Un enigma llamado Guy Bourdin
Una exposici¨®n descubre por primera vez en Espa?a la obra del fot¨®grafo de moda franc¨¦s - Sus provocativas im¨¢genes definieron las d¨¦cadas de los setenta y ochenta
Siempre hay algo que no se entiende completamente en las fotograf¨ªas de Guy Bourdin (Par¨ªs, 1928-1991). Y lo mismo sucede con su autor. En la Sala Canal Isabel II de Madrid se puede ver hasta el 9 de enero una exposici¨®n sobre su obra centrada en las im¨¢genes que tom¨® a la modelo Nicolle Meyer -entre 1977 y 1980- en la cima de su carrera. El franc¨¦s es uno de los padres de la fotograf¨ªa de moda contempor¨¢nea. La audacia, provocaci¨®n e inventiva de sus instant¨¢neas las convierten en una referencia desde los a?os sesenta. Su forma de cuestionar tab¨²es consigue que sus composiciones mantengan su (elevado) potencial de controversia. Aunque goza del respeto de los expertos, fuera de la industria es menos conocido que Richard Avedon o Helmut Newton.
Su iconograf¨ªa dialoga con Man Ray, Francis Bacon o Magritte
Varias razones podr¨ªan explicarlo. Casi todas parten de la singularidad de Bourdin. Ni su obra ni su vida se parecen a la de otros fot¨®grafos. Desarroll¨® su trabajo exclusivamente de forma comercial. Sus im¨¢genes tienen una esencia profundamente art¨ªstica y dialogan con Man Ray, Francis Bacon o Magritte. Pero nunca se vieron en otro escenario que revistas -sobre todo, la edici¨®n francesa de Vogue- o anuncios, como los de zapatos Charles Jourdan.
Siempre quiso ser pintor y, seg¨²n su hijo Samuel, pint¨® hasta el final de sus d¨ªas. Parece que sent¨ªa cierta frustraci¨®n por haber alcanzado el reconocimiento en una disciplina que consideraba menor y no en las grandes artes pl¨¢sticas. Una actitud que explicar¨ªa su negativa a participar en libros y su rechazo al Premio Nacional de Fotograf¨ªa que le fue concedido en Francia en 1985. Desde su muerte en 1991, se ha especulado que su relaci¨®n con su obra era tan compleja que no conserv¨® sus trabajos e, incluso, deseaba que se destruyeran. "Eso no es cierto", afirma Shelley Verthime, comisaria de la muestra organizada por la Comunidad de Madrid. "Todo est¨¢ guardado: pinturas, Polaroid, las im¨¢genes que seleccion¨® y las que no".
"Se han enfatizado los aspectos m¨¢s controvertidos", lamenta Samuel Bourdin, que controla su legado tras una batalla legal con Martine Victoire, la ¨²ltima pareja de su padre. "?l ven¨ªa de un planeta diferente. No era mundano, como Helmut Newton. No iba a desfiles ni a fiestas. Era exc¨¦ntrico y no deseaba ser mediocre".
En las fotograf¨ªas de Bourdin aparecen casi exclusivamente mujeres. Muchas veces, solo un fragmento de ellas. Las modelos y la ropa est¨¢n al servicio de una narrativa cr¨ªptica y minuciosamente controlada. Plasmar sus surrealistas visiones en la era previa al retoque requer¨ªa elaborados decorados, trucos y modelos dispuestas a soportar incomodidades. Ten¨ªa fama de ser exigente hasta la crueldad y proliferan leyendas sobre sus estramb¨®ticas demandas, que incluyen te?ir el mar o cubrir de pegamento a una chica.
Desde luego, f¨¢cil no deb¨ªa de ser. Pero Nicolle Meyer, de 51 a?os, tambi¨¦n parece decidida a destruir mitos sobre el creador. "Cualquier artista es exigente. Conozco los relatos de otras modelos, pero yo no experiment¨¦ nada parecido. Era muy perfeccionista y todos ¨¦ramos herramientas para su idea. Su sentido del humor era oscuro... Dicen que sus im¨¢genes son perversas. Yo las veo inteligentes y humor¨ªsticas".
A esta muestra, A message for you, le seguir¨¢ otra de su trabajo en blanco y negro -al que se ha prestado menos atenci¨®n- y un documental. La campa?a para sacar al creador del misterio y el olvido empez¨® en 2003, con una retrospectiva en el museo Victoria & Albert (Londres).
"Jam¨¢s concedi¨® una entrevista. Entre 1991 y 1998 su nombre qued¨® como un enigma", reflexiona Verthime. "Creo que la percepci¨®n sobre ¨¦l cambiar¨¢ con el documental y con esta exposici¨®n. He o¨ªdo muchas veces que era mis¨®gino, pero yo creo que en esencia admiraba a lo femenino. Ten¨ªa un lado muy po¨¦tico y fr¨¢gil".
Una biograf¨ªa cargada de pistas falsas, y propensa al drama, no ayuda a evitar las hip¨®tesis sobre la mente que gener¨® tan inquietantes im¨¢genes. Dos datos en particular se arrojan como explicaci¨®n y evidencia de su tortuosa relaci¨®n personal con las mujeres: el abandono materno y el suicidio de sus parejas. El primero est¨¢, seg¨²n Samuel, frecuentemente mal explicado. La madre de Bourdin, una mujer casada, tuvo una relaci¨®n ad¨²ltera. Cuando su marido se enter¨® que el hijo no era suyo, le rechaz¨®. Pas¨® al cuidado de su padre biol¨®gico, Maurice Bourdin, y de la madre de este. Nunca volvi¨® a ver a su madre. En 1981, su pareja durante una d¨¦cada, Sybille Dallmer, se ahorc¨®. La rumorolog¨ªa gusta de a?adir a la madre de Samuel, Solange Geze, y a otra amante, Eva Gschopf, a la lista de mujeres que Bourdin aboc¨® al suicidio. "Mi madre muri¨® de un ataque al coraz¨®n y Gschopf no ten¨ªa relaci¨®n con mi padre cuando falleci¨®", afirma Samuel.
Fragmentos de sus escritos y proyecciones completan las 75 fotograf¨ªas de la muestra. Estampas con una capacidad de seducci¨®n perturbadora y extraordinaria. Prueba de ello son las palabras que ante ellas pronunciaba ayer Ignacio Gonz¨¢lez, vicepresidente y consejero de Cultura y Deportes de la Comunidad de Madrid: "Dan ganas de ponerse los zapatos".
Babelia
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