Y ahora, ?qu¨¦ hace?
El presidente que ha logrado las medidas m¨¢s ambiciosas de la ¨²ltima generaci¨®n para EE UU se ve ahora insultado por la derecha, censurado por la izquierda y abandonado por el centro. "En una democracia tan grande y tan ca¨®tica, se tarda mucho en hacer las cosas", admite
En una ajetreada tarde del mes pasado, en el Ala Oeste de la Casa Blanca, el presidente Barack Obama parec¨ªa relajado y tranquilo, sentado en un sill¨®n de cuero marr¨®n reci¨¦n tapizado en el Despacho Oval. Acababa de volver del sal¨®n Este, donde hab¨ªa firmado la Ley de Empleo en Peque?as Empresas, la ¨²ltima ley econ¨®mica importante de su Gobierno antes de las elecciones legislativas, que mostrar¨¢n el veredicto de los ciudadanos sobre sus dos primeros a?os de mandato. En la pr¨¢ctica, el primer cap¨ªtulo de la presidencia de Obama ha terminado. El pr¨®ximo empezar¨¢ el d¨ªa de las elecciones de noviembre.
El presidente que ha conseguido que el Congreso apruebe las medidas de pol¨ªtica nacional tal vez m¨¢s ambiciosas de la ¨²ltima generaci¨®n se ve ahora insultado por la derecha, censurado por la izquierda y abandonado por el centro. Se encamina hacia la recta final de la campa?a de las legislativas sabiendo que probablemente le aguarda el rechazo, que los votantes se disponen a presentarle un Congreso que, aunque siga bajo control dem¨®crata, le ser¨¢ menos favorable que el Congreso con el que se ha pasado los dos ¨²ltimos a?os peleando.
Obama sabe que deja una imagen de "viejo dem¨®crata liberal aficionado a subir los impuestos y el gasto"
"Mi Administraci¨®n experiment¨® un orgullo malsano al pensar que ¨ªbamos a hacer lo que hubiera que hacer"
"Puede que los republicanos vean que la estrategia de negarse a todo y arrojar bombas no les ha funcionado"
"Dedicamos m¨¢s tiempo a tratar de cumplir unos objetivos que a los movimientos pol¨ªticos necesarios para lograrlo"
Aunque Obama est¨¢ orgulloso de lo que ha conseguido, ya ha empezado a reflexionar sobre lo que ha hecho mal y sobre lo que tiene que hacer para cambiar de rumbo en los dos pr¨®ximos a?os. Seg¨²n uno de sus asesores, ha pasado "mucho tiempo hablando sobre Obama 2.0" con su nuevo jefe de Gabinete provisional, Pete Rouse, y el segundo de este, Jim Messina. Durante la hora en que estuvimos conversando, el presidente me dijo que no se arrepent¨ªa de la direcci¨®n general de su presidencia, pero que s¨ª ha aprendido lo que llam¨® unas "lecciones t¨¢cticas". Piensa que ha dejado que haya una imagen de ¨¦l demasiado parecida a la del "viejo dem¨®crata liberal aficionado a subir los impuestos y el gasto p¨²blico". Quiz¨¢ no ten¨ªa que haber propuesto los recortes fiscales como parte del paquete de est¨ªmulos, y s¨ª "haber dejado que insistieran en ello los republicanos" para que hubiera podido verse como un acuerdo entre los dos partidos.
Sobre todo ha aprendido que, a pesar de su ret¨®rica anti-Washington, tiene que seguir las reglas del juego si quiere ganar. Estar totalmente seguro de que uno tiene raz¨®n no sirve de nada si nadie m¨¢s est¨¢ de acuerdo. "Con todo lo que se nos ven¨ªa encima", dice Obama, "probablemente dedicamos mucho m¨¢s tiempo a tratar de cumplir unos objetivos que a los movimientos pol¨ªticos necesarios para lograrlo. Seguramente, mi Administraci¨®n -y la responsabilidad es m¨ªa, porque era un sentimiento que nac¨ªa desde arriba- experiment¨® un orgullo malsano al pensar que ¨ªbamos a hacer lo que hubiera que hacer, aunque a corto plazo fuera impopular".
