"Da mal rollo hablar de hambre ante esta comida"
Lo primero que me advierte esta canaria que dirige el Programa Mundial de Alimentos (PMA) en Mozambique es que no quiere "un restaurante de superlujo" y, una vez acordado el sitio, dice que en lugar de carta prefiere el men¨² del d¨ªa. Lola Castro lleva dos d¨¦cadas luchando contra el hambre de otros y le duele sentir c¨®mo cada d¨ªa se hace m¨¢s grande el abismo que separa a ricos de pobres. "Hablar de hambrunas delante de esta suculenta ensalada da mal rollo", apunta casi con verg¨¹enza, al recordar "el desfile de esqueletos desnudos y ni?os envueltos en pieles de cabra que se derrumbaban al llegar a los campamentos de la ONU" en el sur de Sud¨¢n en 1998.
Pero Castro est¨¢ encantada con su trabajo. Ha aprendido que en cuanto se mata el hambre y la vida vuelve a circular por las tripas y las venas, la gente se llena de aspiraciones. "De pronto descubren el futuro y tienen necesidades, como llevar a los ni?os a la escuela, desarrollo... Cuando trabajas con la ONU, sabes que puedes dar respuesta a las aspiraciones de los olvidados y eso engancha".
La directora del PMA en Mozambique disfruta matando el hambre de los dem¨¢s
El jefe de Comunicaci¨®n del PMA que la acompa?a deja muy claro que con los 21 euros que cuesta cada men¨² del restaurante, esa agencia de la ONU da de comer a 100 ni?os. Y a?ade que aunque el PMA alimenta actualmente a 100 millones de personas, son solo el 10% de las que padecen hambre en el mundo.
Castro comenz¨® su trayectoria laboral con la Agencia de Cooperaci¨®n Espa?ola en Malaui, en 1993. "Me dieron una moto y 14 campos con 145.000 refugiados, huidos de la guerra en Mozambique, que ten¨ªa que supervisar", comenta a¨²n sorprendida de aquella aventura que la llev¨® definitivamente a saltar al campo del "ser ¨²til" y a unirse al PMA.
Eran a?os de esperanza, los acuerdos de paz de Mozambique se firmaron en 1992 y al final del a?o siguiente la mayor¨ªa de los refugiados en Malaui optaron por volver. "All¨ª nos encontramos todos partiendo de cero: los refugiados que volv¨ªan, el Gobierno que empezaba, las organizaciones internacionales que lleg¨¢bamos y el pa¨ªs reducido a ruinas por 20 a?os de guerra".
Ahora, como si quisiera completar el c¨ªrculo, ha vuelto a Mozambique. "Los cambios son notables; en educaci¨®n hay muchas m¨¢s posibilidades y el Gobierno tiene capacidad para organizar los asuntos sociales, pero sigue existiendo un 44% de ni?os con malnutrici¨®n y el sida, que antes no exist¨ªa, hace estragos en el sur del pa¨ªs, con provincias como Gaza, en las que el 27% de los habitantes tiene la enfermedad".
Y mientras disfruta del cordero -"est¨¢ delicioso"-, le satisface contar que Espa?a don¨® en junio pasado un mill¨®n de euros para luchar contra esos males que atenazan a esa antigua colonia portuguesa.
La pasi¨®n africana de Lola Castro se la trajo el siroco que de vez de cuando soplaba por su mundo infantil. "De ni?a le preguntaba a mi madre qu¨¦ era eso del siroco del que todos hablaban, y ella me dec¨ªa que era un viento que ven¨ªa de ?frica, y, pese a estar en Canarias, me parec¨ªa un continente muy lejano. Ahora esa distancia ha desaparecido", cuenta. Y con una sonrisa rechaza las tartas que le ofrece el camarero: "No puedo m¨¢s. Solo un zumo de naranja".
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