En la mente del terrorista
Nabeel Masood era un muchacho t¨ªmido y amable de 18 a?os, seg¨²n el vecindario, que viv¨ªa en el campo de refugiados de Jabaliyah, en Gaza. A pesar de la muerte de dos de sus primos, militantes de Ham¨¢s, no se le recordaba una sola queja clamando venganza. El 14 de marzo de 2004, a las cinco de la tarde, Nabeel dio un paseo por el puerto de la ciudad israel¨ª de Ashdod con un amigo y se inmol¨® al lado de una caseta donde estaban sentados algunos trabajadores. Segundos despu¨¦s, su compa?ero explot¨® cerca de un tr¨¢iler, cuyo techo salt¨® por los aires. Diez personas murieron al instante.
Las investigaciones posteriores descubrieron que Nabeel y Mahmoud Salem hab¨ªan sido reclutados por Ham¨¢s para cometer una masacre mucho mayor que finalmente no ocurri¨®. Deb¨ªan inmolarse cerca de unos enormes tanques de bromo. Los gases venenosos se habr¨ªan extendido en un radio de un kil¨®metro y medio, matando a miles de personas en minutos. La respuesta israel¨ª fue fulminante. Poco m¨¢s de dos semanas despu¨¦s, un misil acab¨® con el fundador espiritual de Ham¨¢s, Sheikh Ahmed Yassin.
El padre de un terrorista: "Mi hijo no solo muri¨® por una causa. Muri¨® por la gente que amaba"
Noam Chomsky: "Los terroristas atacan a los que consideran la fuente de sus agravios"
Los ¨ªdolos de los chavales son muy cambiantes y pueden decantarse por unos u otros
Estudios afirman que los pobres no alientan la violencia, y mucho menos el terrorismo suicida
"El conocimiento, no las armas y las bombas, ser¨¢ m¨¢s efectivo contra las redes yihadistas"
En oto?o de ese a?o, Scott Atran, un antrop¨®logo del Centro Nacional de Investigaci¨®n Cient¨ªfica en Par¨ªs, visit¨® la casa de los padres de Nabeel, en un segundo piso de un callej¨®n en Jabaliyah. Se hab¨ªan llevado todas las pertenencias de su antigua casa, destruida de acuerdo con la pol¨ªtica de Israel. Pero al traspasar la puerta, Atran encontr¨® a la madre leyendo una carta escrita en ingl¨¦s y ahogando algunos sollozos. Su remitente era el director del colegio de Nabeel. Se refer¨ªa a los progresos de su hijo en ingl¨¦s en el grado 11, donde hab¨ªa aprobado todos los ex¨¢menes con ¨¦xito, en estos t¨¦rminos: "? Su hijo era el primero de la clase. No solo se diferenciaba por estudiar duro, por compartir y ser cari?oso, sino por su buena moral y amabilidad". Agradec¨ªa de coraz¨®n a todos aquellos que hab¨ªan contribuido a forjar el car¨¢cter de un chico -al que llamaba "m¨¢rtir"- que hab¨ªa ganado una beca para estudiar en el Reino Unido, de la cual se enorgullec¨ªa.
Atran pregunt¨® al padre si la muerte de su hijo hab¨ªa contribuido a mejorar la vida de los palestinos. "No. Esto no nos ha hecho avanzar ni un paso". ?Se sent¨ªa orgulloso, despu¨¦s de todo? El hombre le ense?¨® un panfleto impreso por la brigada de los M¨¢rtires de Al Aqsa donde aparec¨ªa una imagen de su hijo -cejas y tez oscura, un ligero vello encima de los labios, un joven palestino como cualquier otro- y le apret¨® las manos junto con el papel. Pod¨ªa quemarlo si era su deseo. "Mi hijo amaba la vida. ?Vale esto un hijo?". Confes¨® que habr¨ªa hecho todo lo posible para detenerle de averiguar sus intenciones.
