Ella como pecado
Benedicto XVI equipara la ordenaci¨®n femenina con los delitos m¨¢s graves e indigna a te¨®logos e iglesias de base - Roma se niega a revisar la misoginia de sus primeros sabios
"De los innumerables pecados cometidos a lo largo de su historia, de ning¨²n otro deber¨ªan de arrepentirse tanto las Iglesias como del pecado cometido contra la mujer". Es la opini¨®n de la te¨®loga Uta Ranke-Heinemann, compa?era de estudios del actual papa, Joseph Ratzinger, en la Universidad de M¨²nich, entre 1953 y 1954. La pensadora cat¨®lica habla de machismo, pero sobre todo de las pol¨ªticas de exclusi¨®n impuestas por la jerarqu¨ªa. La Iglesia romana no parece dispuesta a rectificar. El pasado 15 de julio reform¨® su c¨®digo para endurecer las penas de los delitos m¨¢s graves que pueden cometerse en su seno. Junto a la pederastia figura la ordenaci¨®n sacerdotal de mujeres. La decisi¨®n ha causado estupor. Entre las protestas en marcha, destaca la exhibici¨®n en autobuses que circulan por el centro de Londres de carteles con la leyenda Pope Benedict. Ordain Women Now! ("Papa Benedicto: ?ordene mujeres ya!"). Benedicto XVI viaja este mes a Reino Unido, en la primera visita de un pont¨ªfice romano a ese pa¨ªs desde que el rey Enrique VIII rompi¨® con el Vaticano en 1534.
Este 'apartheid' refuerza la violencia machista, denuncia Margarita Pintos
El padre ?ngel cree que Benedicto XVI admitir¨¢ pronto el sacerdocio femenino
"El pecado peor de las Iglesias ha sido contra las mujeres", dice una te¨®loga
Autobuses de Londres recibir¨¢n al Papa con carteles contra su decisi¨®n
Tom¨¢s de Aquino: "Si el sacerdote fuera mujer, los fieles se excitar¨ªan"
En su libro sobre Jes¨²s, Ratzinger apenas se refiere a las mujeres
Margarita Pintos, miembro de la Asociaci¨®n de Te¨®logos Juan XXIII, ley¨® "con estupor" la carta apost¨®lica que, con el t¨ªtulo de Normae de gravioribus delictis (Normas sobre los delitos m¨¢s graves), agrava las penas contra el sacerdocio femenino. "La instituci¨®n que pretende ser referente moral para la humanidad acent¨²a una antropolog¨ªa dualista, en la que el hecho de ser mujer es un impedimento para acceder al ¨¢mbito de lo sagrado", afirma.
Como principio general, no hay derecho a entrometerse en las obligaciones que una religi¨®n impone a sus fieles. Quien no est¨¦ de acuerdo, tiene la libertad de marcharse, y, antes, la de no entrar. Los laicos no deben escandalizarse porque los obispos execren del divorcio, de la despenalizaci¨®n del aborto o de los curas que quieren casarse. Si quieres ser cat¨®lico, no te divorcies; si quieres divorciarte, hazte protestante. Solo se puede protestar cuando la Iglesia cat¨®lica pretenda impedir que se divorcie alguien que no es cat¨®lico, o predica la insumisi¨®n ante una ley que protege derechos, no los impone.
Pero, muchas veces, la "ideolog¨ªa del apartheid", como la llama Margarita Pintos, "no solo toca a la instituci¨®n vaticana, sino que refuerza im¨¢genes de lo masculino y de lo femenino que el patriarcado social ha impuesto con la ayuda del cristianismo". Pintos concluye que es ese "apartheid antropol¨®gico" quien contribuye a mantener y a reforzar la marginaci¨®n, el desprecio e, incluso, la violencia contra las mujeres.
?En qu¨¦ doctrinas apoya la Iglesia de Roma su decisi¨®n de que las mujeres deben ser excluidas del sacerdocio? Hay respuestas para todos los gustos, con citas de los hombres m¨¢s doctos de esa confesi¨®n. Si no fuese porque lo que Ranke-Heinemann califica de "denigraci¨®n de la mujer" ha causado dolor y violencias, la sola enumeraci¨®n selectiva de esa doctrina convertir¨ªa estas p¨¢ginas en una regocijada lectura de verano. Lo malo son las consecuencias. Si la religi¨®n m¨¢s influyente del mundo denigra con sa?a a las mujeres por boca de sus mejores pensadores, ?qu¨¦ esperar de muchos de sus fieles?
