El silencio y la soledad de un gran diplom¨¢tico: ?ngel Sanz Briz
En septiembre se han cumplido 100 a?os del nacimiento en Zaragoza del diplom¨¢tico ?ngel Sanz Briz, quien, tras una brillante carrera, muri¨® en Roma en 1980, siendo embajador ante la Santa Sede. Su familia, originaria de Peraltilla, municipio peque?o en la provincia de Huesca, se instal¨® a finales del siglo XIX en la capital aragonesa, donde desarroll¨® una intensa y fruct¨ªfera actividad comercial y tur¨ªstica.
Al evocar su figura me vienen a la memoria las frases de Jan Karski sobre la sordera de Occidente ante las desesperadas llamadas de auxilio de los jud¨ªos en Varsovia, pese a que el autor de Mi testimonio ante el mundo, publicado en 1944, se hubiera entrevistado con Ed¨¦n dos veces y una con Roosevelt, ambas en 1943, para explicarles lo que ocurr¨ªa con los jud¨ªos en manos de los nazis.
Cuando trabaj¨® en Budapest salv¨® a unos cinco mil jud¨ªos de los nazis Lo hizo por su cuenta; el Gobierno franquista se apunt¨® el tanto a?os despu¨¦s
Ci?¨¦ndome al caso de Sanz Briz, tema que ya abord¨¦ en este peri¨®dico el 24 de junio de 2002, y aunque dadas las limitaciones de espacio de este art¨ªculo, conviene, hoy por hoy, rememorar su imagen, pero al mismo tiempo precisar algunos puntos de su actuaci¨®n que engrandecen, a¨²n m¨¢s si cabe, su persona.
A medida que el tiempo transcurre y se van conociendo m¨¢s detalles de las operaciones de rescate de jud¨ªos por parte del Gobierno de Franco, se confirma la idea de que la labor de este Gobierno fue, sin duda, mucho m¨¢s eficiente, positiva y humanitaria que la de la mayor¨ªa de otros pa¨ªses; es una p¨¢gina de nuestra historia que no conviene olvidar; reconocida hasta por los propios jud¨ªos. Pero dicho esto, conviene matizar que la figura de ?ngel Sanz Briz destaca por su excepcionalidad, sin menospreciar ni mucho menos la gran labor de otros colegas. Y esto por varias razones.
Su labor como un joven diplom¨¢tico en Budapest -ten¨ªa 32 a?os- estuvo presidida por un acto de su conciencia, pues no se encontraba obligado en forma alguna a tomar la iniciativa de refugiar a los jud¨ªos en sus casas de acogida de la legaci¨®n espa?ola, poniendo dinero de su bolsillo. Y en cuanto a las instrucciones recibidas de Madrid, la mayor¨ªa de las veces fue el silencio o instrucciones ambiguas. Dada la situaci¨®n que se viv¨ªa, es posible que el silencio de Madrid fuera consentidor de un dejar hacer pero no involucr¨¢ndose directamente.
Esta situaci¨®n est¨¢ confirmada plenamente por un documento confidencial y secreto, muy poco conocido, elaborado el 15 de septiembre de 1961 por el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Fernando Mar¨ªa Castiella, con motivo de las indemnizaciones alemanas a Israel, circunstancia que aprovecharon los herederos de aquellos sefard¨ªes salvados por Espa?a para dirigirse al Gobierno espa?ol para que gestionase ante el Gobierno alem¨¢n el pago a ellos de las mismas. Castiella reconoce expresamente: "La protecci¨®n espa?ola a los jud¨ªos perseguidos no solo goza de las simpat¨ªas universales sino que ha sido apoyada por las grandes potencias. Durante la II Guerra Mundial, el Estado espa?ol, aun reconociendo que prest¨® eficaz ayuda a los sefard¨ªes, pec¨® en alg¨²n caso de excesiva prudencia y es evidente que una acci¨®n m¨¢s r¨¢pida y decidida hubiera salvado m¨¢s vidas". Hasta aqu¨ª el texto de Castiella. Y, en efecto, esa ambig¨¹edad detuvo probablemente a muchos diplom¨¢ticos para actuar. No as¨ª a ?ngel Sanz Briz. Por eso, salv¨® a m¨¢s de 5.000 jud¨ªos en Budapest.
En cualquier caso, el diplom¨¢tico obr¨® por su cuenta, a riesgo de consecuencias posteriores. A?os m¨¢s tarde apareci¨® en Washington un documento, escrito por Sanz Briz en el a?o 1946, en el que deja claro que hab¨ªa actuado por cuenta propia. El diplom¨¢tico guard¨® sobre este asunto un silencio sepulcral, que andando el tiempo comenzamos a entender.
El impacto causado entre los jud¨ªos salvados por la obra de este diplom¨¢tico fue tan importante que se entrevistaron con ¨¦l, siendo c¨®nsul general en Nueva York en 1963, solicitando referencias sobre su actuaci¨®n casi heroica en Budapest, de la que hab¨ªa un desconocimiento total en Espa?a, hasta el punto de que muchos jud¨ªos se dirigen tambi¨¦n ese mismo a?o al Ministerio de Informaci¨®n y Turismo pidiendo informaci¨®n. El secretario general del mismo, Gabriel Ca?adas, escribe al director general de Pol¨ªtica Exterior, Ram¨®n Sed¨®, en un documento casi desconocido: "Mis interlocutores jud¨ªos apuntaban siempre a la labor de Sanz Briz y piden permiso al director general para airear esta postura espa?ola por el bien de Espa?a en aquellos momentos; en tal situaci¨®n es conveniente aprovecharla". As¨ª se puso de manifiesto en la entrevista que el periodista israel¨ª Isaac Molho hizo a Sanz Briz en Nueva York, ese mismo a?o, recab¨¢ndole informaci¨®n puntual sobre su actuaci¨®n para escribir un libro.
El diplom¨¢tico consulta a Madrid sobre la informaci¨®n que debe dar y las instrucciones recibidas son que los datos que tiene que transmitir deben hacer referencia a que su intervenci¨®n fue por orden expresa y con conocimiento del Gobierno espa?ol, debiendo Sanz Briz eludir todo protagonismo. Y as¨ª fue el testimonio que el diplom¨¢tico le dio al periodista israel¨ª.
Un espeso silencio rode¨® su actuaci¨®n hasta que, desde hace un tiempo a esta parte, la figura de este diplom¨¢tico va siendo conocida y admirada y, todav¨ªa hasta hoy, adquiere mayor grandeza tanto por su acci¨®n heroica como por ese silencio que fue utilizado pol¨ªticamente como un activo del gobierno de aquel momento ante el exterior.
Isidro Gonz¨¢lez es historiador.
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