La cobertura period¨ªstica internacional de los atentados suicidas llevados a cabo por palestinos suele centrarse m¨¢s en los perpetradores que en las v¨ªctimas civiles. Pero despu¨¦s de conocer la historia de Nabeel resulta sobrecogedor contemplar las fotos de sus v¨ªctimas en una pantalla de ordenador y echar un vistazo a sus vidas. Mazal Marciano era una joven atractiva y sonriente de 30 a?os, ojos negros y pelo casta?o, volcada con sus hijos de dos y cinco a?os, que hab¨ªa sido una reina de la belleza en su clase y que trabajaba en una compa?¨ªa c¨¢rnica en el puerto de Ashdod. Aquel d¨ªa tuvo la fatalidad de sentarse justo detr¨¢s de donde Nabeel o su compa?ero se inmolaron. La pregunta es casi un pu?etazo: ?qu¨¦ impuls¨® a un joven educado y brillante, cuyo esfuerzo le hab¨ªa abierto una puerta para estudiar en el extranjero y salir de un hogar sin oportunidades ni futuro, a realizar un acto tan horrible?
"Mi hijo no solo muri¨® por el bien de una causa, ¨¦l muri¨® tambi¨¦n por sus primos y amigos. Muri¨® por la gente que amaba", respondi¨® su padre. En una sola frase sintetiza la motivaci¨®n que impuls¨® a Atran a escribir su ¨²ltimo libro, Hablando con el enemigo (en ingl¨¦s, Talking with the enemy, HarperCollins), que saldr¨¢ a la luz este noviembre en Estados Unidos, y que investiga los mecanismos que operan en la mente de un terrorista suicida.
Su trabajo va a contracorriente respecto a la tesis m¨¢s convencional mantenida por las fuerzas antiterroristas y expertos gubernamentales desde los atentados de las Torres Gemelas. El terrorismo suicida que probablemente ha venido despu¨¦s no nace gracias a una estructura que recluta comandos y lava el cerebro a sus miembros para que se inmolen por una causa com¨²n. En cada caso no hay siniestros titiriteros en la trastienda que manejan los hilos de sus t¨ªteres sin cabeza para que cometan actos horribles. No hay una raz¨®n, ni un plan maestro, ni una mano en la sombra que se?ala un objetivo y ordena esta y otra masacre.
Juan Carlos Z¨¢rate, experto del Centro Internacional de Estudios Estrat¨¦gicos, trabaj¨® en el Consejo de Seguridad Nacional para asesorar al presidente Bush entre 2005 y 2009. Seg¨²n relata a trav¨¦s de correo electr¨®nico, el trabajo de Atran es "una investigaci¨®n de primera. Nos muestra que la radicalizaci¨®n y violencia no pueden entenderse sin comprender primero el ambiente local, las condiciones y las experiencias que motivan a los terroristas. Erosiona algunos clich¨¦s r¨ªgidos y banales sobre la mentalidad monol¨ªtica, las motivaciones y el trasfondo de los terroristas".
Como antrop¨®logo, Atran ha realizado extensas entrevistas con terroristas que o bien estaban en prisi¨®n o en el pasado estuvieron involucrados en atentados o relacionados con l¨ªderes de diversas organizaciones en Palestina o en Asia que han proclamado la yihad -la guerra santa-, llev¨¢ndola hasta las ¨²ltimas consecuencias. "Los terroristas suicidas", explica Atran en conversaci¨®n telef¨®nica, "dejan a un lado sus propias ambiciones personales en favor de la familia y sobre todo de sus amigos. Hay un proceso de formaci¨®n de lazos duraderos entre ellos, hasta tal punto de que se sacrifican unos por otros, explotando un mecanismo psicol¨®gico en favor de una ideolog¨ªa, que es similar al mecanismo por el cual nosotros somos capaces de sacrificar nuestras vidas por nuestros hijos o hermanos, algo impreso en nuestros genes".
En su obra, Atran describe una reuni¨®n que mantuvo en la Casa Blanca con los asesores de seguridad del entonces vicepresidente Dick Cheney y en la que expuso el caso de Nabeel. Pregunt¨® a los norteamericanos qu¨¦ habr¨ªa ocurrido si a su compa?ero Salem, que le ayud¨® a perpetrar el ataque, se le hubiera ofrecido una beca para estudiar juntos en el extranjero. Evoca en sus p¨¢ginas la voz autoritaria y orgullosa de una mujer joven del personal de seguridad de Cheney. "?Es que esos chicos no se dan cuenta de que las decisiones que toman lo hacen bajo su responsabilidad, y que si utilizan la violencia contra nosotros, les bombardearemos?". A lo que Atran respondi¨®: "?Bombardear? ?A qui¨¦n?". Si los terroristas proceden de Marruecos, Madrid o Londres, reflexiona, "?es all¨ª donde habr¨ªa que echar las bombas?".
