La prostituci¨®n de ellos: m¨¢s oculta, menos esclava
La redada que encontr¨® a varones explotados sorprende a expertos e instituciones - Los trabajadores del sexo suelen ganar m¨¢s y son m¨¢s libres para dejarlo que sus compa?eras
La reciente redada contra una red que supuestamente explotaba a 80 chicos brasile?os en casas de alterne ha puesto cara a una realidad que suele estar escondida: la de la prostituci¨®n masculina. Seg¨²n la versi¨®n de la polic¨ªa, los chicos brasile?os llegaban a Espa?a enga?ados con la promesa de un trabajo como bailarines, y para que aguantaran las jornadas laborales (ten¨ªan que estar disponibles las 24 horas al d¨ªa) les daban coca¨ªna, Viagra y poppers (un vasodilatador). Hay 14 detenidos.
Tan oculta est¨¢ la prostituci¨®n masculina que si se pregunta al Ministerio de Igualdad, que impulsa desde su creaci¨®n trabajos sobre la prostituci¨®n, la respuesta es que ellos no tienen nada al respecto, que es un fen¨®meno muy marginal y, sobre todo, con un factor que, claramente, le diferencia de la prostituci¨®n femenina: entre los chaperos (un t¨¦rmino que alguno de ellos reivindica con la misma energ¨ªa con que otros lo rechazan) no suele haber explotaci¨®n. Desde una perspectiva de g¨¦nero, dicen en el Gobierno, las relaciones que estos establecen con sus clientes masculinos (las clientas son minor¨ªa y, adem¨¢s, se dedican a una prostituci¨®n de lujo, lejos de cualquier sordidez aparente) son m¨¢s de igual a igual, sin la violencia -expl¨ªcita o impl¨ªcita- que se da muchas veces en las relaciones de los hombres con las prostitutas.
"El chico decide qu¨¦ hace", dice un experto. "No hay relaci¨®n de poder"
En la calle trabajan los m¨¢s j¨®venes. Son los m¨¢s dif¨ªciles de recuperar
"A los hombres les cuesta m¨¢s pedir ayuda", confirma un t¨¦cnico sanitario
A diferencia de ellas, viven el trabajo sexual como algo temporal
Las ONG han detectado un abandono de la calle hacia los pisos
Los profesionales creen que apenas existe la explotaci¨®n masculina
Ram¨®n Esteso, coordinador de Inclusi¨®n Social de la ONG M¨¦dicos del Mundo, describe la diferencia as¨ª: "La relaci¨®n [de los trabajadores del sexo] con sus clientes es m¨¢s equilibrada, no hay diferencia de g¨¦nero. El chico decide cu¨¢ndo, c¨®mo y qu¨¦ hace. No es una relaci¨®n basada en el poder".
Los implicados reconocen que eso es as¨ª. Y no solo Mario (36 a?os) o Ander (26), que, por lo que cobran por servicio -de 100 a 150 euros el primero, m¨¢s de 80 el segundo- y las condiciones en que lo hacen -en casa u hotel, con contactos por Internet- pueden considerarse "de gama alta". Hasta Juan, un rumano de 24 a?os que trabaja en la calle desde hace menos de un a?o dice con orgullo -casi con fiereza- que ¨¦l hay cosas que no hace. "No soy maric¨®n. Necesito el dinero". Eso s¨ª, admite que cobra poco -"diez o quince euros"-, pero que le sirven para ir tirando mientras encuentra trabajo "en lo que sea".
Puede que Juan, arisco en el cara a cara, y que obviamente no se llama as¨ª, exagere. Pero puede representar a los trabajadores del sexo que est¨¢n en la escala -econ¨®mica- m¨¢s baja. "En la calle trabajan los m¨¢s j¨®venes. Son sobre todo rumanos y magreb¨ªes", explica Iv¨¢n Zaro, coordinador del ?rea de Salud de la Fundaci¨®n Tri¨¢ngulo, y autor de un extensivo estudio sobre trabajadores del sexo en Madrid. "Muchos son heteros y compaginan el trabajo sexual con peque?os hurtos u otros empleos temporales". En teor¨ªa, son los que peor lo pasan, y, a la vez, a los que m¨¢s cuesta ayudar. "Est¨¢n tan da?ados por su situaci¨®n de marginalidad que son los m¨¢s dif¨ªciles de recuperar. Tienen, adem¨¢s, muy bajo nivel formativo, y su mayor referencia son sus amigos, en situaci¨®n parecida, lo que les da valor para seguir", a?ade Zaro.
