El ritmo en la boca del est¨®mago
A mediados de la d¨¦cada de los noventa, mucho antes de que Google Earth nos echara un cable con la geograf¨ªa, un par de tipos que se hac¨ªan llamar 3D y Daddy G colocaron los garitos de Bristol en el mapa y, de paso, extendieron el t¨¦rmino trip-hop en la lexicograf¨ªa musical de medio mundo.
Tres lustros m¨¢s tarde, puede que los instigadores de Massive Attack hayan perdido capacidad de sorpresa y nunca reediten el impacto del revolucionario Mezzanine (1998), pero todav¨ªa son muy capaces de mover a la subversi¨®n. Los mensajes que anoche escupieron por las pantallas del Palacio Vistalegre abdujeron a casi 5.000 personas y sorprendieron por su capacidad posmoderna de provocaci¨®n: un ramillete de dardos a buen seguro inofensivos, pero ingeniosos.
El grupo sorprende por su capacidad posmoderna de provocaci¨®n
El invento de Robert del Naja y Grantley Marshall -nombres reales de los susodichos- sigue funcionando, en esencia, de la misma manera que tantos a?os atr¨¢s: ritmos machacones como un mantra, pr¨¦stamos del hip hop y unas melod¨ªas de oscura sensualidad. Hay ingredientes enlatados y una alineaci¨®n de instrumentistas perfectamente est¨¢tica, con un par de bater¨ªas escoltando el escenario. Y a falta de otros elementos necesarios para la agitaci¨®n de las masas, las tintas se cargan en una apabullante parafernalia luminot¨¦cnica, con ca?ones de luz que se clavan en el p¨²blico como dagas.
Los temas de Massive Attack siempre han querido resultar seductores, pero su p¨¢tina cerebral a veces los convierte en un murmullo, un rumor. La armon¨ªa es casi siempre inm¨®vil para ahondar en el efecto de trance. Como tampoco hay margen para la exuberancia mel¨®dica, todo el hechizo recae en esos ritmos obsesivos que apuntan a la misma boca del est¨®mago. A veces duelen, otras hacen cosquillas.
Y en esas irrumpe el respaldo, digamos, ideol¨®gico. La enorme pantalla-marcador del fondo chorrea parrafadas contra las compa?¨ªas petrol¨ªferas, la p¨¦rdida de poblaci¨®n ind¨ªgena o la sangr¨ªa de la guerra en Irak. Pero el dedo en el ojo llega con Inertia creeps, momento en el que se denuncia en perfecto castellano la ley Sinde, el coste del pr¨®ximo viaje papal a Espa?a, la conexi¨®n entre ETA y las FARC, la estulticia del famoseo o... ?el despido de Llongueras!
En ausencia de los muchos cantantes invitados de los discos (desde Sin¨¦ad O'Connor a Elizabeth Fraser, de Cocteau Twins), la responsabilidad de las voces recae en buena medida en Martina Topley-Bird y Horace Andy; magn¨¦tica la una, meditabundo el otro. Los temas del reciente Heligoland obtienen una acogida tibia, pero los cl¨¢sicos de Mezzanine causan estragos en la parte central del concierto; sobre todo, Teardrop (la ¨²nica pieza en la que el p¨²blico casi se sabe la letra) y la brutal Angel, con ese "to love you, love you, love you" que se repite como una oraci¨®n alucin¨®gena.
En la oscuridad turbia de la madrugada, empa?ada en humo y sudor, letan¨ªas tan elementales pueden resultar muy embriagadoras.
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