'Lateros' y polic¨ªa, como el rat¨®n y el gato

"?Cerveza, beer?". Dos paquistan¨ªes se acercan a una pareja de agentes de la Guardia Urbana -de paisano- ofreciendo latas. Los lateros salen a La Rambla de las bocacalles del Raval en grupitos de dos o tres. Los hay a decenas. Tantos que en apenas unos pasos, los agentes paran a ocho. El bot¨ªn, unas 40 latas. El ritual se repite una y otra vez: documentaci¨®n, intervenci¨®n de las latas y vuelta a empezar. Son tantos los lateros y tantas las latas que se confiscan que han acabado aparcando un cami¨®n de Barcelona Neta en la puerta de la comisar¨ªa de la Guardia Urbana de La Rambla. En dos horas y media de la noche del viernes se incautan m¨¢s de 3.000 latas. Al final de la noche ya son casi 8.000. "Cuando est¨¢ lleno vamos a un punto verde, descargamos y regresamos", explica un trabajador.

Los lateros se mueven con total impunidad. La gran mayor¨ªa son paquistan¨ªes y cuando se les pide la documentaci¨®n ense?an de todo menos el pasaporte: la hoja del padr¨®n, el documento de expulsi¨®n del pa¨ªs, la tarjeta sanitaria o una multa anterior que les han puesto, precisamente, por vender latas. Las multas- por venta ambulante pueden ser de hasta 500 euros- no las pagan. Tampoco les importa perder la mercanc¨ªa. Van al piso almac¨¦n y cogen m¨¢s. Tal vez por eso, hasta dibujan una media sonrisa cuando les echan el alto. Lo que les puede perjudicar m¨¢s es una intervenci¨®n en un almac¨¦n. El jueves pasado la Guardia Urbana decomis¨® 30.000 latas en un local. Al d¨ªa siguiente ya hab¨ªan repuesto existencias.

Los agentes X e Y hacen el turno en Ciutat Vella de diez de la noche a seis de la ma?ana. "No es por la Merc¨¨, esto pasa tambi¨¦n los jueves, viernes y s¨¢bados", explica Y. Lamentan que por muchas latas que decomisen, el problema no tiene fin. Quien se pone una lata en los labios no piensa donde ha estado escondida: en las papeleras y en las tapas del alcantarillado.

En media hora en la puerta de la comisar¨ªa de La Rambla, llegan hasta 34 paquistan¨ªes acompa?ados de agentes para depositar las cervezas. A veces, el decomiso es mayor: eso pasa si los vendedores van en bici o si dan con un piso almac¨¦n. "Les decimos que las bajen y lo hacen", cuenta un urbano. ?Grupos organizados? "M¨¢s bien clanes", apuntan.

Llega a comisar¨ªa un coche patrulla cargado hasta el techo de latas y agentes y vendedores hacen una cadena para tirar las latas en el cami¨®n. "Jefe, d¨¦jeme un lote", insin¨²a uno. "Ni hablar. Y l¨¢rgate", le contestan. A todos les dan un impreso que refleja el decomiso y la multa.

En la en¨¦sima intervenci¨®n que hacen X e Y en La Rambla, la situaci¨®n es casi c¨®mica. Mientras identifican a dos lateros y las latas est¨¢n en el suelo, llegan varios compradores. Dos se van al ver que hay polic¨ªas pero un tercero insiste. No se cree que son agentes y al final ella tambi¨¦n es multada por comprar.

El mercado del latero se calma un poco cuando empieza a llover. Entonces, los paquistan¨ªes ampl¨ªan la oferta: en una mano latas y en la otra, paraguas.