Un Nobel a tiempo
Hay, b¨¢sicamente, dos formas de interpretar la concesi¨®n del Premio Nobel de la Paz a Liu Xiaobo. Seg¨²n la primera, evidenciada en la reacci¨®n oficial del Gobierno chino, vendr¨ªa a ser una nueva manifestaci¨®n de hostilidad que no es ajena a los m¨²ltiples intentos de las potencias occidentales (presiones sobre el yuan o para secundar sanciones contra Ir¨¢n en perjuicio de sus propios intereses, exigencias en materia de cambio clim¨¢tico) de poner palos en la rueda de la emergencia china socavando la estabilidad del pa¨ªs. Seg¨²n otra, por el contrario, vendr¨ªa a expresar complicidad no solo con Liu Xiaobo y aquellos que como ¨¦l apuestan por un cambio pol¨ªtico profundo en China, sino, yendo m¨¢s all¨¢, con quienes desde dentro del Gobierno y el partido comunista abogan por una aceleraci¨®n del proceso de democratizaci¨®n, cuya discusi¨®n se ha acentuado desde el XVII Congreso del PCCh (2007).
El premio a Liu Xiaobo resalta el mayor problema de la reforma china: la apertura pol¨ªtica
No solo fuera, sino tambi¨¦n dentro de China, existe la percepci¨®n de que la reforma pol¨ªtica va muy a la zaga de lo esperado a resultas de lo decidido en aquel c¨®nclave y que se requiere m¨¢s audacia para garantizar el dinamismo y la propia legitimidad del sistema. Desde abril pasado, el primer ministro Wen Jiabao ha multiplicado sus declaraciones p¨²blicas en favor de una mayor democracia y m¨¢s libertad para oxigenar el sistema. Wen, hoy entre la espada y la pared, da muestras de su olfato pol¨ªtico y ciertamente entona el discurso oportuno que la gente desea percibir en el poder. As¨ª, ya no son solo las voces disidentes las que reclaman reformas democr¨¢ticas para mantener la actual trayectoria de crecimiento, sino que desde el propio r¨¦gimen, aunque no en plena coincidencia con ellas, se multiplican las declaraciones de figuras de cierta relevancia, incluso en el estamento militar, que alertan de la necesidad de tomar la iniciativa con mayor atrevimiento. As¨ª se manifestaba hace pocos meses el general Liu Yazhou, yerno del antiguo presidente de la Rep¨²blica, Li Xiannian, para quien es imposible mantener la armon¨ªa social que proclama el presidente Hu Jintao, no ya sin justicia, sino sin poder respirar libremente.
Los temores a una crisis pol¨ªtica grave han aumentado en China de forma exponencial. La complejidad de su proceso y las dificultades manifestadas para corregir un rumbo que no consigue amortiguar ni reparar esa injusticia social que ahoga e irrita a muchos ciudadanos, exige reformar el sistema no solo para acabar con la corrupci¨®n, sino para permitir expresar las ideas diferentes. Es verdad que ha habido progresos en ciertas materias, pero siempre a condici¨®n de servir a los prop¨®sitos exclusivos del liderazgo central (por ejemplo, la estimulaci¨®n de cierta cr¨ªtica en el orden local) y acomod¨¢ndose t¨¢cticamente a unas necesidades que no rebasen los l¨ªmites infranqueables del sistema. El premio incide en esta situaci¨®n de confusi¨®n, temor y expectativas y probablemente influir¨¢ en el decantamiento de posiciones de los diferentes clanes de cara al XVIII Congreso del PCCh (2012), abriendo un tiempo decisivo para el futuro de este pa¨ªs.
El debate en el PCCh no es si la democracia, con todos sus defectos y d¨¦ficits, es buena o mala y ni siquiera si el r¨¦gimen es democratizable o no o hasta qu¨¦ punto, sino si puede ser un aliado en el proceso para conseguir su principal objetivo: lograr la reunificaci¨®n con Taiwan y la anhelada revitalizaci¨®n de la naci¨®n. O, por el contrario, un perverso instrumento que vendr¨ªa a trabar su emergencia en beneficio de aquellos competidores estrat¨¦gicos que la apadrinan con tanto entusiasmo, aun haciendo de su capa un sayo con los derechos humanos cuando simplemente m¨¢s les conviene. En el imaginario de los dirigentes chinos pesa y mucho el ejemplo de las transiciones democr¨¢ticas vividas en los pa¨ªses del socialismo real: de la superpotencia sovi¨¦tica de anta?o hemos pasado a una Rusia emergente y subalterna. La China democr¨¢tica, de llegar a existir, tendr¨¢ que ser plenamente soberana o no ser¨¢. Este patriotismo sirve de argamasa de todas las facciones internas del PCCh.
La concesi¨®n del Nobel a Liu Xiaobo da, pues, en la diana del principal problema que afronta la reforma china y que, m¨¢s all¨¢ de las dificultades del momento econ¨®mico, no es otro que el impulso de la apertura pol¨ªtica. Treinta a?os despu¨¦s del inicio del cambio, exalta tambi¨¦n el contraste entre la capacidad manifestada por China para realizar grandes proezas y configurarse, a d¨ªa de hoy, como la segunda potencia econ¨®mica mundial y su incapacidad manifiesta para tolerar algo tan sencillo en apariencia como asegurar a sus ciudadanos la libertad de expresi¨®n.
El Nobel pudiera reflejar el auge de una posici¨®n m¨¢s exigente en relaci¨®n a China (el propio hecho de que sus presiones no hayan surtido efecto vendr¨ªa a reflejarlo), pero Pek¨ªn, a pesar de eludir la confrontaci¨®n directa, no teme a Occidente, teme al fracaso. Y solo introducir¨¢ medidas de cierta profundidad en tanto llegue al convencimiento de que el colapso asedia la modernizaci¨®n en curso. Aunque quiz¨¢ entonces, el hipot¨¦tico salvavidas podr¨ªa llegar demasiado tarde.
tica China. Acaba de publicar China en 88 preguntas (La Catarata).
Xulio R¨ªos es director del Observatorio de la Pol¨ª
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