Un buque varado en la M-30
La piscina Stella, una de las m¨¢s antiguas y vanguardistas, lleva cuatro a?os cerrada
Durante a?os los helic¨®pteros de la polic¨ªa sol¨ªan sobrevolar en c¨ªrculos un punto estrat¨¦gico de la Ciudad Lineal: el solarium de la piscina Stella. All¨ª las chicas modernas empezaron a llevar bikini, luego topless, luego tanga, luego nada. "Este lugar siempre estuvo a la cabeza de la moda y la modernidad", recuerda Fernando Adri¨¢n, encargado del que fue uno de los clubs m¨¢s selectos de Madrid.
Paseando por sus intalaciones cerradas desde hace cuatro a?os es muy f¨¢cil imaginar a los botones llevando c¨®cteles a las yey¨¦s con sicod¨¦licos gorros de ba?o. Tambi¨¦n a los soldados americanos de Torrej¨®n so?ando que estaban en California y chote¨¢ndose de los Pepito Piscinas patrios. Stella abri¨® sus aguas en 1947 cuando Manuel P¨¦rez-Vizca¨ªno y P¨¦rez-Stella (de ah¨ª el nombre) decidi¨® convertir en piscina fina el pil¨®n del vivero familiar al que acud¨ªan a ba?arse los vecinos los d¨ªas de mucho calor. Era una idea extravagante para la triste posguerra. En Madrid, las grandes piscinas se hab¨ªan construido durante la Segunda Rep¨²blica. Centros de deporte e higiene con est¨¦tica racionalista como La Isla (del arquitecto Guti¨¦rrez Soto, autor tambi¨¦n del cine Barcel¨®) o La Playa de Madrid (de Mu?oz Monasterio, que firm¨® el Bernab¨¦u). La primera fue totalmente destruida en la guerra y la segunda, tan reformada que ya fue otra. El Club Stella lleg¨® mucho despu¨¦s. Sus limpias l¨ªneas, su blancura y su evocaci¨®n marinera nacieron ya como un homenaje a la est¨¦tica racionalista de los a?os treinta.
"La intentamos tener en estado de revista", explica Adri¨¢n, que retrasa un par de d¨ªas la cita para que la fotografiemos reci¨¦n pintada. Cada a?o, o cada dos "como mucho", la fachada del gran barco blanco que asoma a la M-30 se pinta entera. En sus praderas, varios jardineros se ocupan de atusar el cuidad¨ªsimo jard¨ªn. "La familia no contempla la venta", dice el encargado, refiri¨¦ndose a los descendientes del fundador. La alquilar¨ªan ("el precio es alto"), pero les preocupa el uso que se le de: "Quieren un proyecto serio y respetuoso con el entorno". Solo como fianza de los 190 ¨¢rboles piden "300 millones de las antiguas pesetas". Cada semana, Adri¨¢n atiende unas 15 propuestas, de centros comerciales, spas o academias de baile, para rentar sus 8.330 metros (lleg¨® a tener otros 7.000, pero fueron expropiados al construirse la M-30).
En cualquier caso, si vuelve a ser piscina habr¨¢ que reformar el vaso de ba?o, ya que sus tres metros y medio de profundidad no se ajustan a la normativa actual. El trampol¨ªn ya fue prohibido hace a?os y sus tablones, retirados. Hoy, la estructura capada pende sobre la pileta seca, pero est¨¢ todo tan blanco que si aprietas lo ojos casi ves al guaperas de turno haciendo un doble mortal.
La Stella naci¨® como un club elitista por donde pasaron estrellas de cine o m¨²sicos como Mach¨ªn y Cugat. Hab¨ªa cabinas de tres tipos, las m¨¢s lujosas ten¨ªan hasta bid¨¦. Fue famoso el numerito que montaba el campe¨®n de lucha libre H¨¦rcules Cort¨¦s (nombre art¨ªstico, claro, se llamaba Alfonso Carlos Chicharro): sentaba a dos se?oritas una en cada mano y las levantaba en vilo. La piscina tambi¨¦n sali¨® mucho en el cine, en thrillers en blanco y negro como Hombre acosado y en coloristas t¨ªtulos del destape en los que Alfrendo Landa persegu¨ªa suecas. Hubo restaurantes y bolera americana, front¨®n, bailes para el servicio y otros de lujo y un bingo. Ahora est¨¢ vac¨ªo, pero huele a tabaco como si hubiese cerrado ayer. "La propiedad nunca fue amante de la noche ni de las cosas raras", explica el encargado ante una pregunta insistente: "?Seguro que no se puede alquilar para fiestas?". El lugar lo merece.
En el solarium de 600 metros duermen varias elegantes tumbonas de los a?os cuarenta. La vista de los jardines y la ciudad es espectacular. Es una pena que nadie la disfrute, pero al menos no se ha convertido en un discotec¨®n o un anodino centro comercial. "Esto era un oasis", dice Adri¨¢n. Y quiz¨¢s lo sea ahora m¨¢s que nunca, tan vac¨ªa y silenciosa. Anclada en otra ¨¦poca, sin nudistas ni helic¨®pteros.
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