No hay rostros que se?alar. La identidad personal no sirve de mucho. Es algo difuso. "Ese es el principal problema de la mayor¨ªa de las fuerzas de seguridad y de los Gobiernos", explica este antrop¨®logo. "La mayor¨ªa de los an¨¢lisis no sirven de nada, ya que la gente solo se fija en el individuo que comete el acto criminal, lo que lleva a un callej¨®n sin salida". Estos an¨¢lisis descartan a menudo las relaciones sociales del terrorista. "La persona que comete el acto es simplemente el resultado de un proceso aleatorio, de quien en particular est¨¢ en el lugar y en el momento, y qu¨¦ lugar ocupa en la red en ese tiempo".
En este escenario, los futuros terroristas llegan a formar una familia. Esta red puede galvanizarse y obsesionarse con un objetivo. Una vez cumplido, sus integrantes mueren y la red se evapora. Recuerda en cierto sentido a nubes de langostas que comienzan con la agregaci¨®n de varios individuos en solitario hasta formar un enjambre. En ellos se opera una metamorfosis y un cambio profundo de comportamiento. El enjambre causa un gran destrozo y luego se dispersa con el tiempo. Despu¨¦s de varios a?os de entrevistas en diversas partes del mundo, las conclusiones de Atran desaf¨ªan la percepci¨®n occidental que tenemos sobre terrorismo. "No hay c¨¦lulas, no hay lavados de cerebro, no hay organizaciones r¨ªgidas".
Sus hallazgos han recibido elogios de pensadores como Noam Chomsky. "Su obra es un compendio excelente, y creo que muestra de una manera convincente que los terroristas mueren y matan por cada uno de ellos, de la misma manera que los soldados mueren t¨ªpicamente en una batalla", asegura Chomsky a El Pa¨ªs Semanal en un correo electr¨®nico. "Pero no creo que eso signifique que no luchen por una causa. Al Qaeda elige como objetivos Espa?a o Estados Unidos, no Jap¨®n o Brasil". Para Chomsky, no se podr¨¢ entender "la mente de un terrorista" sin comprender las motivaciones que le llevan a cometer esos actos. La pol¨ªtica es clave. "Los terroristas dirigen sus ataques a lo que ellos consideran la fuente de sus agravios". Chomsky cita al presidente Eisenhower cuando, en 1958, pregunt¨® a su personal por qu¨¦ en aquellos momentos exist¨ªa "una campa?a de odio contra nosotros en el mundo ¨¢rabe que no proced¨ªa de los Gobiernos, sino de entre la gente". El Consejo de Seguridad Nacional elabor¨® un informe con la respuesta, explicando que hab¨ªa una percepci¨®n en el mundo ¨¢rabe de que Estados Unidos estaba ayudando a reg¨ªmenes totalitarios y opresores y que bloqueaba cualquier cambio democr¨¢tico. La percepci¨®n que ten¨ªa la gente era "b¨¢sicamente cierta", conclu¨ªa el informe, y las pol¨ªticas, las correctas.
Chomsky detalla la encuesta que hizo el diario The Wall Street Journal despu¨¦s de los ataques de las Torres Gemelas en Nueva York dirigida a musulmanes con un alto poder adquisitivo, como directivos de multinacionales, banqueros, abogados que estaban en proyectos de globalizaci¨®n de Occidente. Los resultados fueron los mismos, se?ala, excepto que estos musulmanes acomodados a?adieron a la lista de agravios "el apoyo norteamericano a los cr¨ªmenes de Israel y las mort¨ªferas sanciones a Irak, que Occidente ignor¨®, pero no el mundo ¨¢rabe y musulm¨¢n".
