Los Kennedy, de un extremo a otro
A estas alturas se ha escrito tanto sobre los Kennedy que ya no es f¨¢cil distinguir entre realidad y ficci¨®n, y tampoco parece importar. El mito de la primera familia de un pa¨ªs sin realeza, la leyenda de una Camelot tr¨¢gica, funcionan al calor de una industria cultural incesante. Se acumulan los libros de historia y las novelas, las miniseries y las pel¨ªculas, las memorias y los panfletos. No hay testimonio que no haya sido escuchado, punto de vista que no haya sido utilizado, con el resultado parad¨®jico de que se sabe tanto que no se sabe nada. As¨ª, los Kennedy se esconden a la vista de todo el mundo.
De esta ingente producci¨®n hay dos publicaciones nuevas en espa?ol: Los Kennedy. Mi familia (Mart¨ªnez Roca), las memorias del senador Ted Kennedy, fallecido hace poco m¨¢s de un a?o; y Un ad¨²ltero americano (Anagrama), biograf¨ªa novelada de John Kennedy, del escritor ingl¨¦s Jed Mercurio. Al leerlos uno tras otro, impresiona el contraste extremo: desde la idealizaci¨®n de Camelot por parte de un miembro central de la corte hasta su desmitificaci¨®n concienzuda en una novela. Es cierto que no es justo comparar un libro de memorias, que debe estar ce?ido lo m¨¢s honestamente posible a los recuerdos de un individuo, con una obra de ficci¨®n, a la que se le permite tomar libertades con la verdad; igual, sorprende que casi no haya punto en que Kennedy y Mercurio est¨¦n de acuerdo.
Los Kennedy. Mi familia.
Edward Kennedy.
Traducci¨®n de Margarita Cav¨¢ndoli.
Mart¨ªnez Roca.
Barcelona, 2010.
608 p¨¢ginas. 23 euros.
Un ad¨²ltero americano.
Jed Mercurio.
Traducci¨®n de Jaime Zulaika.
Anagrama.
Barcelona, 2010.
364 p¨¢ginas. 19,50 euros.
Impresiona el contraste: desde la idealizaci¨®n de Camelot por un miembro central de la corte hasta su desmitificaci¨®n concienzuda en una novela
Las memorias de Ted Kennedy repasan los momentos estelares de un hombre muy talentoso y carism¨¢tico que fue el hermano de dos hombres a¨²n m¨¢s talentosos y carism¨¢ticos. La vida de Kennedy est¨¢ marcada por el triunfo y el asesinato de JFK y Bobby. En este libro, los Kennedy sufren y se quiebran, pero jam¨¢s se dejan vencer por la adversidad. La prosa es v¨ªvida, llena de detalles: Kennedy ha tenido la ayuda de Ron Powers, ganador de un Pulitzer y autor de una magn¨ªfica biograf¨ªa de Mark Twain. Al final, lo que queda de Los Kennedy no es el esp¨ªritu ind¨®mito de la familia (eso ya se sab¨ªa), sino los hechos m¨ªnimos, aquellos que le confieren autenticidad al libro. En uno de sus viajes al mediooeste americano como parte de la campa?a presidencial de su hermano, Ted debe montar un caballo brav¨ªsimo para lograr que algunos delegados apoyen a John. Despu¨¦s del asesinato de sus hermanos, Ted no puede o¨ªr en la calle el ruido del escape de un coche sin que se le cruce por la cabeza, instintivamente, el deseo de tirarse al piso. En una larga reuni¨®n en el Senado con el presidente Clinton, el senador Kennedy est¨¢ m¨¢s pendiente de llegar a tiempo a la ¨®pera, donde lo espera su esposa, que de las opiniones de sus colegas sobre si se debe aceptar a los gays en el ej¨¦rcito. Sobre el accidente de Chappaquiddick en 1969, en el que perdi¨® la vida Mary Jo Kopechne, no hay nada nuevo: Ted vuelve a afirmar que no hab¨ªa ninguna relaci¨®n sentimental con la fallecida, y a aceptar su ego¨ªsmo al no denunciar de inmediato lo sucedido a la polic¨ªa -lo hizo al d¨ªa siguiente- por miedo a que el hecho salpicara a su familia ya golpeada por la tragedia, y, por supuesto, afectara su viabilidad como pol¨ªtico heredero de una gran dinast¨ªa.
Cuando Ted recuerda a JFK, el retrato que emerge es de un hombre idealista, sacrificado, siempre con una sonrisa en los labios o una frase ingeniosa o divertida. Quiz¨¢s por eso llega a chocar tanto Un ad¨²ltero americano, la novela de Mercurio. Es verdad que el narrador presenta al Presidente como un buen padre y un hombre de gran convicci¨®n en sus ideas; de hecho, las escenas que m¨¢s conmueven son aquellas en que est¨¢ feliz con sus hijos John Jr. y Caroline, o sacudido por la muerte de su tercer hijo, Patrick, dos d¨ªas despu¨¦s de nacido. Pero lo que prima en la novela es que las energ¨ªas del Presidente est¨¢n dedicadas a conquistar a toda mujer guapa que pase por su lado: mientras su mujer est¨¢ distra¨ªda observando objetos de antig¨¹edades para decorar la Casa Blanca, "nuestro hombre" planea c¨®mo deshacerse de su "veneno" con las secretarias, las mujeres de otros pol¨ªticos en los Estados que visita, las prostitutas y, por supuesto, Marilyn Monroe, el premio mayor. La novela sugiere incluso que las "acumulaciones t¨®xicas" afectan al estado emocional del Presidente, por lo que es hasta saludable liberarlas.