Mario Bl¨¢zquez, t¨¦cnico en salud de Cogam (Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid) define a este grupo como el "m¨¢s dif¨ªcil de alcanzar con los programas de atenci¨®n". "Vienen a por material (condones, lubricantes) porque les es c¨®modo y gratis, pero no se dejan ayudar. Como yo digo, no se puede llegar a tocarles el alma, a conocerlos", dice Bl¨¢zquez. Esteso coincide: "A los hombres les cuesta m¨¢s pedir ayuda". "Es tanto el estigma, que muchos prefieren decir que lo hacen voluntariamente a admitir que est¨¢n forzados por la necesidad".
Pero lo que s¨ª que tienen, adaptado a sus circunstancias, es una caracter¨ªstica que los expertos consultados coinciden en resaltar, y que no se da tan f¨¢cilmente en las mujeres, y, mucho menos, en las transexuales: viven el trabajo sexual como algo temporal.
Es lo que hace Ander. Este colombiano de 26 a?os lleg¨® a Espa?a para estudiar hace cinco. Hace dos empez¨® a prostituirse. Ahora lo alterna con "un trabajo normal en una empresa de marketing". Sus jefes no saben que tiene otra ocupaci¨®n espor¨¢dica, pero ¨¦l cree que "no les importar¨ªa". Durante el tiempo que se dedic¨® en exclusiva al trabajo sexual "ganaba un buen dinerito, m¨¢s de 2.000 euros al mes". Lo relata como "algo normal". Tanto, que si ahora no lo ha dejado del todo no es por el dinero. O no solo. "Sigo con algunos clientes con los que llevo mucho tiempo. En el fondo son buena gente, y no los puedes dejar tirados de un d¨ªa para otro. De alguna manera se va creando un v¨ªnculo, y estoy comprometido con ellos", cuenta. De hecho, Ander admite que alguno de sus clientes, a base de trato, ha llegado a enamorarse de ¨¦l. "Pero el peligro es que confundan. Se creen que si hay amor pueden dejar de pagar". Adem¨¢s, de amor ¨¦l ya est¨¢ servido. Tiene pareja -otro chico- que sabe a qu¨¦ se dedica, y que "no le importa".
Por c¨®mo lo dice, quien no parece que vaya a tener problema con el amor es Mario. A sus 36 a?os, ha tenido "tres novios, pero todo sali¨® mal". Todos fueron antes de que se dedicara en exclusiva a la prostituci¨®n. "Ahora soy antipareja". Por eso ni se plantea si su trabajo ser¨ªa compatible con una relaci¨®n afectiva. "Pero mis amigos saben a qu¨¦ me dedico, y no hay problema", dice.
Mario sabe que lo suyo es una ocupaci¨®n con fecha de caducidad. Indica orgulloso los blogs donde cuelga sus fotos para captar clientes, donde se ve a un hombre con un cuerpo trabajado en el gimnasio. "Me cuido. El secreto es hacer deporte, comer bien y descansar", dice. Pero sabe que la apariencia f¨ªsica es pasajera. "No tengo planes de futuro. En los cinco a?os que llevo en esto me he comprado una casa, y me estoy formando como masajista para el futuro", dice. Lo que tiene claro es que no quiere volver a su situaci¨®n de trabajador poco cualificado, la que ten¨ªa cuando hace cinco a?os dej¨® una ciudad de provincias y un trabajo en una empresa de artes gr¨¢ficas para irse a vivir a Madrid. "Estuve en tres empresas, y todo fue lo mismo. Una putadita por aqu¨ª, malos rollos por all¨¢. Y encima mal pagado. Ahora trabajo para m¨ª mismo. Yo decido cu¨¢ntos clientes me hago: si uno, dos o tres al d¨ªa. El l¨ªmite me lo pongo yo", cuenta.
El asunto de los l¨ªmites -no solo en la cantidad, sino en las pr¨¢cticas- es importante, y otra gran diferencia entre hombres, mujeres y transexuales que se dedican a la prostituci¨®n. Esteso, de M¨¦dicos del Mundo, cree que los chicos lo tienen m¨¢s f¨¢cil. Tambi¨¦n los datos de Zaro apuntan a que, igual que la inmensa mayor¨ªa afirma que se ha metido en la prostituci¨®n voluntariamente, deciden m¨¢s f¨¢cilmente qu¨¦ hacen y qu¨¦ no. "Yo no hago bareback [en ingl¨¦s, sexo a pelo, sin cond¨®n]" dicen tajantes Mario y Ander. En el estudio de la Fundaci¨®n Tri¨¢ngulo, un 97% de los encuestados afirm¨® que "siempre" usaba preservativo.
