El Estado, en almoneda
La negociaci¨®n entre Rodr¨ªguez Zapatero y el PNV para que este partido apoye los Presupuestos Generales para 2011 revela que en Espa?a la configuraci¨®n de los poderes del Estado se ha convertido en un zoco, en el que no importa lo conveniente para que el sistema sea coherente y eficaz, sino lo que en cada coyuntura pol¨ªtica interesa a los partidos que gobiernan, que, al parecer, se reduce a conservar el poder a toda costa. S¨®lo as¨ª se explica que, m¨¢s de 30 a?os despu¨¦s de promulgarse la Constituci¨®n y de aprobarse el Estatuto vasco, las transferencias sigan siendo una moneda de cambio para lograr apoyos pol¨ªticos puntuales, por importantes que ¨¦stos sean. Y esta anomal¨ªa est¨¢ siendo llevada al paroxismo por Rodr¨ªguez Zapatero.
La configuraci¨®n de los poderes del Estado se ha convertido en un zoco
Al Gobierno vasco le corresponde ser el ¨²nico interlocutor del de la naci¨®n
Ya el pasado a?o Rodr¨ªguez Zapatero hizo algo ins¨®lito e inadmisible
En democracia existen unos usos y reglas que se deben respetar
Cuando el presidente del Gobierno anuncia que est¨¢ dispuesto, para obtener el apoyo del PNV, a pactar nuevas transferencias dentro del marco estatutario, incurre en la m¨¢s flagrante desviaci¨®n de poder y subvierte las bases esenciales y los principios que inspiran al Estado auton¨®mico. Con esa declaraci¨®n Rodr¨ªguez Zapatero viene a reconocer que la formalizaci¨®n de esas transferencias pendientes, as¨ª como su contenido o valoraci¨®n, puede depender de que llegue a un acuerdo con el PNV.
Cualquier estadista que merezca tal calificativo debe saber que el transferir las competencias es algo obligado si las mismas se integran en lo previsto en el Estatuto, y que el uso del art¨ªculo 150.2 de la Constituci¨®n s¨®lo es l¨ªcito si el resultado conviene a la mejor organizaci¨®n y funcionamiento de los poderes p¨²blicos, para beneficio de los ciudadanos espa?oles en su conjunto.
Lo que no se puede admitir es un desarrollo constitucional y estatutario condicionado por el juego de alianzas pol¨ªticas, que agrave las asimetr¨ªas inevitables y originarias del Estado auton¨®mico previsto en la Constituci¨®n, en el que de manera inaudita el pacto se cocine con un partido de la oposici¨®n en vez de con el Gobierno vasco, a quien por ley le corresponde ser el ¨²nico interlocutor del Gobierno de la naci¨®n, y que el cauce elegido sea el de la negociaci¨®n presupuestaria en vez del establecido en el Estatuto.
Ya el pasado a?o Rodr¨ªguez Zapatero hizo algo ins¨®lito e inadmisible: para obtener sus votos otorg¨® al PNV un derecho de veto, por un a?o, de las transferencias sobre pol¨ªtica de empleo que el Gobierno vasco hab¨ªa negociado. Nunca se hab¨ªa dado una violaci¨®n estatutaria y un desaire a un Gobierno auton¨®mico de tal calibre. Si ahora el buen fin de la negociaci¨®n con el PNV dependiera de la transferencia de determinadas competencias, con un determinado contenido o valoraci¨®n, no s¨®lo estar¨ªamos ante un uso torticero del poder, sino que adem¨¢s se enviar¨ªa un mensaje desolador a quienes creen en el cambio pol¨ªtico en Euskadi: el Gobierno vasco no pinta nada; ni siquiera sabe valorar las competencias a recibir; la normalizaci¨®n democr¨¢tica y el cambio pol¨ªtico en Euskadi ceden ante la necesidad de Rodr¨ªguez Zapatero de agotar su legislatura; y quien manda de verdad aqu¨ª es el PNV, el ¨²nico que defiende los intereses de los vascos y obtiene resultados tangibles.
Si para lograr el apoyo del PNV hubiera que poner en almoneda al Estado, y de paso lanzar un torpedo letal al proceso de cambio en Euskadi, m¨¢s valdr¨ªa que Rodr¨ªguez Zapatero convocara elecciones generales, sin excusarse por la crisis econ¨®mica actual, que probablemente se resolver¨ªa mejor, como en el Reino Unido, despu¨¦s de las mismas.
Cuando un presidente tiene que cambiar radicalmente el programa con el que se present¨® a las elecciones, por el que fue votado e investido; cuando est¨¢ tan aislado que s¨®lo resistir¨ªa a base de pagar un precio exorbitante al PNV, comprometiendo la estructura del Estado, algo que en todo pa¨ªs democr¨¢tico sensato queda al margen de lo negociable en unos presupuestos; cuando precisamente la dif¨ªcil situaci¨®n econ¨®mica exige un Gobierno fuerte; cuando todo ello ocurre, es cuando m¨¢s se necesita que los ciudadanos se expresen en las urnas. En democracia existen unos usos y reglas que, a¨²n no escritas, se deben respetar, como la de dar la palabra a los ciudadanos si el escenario pol¨ªtico actual y su futuro inmediato son radicalmente distintos de los que se percib¨ªan cuando en 2004 fueron elegidos el Congreso y el Senado, y si el presidente defiende y propone lo contrario de lo que ofrec¨ªa y aseguraba todav¨ªa hace pocos meses.
Si a un secretario general se le puede disculpar que act¨²e en t¨¦rminos de conveniencia partidaria, el presidente de cualquier Gobierno democr¨¢tico s¨®lo puede decidir y actuar desde la ¨¦tica de la responsabilidad, en funci¨®n de lo que en cada momento conviene a la naci¨®n y a los ciudadanos. Y el cumplimiento de esta exigencia democr¨¢tica no puede demorarse o soslayarse, si para ello hubiera que ceder a las exigencias de un partido minoritario y nacionalista, al que poco o nada le importa defender una Constituci¨®n y un Estatuto en los que no cree, concedi¨¦ndole lo que negaba ayer al Gobierno vasco.
Si eso sucediera, el da?o a los fundamentos de nuestro Estado democr¨¢tico ser¨ªa tan considerable e irreparable como la desolaci¨®n y la frustraci¨®n que experimentar¨ªan quienes apoyan al Gobierno vasco y al lehendakari L¨®pez, y aun mantienen la ilusi¨®n de que el cambio que lidera se consolide en el Pa¨ªs Vasco.
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