Antes de los documentales
El edificio que hoy alberga la cocteler¨ªa Milano -en la Ronda de la Universitat, n¨²mero 35- ya es centenario. La Casa Isidre Gassols fue construida en 1900 y a lo largo de todo este tiempo ha tenido vecinos populares, como la lencer¨ªa Casa Maci¨¤, las oficinas del cemento Portland y la Compa?¨ªa de Telegraf¨ªa sin Hilos, que tuvo aqu¨ª una estaci¨®n de enlace en 1924. Sin embargo, pocos saben que en este solar, unos a?os antes de que se construyera el inmueble, tuvo lugar una exhibici¨®n -a medio camino entre la ciencia y el circo-, cuyos principales protagonistas fueron una tribu de africanos, a quienes se exhibi¨® durante unos meses como ejemplares de un zool¨®gico.
En 1897 aparec¨ªa en la prensa una nota que rezaba: "Los aschantis. Pueblo negro, 150 individuos. Abierto d¨ªa y noche. Entrada 1 peseta". Esos ashanti eran los habitantes de la actual Ghana, reci¨¦n colonizados entonces por los brit¨¢nicos. En aquel momento los imperios europeos llevaban a?os organizando exposiciones de etnolog¨ªa en vivo, en las que se ten¨ªa encerradas a familias enteras para satisfacer la curiosidad p¨²blica. Desde las muestras de nubas del Sud¨¢n hasta tuaregs, malgaches o lapones, este tipo de espect¨¢culo se hizo muy popular. El zoo de Nueva York lleg¨® a exponer a Ota Benga, un pigmeo a quien colocaron en la jaula del orangut¨¢n, y el de Londres expuso a la famosa Venus Hotentote -Saartje Baartman-, convertida en una de las p¨¢ginas m¨¢s tristes y lamentables de la ciencia.
Barcelona, aunque alejada de las grandes capitales de la ¨¦poca, tambi¨¦n se apunt¨® a esta moda. La exposici¨®n ashanti la hab¨ªa organizado el conservador del Museo de Historia Natural de Burdeos, bajo los auspicios de un acaudalado matrimonio franc¨¦s aficionado al l¨¢tigo. Llegaba despu¨¦s de cosechar un gran triunfo en Rusia y Francia, y en la capital catalana supuso un aut¨¦ntico acontecimiento. Contribuy¨® lo suyo la efectista escenograf¨ªa, que remedaba una aldea africana. En este solar, flanqueado por dos edificios modernistas, residieron los ashanti durante cuatro meses. L'Esquella de la Torratxa les dedic¨® un extenso reportaje, donde se afirmaba que el jefe de la tribu y su "hereuet" estaban como en casa.
A pesar del ¨¦xito, no faltaron las quejas por la ausencia de ¨¢rboles y reba?os, a fin de que todo fuera m¨¢s veros¨ªmil. Tampoco falt¨® el gracioso que sugiri¨® a?adirle fieras para darle m¨¢s realismo. Y en el teatro Eldorado se estren¨® una parodia sobre ellos. Durante el tiempo que estuvieron en la ciudad llegaron a participar en fiestas, celebraciones y r¨²as de toda clase, junto a castellers, enanos, gigantes y cabezudos. El mism¨ªsimo obispo se person¨® para bautizar al hijo reci¨¦n nacido de uno de sus jefes. Muchas se?oras se desmayaron al verles medio desnudos y no falt¨® el preocupado por sus costumbres paganas ni el que iba a fisgar en su vida cotidiana, convencido de la superioridad de los europeos. Pronto, en los saraos del Liceo se vieron burgueses disfrazados de salvaje.
La atracci¨®n sigui¨® camino hacia Valencia y Madrid, donde fueron recibidos por la reina. Tres a?os m¨¢s tarde -mientras se inauguraba la Casa Isidre Gassols-, la capital recibi¨® una exhibici¨®n de esquimales, donde a las cinco de la tarde se alimentaba a los perros y a las diez de la noche a ellos, aclarando a los espectadores que ambos com¨ªan carne cruda. Ese a?o en los bailes de disfraces del Liceo caus¨® furor el traje esquimal. Parad¨®jicamente, no ser¨ªa ni el progreso, ni los derechos humanos, sino el cine, el que acabar¨ªa con estas ferias siniestras, mostrando im¨¢genes de los ind¨ªgenas en su propio entorno. El gracioso que ped¨ªa bestias feroces en aras del naturalismo vio as¨ª cumplidos sus deseos en la pantalla.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.