Sin embargo, seg¨²n los datos del Centro Sandoval, un dispensario de Madrid que atiende gratuita y an¨®nimamente -lo que lo convierte en uno de los sitios favoritos de inmigrantes o personas en situaciones de exclusi¨®n-, la situaci¨®n es muy diferente. Casi un 20% de los trabajadores del sexo dieron positivo a la prueba del VIH en su primera visita, frente, por ejemplo, a un 0,8% de las mujeres con la misma actividad.
Aparte de que no sea verdad que los chicos usan el preservativo con sus clientes tanto como dicen, hay otro factor que puede influir: lo que hacen durante sus relaciones personales, con parejas o amigos. Y ah¨ª parece que gran parte de la prevenci¨®n se viene abajo.
Adem¨¢s, quiz¨¢ Mario y Ander no sean representativos de la mayor¨ªa de los trabajadores del sexo. Y, seguramente, Juan tampoco. Hay una parte que trabaja en saunas, clubes y pisos, precisamente donde se supone que hay m¨¢s facilidad para la explotaci¨®n. Y, como dice Esteso, l¨®gicamente, a esas casas no hay acceso. "Entramos donde nos dejan, que son muchos sitios, pero no a todos", indica.
Adem¨¢s, la ONG ha detectado -porque lo han visto con las mujeres, que son las usuarias mayoritarias de sus programas- que hay un paulatino abandono de la calle para refugiarse en pisos, propios o gestionados por otros. La causa es "la persecuci¨®n de muchos municipios, con multas por ejercer en la v¨ªa p¨²blica". Y eso puede aumentar el riesgo de explotaci¨®n.
"En la calle nadie te impide rechazar a un cliente", explica gr¨¢ficamente Ander. "En una casa...". Pero enseguida matiza que lo dice como una posibilidad, porque ¨¦l, que a veces ha hecho "estancias" en pisos, nunca ha visto que se forzara a nadie. "De hecho, para ocupar una plaza lo normal es que haya que pedirlo con antelaci¨®n", dice. La estancia en estos lugares suele durar unas cuantas semanas, no muchas, para evitar lo que el estudio de la Fundaci¨®n Tri¨¢ngulo califica efecto de cara quemada: que, una vez que los clientes ya conocen al trabajador, pierdan su inter¨¦s por ¨¦l para centrarse en los nuevos.
En esos pisos, seg¨²n relata Ander, hay dos sistemas de pago: por d¨ªa, como alquiler por la habitaci¨®n, o con el 50% de los ingresos, "lo que s¨ª podr¨ªa considerarse proxenetismo, aunque hay que tener en cuenta que estar en un piso garantiza clientes, y que el due?o corre con los gastos de la publicidad y el mantenimiento". Lo que le parece m¨¢s dudoso es que sean los due?os de la casa los que faciliten droga a los hu¨¦spedes. "No les interesa tener cantidades en casa, porque al delito de proxenetismo sumar¨ªan el de tr¨¢fico", dice.
Eso no quiere decir que en las casas -y en este trabajo en general- no se tomen estupefacientes. "Seguro que un porro para pasar el rato, y poppers (un vasodilatador que act¨²a sobre las mucosas) para las relaciones sexuales". ?Y coca¨ªna? "Tambi¨¦n, pero en una casa con cinco o seis chicos es peligroso, puede ser m¨¢s dif¨ªcil mantener el orden", comenta Ander.
Hasta Mario, que se cuida tanto, admite que toma poppers. Esteso, por similitud con lo que pasa en los pisos de mujeres, indica que la coca¨ªna es de uso "muy frecuente". "As¨ª son m¨¢s manejables y est¨¢n hasta m¨¢s contentas", dice. "Y por supuesto, entre los chicos, poppers y Viagra", dice.
