"Sent¨ª odio cuando vi c¨®mo daban a mi madre 99 latigazos"
Pregunta. ?D¨®nde se encuentra en este instante?
Respuesta. En Tabriz, la ciudad en la que mi madre est¨¢ encarcelada. Estoy en la calle. Le llamo desde un tel¨¦fono m¨®vil.
P. ?Cree que podemos hablar tranquilamente?
R. Creo que s¨ª. Cambio muy frecuentemente de n¨²mero para tratar de escapar a las escuchas telef¨®nicas. Veamos.
P. ?C¨®mo son las autoridades con usted? ?Le presionan? ?Le intimidan?
R. S¨ª, por supuesto. Los servicios secretos me han convocado dos veces, pero no he ido. De momento, no me han detenido.
P. No sabemos nada de usted, Sajad. ?Qui¨¦n es usted? ?Qu¨¦ hace?
R. Tengo 22 a?os. Soy el hijo mayor de Sakineh. Trabajo de 6 de la ma?ana a 11 de la noche como revisor en los autobuses urbanos. Por lo dem¨¢s... todos mis pensamientos, toda mi voluntad, est¨¢n centrados en un ¨²nico objetivo: salvar a mi madre.
"Quieren reabrir el caso para a?adir algo que justifique su ejecuci¨®n"
"La complicidad en el asesinato de mi padre es una pura mentira"
"No cedan. Si no nos tendieran la mano mi madre ya estar¨ªa muerta"
"Ir¨¢n debe escuchar nuestro dolor. Solo pienso en salvarla"
P. Hablando de eso, ?c¨®mo ve ahora mismo la situaci¨®n?
R. He pasado por momentos de desesperaci¨®n. He escrito muchas veces a las autoridades. Pero me han respondido con un silencio total. Desde hace unos d¨ªas, con la movilizaci¨®n que iniciaron ustedes, estoy recobrando un poco de esperanza.
P. ?A su madre le han informado de esta ola mundial de solidaridad y amistad?
R.S¨ª, se lo dijimos en las pocas visitas a las que ten¨ªa derecho. Se alegr¨® mucho. Y les dio las gracias.
P. Est¨¢ hablando en pasado. ?Por qu¨¦? ?Cu¨¢ndo fue su ¨²ltima visita?
R. Justo antes de las supuestas confesiones televisadas. Hasta ese momento la ve¨ªamos una vez por semana, todos los jueves. Y desde entonces, nada. Ni mi hermana ni yo. Ni los abogados. Esta misma ma?ana, como es jueves, he ido a la c¨¢rcel. Pero el guardia me ha dicho: "La se?ora Ashtian¨ª tiene prohibido todo contacto por decisi¨®n de las autoridades".
P. ?Qu¨¦ nos puede decir de las condiciones de detenci¨®n?
R. Son muy duras. El servicio secreto iran¨ª la somete a interrogatorios incesantes. Le preguntan, por ejemplo, por qu¨¦ est¨¢ colgado su retrato por todo el mundo y qui¨¦n ha iniciado esta movilizaci¨®n internacional.
P. ?En qu¨¦ estado psicol¨®gico se encuentra?
R. Toma muchos medicamentos: antidepresivos. Y reza.
P. ?Est¨¢ en una celda individual o con otras mujeres?
R. Todas las mujeres condenadas de Tabriz est¨¢n en el mismo sector de la c¨¢rcel. Son celdas peque?as con, a veces, 15 o 20 mujeres api?adas. Pero es posible que, despu¨¦s de la aparici¨®n en televisi¨®n, la hayan metido en una individual. Le repito que no s¨¦ nada, no he vuelto a tener noticias de ella.
P. Esa aparici¨®n en televisi¨®n ha impresionado mucho aqu¨ª. ?Era ella realmente?
R. S¨ª, claro que era. Pero...
P. ?Pero?
R. La hab¨ªan intimidado. Hutan Kian, el abogado, se ha enterado porque se lo han dicho sus compa?eras de c¨¢rcel. Las autoridades necesitaban estas confesiones para reabrir el expediente sobre la muerte de mi padre.
P. Las autoridades afirman que el expediente no se cerr¨®.
R. Es mentira. Dicen eso para que les sea m¨¢s f¨¢cil matarla. Adem¨¢s, como por arte de magia, el expediente acaba de extraviarse.
P. ?Qu¨¦ quiere decir?
R. Anteayer, cuando fui al tribunal para que me dieran una copia, me dijeron que ya no lo ten¨ªan. Se lo coment¨¦ al abogado, que hizo sus propias averiguaciones y me dijo que tampoco estaba en Osku, el pueblo en el que nacieron mis padres. Eso no es nada bueno. Podr¨ªa tratarse de un plan de la Rep¨²blica Isl¨¢mica para modificar el sumario y a?adir elementos acusatorios que justifiquen la ejecuci¨®n.
P. Por el segundo caso, entonces. No el de adulterio, sino el de asesinato...
R. Eso es. Y hay dos cosas m¨¢s: una semana antes de que se perdiera el expediente, allanaron el domicilio de Hutan Kian y desapareci¨® el ordenador port¨¢til, as¨ª como el malet¨ªn en el que se encontraba el resumen del sumario. Y, ayer mismo, el servicio secreto volvi¨® a invadir su domicilio y se llev¨® una descripci¨®n detallada del sumario del asesinato de mi padre, la ¨²ltima que nos quedaba. Kian me lo acaba de contar.
