Cuando los guapos se?ponen fe¨ªsimos
El otro d¨ªa vi una foto de Mel Gibson hecho un verdadero asco. Y no se trataba de que el fot¨®grafo lo hubiera sacado a traici¨®n, pill¨¢ndolo con la boca torcida y un ojo cerrado, por ejemplo; o que el hombre estuviera reci¨¦n levantado de la cama, digamos, con la barba crecida, las ropas descuidadas y hecho un guarro. No. Nada de eso. La foto correspond¨ªa a uno de los muchos encontronazos judiciales que ¨²ltimamente est¨¢ padeciendo el actor. En concreto, acud¨ªa ante el juez para declarar que no pensaba pagarle a su ex mujer m¨¢s de 6.000 d¨®lares al mes de pensi¨®n. Como es natural, para ir a ver a un magistrado se hab¨ªa puesto de limpio. O sea, que la foto era posada, un retrato normal, con Gibson bien afeitado y vestido con traje, camisa y corbata. Y el caso es que estaba espeluznantemente feo. Hay individuos que, al envejecer, parecen convertirse en otra persona. Dejan de guardar relaci¨®n f¨ªsica con aquellos que un d¨ªa fueron.
"El f¨ªsico es algo extraordinario: los humanos ?somos tan vulnerables a las personas bellas!"
De joven, Mel Gibson era guap¨ªsimo. Hablo de cuando hac¨ªa sus pel¨ªculas de Mad Max, y tambi¨¦n, y sobre todo, cuando protagoniz¨® El a?o que vivimos peligrosamente (1982), un film estupendo del australiano Peter Weir que le lanz¨® al estrellato. Porque adem¨¢s era buen actor. A ra¨ªz de ese trabajo le entrevist¨¦ para EL PA?S. Gibson ten¨ªa 26 a?os y era espectacularmente hermoso. Tambi¨¦n era violento, machista, racista, un fundamentalista cristiano fan¨¢tico y un hombre sumamente desagradable, en fin. Pero toda esa miseria personal no opacaba su belleza. Esto del aspecto f¨ªsico es algo extraordinario: los seres humanos ?somos tan vulnerables a las personas bellas! En la Universidad de Exeter (Gran Breta?a) hicieron un fascinante experimento hace cinco a?os con cien beb¨¦s de tan solo dos o tres d¨ªas de edad. Les mostraron parejas de fotos de rostros humanos que solo difer¨ªan en su atractivo: es decir, unas caras eran m¨¢s arm¨®nicas, m¨¢s sim¨¦tricas y m¨¢s semejantes al aspecto medio de la gente, y otras eran m¨¢s raras, por as¨ª decirlo. Y los beb¨¦s, todos los beb¨¦s, pasaron m¨¢s tiempo mirando los rostros convencionalmente bonitos. De lo que los investigadores dedujeron que nacemos orientados hacia la belleza.
Lo cierto es que mostramos una debilidad fatal ante los guapos y una tonta tendencia a suponer infinitas virtudes intelectuales y morales a todas las caras bonitas con las que nos topamos. Por eso resultaba tan inquietante Jeffrey Lionel Dahmer, El Carnicero de Milwaukee, ese famoso asesino en serie norteamericano que, en los a?os noventa, mat¨®, descuartiz¨® y devor¨® a diecisiete personas. Pero era bello, rubio, ten¨ªa aspecto de ¨¢ngel. Los beb¨¦s hubieran contemplado su cara con pl¨¢cida insistencia.
En aquella entrevista, de todas formas, Gibson me cay¨® fatal. Terminamos a insultos, es decir, ¨¦l me insult¨®. Era un tipo guap¨ªsimo, s¨ª, pero terrible en las distancias cortas. De hecho, el tiempo fue mostrando despu¨¦s su verdadera cara interior. Su primera esposa, a la que ten¨ªa encerrada en una granja pariendo (tuvieron siete hijos), rompi¨® con ¨¦l por malos tratos. Luego en una entrevista Gibson dijo que, cuando se sent¨ªa nervioso, iba a su rancho a degollar terneros con sus propias manos. M¨¢s tarde fue detenido por conducir alcoh¨®lico, admiti¨® haber pegado a su segunda mujer, empez¨® a soltar barbaridades racistas? Es un hombre que se est¨¢ desmoronando. El alcohol influye, desde luego, pero no es eso solo. Es que est¨¢ creciendo y solidific¨¢ndose su verdadero ser, y el monstruo interior emerge a la superficie, resquebrajando la fina capa superficial de la belleza heredada. Que tan solo fue un accidente gen¨¦tico.
Por eso est¨¢ tan horrible. Tan irreconocible. Y ni siquiera se puede decir que haya engordado mucho, o que haya perdido el cabello, o que est¨¦ muy arrugado. No. A sus 54 a?os, lo que sucede es que simplemente es otro hombre. Posee un f¨ªsico rugoso, ¨¢spero, desagradable y embrutecido, propio del bruto que es por dentro. Con la edad, ya se sabe, nos vamos construyendo nuestra propia cara, y esto es algo que, cirug¨ªas pl¨¢sticas aparte, me parece que es rigurosamente cierto. Y as¨ª, hay guapos que siguen siendo guapos para siempre (o que incluso mejoran: como Sean Connery), pero otros guapos se petrifican o pudren o derriten, de la misma manera que hay feos que florecen en su edad madura. Feos del mundo (entre los que me incluyo): por lo menos podemos contar con esta justicia po¨¦tica.
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