nigeria. Dicho esto, perm¨ªtame que le explique una cosa. Yo no soy patriota, no creo en ese constructo llamado "pa¨ªs". La palabra "patriotismo", en mi opini¨®n, tiene muchas connotaciones. A veces se utiliza de forma oportunista, como una excusa para imponer una definici¨®n muy cuadriculada de la humanidad y de uno mismo. Para m¨ª, eso es lo que significa la palabra "pa¨ªs". Pero le tengo aprecio a la humanidad, la humanidad con la que crec¨ª, la humanidad con la que me identifico, la que forj¨® mi personalidad. Le tengo aprecio a los mares, a las rocas? Pero esa cosa que se llama "pa¨ªs"? Escrib¨ª un art¨ªculo una vez en el que dije: "Que se mueran los pa¨ªses". Cuando hablo de Nigeria como pa¨ªs, no hablo de ese constructo artificial que incluso se nos impuso sin nuestro consentimiento cuando el Imperio brit¨¢nico dividi¨® el continente. Y cuando la gente va a la guerra, como nosotros lo hicimos, para preservar las fronteras nacionales, la circunstancia es de lo m¨¢s est¨²pida, porque matas y mueres por el constructo ideado por otra persona.
?Usted tiene todav¨ªa familia all¨ª? Mi familia est¨¢ desperdigada por todo el mundo. Incluso uno de mis nietos trabaj¨® para u n Gobierno al que odiaba, el Gobierno del ¨²ltimo r¨¦gimen. Es lo que pasa; yo eleg¨ª mi profesi¨®n, ¨¦l eligi¨® la suya. Somos independientes y yo les animo a que sigan su propio camino.
Usted viaja por todas partes, ha visto la crisis en diferentes pa¨ªses, los efectos de la globalizaci¨®n, todas esas cosas que nos han cambiado la vida. ?Cu¨¢l es su opini¨®n de este nuevo mundo? Pienso que la globalizaci¨®n es inevitable. Uno tiene que aceptar que la globalizaci¨®n ha formado parte del mundo desde que se empez¨® a viajar. La expansi¨®n de las religiones es una forma de globalizaci¨®n y el comercio ha transferido la cultura, las costumbres y las convenciones de un sitio a otro. Esto tiene a veces como resultado una colisi¨®n, y otras veces, una simbiosis. El cristianismo intent¨® globalizar el mundo. El islam, tambi¨¦n. Y, en la actualidad, algunos aspectos del islam siguen queriendo globalizar el mundo. La cultura en s¨ª, en t¨¦rminos generales, se est¨¢ globalizando. El problema empieza cuando la globalizaci¨®n se vuelve peligrosa, cuando la salud econ¨®mica de una zona se consigue a expensas de un lugar m¨¢s d¨¦bil en el que los bienes se exportan de tal forma que hace que otros pa¨ªses se conviertan en marionetas. Y as¨ª nos encontramos con esas empresas manufactureras en Filipinas que fabrican all¨ª una sudadera que luego se env¨ªa a Europa, donde se vende muy cara, mientras que los trabajadores est¨¢n cobrando el sueldo m¨ªnimo. Ese es el aspecto de la globalizaci¨®n que me parece negativo y degradante. Pero en cuanto a la circulaci¨®n de bienes, si funciona no necesariamente con una igualdad absoluta, sino simplemente con respeto a los seres humanos que los fabrican y a su cultura, si ayuda a fomentar esa cultura, la globalizaci¨®n debe considerarse positivamente. As¨ª que no es la globalizaci¨®n per se, sino la recolonizaci¨®n de otras partes del mundo a trav¨¦s de medios econ¨®micos, lo que es negativo. Es negativa la banalizaci¨®n de los valores, la creaci¨®n del consumismo como menor denominador com¨²n. Mucha gente reacciona ante expresiones como "globalizaci¨®n" como si el diablo estuviera a punto de entrar en la conversaci¨®n, pero yo veo la globalizaci¨®n como la consecuencia inevitable de que se hayan acortado las distancias. ?C¨®mo puede no haber globalizaci¨®n si puedes estar sentado en un rinconcito de un minarete en Ir¨¢n y comunicarte con el resto del mundo? Este hecho, a pesar de las tristes restricciones que a¨ªslan a sociedades, ya ha englobado el mundo y, en cierto sentido, los pa¨ªses retr¨®grados y reg¨ªmenes malvados como el de Ir¨¢n reciben los efectos liberadores de la globalizaci¨®n.
