"Aquellos a quienes acus¨¦ investigar¨¢n mi muerte"
A pesar de que el tr¨¢fico en Estambul hace imposible llegar puntual a los sitios, Nedim Sener est¨¢ esperando en la puerta del peri¨®dico Milliyet, donde trabaja desde hace 16 a?os. Sin ped¨ªrselo, nos gu¨ªa por las instalaciones, nos regala libros, busca un fot¨®grafo y dispone todo para el almuerzo en una terraza cercana a su trabajo. Tiene la agenda llena, pero da la sensaci¨®n de que puede dedicarte todo el d¨ªa. Es la hospitalidad turca.
Sener, periodista de investigaci¨®n, acaba de volver de Viena donde ha sido galardonado con el Premio de H¨¦roe de la Libertad de Prensa. Su libro sobre el asesinato de su amigo, el periodista turco-armenio Hrant Dink, en enero del 2007, le ha reportado el reconocimiento del Instituto Internacional de la Prensa, pero tambi¨¦n le ha granjeado enemistades. "En la investigaci¨®n denunci¨¦ con nombres y apellidos a pol¨ªticos, jueces y polic¨ªas que estaban detr¨¢s del crimen y a los que nadie investigaba. Ahora van a por m¨ª". Sabe de lo que habla: insultar a las fuerzas del orden est¨¢ penado en Turqu¨ªa con la c¨¢rcel. Hasta 12 a?os en su caso.
El periodista turco es H¨¦roe de la Libertad de Prensa. Los dos anteriores murieron
El periodista iba para profesor de Econom¨ªa. Pero la necesidad de encontrar un trabajo r¨¢pido le condujo al periodismo econ¨®mico. "Siempre pens¨¦ que iba a ser un trabajo temporal", dice ri¨¦ndose. Luego lleg¨® el asesinato del intelectual turco Urgu Mumcu en 1993. Hubo manifestaciones en todo el pa¨ªs reclamando una investigaci¨®n que nunca lleg¨®. "Yo ten¨ªa 27 a?os y estaba all¨ª protestando. Algo en m¨ª cambi¨® ese d¨ªa". Despu¨¦s, asesinaron a Ahmet Taner Kislali, despu¨¦s a Musa Anter. Hasta 20 periodistas muertos desde 1992. El ¨²ltimo, en diciembre del a?o pasado. "Somos los ¨²nicos que buscamos la justicia en este pa¨ªs. Por eso nos tienen miedo. Por eso tambi¨¦n, solemos morir".
Ser H¨¦roe de la Libertad de Prensa es un discutible honor en Turqu¨ªa: los dos periodistas que lo han obtenido antes de Sener murieron asesinados. "Tengo miedo a engrosar esa lista. Los oficiales de polic¨ªa a los que inculp¨¦ en mi libro siguen en puestos muy poderosos. Si me asesinan, ser¨ªan ellos los encargados de la investigaci¨®n", explica.
Llega la sopa de lentejas, pero ¨¦l sigue hablando, r¨¢pido y con un constante movimiento de manos que recuerda a los vendedores del Gran Bazar. Mientras habla no come. Espera a zanjar un tema para atacar el pescado frito que engulle con la misma celeridad con la que se expresa.
"No me voy a cansar de denunciar, aunque me cueste la vida". Da la sensaci¨®n de que ha aceptado la muerte como inevitable. Aun as¨ª confiesa que le cuesta dormir por las noches y que siente ansiedad cuando camina por Estambul. "En Viena, cuando fui a recoger el premio, me sent¨ª seguro, pero no abandonar¨ªa Turqu¨ªa pasara lo que pasara. Solo s¨¦ hacer periodismo y solo puedo hacerlo aqu¨ª".
Como la mayor¨ªa de los del gremio tiene el tel¨¦fono pinchado y sus correos electr¨®nicos son le¨ªdos con lupa. "Hablar de libertad de expresi¨®n es un lujo en Turqu¨ªa. Ellos saben todo de ti y si cruzas la raya hay consecuencias", apostilla.
Llega el t¨¦ humeante y lo bebe de un sorbo. Debe volver a su despacho, le aguardan m¨¢s entrevistas. Al despedirse suelta otra frase lapidaria. "Este es un pa¨ªs donde los criminales tienen mucho poder. Pero si consigo resolver el asesinato de Dink, quiz¨¢s seamos capaces de poner luz a los otros cr¨ªmenes".
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