Vivir en M¨¦xico: un da?o colateral
Hace cuatro a?os el presidente Calder¨®n inici¨® la guerra contra la criminalidad vinculada a la droga. En esta escalada de violencia surgi¨® el narcoterrorismo que ataca a la poblaci¨®n civil y ha dejado m¨¢s de 23.000 muertos
Visit¨¦ la Cruz Roja Mexicana en compa?¨ªa de su presidente, Daniel Go?i D¨ªaz. El hospital ha sido renovado por completo. Con leg¨ªtimo orgullo, Go?i D¨ªaz me mostr¨® la tecnolog¨ªa en los quir¨®fanos y las pulcras habitaciones. De pronto, llegamos a un pasillo en el que solo hab¨ªa cuartos individuales. ?Un lujo especial? El presidente de la Cruz Roja es notario. Hasta ese momento, hab¨ªa hablado en el tono de quien menciona cl¨¢usulas con las que solo se puede estar de acuerdo. Con voz grave agreg¨®: "Estos cuartos permiten mayor vigilancia". No se refer¨ªa a la atenci¨®n m¨¦dica, sino a la custodia policiaca: "Aqu¨ª atendemos a los criminales; nuestra obligaci¨®n es darle asistencia a todo mundo".
Las redes de financiaci¨®n del narco y la infiltraci¨®n de altos mandos del Gobierno est¨¢n intactas
La principal funci¨®n de las zonas des¨¦rticas es ofrecer refugio y opciones de circulaci¨®n a la droga
Le pregunt¨¦ cu¨¢l hab¨ªa sido su mayor desaf¨ªo al frente de la Cruz Roja. ?La epidemia de la Gripe A? "Esa fue una falsa alarma; desde un principio supimos que se exageraba. Mi hijo practica equitaci¨®n y ten¨ªa una competencia en Veracruz, cerca de donde surgi¨® el primer brote. Le dije que fuera. Nuestro mayor reto es otro: mantener a los heridos dentro de las ambulancias. Muchos tienen que ver con el crimen organizado. Nos detienen las ambulancias y ah¨ª los rematan". El azar objetivo quiso que la Cruz Roja se ubicase en la avenida del Ej¨¦rcito Nacional. Cada vez son m¨¢s los heridos de guerra que llegan a esa rampa de emergencias.
Muy lejos de ah¨ª, en el municipio de Villa de Reyes, San Luis Potos¨ª, se extiende un desierto donde los coyotes escasean tanto como las personas. La cacer¨ªa y la emigraci¨®n a Estados Unidos han vaciado el territorio. De tanto en tanto, se avista un caser¨ªo. Pas¨¦ la Semana Santa en uno de ellos. Un primo m¨ªo lucha por arreglar las ruinas de una hacienda. En las noches, el pueblo se sume en un silencio solo rasgado por el aullido de un perro. Esta calma antecedi¨® a la llegada de tres camionetas negras, tripuladas por sicarios. Secuestraron a una muchacha, golpearon a un campesino, asaltaron una gasolinera. Nos encerramos tras un port¨®n y huimos al d¨ªa siguiente. Las camionetas siguen ah¨ª y mi primo no ha podido regresar.
El desierto mexicano tiene due?os movedizos. En la entrevista que el capo Ismael El Mayo Zambada concedi¨® a Julio Scherer Garc¨ªa, dijo: "El monte es mi casa, mi familia, mi protecci¨®n, mi tierra". Cuatro veces ha tenido cerca al Ej¨¦rcito, pero ha escapado: "Hui por el monte, del que conozco los ramajes, los arroyos, las piedras, todo. A m¨ª me agarran si me estoy quieto o me descuido". El pr¨®fugo dice m¨¢s de lo que aparenta. Su habilidad para huir es menos significativa que el hecho de que dispone de un territorio enorme. La principal funci¨®n de las zonas des¨¦rticas consiste en ofrecer refugio y opciones de circulaci¨®n al narcotr¨¢fico.
Hace 100 a?os las cabalgatas de Pancho Villa recorrieron una naci¨®n donde el 80% de los habitantes viv¨ªa en el campo. Esa proporci¨®n se ha invertido. Salvo en las zonas f¨¦rtiles, el campo es una desolaci¨®n donde apenas se produce. La propiedad colectiva de la tierra (el ejido) impide la inversi¨®n privada. El reparto agrario posterior a la Revoluci¨®n fue en buena medida una operaci¨®n demag¨®gica que maquill¨® las estad¨ªsticas y aniquil¨® las antiguas unidades productivas. La tierra se subdividi¨® en predios inservibles: de peones sometidos, los campesinos pasaron a propietarios inermes. El narcotr¨¢fico dispone de un pa¨ªs vac¨ªo: tierra de nadie, hinterland, retaguardia. Al mundo no le faltan mexicanos, pero s¨ª al campo. En el desierto todo ocurre por excepci¨®n. Las novelas de Daniel Sada muestran que ah¨ª cualquier suceso es decisivo. En tiempos de tecnolog¨ªa y pobreza, los terrenos sin nadie ofrecen refugio local a la ilegalidad globalizada que se planea en computadora.