En manos de Mercurio, el Presidente es un sujeto poco complejo, marcado como est¨¢ por su libido insaciable y sus m¨²ltiples dolencias: llega a ser c¨®mica la repetitiva y redundante letan¨ªa de enfermedades: gastritis, sinusitis, asma, osteoartritis, rinitis, deficiencia tiroidea, mal de Addison, colapso vertebral lumbar... La prosa adquiere un tono cl¨ªnico al describir estos problemas (en el original en ingl¨¦s esto se exacerba pues el narrador llama al Presidente "subject", que es traducido al espa?ol de manera m¨¢s afectiva, como "nuestro hombre", en vez del m¨¢s preciso "sujeto"). Las dolencias y el sexo llegan a tener algo de culpa de su muerte en Dallas: si el Presidente no se puede agachar para escapar al segundo y fatal balazo, eso se debe a la faja terap¨¦utica que llevaba por los problemas en la espalda y que lo manten¨ªa erguido (problemas que proven¨ªan de su heroico intento por salvar a un compa?ero herido durante la Segunda Guerra Mundial, pero agravados por una aventura sexual en un hotel en El Paso).
En algo coinciden Ted Kennedy y Mercurio: ambos recuerdan una frase de George Bernard Shaw, que puede parafrasearse as¨ª: "Algunos ven lo que existe y se preguntan por qu¨¦; otros sue?an lo que no existe y se preguntan, ?por qu¨¦ no?". ?La diferencia? En sus memorias, el senador se?ala que esa frase la usaba su hermano Bobby en campa?a, y se emociona recordando su idealismo; en la novela de Mercurio, el Presidente la usa para seducir a una asistente de prensa.
Los Kennedy. Mi familia. Edward Kennedy. Traducci¨®n de Margarita Cav¨¢ndoli. Mart¨ªnez Roca. Barcelona, 2010. 608 p¨¢ginas. 23 euros. Un ad¨²ltero americano. Jed Mercurio. Traducci¨®n de Jaime Zulaika. Anagrama. Barcelona, 2010. 364 p¨¢ginas. 19,50 euros.
Una temporada de biograf¨ªas, diarios y cartas
Biograf¨ªas / Autobiograf¨ªas
J. D. Salinger. Una vida oculta (Galaxia Gutenberg / C¨ªrculo de Lectores). Kenneth Slawenski.
Life (Global & Rhythm). Autobiograf¨ªa de Keith Richards.
Casanova (P¨¢ginas de Espuma). Phillippe Sollers y su particular visi¨®n de Casanova.
El sue?o del Celta (Alfaguara). Mario Vargas Llosa novela la biograf¨ªa de Roger Casement.
El exilio interior. La biograf¨ªa de Mar¨ªa Moliner (Turner). Inmaculada de la Fuente.
Memorias
No hay silencio que termine (Aguilar). Ingrid Betancourt relata sus seis a?os secuestrada por las FARC de Colombia.
Cartas
Cartas a los Jonqui¨¨res (Alfaguara). Julio Cort¨¢zar y su correspondencia con el matrimonio Jonqui¨¨res mientras escrib¨ªa Rayuela.
Jorge Guill¨¦n. Cartas a Germaine (1919- 1935) (Galaxia Gutenberg / C¨ªrculo de Lectores).
Quiroga ¨ªntimo. Correspondencia. Diario de Par¨ªs (P¨¢ginas de Espuma). Edici¨®n de Erika Mart¨ªnez.
Los a?os de Giverny (Turner). Claude Monet y su correspondencia ofrecen un autorretrato del pintor impresionista.
El caso Moro (Tusquets). Leonardo Sciascia reconstruye el secuestro del pol¨ªtico y l¨ªder comunista a trav¨¦s de cartas durante su secuestro por parte de las Brigadas Rojas en 1978.
Diarios
Correr el tupido velo (Alfaguara). Pilar Donoso cuenta la vida de su padre, Jos¨¦ Donoso, a trav¨¦s de sus diarios.
Diario de un escritor. Fi¨®dor Dostoievski (P¨¢ginas de Espuma). Edici¨®n de Paul Viejo.
Mussolini secreto. Los diarios (1932- 1938) (Cr¨ªtica). Clara Petacci, donde su amante no deja t¨ªtere con cabeza.
Andy Warhol. Entrevistas (Blackie Books). Edici¨®n de Kenneth Goldsmith.
Miscel¨¢nea
Fragmentos y esencias (Seix Barral). Marilyn Monroe y su relaci¨®n con la literatura y los escritores a trav¨¦s de apuntes, cartas y poemas. Prologo de Antonio Tabucchi.
Lord Byron. Cartas y poes¨ªas mediterr¨¢neas (KRK). George Gordon Byron.
Entrevistas / Conversaciones
Conversaciones conmigo mismo. Nelson Mandela (Planeta). Pr¨®logo de Barack Obama.
Tolst¨®i
La biograf¨ªa que escribiera Romain Rolland, La vida de Tolst¨®i, en Acantilado; Sof¨ªa Tolst¨®i: Diarios (1862-1919), en Alba; la recreaci¨®n que hace su hija Tatiana en Sobre mi padre, en Nortesur, y las Memorias (Backlist) del autor ruso. W. M. S.
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