Santo Tom¨¢s de Aquino, al que los religiosos acuden cuando se sienten perdidos en cuestiones de doctrina, apel¨® incluso al argumento libidinoso, para aborrecer el sacerdocio de la mujer. "Si el sacerdote fuera mujer, los fieles se excitar¨ªan al verla". Es la parte simp¨¢tica de su teor¨ªa. Umberto Eco, en sus debates con el cardenal em¨¦rito de Mil¨¢n, Carlo Maria Martini, se mofa de esa idea recordando p¨¢ginas de Stendhal en La Cartuja de Parma a prop¨®sito de los sermones del bello Fabrizio. "Dado que los fieles son tambi¨¦n mujeres, ?qu¨¦ ocurre con las muchachitas que podr¨ªan excitarse ante un cura guapo?". La simp¨¢tica disputa entre el autor de El nombre de la rosa y el pr¨ªncipe de la Iglesia m¨¢s intelectual del momento se recoge en el libro En qu¨¦ creen los que no creen.
En los textos sagrados de las religiones abrah¨¢micas abundan mujeres importantes. Imposible imaginar a Abraham sin la simp¨¢tica Sara; a Jes¨²s sin la generosa Mar¨ªa la de Magdala; a Mahoma sin la madura Jadiya. La literatura antigua no es injusta con la mujer. Entre los privilegios que confiri¨® el fundador cristiano a la mujer no es menor el haberse aparecido a ellas resucitado, antes que a ninguno de sus posteriormente empavonados ap¨®stoles, que hab¨ªan huido muertos de miedo cuando vieron detenido y condenado a su maestro. Pedro, el primer papa, iba a negarlo hasta tres veces.
?Cu¨¢ndo se torci¨® todo para la mujer? Cuando los religiosos pusieron en el portal de su actividad el sexto pecado cristiano: el sexo, el hombre como un "ser empecatado" en palabras de san Agust¨ªn. Hay antes la incre¨ªble historia del Para¨ªso y la an¨¦cdota de la manzana, donde Eva simboliza la tentaci¨®n y la ca¨ªda por deseo de inmortalidad (y por curiosidad, gran virtud).
Aunque parezca raro, la Iglesia cat¨®lica concibi¨® hasta finales del siglo XIX este relato del G¨¦nesis como un documental que deb¨ªa ser tomado al pie de la letra. ?Por qu¨¦ el diablo no se dirigi¨® a Ad¨¢n, sino a Eva?, se pregunta incluso san Agust¨ªn. El demonio interpel¨® primero a "la parte inferior de la primera pareja humana" porque crey¨® que "el var¨®n no ser¨ªa tan cr¨¦dulo". As¨ª lo escribe en La ciudad de Dios.
"La cuesti¨®n es que esos roles refuerzan la dominaci¨®n de unos sobre otras, adem¨¢s de proyectarse sobre la naturaleza y la humanidad", sostiene Margarita Pintos. ?Con qu¨¦ consecuencias? La te¨®loga alude a las v¨ªctimas de la violencia dom¨¦stica. "Nos estremecemos con la frecuencia de noticias sobre mujeres asesinadas por sus parejas. Creemos que, si no somos golpeadas f¨ªsicamente, no somos v¨ªctimas de esa violencia. Estamos tan habituadas a vivir en relaciones desiguales que ciertas formas de violencia se tornan normales y no las reconocemos como tales".
La inferioridad de la mujer (femina, en lat¨ªn) se pone de manifiesto ya en ese t¨¦rmino latino. El nombre femina proviene de fides (fe) y minus (menos), luego f¨¦mina significa: la que tiene menos fe. Todo empez¨® cuando los primeros sabios cristianos tomaron a Arist¨®teles como pensador de cabecera. El griego fue quien primero enumer¨® los motivos m¨¢s profundos de la inferioridad de la mujer. ?sta debe su existencia a un descarrilamiento en su proceso de formaci¨®n; es "un var¨®n fallido". San Agust¨ªn solo reforz¨® ese desprecio, y santo Tom¨¢s lo hizo teolog¨ªa de la grande.
Seg¨²n el axioma de que "todo principio activo produce algo semejante a ¨¦l", en realidad siempre deber¨ªan nacer varones. A veces nacen mujeres, que son varones fallidos. Arist¨®teles llama a la mujer arren peperomenon ("var¨®n mutilado"). El de Aquino traduce al lat¨ªn esa expresi¨®n griega como mas occasionatus (var¨®n fallido). As¨ª que toda mujer lleva a cuestas, desde su nacimiento, un fracaso. La mujer es un producto secundario, que se da cuando fracasa la primera intenci¨®n de la naturaleza, que apunta a los varones. El sabio de Aquino tambi¨¦n sostiene que la mujer "est¨¢ sometida al marido como su amo y se?or" (gubernator), que tiene "inteligencia m¨¢s perfecta" y "virtud m¨¢s robusta".
