Baile de odaliscas en la Alhambra
Granada reconstruye el viaje que Matisse realiz¨® por Espa?a hace un siglo
No estaba movido por un claro prop¨®sito. Como uno de esos fl?neurs de Baudelaire, Henri Matisse vag¨® por Espa?a entre noviembre de 1910 y enero de 1911 sin demasiado objetivo. Visit¨® Madrid, Sevilla, C¨®rdoba, Granada, Toledo y Barcelona. Tuvo tiempo de pintar tres obras, dos bodegones y un retrato. Pero el dibujo que su memoria traz¨® de aquel viaje resultar¨ªa mucho m¨¢s hondo y perdurable. La huella de los artesonados y los yesos que embellecen la Alhambra acabar¨ªa en el fondo de sus composiciones, piezas maestras como las odaliscas que hasta ahora se cre¨ªan de inspiraci¨®n puramente norteafricana. La exposici¨®n Matisse y la Alhambra. 1910-2010 llega con la oportunidad de los centenarios a deshacer este y otros malentendidos en el palacio de Carlos V y en el Museo de Bellas Artes de Granada.
Ignorada hasta ahora por los expertos, la visita tuvo gran influencia en su obra
En 1910, recal¨® en Madrid, Barcelona, Sevilla, C¨®rdoba, Granada y Toledo
Un centenar de obras, entre ellas 35 pinturas, prestadas por museos y coleccionistas de todo el mundo vienen a demostrar que el hechizo fue real y dej¨® una huella palpable en una parte muy importante de su producci¨®n. Mar¨ªa del Mar Villafranca, directora del patronato de la Alhambra, y el historiador Francisco Jarauta son los comisarios encargados de clarificar las circunstancias de aquel viaje y esta influencia.
Cuenta Villafranca que la idea surgi¨® de pura casualidad, en 1991, mientras revisaba uno de los libros de visitas en los archivos de los palacios nazar¨ªes. All¨ª descubri¨® la firma del artista en una de las ¨²ltimas p¨¢ginas del volumen. "No se sab¨ªa que hubiera estado aqu¨ª, en la Alhambra. Aquel descubrimiento espole¨® la investigaci¨®n", explica la responsable de una instituci¨®n con tres millones de visitantes anuales.
En una entrevista concedida en 1947, Matisse confes¨® que la revelaci¨®n le vino de Oriente. Ahora se puede precisar que la visita a Granada fue definitiva en su obra, tal como se lee en las cartas que envi¨® a su esposa y a sus amigos desde Andaluc¨ªa. En ellas habla con genuina fascinaci¨®n de la m¨¢gica manera en que la luz se filtra por las celos¨ªas o del verdadero ed¨¦n que configuran las fuentes y los ¨¢rboles, esos casta?os, olmos, chopos, palmeras y cipreses que a¨²n dan sombra en los palacios. Las cartas traslucen su admiraci¨®n por las formas geom¨¦tricas rematadas en c¨ªrculos del patio de los Arrayanes. Y describen su embeleso al contemplar los adornos con estelas de estrellas. Escribe tambi¨¦n algunas curiosidades, como que a su paso por Toledo, a 10 grados bajo cero, la barba, ay, se congela y pesa hasta enlentecer el paseo.
Aquel 1910 fue para Matisse, seg¨²n el estudioso Jarauta, un a?o de crisis personal y art¨ªstica. Tiempo de renovaci¨®n formal. La visita a una exposici¨®n de arte oriental en M¨²nich result¨® fruct¨ªfera, pero el Sal¨®n de Oto?o Par¨ªs le hab¨ªa rechazado dos obras inspiradas en la m¨²sica y en la danza. Se hac¨ªa necesario cambiar de aires. Ese momento de incertidumbre sirve de arranque a la exposici¨®n. En La argelina (1909), los trazos negros y rotundos con los que dibuja los contornos de la mujer y las telas que decoran el fondo, anuncian ya el abandono del fauvismo y su fascinaci¨®n por la decoraci¨®n oriental. Junto a este impresionante ¨®leo se expone el enorme jarr¨®n nazar¨ª de loza con reflejos dorados, presencia familiar en los lienzos de Matisse.
Pero acaso sea en las odaliscas donde m¨¢s se pueda apercibir la influencia granadina. La primera es una obra de 1921, cuando el artista se halla en pleno proceso de investigaci¨®n del desnudo femenino. Estas mujeres envueltas en transparencias y rodeadas de telas preciosas resultaron tan exitosas que acab¨® por pintar m¨¢s de un centenar. La mayor parte, a petici¨®n de coleccionistas estadounidenses. Y casi siempre con una misma modelo, la bailarina Henriette Darricarrere, de cuya belleza dan testimonio en la muestra numerosas fotograf¨ªas de ¨¦poca.
Sostiene Jarauta que la abrumadora belleza de los ba?os de la Alhambra se filtra en los fondos decorativos contra los que Matisse colocaba a sus sensuales odaliscas. En ellas vierte todo un mundo de colores fuertes: rojos, dorados, azulones. Tonos que est¨¢n tambi¨¦n en las pinturas originales del artesonado de las estancias de los sultanes. La exposici¨®n incluye una serie de litograf¨ªas inspiradas en las odaliscas que la hija del artista, Margherite, deposit¨® en el Victoria & Albert Museum de Londres. Se muestran frente a una selecci¨®n de tejidos isl¨¢micos de diferentes ¨¦pocas hist¨®ricas atesorados por el pintor y cuyos motivos decorativos se reproducen una y otra vez. El final, con cierto aire premonitorio, est¨¢ reservado a los papiers coll¨¦s. Con ellos, el artista cambi¨® los pinceles por las tijeras.
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