Lo que m¨¢s impresiona del autodiagn¨®stico de Obama es que ¨¦l mismo dice que el personaje que inspir¨® a tanta gente en 2008 abandon¨® esa inspiraci¨®n despu¨¦s de ser elegido. No se mantuvo conectado a quienes le hab¨ªan colocado en el cargo. Por el contrario, consigui¨® decepcionar al mismo tiempo a quienes le consideraban la encarnaci¨®n de un nuevo movimiento progresista y a quienes esperaban que tendiera la mano al otro partido e iniciara as¨ª una nueva era de colaboraci¨®n.
Cuando Obama obtuvo la nominaci¨®n dem¨®crata en el verano de 2008 asegur¨® a una muchedumbre de admiradores que un d¨ªa "podremos mirar atr¨¢s y contar a nuestros hijos que este fue el momento en el que empezamos a dar asistencia a los enfermos y buenos puestos de trabajo a los desempleados; este fue el momento en el que la subida del nivel de los oc¨¦anos empez¨® a ser m¨¢s lenta y nuestro planeta empez¨® a sanar; este fue el momento en el que pusimos fin a una guerra, dimos seguridad a nuestro pa¨ªs y restablecimos nuestra imagen de naci¨®n, que constituye la ¨²ltima y m¨¢xima esperanza sobre la Tierra".
Le le¨ª ese p¨¢rrafo a Obama y le pregunt¨¦ qu¨¦ le parec¨ªa esa elevada ret¨®rica en estos tiempos de Gobierno a ras de tierra. "Suena ambiciosa", reconoci¨®. "Pero ?sabe qu¨¦? Hemos avanzado en cada uno de esos frentes".
Pero ?salvar el planeta? Si usted dice que promete salvar el planeta, ?la gente va a pensar que puede usted salvarlo verdaderamente? Obama se ri¨® y luego volvi¨® de nuevo a hablar de esperanza e inspiraci¨®n. "No me arrepiento de haber creado unas expectativas tan grandes respecto a m¨ª y respecto al pa¨ªs, porque creo que podemos cumplirlas", dijo. "Ahora bien, lo que s¨ª tengo que decir, algo que ya preve¨ªa y que puede ser muy duro, es que, en una democracia tan grande y ca¨®tica como la nuestra se tarda mucho en hacer las cosas. Y no somos una cultura acostumbrada a la paciencia".
El mes pasado visit¨¦ el Ala Oeste y habl¨¦ no solo con Obama, sino tambi¨¦n con m¨¢s de 20 asesores suyos -algunos hablaron con autorizaci¨®n, otros, sin ella-, para intentar comprender c¨®mo ven la situaci¨®n. La opini¨®n que tienen en la Administraci¨®n parte de un mantra: Obama hered¨® los peores problemas a los que se ha enfrentado ning¨²n presidente en a?os. O en generaciones. O en toda la historia de Estados Unidos. Evit¨® otra Gran Depresi¨®n mientras sentaba las bases para un futuro m¨¢s estable. Pero eso le exigi¨® tomar medidas impopulares por las que era inevitable que pagara un precio.
Sin embargo, muchos miembros de su Gobierno dicen que les preocupa la posibilidad de que el mejor momento de la presidencia de Obama ya haya quedado atr¨¢s. No saben si ha llegado la hora de irse. Los ¨ªndices de aprobaci¨®n de Obama en los sondeos realizados por The New York Times y CBS News han ca¨ªdo del 62% que ten¨ªa cuando tom¨® posesi¨®n al 45% en septiembre, solo un punto por encima de Clinton antes de perder las legislativas de 1994 y tres puntos por encima de Reagan cuando los republicanos perdieron dos docenas de esca?os en la C¨¢mara en 1982. No obstante, los miembros del equipo de Obama se enorgullecen de haber cumplido tres de las cinco grandes promesas que present¨® como pilares de sus "nuevos cimientos" en un discurso pronunciado en la Universidad de Georgetown en abril de 2009: sanidad, reforma educativa y nueva regulaci¨®n financiera. Y mencionan las decisiones para poner fin a las misiones de combate en Irak e intensificar el esfuerzo b¨¦lico en Afganist¨¢n.