Los atentados de Madrid, describe Atran en su libro, son el resultado de un caldo de cultivo que empez¨® a cocinarse hace d¨¦cadas. En los a?os ochenta, un peque?o n¨²mero de inmigrantes procedentes de Siria llegaron a Espa?a huyendo de la represi¨®n del entonces presidente sirio, Hafez el Asad, contra la comunidad musulmana. A finales de los noventa, este mismo grupo estableci¨® una red para atraer y radicalizar a j¨®venes musulmanes para la guerra santa o yihad en Bosnia, Chechenia, Afganist¨¢n e Indonesia. Muchos de estos j¨®venes eran inmigrantes de Marruecos. Finalmente, en 2002 cristaliz¨® un grupo que posteriormente llevar¨ªa a cabo los atentados en los trenes.
Detallar la trama excede a este art¨ªculo, pero resulta revelador echar un vistazo a los or¨ªgenes de algunos de sus componentes. ?Qu¨¦ hac¨ªan antes de convertirse en terroristas y en suicidas? Serhane Fakhet, apodado El Tunecino y uno de los cerebros, se gradu¨® en Econom¨ªa Contable en Europa en el departamento de an¨¢lisis econ¨®mico de la Universidad Aut¨®noma de Madrid gracias a una beca de estudios por la que vino a Espa?a en 1994. De familia acomodada, Fakhet quiso "promover las relaciones entre musulmanes y europeos". Form¨® una asociaci¨®n de estudiantes y una emisora de radio que no cuajaron. Posteriormente se radicaliz¨®. Jamal Ahmidan, apodado El Chino, uno de los ejecutores de los atentados, operaba fundamentalmente en el mundo del crimen y del tr¨¢fico de drogas; Jamal Zougam vino de Marruecos cuando era un adolescente y posteriormente abri¨® una tienda de tel¨¦fonos m¨®viles en la calle de Tribulete. La lista se va engrosando con m¨¢s nombres, entre ellos el marroqu¨ª Rafa Zouheir, un antiguo portero de discoteca y bailar¨ªn de club que trapicheaba con droga en Madrid, y Rachid Aglif, apodado El Conejo, que trabajaba en una carnicer¨ªa de Lavapi¨¦s.
"Eran un pu?ado de amigos, algunos m¨¢s inteligentes, otros m¨¢s est¨²pidos, que se acababan de conocer, que empezaron a figurarse la manera de hacer las cosas por s¨ª mismos, que comenzaron a conectarse por Internet y que finalmente decidieron volar los trenes en Madrid", explica Atran. Es un proceso que choca frontalmente con la idea intuitiva de un ataque calculado de antemano por una organizaci¨®n r¨ªgida con una mano ejecutora y un cerebro en la sombra. Para este experto, la circulaci¨®n en Internet de un documento titulado Jihadi Irak, esperanzas y peligros, varios meses antes de la masacre, en el que llamaba a un ataque a Espa?a para forzar una retirada de las tropas en Irak, pudo actuar como catalizador, algo as¨ª como una piedra que discurre por la pendiente de una monta?a va ganando fuerza con la gravedad. Las investigaciones posteriores encontraron este documento en uno de los ordenadores de los terroristas. "Tienes que fijarte en las redes sociales en las que estos tipos est¨¢n involucrados. Son mucho m¨¢s vastas que las personas en s¨ª mismas", contin¨²a exponiendo Atran.
Pero ?existen lazos en com¨²n dignos de rastrearse si se hurga en su pasado? "Cuando empec¨¦ a investigar el caso de Madrid", recuerda este experto, "me qued¨¦ estupefacto al comprobar que cinco de los siete terroristas que se inmolaron en Legan¨¦s proced¨ªan del mismo barrio de Jamaa Mezuak, en Tetu¨¢n [al norte de Marruecos]. Ninguno de ellos ten¨ªa en principio una educaci¨®n religiosa" (posteriormente, tres de ellos, los hermanos Rachid y Mohamed Oulad Akcha y Abdennabi Kounjaa, s¨ª la adquirieron, y?uno de ellos, Asri Rifaat Anouar, era un vendedor de caramelos nada religioso cuando se uni¨® al grupo). La escuela primaria a la que acudieron impart¨ªa sus lecciones bajo los dibujos de Mickey Mouse, jugaban al f¨²tbol en el patio del colegio o en el campo alrededor de la mezquita Dawa Tabligh -que empez¨® a promover la yihad o guerra santa- y seguramente ve¨ªan la televisi¨®n en caf¨¦s donde uno puede encontrar una abundante variedad de almas errabundas que andan por ah¨ª sin un objetivo. Si Atran tiene raz¨®n, ?por qu¨¦ esos cinco adolescentes decidieron matar y morir por sus amigos y por su fe de entre cientos de muchachos que no parec¨ªan en absoluto diferentes a ellos?