Pero ?de verdad no hay explotaci¨®n en el mundo de la prostituci¨®n maculina? Ninguno se atreve a negarlo tajantemente. "Si la hay, esos chicos no vienen a nuestros servicios", dice Bl¨¢zquez, de Cogam. Zaro es el m¨¢s remiso. "En ocho a?os s¨®lo he visto un caso: un chico latinoamericano que se vino siguiendo a su pareja, y este le oblig¨® a tener relaciones con otros hombres. Yo mismo le acompa?¨¦ a la comisar¨ªa", dice. "Pero eso no quiere decir que no haya m¨¢s".
No son tan pocos
Que la prostituci¨®n masculina no es, a grandes rasgos, comparable con la femenina tuvo una constataci¨®n manifiesta en la Comisi¨®n Mixta de los Derechos de la Mujer y la Igualdad de Oportunidades que se reuni¨® en 2006 y 2007 para estudiar la situaci¨®n de las trabajadoras del sexo y una posible regulaci¨®n de sus condiciones laborales. Apenas hubo entre los ponentes quienes hicieran menci¨®n a que, aparte de las mujeres y ni?as dedicadas a la prostituci¨®n, tambi¨¦n hab¨ªa hombres que podr¨ªan beneficiarse de lo que ah¨ª se acordara. De hecho, el documento final no los menciona ni una sola vez, ni siquiera como un caso a estudiar.
Pr¨¢cticamente la ¨²nica de las organizaciones invitadas a exponer sus puntos de vista ante la Comisi¨®n que habl¨® de los trabajadores del sexo fue la Fundaci¨®n Tri¨¢ngulo. Su representante, Iv¨¢n Zaro, es concluyente ante lo que se deb¨ªa haber decidido: "Tajantemente, estamos de acuerdo en que se legalice esta actividad", dice. Justo uno de los puntos que el informe de la comisi¨®n dej¨® que siguiera en un vac¨ªo legal.
Tri¨¢ngulo atiende en sus programas a unos mil trabajadores del sexo al a?o. L¨®gicamente, si la actividad se regula, eso implicar¨ªa tambi¨¦n que hubiera normas sobre los anuncios en que los trabajadores del sexo ofrecen sus servicios. Este fue pr¨¢cticamente el ¨²nico de los puntos de aplicaci¨®n inmediata en que aquella comisi¨®n adelant¨® una postura: prohibirlos. Algo que a¨²n no se ha hecho.
La segunda -breve- menci¨®n fue de M¨¦dicos del Mundo. Lo interesante del trabajo de esta organizaci¨®n es que no se limita a una ciudad, y que atiende tambi¨¦n a mujeres y transexuales. En total, el a?o pasado fueron 11.934 personas, de las que el 4% eran chicos y el 6% mujeres transexuales, cuenta Ram¨®n Esteso, coordinador de Inclusi¨®n Social de la ONG. Extrapolando a las aproximadamente 300.000 prostitutas que hay en Espa?a, seg¨²n datos que manej¨® la comisi¨®n del Congreso, quiere decir que hay unos 12.000 chaperos. Si, en cambio, el n¨²mero real de mujeres que se dedican a la prostituci¨®n, como indican las Fuerzas de Seguridad, es de 45.000, la misma proporci¨®n dar¨ªa que hay 1.800 trabajadores del sexo, justo los que atendieron el a?o pasado entre Fundaci¨®n Tri¨¢ngulo (1.000), Cogam y M¨¦dicos del Mundo (400 cada una).
Lo que se sabe
- Nacionalidad. Las organizaciones que atienden a personas que se dedican a la prostituci¨®n destacan que, entre los hombres, la mayor¨ªa son latinoamericanos, sobre todo brasile?os. Los de esta nacionalidad, por ejemplo, representan el 25% de los atendidos por M¨¦dicos del Mundo.
- Espa?oles. Son los que m¨¢s alternan entre trabajo con otras actividades. Estaban casi desplazados por los extranjeros, pero la crisis ha hecho que en los ¨²ltimos a?os algunos hayan vuelto a la actividad.
- Sexualidad. En el estudio de la Fundaci¨®n Tri¨¢ngulo sobre la prostituci¨®n masculina, el 46,5% se declar¨® homosexual, un 30,7% heterosexual y un 22,8% bisexual. Pero estos datos pueden ser confusos por el estigma asociado a la homosexualidad. Muchos hombres que venden sus servicios sexuales a hombres evitan declararse gays.
- Exclusividad. La Fundaci¨®n Tri¨¢ngulo calcula que casi el 50% de los chicos compagina el trabajo sexual con otro; el Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid (Cogam), que el 30%, y por temporadas.
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