A Zapatero le llega la hora de la verdad
Ma?ana, viernes, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, en su primera intervenci¨®n p¨²blica tras la huelga, dar¨¢ el primer paso para retomar el di¨¢logo con los sindicatos. Lo hubiera hecho tanto si la huelga hubiera triunfado como si hubiera fracasado porque Zapatero sab¨ªa que, tras el decreto gubernamental de mayo de congelaci¨®n de pensiones y la reforma laboral, se abr¨ªa el par¨¦ntesis de la protesta sindical y el alejamiento del Gobierno para, una vez pasada la huelga del 29-S, tratar de retornar al di¨¢logo.
Era una cuesti¨®n de tiempos. Los l¨ªderes sindicales no pod¨ªan soportar m¨¢s la tensi¨®n de sus cuadros y de sus bases que, tras la agudizaci¨®n de la crisis econ¨®mica y el aumento del paro en 2009, ped¨ªan una respuesta en la calle. Y Zapatero lo asumi¨® sin plantear una batalla frontal a los sindicatos, limit¨¢ndose a lanzar el mensaje defensivo de que sus medidas duras lo fueron para evitar a Espa?a un mal superior. Despu¨¦s, producido el desahogo, era cuesti¨®n de retomar el di¨¢logo.
Adem¨¢s, el resultado de la huelga de ayer lo favorece. Los sindicatos salvaron la cara, pero tampoco infligieron a Zapatero una derrota, como la de 1988 a Felipe Gonz¨¢lez y ni siquiera como la de 2002 a Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. En el fondo, sindicatos y Gobierno deseaban esa especie de partida en tablas que arroj¨® el resultado de la huelga porque ni unos ni otros tienen alternativa.
Los sindicatos saben que la alternativa a Zapatero es a¨²n peor, como lo ha demostrado en las semanas previas a la huelga el PP y, sobre todo, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, con la estrategia de descr¨¦dito que ha impulsado contra ellos. Y Zapatero necesita, a su vez, recuperar a los sindicatos, que concentran una parte de la base social que le llev¨® a La Moncloa.
Con esa perspectiva, el Gobierno y, en menor medida, los sindicatos, han jugado a preparar el d¨ªa despu¨¦s. Zapatero, desde que los sindicatos anunciaron la huelga, orden¨® a sus ministros y a la direcci¨®n de su partido evitar la confrontaci¨®n con ellos. Prepar¨® minuciosamente la jornada de seguimiento de la huelga. Ni guerra de cifras ni valoraciones triunfalistas del Gobierno ni descalificaciones a los sindicatos. Se trataba de evitar que las heridas se convirtieran en brechas.
Nada que ver con la huelga de 1988, en la que Felipe Gonz¨¢lez llev¨® la confrontaci¨®n entre Gobierno y sindicatos al interior de la UGT. O la declarada guerra de cifras en que incurri¨® Aznar, desde la primera hora de la ma?ana de la huelga de junio de 2002.
En los pr¨®ximos d¨ªas le llega a Zapatero la hora de la verdad. Tiene que lograr el dif¨ªcil equilibrio de mantener sus compromisos con las reformas, con la presi¨®n internacional al fondo, y la recuperaci¨®n del di¨¢logo social para lo que cuenta con un estrecho margen, b¨¢sicamente en la reforma de las pensiones. Pero dispone de una primera ventaja y es que los sindicatos necesitan rentabilizar la huelga con una negociaci¨®n con resultados. Y otra, a?adida, el a?o y medio de tiempo que ha ganado para tratar de recuperar el apoyo de su base social, con la negociaci¨®n sindical, al asegurarse los Presupuestos con el PNV y Coalici¨®n Canaria.
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