Aun as¨ª, es posible ganar el partido de puertas adentro y perderlo de puertas afuera. En sus momentos m¨¢s pesimistas, los asesores de la Casa Blanca se preguntan si un presidente moderno tiene alguna posibilidad de triunfar, por muchas leyes que firme. Todo parece conspirar en su contra: una oposici¨®n implacable con poco o nulo inter¨¦s en colaborar, unos medios de comunicaci¨®n saturados de trivialidades y conflictos, una cultura que exige soluciones ayer, una sociedad c¨ªnica que siente escaso aprecio por sus dirigentes. En este entorno, concluyen, es posible que un presidente actual no pueda alcanzar m¨¢s que, en el mejor de los casos, un nivel medio.
Lo m¨¢s f¨¢cil es echar la culpa a los republicanos, y la Casa Blanca lo hace de forma exuberante. Pero tambi¨¦n reflexionan sobre sus propios errores, la soberbia que les llev¨® a pensar que pod¨ªan desafiar las leyes de la pol¨ªtica.
El mayor error de c¨¢lculo, seg¨²n la mayor¨ªa de los asesores de Obama, fue suponer que pod¨ªa unir a una capital polarizada y construir coaliciones entre los dos partidos. "Si cre¨ªamos que los republicanos iban a aceptar lo que les dij¨¦ramos, nos equivocamos terriblemente", dice el ex senador Tom Daschle, mentor y asesor externo de Obama.
Por el contrario, el gobernador Ed Rendell, de Pensilvania, es uno de los dem¨®cratas que ponen mala nota a Obama por no haber sido m¨¢s h¨¢bil frente a la oposici¨®n. "Un notable alto, casi sobresaliente, en objetivos cumplidos", dice, "pero un suspenso o aprobado justo en comunicaci¨®n". La legislaci¨®n sobre sanidad es "un logro incre¨ªble", y el programa de est¨ªmulos econ¨®micos fue "un ¨¦xito absoluto, enorme, rotundo", seg¨²n Rendell, pero Obama permiti¨® que quedasen empa?ados por las cr¨ªticas. "El Gobierno perdi¨® la batalla de la comunicaci¨®n en ambas iniciativas, y la perdi¨® desde muy pronto", dice Rendell, que era un ardiente partidario de Hillary Clinton, pero luego respald¨® a Obama.
Esa es una frase que tambi¨¦n se oye dentro de la Casa Blanca: es un problema de comunicaci¨®n. El primer refugio de cualquier pol¨ªtico cuando tiene dificultades es que se trata de un problema de comunicaci¨®n, no de objetivos pol¨ªticos.
Las cr¨ªticas pol¨ªticas a Obama pueden ser confusas y muy contradictorias: es un fan¨¢tico progresista, seg¨²n la derecha; es acomodaticio y d¨¦bil, seg¨²n la izquierda. Es un socialista anticapitalista que se lleva demasiado bien con Wall Street, un apologista de Estados Unidos, demasiado d¨¦bil a la hora de defenderse, que ha adoptado las t¨¢cticas antiterroristas de Bush en detrimento de las libertades civiles.
"Cuando hablaba de ser un presidente de transformaci¨®n, se trataba de restaurar la fe del pueblo estadounidense en nuestras instituciones de Gobierno", dice Ken Duberstein, ex jefe de Gabinete de Reagan, que vot¨® por Obama en 2008. "Pero ahora sabemos que no ha servido de nada. La gente desconf¨ªa todav¨ªa m¨¢s de nuestras instituciones, sobre todo del Gobierno... Francamente, yo ahora me conformar¨ªa con tener, no un presidente de transformaci¨®n, sino uno de transacci¨®n, alguien con quien la gente pudiera trabajar. Da la impresi¨®n de que hay una rigidez ideol¨®gica que los ciudadanos no vieron".