?Piensa que esta coyuntura no es solo una crisis econ¨®mica, sino tambi¨¦n de valores? Es una crisis de valores tambi¨¦n, sobre todo aquellos que se pueden comunicar a trav¨¦s de la tecnolog¨ªa. Creo que algunas organizaciones, como la Unesco, lo reconocieron en un momento dado. La Unesco y otras organizaciones intentaron crear lo que ellos denominaban un "nuevo orden de comunicaci¨®n". Pero no he o¨ªdo hablar mucho de eso ¨²ltimamente. Y es una pena que una respuesta as¨ª acabe en agua de borrajas.
Ha sido un placer la charla. Le deseo mucha suerte en la vida. Muchas gracias. Pero ?mi vida? Acepto mi vida, pero si tuviera alternativa, es muy posible que eligiera otra. Aunque s¨ª, creo que he tenido suerte. Esta segunda vuelta de mis siete vidas, porque, como sabr¨¢, se supone que un gato tiene siete vidas y yo he utilizado ya la primera vuelta, podr¨ªa decirse que no est¨¢ mal.
?Se siente, pues, satisfecho? No s¨¦ si estoy satisfecho. La verdad es que no pienso en eso. Pero poder tomar decisiones es el aspecto m¨¢s satisfactorio de una persona, y la mayor parte de mi vida he podido tomar mis propias decisiones, acertadas o equivocadas, eso da igual. Creo que la gente tiene que tomar decisiones, y eso es lo que nos distingue como seres humanos.
?Usted no tiene ning¨²n sentimiento de culpabilidad que le torture? ?Tortura mental? No, no la tengo. Intento vivir sin arrepentimientos. Si cometo alg¨²n fallo, si tomo una decisi¨®n equivocada, tengo que vivir con eso, estoy preparado para aceptar las consecuencias.
?Qu¨¦ tal la relaci¨®n con sus hijos? Con mis hijos la relaci¨®n es muy buena. Es dif¨ªcil, pero al final? Uno est¨¢ dando clase en Estados Unidos, dos est¨¢n en Inglaterra, uno est¨¢ trabajando en algunaparte, otro est¨¢ en Ghana. Se ganan la vida con profesiones muy distintas.
Usted se ha casado dos veces. No, me he casado tres veces. No salieron bien las cosas
Cu¨¦ntemelo. No me gusta mucho hablar de mi vida privada.
?Dos de sus hijos son del primer matrimonio? No los cuento. En nuestra cultura creemos que da mala suerte contar a los hijos, as¨ª que lo ¨²nico que digo siempre es que los dioses han sido excepcional y misteriosamente amables conmigo en cuanto a los hijos. No los cuento, pero los conozco a todos. A veces, las tradiciones vienen muy bien.
Parece usted un hombre al que le ha resultado f¨¢cil seducir a las mujeres. No s¨¦. Eso lo tienen que decir las mujeres.
?Pero cu¨¢l es su impresi¨®n? No tengo ni idea. He de decir que con algunas mujeres tengo muy buena relaci¨®n, y con otras, muy mala. Eso es todo lo que puedo decir. Estoy de acuerdo en que las mujeres son muy importantes en la vida. Estimulan la vida.
Y son una buena fuente de inspiraci¨®n. S¨ª, eso sin duda. Y uno las necesita. Igual que pienso que las mujeres necesitan a los hombres. Por eso existen los hombres y las mujeres. Por la raz¨®n que sea, a algunas personas nos gusta mucho la soledad, nos podemos pasar d¨ªas, semanas y a veces meses solos. Pero a pesar de eso, sabemos muy bien que las mujeres son una parte muy importante incluso de nuestra propia soledad.
Las palabras frente a las armas
Dos rasgos le convierten en un personaje que ocupar¨¢ un lugar destacado en la historia, por encima de la calidad indudable de su literatura: ha sido el primer africano en conseguir el Nobel de Literatura, en 1986, y se ha convertido, como Nelson Mandela, en un icono de la lucha por la justicia y la democracia en ese continente, y en general de la defensa de los derechos humanos.
Entre sus obras, destacar que RBA acaba de publicar su libro de memorias, Partir¨¢s al amanecer (autobiograf¨ªa en zigzag y alegato pol¨ªtico), y que Bartebly Editores ha sacado tambi¨¦n este a?o Lanzadera en una cripta, con los poemas que escribi¨® en la c¨¢rcel, donde estuvo por criticar la dictadura en su pa¨ªs, Nigeria.
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