El primero de Los Molinos
Fidel Serrano se atrinchera en su chabola ante el acoso de las constructoras y las Administraciones que quieren levantar un nuevo barrio en Getafe
Al final de un camino destinado al pastoreo vive un septuagenario rodeado de perros y chatarra. Se llama Fidel Serrano y est¨¢ sano como un roble. Frente a su chabola, a las afueras de Getafe, se levanta una gigantesca urbanizaci¨®n de vivienda p¨²blica a medio hacer tomada por las gr¨²as. La subestaci¨®n el¨¦ctrica que alumbrar¨¢ el barrio deber¨ªa estar sobre lo que hoy son los dominios de Fidel, donde hasta hace poco cultivaba tomates y criaba gallinas. "No me voy", cuenta calado con su boina y un buen abrigo, "esta es mi casa, llevo aqu¨ª 33 a?os. Me han propuesto llevarme a una residencia. He dicho que no, claro. ?Qu¨¦ hago yo all¨ª? Si me gusta vivir en el campo".
Lo que Fidel ve cada ma?ana es uno de los proyectos urban¨ªsticos m¨¢s importantes de Madrid, conocido como Los Molinos-Buenavista. Se construyen 5.000 viviendas. Un consorcio integrado por el Ayuntamiento de Getafe y la Comunidad de Madrid se encarga de la operaci¨®n. Est¨¢ previsto que los primeros inquilinos lleguen en marzo. Pero ha surgido un problema: se llama Fidel. Nadie ha conseguido convencerle ni con dinero ni con una nueva casa de que recoja sus b¨¢rtulos.
"Esta es mi casa, llevo aqu¨ª 33 a?os. Me gusta vivir en el campo"
"Tiene derechos de asentamiento por llevar tantos a?os", seg¨²n un concejal
La Administraci¨®n expropi¨® a todos los titulares de los terrenos de alrededor para dejar libre el gran solar donde se construye la urbanizaci¨®n. La parcela donde se levanta la chabola de Fidel, sin embargo, se encuentra en una v¨ªa pecuaria y por tanto carece de escrituras. Est¨¢ en un limbo legal. "Es un problema que est¨¢ dando muchos dolores de cabeza, el se?or tiene ciertos derechos de asentamiento por llevar tantos a?os en el lugar", dice el concejal de Urbanismo de Getafe, Jos¨¦ Manuel V¨¢zquez. "Su asentamiento est¨¢ en el v¨¦rtice del desarrollo, justo donde va la subestaci¨®n el¨¦ctrica. Vamos a entregar las primeras viviendas y ?no hay luz!". "Habr¨ªa que sentarse con ¨¦l y llegar a un acuerdo. Los de la Comunidad se tendr¨ªan que ocupar de arreglarlo", explica el edil.
Ellos no opinan lo mismo. "Es competencia municipal", cuentan desde la Consejer¨ªa de Urbanismo, "el Ayuntamiento empadron¨® a Fidel. Se trata de un terreno ocupado, es un tema de disciplina urban¨ªstica y obviamente es asunto suyo". Mientras, Fidel sigue con su vida. Por la vereda que da a su casa ha visto desfilar a hombres trajeados que le invitaban a irse. Guarda una carta del consorcio: "Los Molinos tiene la condici¨®n de beneficiario de las expropiaciones efectuadas. (...) Se le ofrece una vivienda en alquiler de 45 metros y unos 500 euros de renta en el mismo municipio. Llame al...". Fidel no descolg¨® el tel¨¦fono. Cobra una pensi¨®n de 548 euros y piensa que apenas le quedar¨ªa dinero para vivir.
Despu¨¦s de comer se pone a ver una pel¨ªcula de vaqueros, en un patio resguardado por una techumbre. All¨ª, al fresco, ha consumido el verano. En invierno, Fidel no pasa fr¨ªo porque ha construido una chimenea en el interior de la chabola. Pero no tiene ba?o. "Aunque hay cosas feas me doler¨ªa irme", dice Fidel lac¨®nico. "Estoy con los animales, acostumbrado a esta vida". Su resistencia numantina tiene matices: "Si me dan un piso en Getafe, donde est¨¢n mis amigos, pues s¨ª, me voy. Nunca me ha gustado estorbar".
A pesar de su aspecto de ermita?o, Fidel tiene buena compa?¨ªa. Un matrimonio que vive cerca le hace la comida y le dispensa tabaco de liar. Por la tarde se enfrascan en el chinch¨®n. Otro amigo, un chapista que tiene su taller a un par de metros, vestido con su mono azul, cree que la mejor soluci¨®n es que le den un terreno en otro sitio: "Si lo meten en un piso, le da una depresi¨®n. No est¨¢ acostumbrado y tiene que vivir al aire libre", dice. "No tenemos un duro", prosigue, "pero tenemos nuestras copitas, nuestros cigarros... No vivimos mal, ?verdad, abuelo?". "Verdad", sentencia Fidel. Fidel se levanta de su butaca para despedirse. Su rostro, sus manos curtidas por el sol le dan aspecto de anciano milenario. "Tiene coraje", le dice el chapista. Sereno, silencioso, resulta curioso que en su casa vayan a levantar una subestaci¨®n el¨¦ctrica. Fidel parece iluminado por dentro.
Otras resistencias hist¨®ricas
Fidel Serrano es el ¨²ltimo de una larga lista de personas que en su d¨ªa se opusieron a abandonar sus viviendas, ya fuese por el crecimiento de una urbanizaci¨®n o el paso de una carretera. Este ¨²ltimo caso es el de Ulpiano Ruiz, que tiene el honor de haber sido el ¨²ltimo propietario que se opuso a la M-40. La v¨ªa atravesar¨ªa la piscina de su chal¨¦. Fue el que m¨¢s resistencia puso a la entonces nueva autov¨ªa. "Si no aceptan el acuerdo y se niegan a dejarnos ocupar sus fincas, habr¨¢ desahucio en los pr¨®ximos d¨ªas", amenaz¨® el concejal de Urbanismo, Ignacio del R¨ªo, en 1995. El Estado les propon¨ªa regalarles pantallas para evitar el ruido y el impacto visual de la carretera. El acuerdo, sin embargo, no llegaba. El 16 de noviembre de 1995, Ruiz firm¨® su "rendici¨®n": dejaba libre parte de su parcela por 28.000 pesetas por metro cuadrado que la carretera restase a su chal¨¦.
Eugenio Blanco de C¨®rdova, ingeniero, era el due?o del ¨²ltimo chal¨¦ por expropiar en la carretera de A Coru?a. "Me resisto porque la expropiaci¨®n es ilegal", dijo en octubre 1992. Se sent¨ªa agraviado porque los dem¨¢s propietarios hab¨ªan recibido mayores indemnizaciones de la que le ofrec¨ªan a ¨¦l, en general por la v¨ªa del mutuo acuerdo. No hab¨ªa pasado ni una semana cuando su finca sufri¨® los ataques de una excavadora. Antes del derribo, el ingeniero, proclamando que se trataba de un allanamiento de morada, y su familia se atrincheraron en la casa. Le ofrec¨ªan 22 millones de pesetas por 630 metros cuadrados y 5,4 por los da?os que sufriese la casa, pero ¨¦l lo consideraba insuficiente. A¨²n as¨ª le expropiaron por la fuerza. Por ah¨ª discurre hoy la A-6, en su tramo Aravaca-Puerta de Hierro.
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