El cine, la m¨²sica, la literatura y la pintura se ocuparon obsesivamente de ese territorio hasta los a?os cincuenta del siglo pasado. Luego, lo rural dej¨® de estar en el imaginario. Los campesinos se fueron a las ciudades o a Estados Unidos. Eran pocos los que, como Sada, percib¨ªan que algo cambiaba en el escondite m¨¢s grande de Am¨¦rica.
De acuerdo con Leonardo Vald¨¦s, consejero presidente del Instituto Federal Electoral, la ausencia de condiciones de seguridad dificulta instalar casillas en al menos el 15% del territorio. Una franja al margen de la soberan¨ªa.
Hace cuatro a?os el presidente Felipe Calder¨®n inici¨® la guerra contra el narcotr¨¢fico. Dependiendo de los conteos, ha habido entre 23.000 y 32.000 muertos. El problema, por supuesto, ven¨ªa de lejos. Pero la estrategia ha fallado. Est¨¢bamos sentados en dinamita y Calder¨®n encendi¨® un cerillo para comprobarlo. "Lo ¨²nico que hace la guerra contra las drogas es subir el precio de los narc¨®ticos sin reducir significativamente la demanda", explica Marcelo Bergman, doctor en Sociolog¨ªa Jur¨ªdica por la Universidad de California.
Las redes de financiaci¨®n del narco y la infiltraci¨®n de altos mandos del Gobierno se mantienen intactas. Por otra parte, el combate parece ser selectivo. De acuerdo con Edgardo Buscaglia, consultor de Naciones Unidas, el 28% de las detenciones ha afectado al cartel de los Beltr¨¢n Leyva, principales adversarios del Chapo Guzm¨¢n, y solo el 1% ha tocado al m¨¢s poderoso de los capos (el 71% restante corresponde a los dem¨¢s carteles). En la escalada de la violencia ha surgido el narcoterrorismo que ataca a la poblaci¨®n civil: lanzamiento de granadas en una plaza de Morelia, j¨®venes acribillados en una fiesta en Ciudad Ju¨¢rez, bloqueo de todas las v¨ªas de acceso a Monterrey, mensajes en las cuentas de Internet de los usuarios de Mazatl¨¢n, Tampico, Cuernavaca y otras localidades.
Mientras el terror se generaliza, importantes pol¨ªticos son seleccionados como v¨ªctimas. Diego Fern¨¢ndez de Cevallos, candidato del PAN a la presidencia en 1994, est¨¢ secuestrado desde mayo (posiblemente por un grupo guerrillero); en los ¨²ltimos cuatro meses han sido ejecutados nueve alcaldes, y Rodolfo Torre Cant¨², candidato del PRI a la gubernatura de Tamaulipas, fue asesinado en junio.
El economista David Konzevik tiene el don de entender los mercados y el don superior de explicarlos. Hace poco me coment¨®: "El principal problema econ¨®mico de M¨¦xico es la ocupaci¨®n. Lo grave no es que se pierdan empleos formales, sino que los desempleados tienen otras opciones. Y todas son ilegales". El tr¨¢fico de drogas, armas, mujeres son las opciones de las que habla Konzevic. En este capitalismo sin copyright, la pirater¨ªa convive con monopolios que evaden impuestos.
La edad predominante en M¨¦xico es de 16 a?os. Esos j¨®venes fueron concebidos en la euforia de 1993, cuando nos prepar¨¢bamos para entrar al "primer mundo" con el Tratado de Libre Comercio. Pero nacieron en 1994, cuando volvimos a la realidad con el asesinato de Luis Donaldo Colosio, el levantamiento zapatista y la devaluaci¨®n del peso. ?Qu¨¦ horizonte les aguarda? No hay opciones laborales, educativas, religiosas o deportivas que brinden un sentido de pertenencia tan fuerte como el crimen organizado. Rossana Reguillo ha estudiado con brillantez esta variable cultural del tema. Incapaz de incluir a los j¨®venes, el Estado tiende a criminalizarlos de antemano como "delincuentes juveniles". Esto ha operado como una profec¨ªa que se cumple a s¨ª misma: los carteles les han ofrecido identidad y c¨®digos compartidos.
El saldo m¨¢s extra?o de la batalla contra el narco es que desconocemos a protagonistas decisivos. Es poco lo que sabemos del Ej¨¦rcito y las distintas perspectivas que ah¨ª se tienen. Pero sobre todo, es nulo lo que sabemos de Estados Unidos. La DEA ha brindado celebridad a los capos mexicanos. Esta pol¨ªtica exterior no tiene un correlato interno. El principal consumidor de drogas y armas opera en la sombra. M¨¦xico aporta los muertos, es decir, las historias. ?D¨®nde esta la otra parte de la narrativa?
Recuperar el tejido social pasa por la cultura. En Medell¨ªn y Bogot¨¢ dos matem¨¢ticos convertidos en alcaldes, Fajardo y Mokus, entendieron que las bibliotecas combaten la violencia. Incluir a los j¨®venes en la sociedad es una tarea m¨¢s costosa y lenta que comprar armamento, pero tambi¨¦n m¨¢s digna. A M¨¦xico no lo salvar¨¢n las balas, lo salvar¨¢ la gente.
"?Sabes qui¨¦nes son los que m¨¢s aportan en la colecta de la Cruz Roja?", me pregunt¨® Daniel Go?i D¨ªaz al final de mi visita: "Los pobres".
Los olvidados no olvidan al pa¨ªs.
Juan Villoro es escritor mexicano.
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