P. ?A Hutan Kian lo han elegido o es un abogado de oficio?
R. Es un abogado de oficio. Pero le veo a menudo. Hablo con ¨¦l por tel¨¦fono. S¨¦ que acaba de entregar un alegato de 35 p¨¢ginas al Consejo Supremo iran¨ª. ?l, al igual que el abogado que ten¨ªamos antes, Mostafaei, que tuvo que exiliarse, ha hecho un buen trabajo.
P. ?Est¨¢ al corriente de que Mostafaei da a entender en la prensa alemana que su madre podr¨ªa ser c¨®mplice del asesinato de su padre?
R. S¨ª. Pero Mostafaei no tuvo acceso al expediente del asesinato de mi padre, as¨ª que su opini¨®n no tiene valor. No hay que hacer caso a sus declaraciones.
P. Entonces, ?por qu¨¦ las ha hecho?
R. Por la presi¨®n ejercida por el Gobierno iran¨ª sobre su familia. ?l es un buen abogado.
P. Perm¨ªtame una pregunta m¨¢s directa. Usted es el hijo de una parte -su padre, asesinado- y de la otra -su madre, acusada de ser c¨®mplice del crimen-. ?En su alma est¨¢ seguro de que la acusaci¨®n es infundada?
R. En mi alma y en mi conciencia, s¨ª. Mil veces s¨ª. Es una pura mentira, adem¨¢s de una injusticia incre¨ªble. Mi madre, que no ha hecho nada, nada, corre el riesgo de que la lapiden. Mientras que el verdadero asesino, Taheri, est¨¢ en libertad...
P. Porque usted le perdon¨®.
R. S¨ª, tiene una ni?a de tres a?os que llor¨® mucho. Ni mi hermana ni yo quisimos ser la causa de su ejecuci¨®n.
P. ?Es cierto que estaba usted presente cuando a su madre le dieron los 99 latigazos?
R. Es totalmente cierto. Fue en Osku, en la provincia de Tabriz, en una sala del tribunal. Sent¨ª mucha odio y llor¨¦ mucho. Ten¨ªa solo 16 a?os.
P. Volvamos a la campa?a de movilizaci¨®n. ?Cree que puede ablandar a las autoridades?
R. No lo s¨¦. Pero, de todas formas, solo les tenemos a ustedes. No hay nadie, aparte de ustedes, que nos ayude.
P. ?Entonces no est¨¢ de acuerdo con los que dicen que esta campa?a irrita a las autoridades y puede ser contraproducente?
R. Claro que no. Es verdad que Ir¨¢n est¨¢ enfadado. Pero es muy necesario que Ir¨¢n escuche nuestro pesar.
P. ?Qu¨¦ m¨¢s podemos hacer?
R. Hay que hacer el doble de presi¨®n sobre Ir¨¢n.
P. S¨ª, pero ?c¨®mo?
R. Dirigi¨¦ndose, por ejemplo, a Brasil y a Turqu¨ªa, que tienen v¨ªnculos privilegiados.
P. Hay abogados franceses e internacionales importantes que est¨¢n dispuestos a ayudar al se?or Kian...
R. Si estos abogados vinieran a Ir¨¢n, no podr¨ªan hacer nada. Mina Ahadi, que est¨¢ realizando, como ustedes, grandes esfuerzos para salvar a mi madre, le ha pedido a la ONU que proporcione abogados. Pero Ir¨¢n se ha negado categ¨®ricamente. Ahmadineyad sabe que si estos abogados vinieran a Ir¨¢n, la imagen de este pa¨ªs se llevar¨ªa un varapalo. Fue el juez de la secci¨®n n¨²mero 6 el que confirm¨® la pena de lapidaci¨®n sin motivo, sin pruebas y, por tanto, de forma ilegal. La Rep¨²blica Isl¨¢mica tiene miedo de que, si el expediente llega a manos extranjeras, sea ridiculizado.
P. ?Es posible que su madre, a pesar de esta emoci¨®n mundial, acabe siendo lapidada?
R. Claro que s¨ª.
P. Pero las autoridades iran¨ªes han suspendido la ejecuci¨®n de la sentencia.
R. Suspender no es lo mismo que anular.
P. ?Es cierto que un responsable de la c¨¢rcel fue el s¨¢bado a anunciarle que se acercaba su fin y que era hora de pensar en sus ¨²ltimas voluntades?
R. S¨ª. Le dijo que su ejecuci¨®n estaba prevista para el d¨ªa siguiente, el domingo a las 6. Fue Hutan Kian el que obtuvo esta informaci¨®n gracias a las compa?eras de Sakineh. Es el abogado de todas las presas condenadas a lapidaci¨®n
P. ?Todo es posible? ?hay que temer lo peor?
R. S¨ª. Por un lado, est¨¢n las personas que no quieren perder prestigio en ning¨²n caso y que cuentan con lapidar a mi madre. Y por otro, est¨¢n las personas como el se?or Nobkaht, adjunto del poder judicial en la regi¨®n de Tabriz, que quiere que el se?or Imani, el juez que dict¨® la sentencia, sea retirado del caso y que, por ello, ha pedido a Teher¨¢n que cambie la pena de lapidaci¨®n por la de ahorcamiento. Pero ?es eso mucho mejor? Se lo ruego, no cedan, no se rindan. Les repito que son ustedes los que nos est¨¢n tendiendo la mano. Si no estuvieran ah¨ª, mi madre ya estar¨ªa muerta.- Lea el texto ¨ªntegro
de la entrevista.
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