La subordinaci¨®n a los varones es el motivo de que se niegue el sacerdocio a la mujer. "Porque las mujeres est¨¢n en estado de subordinaci¨®n, tampoco pueden recibir el sacramento del orden", sentencia santo Tom¨¢s. Se contradice a s¨ª mismo cuando habla tambi¨¦n de mujeres en estado de no subordinaci¨®n a los varones: "Al hacer el voto de castidad o el de viudedad y desposar as¨ª a Cristo, son elevadas a la dignidad del var¨®n, con lo que quedan libres de la subordinaci¨®n al var¨®n y est¨¢n unidas de forma inmediata a Cristo". El famoso te¨®logo, admirado en Roma como un doctor angelicus (maestro angelical), no llega a responder por qu¨¦ tampoco esas mujeres perfectas tienen derecho a ser sacerdotes.
?Qu¨¦ habr¨ªa dicho Jes¨²s ante tanta marginaci¨®n? El te¨®logo Hans K¨¹ng, que particip¨® como perito en el Vaticano II, responde con una frase de Karl Rahner, el gran pensador de ese concilio: "Jes¨²s no habr¨ªa entendido ni una palabra". Es que a veces, como escribi¨® Bertrand Russell, "el mundo que conocemos fue hecho por el demonio en un momento en que Dios no estaba mirando".
Mientras las dem¨¢s religiones cristianas (sobre todo anglicanos y protestantes) siguen ordenando mujeres -algunas ya con la dignidad episcopal-, la Iglesia romana endurece las penas a quienes osen so?ar con sacerdotes femeninos. Pero el padre ?ngel Garc¨ªa, fundador de Mensajeros de la Paz y uno de los grandes eclesi¨¢sticos espa?oles -fue premio Pr¨ªncipe de Asturias de la Concordia en 1994-, tiene una corazonada. "Tengo la firme esperanza de que, si Dios quiere, este Papa pondr¨¢ en funcionamiento el sacerdocio femenino. El d¨ªa que se levante con buen pie, dir¨¢: 'Hasta aqu¨ª hemos llegado'. Antes de cinco a?os lo hace. No hay una sola raz¨®n para que no pueda haber sacerdotes femeninos. Adem¨¢s, hay mucha presi¨®n", dice el padre ?ngel. Se refiere a la falta de sacerdotes, con decenas de miles de parroquias sin pastor. En cambio, son mujeres quienes realmente llenan las iglesias e, incluso, las gestionan.
No hay indicios de que Benedicto XVI vaya por el camino que sue?a el fundador de Mensajeros de la Paz. En su famosa biograf¨ªa de Jes¨²s, el Papa apenas dedica unas p¨¢ginas a la mujer, para decir, citando al evangelista Lucas, que el fundador cristiano, "que caminaba con los Doce predicando, tambi¨¦n iba acompa?ado de algunas mujeres". Lucas menciona tres nombres, Benedicto XVI ninguno. Solo que iban "tres mujeres con Jes¨²s", sin nombrarlas, "y muchas otras que le ayudaban con sus bienes".
No puede ser un olvido casual. Antonio Pi?ero, catedr¨¢tico de Filolog¨ªa Griega en la Universidad Complutense de Madrid, subraya las veces que Mar¨ªa Magdalena, por ejemplo, aparece en los textos primitivos: 17 veces en los Evangelios, ninguna vez en Hechos de los Ap¨®stoles. Esta mujer, la m¨¢s citada, por encima de la madre de Jes¨²s, Mar¨ªa, ayudaba a Jes¨²s "con sus bienes", seg¨²n el evangelista Lucas, pero ha sido presentada por muchos predicadores como "pose¨ªda por demonios", e incluso de vida licenciosa. Pi?ero ha dedicado un libro a los "cristianismos derrotados", con este mismo t¨ªtulo. Las mujeres son un rostro perdurable de esa derrota.
Pese a su indiferencia hacia el protagonismo de la mujer junto al fundador cristiano, Ratzinger no desaprovecha la ocasi¨®n para subrayar "la diferencia entre el discipulado de los Doce y el de las mujeres". "El cometido de ambos es completamente diferente", concluye. Suyas son ahora las decisiones de endurecer las penas contra el sacerdocio femenino.
Ram¨®n Teja, catedr¨¢tico de Historia Antigua en la Universidad de Cantabria, documenta los tiempos en que el cristianismo estuvo dominado por las mujeres, con esta cita a san Jer¨®nimo: "Vigilemos a fin de que las matronas no dominen en las iglesias; estemos atentos a fin de que no sea el favor de las mujeres el que decida sobre los rangos sacerdotales". Teja cree que la participaci¨®n o no de mujeres en el ministerio sacerdotal fue un principio pr¨¢ctico para distinguir la herej¨ªa de la ortodoxia, de acuerdo con una norma establecida por Tertuliano: "No est¨¢ permitido que una mujer hable en la Iglesia, ni le est¨¢ permitido ense?ar, ni bautizar, ni ofrecer [la eucarist¨ªa], ni reclamar para s¨ª una participaci¨®n en las funciones masculinas, y mucho menos en las sacerdotales".