M¨¢s rigidez ideol¨®gica es lo que le gustar¨ªa al otro bando. Norman Solomon, destacado activista de izquierdas y presidente del Instituto para el Rigor P¨²blico, dice que Obama "ha desperdiciado por completo esta gran oportunidad" de reinventar Estados Unidos siendo m¨¢s agresivo en cuestiones como la opci¨®n de la sanidad p¨²blica. "Ha sido todo reflexi¨®n desde que lo eligieron, todo ceder terreno una y otra vez", dice.
Golpeado por todos lados, Obama parece frustrado y, a veces, a la defensiva. "Los dem¨®cratas, por naturaleza, tienden a ver la botella siempre medio vac¨ªa", dijo en un acto para recaudar fondos en Greenwich, Connecticut, el mes pasado. "Conseguimos que se apruebe una hist¨®rica ley de sanidad... ah, s¨ª, pero no estaba la opci¨®n p¨²blica. Logramos la ley de reforma financiera... bueno, no tengo muy clara esta norma sobre derivados, no estoy seguro de que sea suficiente. Ah, y, por cierto, todav¨ªa no hemos conseguido la paz en el mundo. Cre¨ª que iba a ser enseguida".
Rahm Emanuel, primer jefe de Gabinete de Obama, que dej¨® su puesto hace unas semanas, dice que las crisis que se acumularon en los primeros meses de mandato dejaron una huella duradera. "Las semillas de sus dificultades pol¨ªticas actuales est¨¢n en aquellas medidas", asegura. En general, los miembros del equipo coinciden en que no deber¨ªan haber dejado que el proceso de la reforma de la sanidad se prolongase tanto tiempo mientras esperaban a un apoyo republicano que nunca iba a llegar. "No es para lo que los votantes enviaron a Barack Obama a Washington, para ser legislador jefe", me dijo un alto asesor. "Eso dio paso a la sensaci¨®n de que no estaba haciendo nada para arreglar la econom¨ªa".
No obstante, a pesar de las dudas, lo que no se oye en la Casa Blanca es que nadie ponga en tela de juicio los elementos fundamentales del programa; los asesores de Obama, tanto los m¨¢s progresistas como los m¨¢s moderados, rechazan las protestas de la derecha de que los est¨ªmulos no han ayudado a la econom¨ªa y de que la reforma de la sanidad da demasiado poder al Gobierno, y tambi¨¦n las protestas de la izquierda de que el presidente deber¨ªa haber impuesto un paquete de est¨ªmulos m¨¢s amplio y haber insistido en una opci¨®n de sanidad p¨²blica. "Pedimos m¨¢s est¨ªmulos de los que acabamos teniendo", me dijo Larry Summers, el asesor econ¨®mico nacional saliente. "Pero nos esforzamos todo lo que pudimos, y creo que conseguimos todo lo que el Congreso estaba dispuesto a concedernos en ese momento".
Melody Barnes, la asesora de pol¨ªtica interior del presidente, dice que el mayor problema fue que, despu¨¦s de ocho a?os de Bush, los seguidores de Obama estaban deseando cambiar todo de inmediato. "La demanda acumulada en todas las ¨¢reas -ciencia, educaci¨®n, sanidad, inmigraci¨®n, todo- hac¨ªa que hubiera grandes deseos de hacer las cosas", dice. "Todos los sectores de la poblaci¨®n ten¨ªan algo que era muy importante para ellos y en lo que verdaderamente quer¨ªan ver resultados".
