La barbarie compasiva
En los ¨²ltimos meses, durante la ofensiva antitaurina que culmin¨® con la prohibici¨®n de los toros en Catalu?a, dos de la palabras m¨¢s repetidas fueron "compasi¨®n" y "barbarie". Dejemos a un lado la fundada sospecha de que en la decisi¨®n del Parlamento auton¨®mico tuvo m¨¢s peso la voluntad separatista de abandonar una tradici¨®n compartida con el resto de Espa?a que cualquier argumento animalista. Ya se ha insistido incluso demasiado en este aspecto -tan romo de inter¨¦s te¨®rico como casi todo lo que ata?e al nacionalismo- olvidando en cambio los pretextos, que en este caso son m¨¢s interesantes que el contexto. No se necesita una argumentaci¨®n ¨¦tica fundada para que a uno personalmente le desagraden o hasta le asqueen los toros: pero en cambio es imprescindible para prohibirlos en una comunidad con car¨¢cter imperativo y general.
El b¨¢rbaro es quien no distingue entre el trato a los humanos y a los animales
Se apela a la compasi¨®n como ¨²ltima ratio moral y se nos recuerda el principio budista de no da?ar bajo ning¨²n pretexto a otro ser vivo. Con todos mis respetos para Richard Gere y compa?¨ªa, quienes no somos budistas no nos sentimos obligados por ¨¦l (sobre todo si comemos carne o pescado y nos curamos con antibi¨®ticos, cuyo simple nombre ya promete matanzas): a trancas y barrancas, pero vivimos en un estado laico... hasta en Catalu?a. Fuera de esa postura religiosa, no es cierto que la compasi¨®n por el dolor universal sea la base de la ¨¦tica. Sin duda ser compasivo es un sentimiento que nos mejora, pero no un precepto moral ineludible. Paseando por el campo, veo que un gorrioncillo reci¨¦n nacido se ha ca¨ªdo del nido y p¨ªa angustiosamente en el suelo expuesto a todos los peligros: como soy compasivo, lo recojo y lo devuelvo a su hogar... aunque as¨ª perjudique a la serpiente que tambi¨¦n tiene que comer para vivir. ?Bravo, tengo buen coraz¨®n! Pero si quien gime abandonado en un cubo de basura es un beb¨¦, tengo la obligaci¨®n ¨¦tica de ayudarle, me compadezca de ¨¦l o no. Si no lo hago, no ser¨¦ poco sentimental o duro de coraz¨®n sino claramente inmoral. La diferencia es importante, todo lo que cuenta en la ¨¦tica -el reconocimiento de lo humano por lo humano y el deber ¨ªntimo que nos impone- reside ah¨ª.
Peter Singer, el fil¨®sofo que oficia como mentor del animalismo, relativiza esta norma: si el beb¨¦ humano padece malformaciones y anormalidades, tengo menos obligaci¨®n ¨¦tica de salvarle que al gorrioncillo o a cualquier otro animal sano, en caso de que deba elegir. Y as¨ª llegamos al tema de la barbarie. Porque en su sentido pr¨ªstino y radical, el b¨¢rbaro no es quien maltrata o no se compadece de las bestias, sino quien no distingue entre el trato que debemos a los humanos y el que corresponde a los animales. La aut¨¦ntica imagen de la barbarie no ocurre dentro de la plaza donde se lidia al toro, sino fuera: son esas personas que yacen desnudas, cubiertas de falsas banderillas y pintura color sangre, y que dan a entender que es lo mismo matar a un toro que a un ser humano. Dice una barbaridad el portavoz de ATEA en el Pa¨ªs Vasco cuando pide explicaciones porque se condene a ETA pero no a Jesul¨ªn de Ubrique y otra a¨²n peor los que se ufanan de alegrarse cuando el toro mata al torero. Donde no se asume la excepcionalidad del v¨ªnculo rec¨ªproco entre semejantes racionales, ese es el predio de los b¨¢rbaros.
Hace poco una conocida novelista mand¨® una carta a este peri¨®dico abogando por los derechos de los animales. Conclu¨ªa diciendo: "?No somos tambi¨¦n nosotros simple y gozosamente animales?". Sin duda biol¨®gicamente somos animales, no vegetales. Pero desde luego ni simple ni gozosamente. Por culpa de ello existen las novelas... y la ¨¦tica.
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