Silja

Hijo de campesinos humildes, Frans Eemil Sillanp?? logr¨® estudiar varios a?os entre Helsinki y Tampere antes de regresar a su regi¨®n natal, H?meenkyr?, donde escribi¨® una considerable obra que le vali¨® el Premio Nobel de 1939. Sus cuentos y novelas dan testimonio de la cruda vida rural en la Finlandia de principios del siglo pasado y en su d¨ªa sirvieron como puntal para una cultura nacional deseosa de reafirmarse tras su reciente independencia y guerra civil. Sin embargo, su amor por el terru?o natal no le impidi¨® presentar las miserias f¨ªsicas y morales de aquella gente tan ruda con la objetividad de un antrop¨®logo o, por momentos, con el desapego de un dios altivo. Ese distanciamiento hace posible que la presencia constante de la muerte supere el mero fatalismo para aportar al lector una extra?a sensaci¨®n de armon¨ªa, similar a la que puede producir la contemplaci¨®n de un atardecer o la llegada del oto?o. Y es que para Sillanp?? la naturaleza constituye algo m¨¢s que un marco est¨¦tico: termina permeando en el "alma" de sus personajes. Es en este trasvase hacia el paisaje emocional cuando el lenguaje cobra un tono pastel y da lugar a numerosos clich¨¦s que llevan a considerar lo mal que ha envejecido el estilo del autor. Lo cierto es que leyendo Silja cuesta creer que hayan pasado "apenas" cien a?os entre nuestro mundo y el de Sillanp??, que si bien se propuso relatar el proceso de decadencia y extinci¨®n de una familia de campesinos consigui¨® algo m¨¢s interesante: retratar el fin de una ¨¦poca y encarnar dicho cambio en un personaje femenino cuyas supuestas virtudes -sumisi¨®n, resignaci¨®n, ingenuidad y pureza- han quedado igualmente anticuadas.