Quiz¨¢ la ¨²nica posibilidad de encontrar una respuesta sea convertirse en un observador del comportamiento humano. Como buen ge¨®logo, hay que patear el terreno y desmenuzarlo entre los dedos. Al igual que los etnobot¨¢nicos que entablan conversaciones con los chamanes de las tribus amaz¨®nicas y terminan siendo aceptados como integrantes de esas comunidades, el antrop¨®logo urbano debe poseer la habilidad para confundirse entre la gente, entablar conversaciones casuales, sentarse, observar y escuchar.
Atran visit¨® durante 2006, 2007 y 2008 dos zonas especialmente relevantes para documentarse. Una de ellas fue el barrio de Jamaa Mezuak, la cuna de algunos de los terroristas que volaron los trenes de Madrid, y la otra, el barrio ceut¨ª del Pr¨ªncipe Alonso, un arrabal que agrupa un conjunto de callejuelas y chabolas. La plaza del Padre Salvador Cervos tiene caf¨¦s donde se juntan aficionados del Madrid y del Barcelona, y los chavales suelen jugar al f¨²tbol en ella vestidos con sus camisetas. Atran habl¨® con ellos y realiz¨® una pregunta informal. ?Qui¨¦nes son tus h¨¦roes? ?A qui¨¦n te quieres parecer cuando seas mayor? El n¨²mero uno result¨® ser el jugador Ronaldinho. El n¨²mero tres era Bin Laden. Y entre ambos, el personaje de Terminator, encarnado por Arnold Schwarzenneger.
Atran volvi¨® a mediados de noviembre de 2008 al barrio de Jamaa Mezuak para continuar el estudio haciendo las mismas preguntas. "Fue el a?o de la elecci¨®n de Obama, y obtuve los mismos nombres, excepto que Bin Laden hab¨ªa sido desplazado por Obama en el puesto n¨²mero tres", nos dice. "Y es fascinante. La noci¨®n que tienen estos chicos sobre los h¨¦roes y la l¨ªnea que siguen es algo muy cambiante, y en esa edad uno puede decantarse por uno o por otro. Se trata de un proceso aleatorio. Depende de con qui¨¦n se encuentren en un momento determinado". Uno de los mensajes yihadistas que pueden atrapar a esos muchachos es: "Olv¨ªdate de la tradici¨®n. Olvida lo que han dicho los mayores. Decide por ti mismo. Cambia el mundo. Cualquiera puede unirse".
Y eso puede estar ocurriendo ahora mismo. En caf¨¦s como los del barrio Pr¨ªncipe Alonso o en Jamaa Mezuak, las noticias que pueden verse en el televisor est¨¢n estructuradas de una forma radicalmente distinta a los telediarios de sobremesa en Occidente. La cadena Al Jazeera no tuvo impedimentos en mostrar toda la crudeza de una guerra como la de Irak, donde los cuerpos ensangrentados y amputados, las mujeres llorando, los hombres clamando venganza, copan casi todo el tiempo informativo.