Una atracci¨®n fatal
Hay una simp¨¢tica an¨¦cdota del papa Juan XXIII ante la exuberante Sof¨ªa Loren. Cuando era nuncio en Par¨ªs, el papa del Concilio Vaticano II se encontr¨® en un acto oficial con la actriz italiana, que luc¨ªa rumboso escote y una cadena con una cruz de esmeralda adentr¨¢ndose con coqueter¨ªa entre sus senos. "?Benedetto, quel Calvario!" (?Bendito, ese Calvario!), suspir¨® con sonrisa desarmante el futuro pont¨ªfice. Fue beatificado por Juan Pablo II en el a?o 2000.
No todos los eclesi¨¢sticos reaccionan con humor. La visi¨®n de la mujer como objeto de pecado es cosa de hombres obsesos, y sus reacciones suelen ser maleducadas, por ejemplo esta de san Juan Damasceno: "La mujer es una burra tozuda, un gusano terrible en el coraz¨®n del hombre, hija de la mentira, centinela del infierno". O esta de san Alberto Magno: "La mujer tiene la naturaleza incorrecta y defectuosa".
No todos los grandes eclesi¨¢sticos son as¨ª, ni mucho menos. El te¨®logo Marciano Vidal lo analiza en su libro Moral de amor y de la sexualidad, con el relato con que el buen san Alfonso Mar¨ªa de Ligorio contemplaba un escote (ubera) de mujer. "Pectus non est pars vehementer provocans ad lasciviam" ("El pecho no es parte que provoque vehementemente la lascivia"), escribi¨® el fundador de los redentoristas.
En cambio, el gran san Agust¨ªn escribi¨® que "el marido ama a la mujer porque es su esposa, pero la odia porque es mujer", y que "nada hay tan poderoso para envilecer el esp¨ªritu de un hombre como las caricias de una mujer". ?Hablaba por experiencia? Padre de un chico al que llam¨® Deodato (Dado por Dios), repudi¨® a la madre sin contemplaciones, aunque "con la promesa de no entregarse a ning¨²n otro hombre". Antes de convertirse, san Agust¨ªn fue un obseso sexual, adem¨¢s de un presumido. Escribe en Confesiones, por lo dem¨¢s un libro maravilloso: "Fui a Cartago, donde termin¨¦ en un bullente caldero de lascivia. En un frenes¨ª de lujuria hice cosas abominables; me sumerg¨ª en f¨¦tida depravaci¨®n hasta hartarme de placeres infernales. Los apetitos carnales, como un pantano burbujeante, y el sexo viril manando dentro de m¨ª rezumaban vapores". Agust¨ªn ten¨ªa un problema con el sexo. Lo malo es que hizo escuela. Har¨ªa bien Roma en desmitificar a sus cl¨¢sicos.
Otro que temblaba en presencia de las mujeres fue santo Tom¨¢s de Aquino, el mayor de los te¨®logos cristianos. Encarcelado por sus parientes a causa de su ingreso en la orden de los dominicos, fue tentado carnalmente, instigado por una prostituta vestida con suma elegancia. Se la hab¨ªan enviado sus propios parientes. Dicen sus bi¨®grafos que en cuanto la vio, el llamado Doctor Ang¨¦lico corri¨® a un fuego de verdad, cogi¨® un le?o en llamas y ech¨® fuera de la c¨¢rcel "a la que quer¨ªa despertar en ¨¦l el fuego del placer". Inmediatamente despu¨¦s, santo Tom¨¢s cay¨® de rodillas para pedir el don de la castidad y se qued¨® dormido. Entonces se le aparecieron dos ¨¢ngeles que le dijeron: "Por voluntad de Dios te ce?iremos con el cintur¨®n de la castidad, que no podr¨¢ ser desatado por ninguna tentaci¨®n posterior; y lo que no ha sido conseguido por m¨¦rito, es dado por Dios como don".
Se dice que Tom¨¢s sinti¨® el cintur¨®n y despert¨® dando un grito. Entonces se sinti¨® dotado con el don de tal castidad que, a partir de ese instante, iba a retroceder espantado ante toda lozan¨ªa, hasta el punto de que ni una sola vez pudo hablar con las mujeres sin tener que hacerse violencia. ?Castidad perfecta? Castidad quiere decir castigo.
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