Nace la era posoccidental
He propuesto que los intelectuales y los pensadores pol¨ªticos consideren de ahora en adelante que estamos abordando una era posoccidental. Y esto por oposici¨®n a la era denominada "posmodernista", a menudo fiel al pensamiento de Heidegger. El posmodernismo reciente consiste en una resistencia, vigilante y recelosa, de todas las agresiones que se supone suscita el progreso de las tecnolog¨ªas y las ciencias program¨¢ticas. Especialmente, a causa de la apolog¨ªa de la velocidad, contra los valores reflexivos del respeto, el silencio, la soledad, la lentitud, el escr¨²pulo y la discreci¨®n.
El posmodernismo, pese a la acritud con la que ha sido discutido, encontr¨® primero su legitimidad en la f¨®rmula expresada por Camus al final de su discurso de Suecia, durante la ceremonia de entrega del Premio Nobel. Camus estimaba que para su generaci¨®n lo importante era conservar el mundo, m¨¢s que reformarlo.
Estados Unidos y Europa descubren que sin el poder ya no encarnan el ideal
A partir de esta concepci¨®n, todas las variantes de pensamientos y comportamientos han sido concebidas apuntando hacia una especie de progresismo reaccionario, o de reacci¨®n reformista.
?C¨®mo llegamos a eso? Como dec¨ªa Michel Foucault, "el intelectual europeo -y yo a?adir¨ªa occidental- siempre ha so?ado con poder realizar la s¨ªntesis entre el sabio griego, el profeta jud¨ªo y el legislador romano". El primero hab¨ªa aportado la Raz¨®n; el segundo, la visi¨®n del Mal; y el tercero, el Derecho. Y esto, hasta el tiempo en que se intent¨® otra s¨ªntesis -exitosa- entre la Luz de la aportaci¨®n cr¨ªstica y las Luces del mensaje revolucionario. Ahora bien, como lamentaba Michel Foucault, en nuestra ¨¦poca, estas s¨ªntesis son imposibles de realizar e incluso de concebir. Foucault vislumbraba ya el oto?o de Occidente.
Desde todas estas actitudes occidentales, las civilizaciones de los otros continentes no solo eran consideradas m¨¢gicas y dignas de una exploraci¨®n maravillada, sino tambi¨¦n contempladas con un irreprimible sentimiento de superioridad. Los viajeros que recorrieron China, la India, Bizancio y el Imperio Otomano dieron fe de lo contrario. El arte de vivir de aquellos pa¨ªses suscit¨® admiraci¨®n y envidia. De hecho, fue solo hace dos siglos, es decir, desde el boom de su econom¨ªa, su desarrollo y sus riquezas, cuando los occidentales se replegaron en un islote de arrogancia en el coraz¨®n de los oc¨¦anos de civilizaciones diferentes, a veces a conquistar y a veces a evangelizar. El posmodernismo pod¨ªa ser entonces un sue?o de esteta ante la belleza de los peligros tecnol¨®gicos. Pero a¨²n est¨¢bamos en la era occidental.
En este momento, Francia est¨¢ sufriendo de lleno el final de esa era, con el derrumbamiento de su imperio y la llegada de hombres y mujeres a los que hab¨ªa colonizado y que, en raz¨®n de su n¨²mero, pretenden vivir en comunidades, fieles a la cultura de su pa¨ªs de origen. En 1980, durante la campa?a electoral de Fran?ois Mitterrand a la presidencia de la Rep¨²blica, un cartel que representaba un pueblecito al amparo de una iglesia cat¨®lica cubri¨® todos los muros. Mitterrand era socialista y, en principio, anticlerical. Hoy, un cartel as¨ª no ser¨ªa posible: ser¨ªa juzgado agresivo y ofensivo para la fuerte minor¨ªa musulmana; cuando, entonces, los protestantes no pusieron objeci¨®n alguna.
La era posoccidental anuncia adem¨¢s la presencia de esos chinos, indios y brasile?os que le est¨¢n arrebatando lentamente a Occidente y, por tanto, a Estados Unidos antes que a nadie, la centralidad de una civilizaci¨®n que garantizaba su hegemon¨ªa intelectual. He aqu¨ª que ahora estadounidenses y europeos, que, juntos, representan menos del 20% de la poblaci¨®n mundial, est¨¢n a punto de verse privados de su superioridad material (si no militar) en nombre de valores que no son los suyos. Occidente descubre que sin el poder ya no encarna el ideal.
Jean Daniel es director de Le Nouvel Observateur. Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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