Los muchachos de Jamaa Mezuak contemplaron una realidad completamente distinta de la de los adolescentes americanos. "Viven en universos paralelos. En cadenas como la Fox o la CNN, la guerra es como un videojuego. Ni siquiera hablan de ata¨²des, los llaman cajas de transferencia, es rid¨ªculo", afirma Atran. Los periodistas de Al Jazeera son muy profesionales, contin¨²a relatando Atran, aunque el enfoque que proporcionan tiene su sesgo, como las emisiones americanas. "La gente se sienta en estos caf¨¦s, fuman cigarrillos de hach¨ªs o juegan al parch¨ªs, y ocasionalmente ven estas im¨¢genes de Al Jazeera [en los momentos m¨¢s intensos de la guerra, Irak ocupaba el 95% del tiempo de las noticias]. Y los chavales no pueden sentir empat¨ªa hacia lo que est¨¢n viendo. Algunos de estos chicos, vestidos con camisetas de su equipo espa?ol favorito, que no saben qu¨¦ hacer con sus vidas, se detienen a pensar y concluyen: quiz¨¢ nosotros podamos hacer algo". Es posible que formen parte de un enjambre de terroristas en el futuro. O quiz¨¢ no.
La mayor¨ªa viven en barrios marginales, lo que ha alimentado el t¨®pico de que la pobreza y la desigualdad se convierten en f¨¢bricas de terroristas suicidas. Sin embargo, estudios publicados en revistas de prestigio afirman insistentemente lo contrario: los pobres no alientan en absoluto la violencia, y mucho menos el terrorismo suicida. Hay muchos ejemplos de este tipo de investigaciones. Por ejemplo, una encuesta del Centro Palestino de Pol¨ªtica e Investigaci¨®n Sociol¨®gica en Palestina, realizada entre 1.357 adultos en Gaza, mostr¨® en 2001 que el apoyo a los actos suicidas contra Israel era mayor entre el gremio profesional -mejor remunerado- que en los trabajadores.
El psiquiatra y forense Marc Sageman, ex oficial de la CIA y actualmente en el Instituto de Investigaci¨®n en Pol¨ªtica Exterior en Filadelfia (EE UU), realiz¨® varios estudios en los que encontr¨® que el 71% de los terroristas musulmanes, de un grupo de 132, hab¨ªa recibido educaci¨®n universitaria. Y uno de los trabajos m¨¢s recientes, llevado a cabo por Mark Tessler and Michael D. H. Robbins, Universidad de Michigan en Ann Arbor (Estados Unidos), y publicado en Journal of Conflict Resolution en 2007, examin¨® las actitudes de diversas capas socioecon¨®micas de pa¨ªses tan distintos como Argel y Jordania frente a los actos terroristas suicidas, a lo largo de encuestas cuidadosamente elaboradas durante 2002 entre 2.282 mujeres y hombres de ambos pa¨ªses. ?Ve¨ªan con buenos ojos los ataques terroristas contra los norteamericanos? La conclusi¨®n, seg¨²n los autores del estudio, es que las orientaciones culturales y religiosas tienen "una influencia peque?a en las actitudes individuales" de aquellos que ven con buenos ojos actos suicidas contra el gigante americano. "El apoyo al terrorismo contra EE UU no es m¨¢s probable en personas con un bajo nivel econ¨®mico en Jordania ni Argel, pero hay evidencias de que ese apoyo es mayor en hombres y mujeres con una situaci¨®n econ¨®mica m¨¢s ventajosa". Las consideraciones pol¨ªticas, en cambio, son otra cosa. "Los hombres y mujeres con menos confianza en las instituciones pol¨ªticas locales y que desaprueban la pol¨ªtica exterior americana expresan m¨¢s su apoyo a los actos de terrorismo contra EE UU".
M¨¢s pinceladas sorprendentes. El fervor religioso funciona como un ant¨ªdoto para convertirse en un suicida. Jeremy Ginges, de la Escuela de Investigaci¨®n Social de la Universidad de Nueva York, destac¨® en la revista Psychological Science que el tiempo de oraci¨®n no estaba relacionado en absoluto con el apoyo al terrorismo suicida. Sin embargo, el hecho de acudir regularmente a la mezquita s¨ª puede ser un factor de riesgo, probablemente los contactos se pueden realizar all¨ª, un efecto que se constat¨® en otros grupos religiosos.
Por ¨²ltimo, los estudios psiqui¨¢tricos descartan que los terroristas suicidas pertenezcan al sector de la poblaci¨®n ordinaria que por cualquier motivo se quita la vida. Por contradictorio que parezca, las enfermedades mentales no explican por qu¨¦ un suicida decide inmolarse entre el gent¨ªo de un mercado: un terrorista suicida no es un suicida.
