P¨¦simo indicador
En democracia se puede discutir casi todo o sobre casi todo, pero no todo. Hay principios que no pueden ser siquiera sometidos a discusi¨®n porque constituyen el n¨²cleo esencial del consenso en el que tiene que descansar la construcci¨®n de toda sociedad y todo Estado democr¨¢ticos dignos de tal nombre. Los derechos fundamentales no son discutibles. Se podr¨¢ discutir respecto de algunos de ellos y no respecto de todos, el alcance con que deben ser reconocidos en el texto constitucional, pero su reconocimiento en cuanto tal no puede serlo. Es la indiscutibilidad de estos derechos lo que nos permite discutir civilizadamente todo lo dem¨¢s. Sin dicha indiscutibilidad estar¨ªamos en la jungla.
Pero en democracia no solo hay principios que no se pueden discutir, sino que hay temas sobre los que, aunque se pueda discutir, no se deber¨ªa hacerlo, porque el juicio moral sobre los mismos es necesariamente incontrovertible y su discusi¨®n solo puede acabar en posiciones miserables. Su inclusi¨®n en el debate pol¨ªtico es un indicador de una situaci¨®n patol¨®gica, que deber¨ªa hacernos reflexionar.
Uno de estos temas deber¨ªa ser el de la reparaci¨®n moral de aquellas personas que fueron vejadas en la guerra civil. Cuando tuve conocimiento ayer de la decisi¨®n del Gobierno de la Junta de Andaluc¨ªa de indemnizar a las mujeres que puedan acreditar que fueron salvajemente vejadas durante la guerra o en la d¨¦cada posterior, sent¨ª verg¨¹enza de que a estas alturas del gui¨®n todav¨ªa no se hubiera producido por parte de la sociedad a trav¨¦s de sus ¨®rganos representativos un reconocimiento de la injusticia que se hab¨ªa cometido con ellas y que no se hubiera acordado alguna medida de reparaci¨®n moral.
Obviamente, no se trata de dinero. No hay manera de indemnizar a una persona que ha tenido que vivir desde la adolescencia con las secuelas de una vejaci¨®n p¨²blica, que no ha podido no dejarle heridas muy profundas. Se trata de que esas personas vean que la sociedad en que ellas actualmente viven levanta oficialmente acta de lo que a ellas les sucedi¨® y reconoce su dolor como un elemento m¨¢s de los que han contribuido a acabar forjando la democracia que hoy tenemos. Es un reconocimiento de que su dolor no ha sido completamente est¨¦ril.
Sobre una reparaci¨®n moral de esta naturaleza no deber¨ªa abrirse ning¨²n tipo de discusi¨®n pol¨ªtica. Si no hay unanimidad ante un hecho como ¨¦ste, ?ante qu¨¦ lo puede haber? ?C¨®mo se puede decir, como ha dicho Francisco Granados, consejero en el Gobierno de la Comunidad de Madrid, que se trata de una medida "vomitiva", que supone a?adir una nueva vejaci¨®n para las mujeres a las que est¨¢ dirigida esta reparaci¨®n moral? ?C¨®mo se puede entender que el portavoz del PP en Almer¨ªa diga que con esta decisi¨®n el Gobierno socialista pone de manifiesto que s¨®lo le interesan los muertos como instrumento para hacer pol¨ªtica? ?C¨®mo pueden traerse a colaci¨®n los principios de "igualdad y no discriminaci¨®n", como ha hecho Mar¨ªa Dolores de Cospedal, afirmando que, con esta decisi¨®n, se est¨¢ discriminando positivamente a las mujeres que sufrieron vejaci¨®n en la guerra e inmediatamente despu¨¦s respecto de las que la sufren hoy?
Cuando sobre algo no se puede discutir, porque es de una claridad meridiana y no admite m¨¢s que una respuesta desde una perspectiva moral, y sin embargo se discute, se acaba desbarrando de manera inevitable. Creo que tanto el presidente del PP en Espa?a como el de Andaluc¨ªa deber¨ªan poner fin a una discusi¨®n, que nunca deber¨ªa haber empezado y que no es m¨¢s que un nuevo indicador de la forma tan poco saludable de debatir pol¨ªticamente que se est¨¢ imponiendo en nuestro pa¨ªs.
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