Hast¨ªo
Gan¨® G¨®mez y dio lugar a hermosas met¨¢foras: David contra Goliat, el pez chico que se come al grande, la base al aparato, los indios a los jefes. La victoria de G¨®mez aliment¨® la prosa de los historiadores del futuro: ?queda inaugurada la era poszapateriana! G¨®mez puso a trabajar la mente de estrategas y agoreros. Unos fueron sutiles, "tal vez haya crisis de Gobierno", "este es un toque de atenci¨®n para quien no ha tenido reparos en acumular poder en exceso"; otros, los ya cl¨¢sicos vaticinadores de la cat¨¢strofe inminente, resumieron el efecto G¨®mez de la siguiente manera: "No hay m¨¢s salida que unas elecciones generales anticipadas". Si hay dos Espa?as, una se frota las manos con la posibilidad, y la otra, se echa las manos a la cabeza.
No soy nadie. Pero aunque sea a un nivel puramente dom¨¦stico, aunque lo que yo piense no importe, estoy en mi derecho de reaccionar de forma airada cuando esa afirmaci¨®n sale de la radio de mi cocina a primera hora de la ma?ana. Es la m¨ªa una reacci¨®n solitaria, una manifestaci¨®n de una sola persona. Dejo la taza de caf¨¦ en el plato, me levanto, doy tres zancadas por el pasillo y vuelvo para colocarme frente al aparato de radio para desplegar mi pancarta mental: "?Me niego!". Mi protesta se queda ah¨ª, suspendida en el aire, y luego se vuelve sorda, rumiante, cuando me siento de nuevo y prosigo con el desayuno. Me niego. No puedo imaginarme una campa?a en estos momentos. Sus caras en los carteles, sus m¨ªtines multiplicados por cien, su omnipresencia en los telediarios y en las norias y en los papeles. Me pregunto si es necesario poner patas arriba a un pa¨ªs para satisfacer las ansias irreprimibles de ganar. Hace falta tener poca empat¨ªa con los electores para no advertir que hay un hast¨ªo enorme, enorme, que puede convertirse en desafecci¨®n si para rematarlo nos dan el mitin.
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