Da?os colaterales en el patio trasero
1 Todos eran mis hijos (que triunfa en el Espa?ol, con versi¨®n y direcci¨®n de Claudio Tolcachir) ser¨ªa una obra estupend+a si Arthur Miller no se hubiera empe?ado en calzarle los coturnos de la tragedia cl¨¢sica, a la manera de O'Neill, y en amontonar una cascada de acontecimientos y revelaciones en el brev¨ªsimo lapso de apenas dos d¨ªas como si se tratara de un melodrama mexicano. Todo es veros¨ªmil, pero no todo a la vez, incluida esa carta final escondida durante tres a?os que dram¨¢ticamente huele a naipe bajo la manga. Las bazas de Miller son la valent¨ªa de denunciar a los enriquecidos por la Segunda Guerra Mundial a dos a?os justos del armisticio, y que su antiheroico protagonista sea el gran personaje de Joe Keller, un industrial m¨¢s americano que el pastel de fresas, cuya codicia provoca la muerte de veinte pilotos y la condena de un falso culpable. Carlos Hip¨®lito compone, a contratipo, un Keller poderoso y vulnerable, que hace pensar en un joven H¨¦ctor Alterio. Es una interpretaci¨®n sensacional, con todo en su punto: el humor jovial, el amor por los suyos, la rapacidad autojustificada, el p¨¢nico soterrado, la culpa creciente, las explosiones de furia, la conmovedora ca¨ªda. Tambi¨¦n me ha encantado el trabajo de Manuela Velasco como Ann Deever, la novia de los dos hijos, una actriz delicada, natural¨ªsima, atenta a dar todos los matices, con verdad y con luz: tan s¨®lo ha de cuidar la proyecci¨®n vocal. Ha de crecer, en vuelo y en trastienda, el Chris Keller de Fran Perea, un actor con empe?o aunque todav¨ªa un tanto envarado: devuelve bien las briosas voleas que le env¨ªa Hip¨®lito en el tercio final (y eso no est¨¢ al alcance de cualquiera) pero le falta voltaje en el resto. Gloria Mu?oz lucha empecinadamente para anudar los contradictorios hilos del tapiz de Kate Keller, la madre, cuyo dibujo roza lo incre¨ªble: en el primer acto, Miller le hace vivir en la f¨¦rrea fantas¨ªa de que su hijo no ha muerto y en el segundo alcanza una s¨²bita y pasmosa lucidez; quiere proteger a su esposo ("?s¨¦ inteligente, Joe!") pero no duda en confirmar las sospechas de su vecino, el doctor Bayliss: es dif¨ªcil servir tanto entrevero. Jorge Bosch lo tiene peor, porque el abogado George Deever parece empujado a correr los diez metros vallas: en cosa de un cuarto de hora ha de pasar de justiciero iracundo a corderuelo nost¨¢lgico, envain¨¢rsela ante las presuntas razones de Joe Keller y volver a blandirla cuando la sospecha de una gripe se erige en prueba capital. Es en esa escena, pese a su extrema condensaci¨®n, donde Gloria Mu?oz alcanza su mejor momento y hace m¨¢s comprensibles sus dos caras: aprecia sinceramente a George por el ni?o que fue y al mismo tiempo trata de desactivarle recluy¨¦ndole en aquella infancia id¨ªlica. La adaptaci¨®n de Tolcachir deja en hora y cuarenta las casi tres del original. Ha suprimido redundancias pero tambi¨¦n recorridos y tempos: la poda hace que los di¨¢logos queden un tanto telegr¨¢ficos y determina un ritmo demasiado veloz, a ratos peligrosamente cercano al de una comedia de enredo. La puesta es vigorosa, pero hay, para mi gusto, excesos naturalistas: frases pisadas, di¨¢logos inaudibles por simult¨¢neos, y un sorprendente asainetamiento en las interpretaciones de Alberto Castrillo (Frank Lubey) y Mar¨ªa Isasi (Sue Bayliss), que contrastan con la contenida verdad de Nicol¨¢s Vega (Jim Bayliss) y Ainhoa Santamar¨ªa (Lydia Lubey) en sus breves apariciones. Excelente y hopperiana escenograf¨ªa de Elisa Sanz.