En la b¨²squeda de una respuesta, Atran viaj¨® a uno de los lugares m¨¢s peligrosos del mundo. Poso es un pueblo peque?o en la provincia de C¨¦lebes central, en Indonesia, que probablemente contiene m¨¢s grupos islamistas violentos que ninguna otra parte de la Tierra. El paisaje urbano est¨¢ compuesto por j¨®venes que llevan los Kal¨¢shnikov colgados de los hombros y machetes -los padang- en la cintura. Las refriegas entre las milicias de cristianos y musulmanes en esta parte del mundo dejan continuos ba?os de sangre en forma de decapitaciones, ataques suicidas y bombas.
El gu¨ªa y guardaespaldas de Atran, Farhin, luch¨® contra los comunistas en Afganist¨¢n y m¨¢s tarde se adhiri¨® a la causa de la yihad. Hosped¨® a Khalid Sheikh, uno de los futuros terroristas que m¨¢s tarde participar¨ªan en los atentados de las Torres Gemelas, y particip¨® en el atentado contra la residencia del embajador de Filipinas en Yakarta en el que murieron dos indonesios. Atran visit¨® con ¨¦l uno de los campos de entrenamiento, cercano a una zona donde viven habitantes procedentes de Bali. En esos momentos se celebraba una boda; a Farhin le desagrad¨® el aspecto de las mujeres, y lleg¨® a confesar que si dispusiera de una bomba en ese momento, la usar¨ªa sin contemplaciones. "?Me matar¨ªas en nombre de la yihad?", le pregunt¨® Atran. "Sin problemas", respondi¨® Farhin, ri¨¦ndose al principio. Y luego repiti¨® con una mirada m¨¢s seria: "S¨ª, te matar¨ªa". Atran revela que hab¨ªa llegado a un punto sin retorno en el que no pod¨ªa profundizar m¨¢s. "Hab¨ªa algo en Farhin que era inconmensurablemente diferente de m¨ª? mientras que casi todo lo dem¨¢s no lo era".
Decidi¨® entrevistar a varios yihadistas. Una de las cuestiones versaba sobre si abandonar¨ªan las bombas por convertirse en peregrinos a la Meca, a lo que la mayor¨ªa respondieron afirmativamente. Incluso no perpetrar¨ªan ataques suicidas si pudieran conseguir los mismos resultados con un coche bomba. La l¨®gica se rompi¨® cuando Atran les pregunt¨® si dejar¨ªan de inmolarse a cambio de peregrinar a la Meca una vez en toda su vida. La mayor¨ªa respondi¨® negativamente. Convertirse en m¨¢rtir resultaba en ellos algo tan poderoso que borraba todo lo dem¨¢s.
"Cuando les proporcion¨¦ el cuestionario, empezaron a hablar entre ellos. Les dije: 'No, no, no, cada uno tiene que rellenarlo por separado'. Y respondieron como si fueran estudiantes universitarios. Me preguntaron: '?Podemos discutir esto con nuestros jefes religiosos?'. Y me negu¨¦. Y una de las preguntas que les hice fue: si un ni?o nace como jud¨ªo sionista y se cr¨ªa en un entorno acompa?ado de muyahidines, ?se convertir¨¢ en un buen muyahidin o en un jud¨ªo sionista?". La mayor¨ªa respondieron que el muchacho se criar¨ªa como un buen musulm¨¢n. Pero unos pocos afirmaron que no. Esta fue una de las partes m¨¢s peligrosas cuando se enteraron que yo era jud¨ªo".
Despu¨¦s de hablar cara a cara con ellos, Atran concluye en su obra que el conocimiento, no las armas ni las bombas, podr¨ªa resultar m¨¢s efectivo a la larga para desactivar las futuras redes yihadistas en las que los muchachos de las siguientes generaciones podr¨ªan entrar a formar parte: hay que desacreditar a sus h¨¦roes, mostrando los asesinatos y el infierno que traen a su propia gente, y proporcion¨¢ndoles otros que colmen sus esperanzas y no las nuestras. Y no ayudarles a que se anuncien ni televisar nuestra respuesta a sus actos. "La publicidad es el ox¨ªgeno del terrorismo".?
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