Carlos Hip¨®lito compone en 'Todos eran mis hijos' un Keller poderoso y vulnerable. Es una interpretaci¨®n sensacional, con todo en su punto
'El proyecto Youkali' es una espl¨¦ndida muestra de teatro pol¨ªtico, abordando asuntos de ahora mismo, sin soflamas
2 A Miguel del Arco le encargaron el pasado junio dirigir un acto conmemorativo del D¨ªa del Refugiado y en lugar de armar una gala al uso recab¨® testimonios reales, reuni¨® a actores y cantantes y escribi¨® una funci¨®n, El proyecto Youkali, rebosante de fuerza, valent¨ªa cr¨ªtica y emoci¨®n. El ¨¦xito fue tal que el espect¨¢culo ha vuelto a las Naves del Matadero. El t¨ªtulo alude, por descontado, a la maravillosa canci¨®n de Kurt Weill, emblema de un ed¨¦n inalcanzable, y tambi¨¦n al proyecto de un ap¨®crifo pero reconocible programa televisivo, Acci¨®n en directo, que pretende seguir las vidas de cuatro refugiados en su pa¨ªs de acogida. Conocemos as¨ª a una jueza perseguida que fingi¨® su muerte para escapar de una conspiraci¨®n mafiosa (Sonia Ofelia Santos); una dentista (Genoveva Caro) que huye de su marido, un torturador a sueldo del ej¨¦rcito; un fot¨®grafo africano (Donat Mbuyi) enfrentado a los capos industriales de su pa¨ªs por sus reportajes de denuncia, y una cantante lesbiana (Dulcinea Ju¨¢rez, estrella de Los productores y Spamalot), ¨ªdolo juvenil, acosada por el Gobierno ruso. El programa, comandado por un pijo c¨ªnico y manipulador (Crist¨®bal Su¨¢rez), silencia el asesinato del fot¨®grafo, potencia la ascensi¨®n al estrellato de la cantante y manipula los restantes testimonios hasta convertirlos en un eslogan del partido en el poder. Las historias reales, reducidas a su m¨ªnima expresi¨®n en este resumen, son estremecedoras y evocadas con tanta verdad como contenci¨®n dram¨¢tica por un entregad¨ªsimo reparto: es decir, interpretadas y no meramente narradas. Los manejos de buena parte de la televisi¨®n actual est¨¢n descritos por alguien que conoce el medio desde dentro y nunca hasta ahora, que yo sepa, hab¨ªan sido mostrados con tanta lucidez sobre nuestros escenarios. Estamos ante una espl¨¦ndida muestra de teatro pol¨ªtico, abordando asuntos de ahora mismo, sin soflamas: Del Arco muestra hechos y desmonta mecanismos. Quiz¨¢s por eso lo m¨¢s flojo del texto sea su giro m¨¢s abiertamente ficcional, que narra la toma de conciencia del periodista, su enfrentamiento con el poder y su posterior exilio. No por implausible, desgraciadamente, sino porque se cargan un poco las tintas y la estructura se resiente de tres finales sucesivos de similar potencia: es dif¨ªcil sostener esa coda, pese a la notable composici¨®n de Crist¨®bal Su¨¢rez, cuando ya se han alcanzado picos tan intensos como el coro del entierro africano y la descomunal versi¨®n de Youkali Tango a cargo de ?ngel Ruiz, capaz de erizar el lomo de un armadillo.
Todos eran mis hijos, de Arthur Miller. Versi¨®n y direcci¨®n de Claudio Tolcachir. Teatro Espa?ol. Madrid. Hasta el 31 de octubre. www.esmadrid.com/teatroespanol
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