Los asesores de Obama son m¨¢s optimistas sobre 2012 que sobre 2010, porque creen que el Tea Party arrastrar¨¢ al candidato republicano a la extrema derecha y, de esa forma, conseguir¨¢ que Obama sea reelegido. No creen que Sarah Palin vaya a presentarse y suponen que Mitt Romney no podr¨¢ obtener la nominaci¨®n porque llev¨® a cabo su propia reforma sanitaria cuando era gobernador de Massachusetts. Si se les insiste, algunos dicen que Obama competir¨¢ probablemente contra Mike Huckabee, el ex gobernador de Arkansas.
Obama se muestra optimista sobre la posibilidad de hacer causa com¨²n con los republicanos tras las elecciones legislativas de noviembre. "Puede ser que, independientemente de lo que ocurra en las elecciones, se sientan m¨¢s responsables", dice, "porque no hayan obtenido tan buenos resultados como esperaban, y, por tanto, vean que la estrategia de decir no a todo y limitarse a mirar y arrojar bombas no les ha funcionado, o porque hayan obtenido unos resultados razonablemente buenos, en cuyo caso los ciudadanos esperar¨¢n de ellos que hagan propuestas serias y trabajen de verdad conmigo".
Sin embargo, aunque se produzca esa alianza, los dos pr¨®ximos a?os van a consistir sobre todo en consolidar lo logrado en los dos primeros y en defenderlo contra la oposici¨®n en el Congreso y los tribunales. Como dice un alto asesor, "va a haber muy pocos incentivos para hacer grandes cosas en los dos pr¨®ximos a?os, salvo que se produzca alguna crisis". Pero Obama y su equipo desprecian la estrategia de dar pasos peque?os que adopt¨® Clinton despu¨¦s de las legislativas de 1994. Antes de irse, Emanuel me dijo: "No soy de los que creen que uno puede no hacer nada. Creo que siempre hay que tener un programa".
?Qu¨¦ tipo de programa? Ni tan amplio ni tan provocador, afirman algunos asesores. "Tendr¨¢ que limitarse y centrarse en las cosas que son alcanzables y muy prioritarias para los estadounidenses", afirma Dick Durbin, el n¨²mero dos de los dem¨®cratas del Senado. Daschle dice que Obama tendr¨¢ que tender la mano a los adversarios.
Rendell no est¨¢ de acuerdo. "Que no se preocupe tanto por el bipartidismo si los republicanos siguen neg¨¢ndose a cooperar", recomienda. "Que haga lo que tiene que hacer. Que contraataque". Y al mismo tiempo, prosigue, que deje de lamentarse por lo que ha heredado: "Despu¨¦s de las elecciones, yo creo que hay que dejar de se?alar con el dedo, de culpar a la Administraci¨®n de Bush. Est¨¢ bien hacerlo durante la campa?a, pero luego se acab¨®. Cuando se abusa de ello como lo hacemos, suena a disco rayado. Y despu¨¦s de dos a?os, la responsabilidad es suya".
Obama seguir¨¢ teniendo esa responsabilidad durante otros dos a?os, o seis, si consigue salir de esta. Como escritor, Obama sabe valorar los ritmos de un relato tumultuoso. ?Pero qui¨¦n es el protagonista en realidad? En el fondo, este presidente sigue siendo un misterio para muchos estadounidenses. Durante la campa?a vendi¨® su persona -o la idea de su persona-, m¨¢s que una pol¨ªtica concreta, y los votantes rellenaron los espacios en blanco como mejor les pareci¨®. Era, como dijo ¨¦l mismo en su momento, una aut¨¦ntica mancha de tinta para que cada uno la interpretara a su manera.
Ahora vamos rellenando m¨¢s huecos. Con cada decisi¨®n que toma se define un poco m¨¢s, para bien o para mal. Dice que sabe hacia d¨®nde va y est¨¢ cobrando impulso, a pesar de los obst¨¢culos que le esperan. Como explic¨® a un grupo de visitantes durante la primavera pasada, la semana en la que el Congreso aprob¨® la reforma sanitaria y su Gobierno lleg¨® a un acuerdo sobre un tratado de control de armas con Rusia: "Yo empiezo despacio, pero termino lleno de energ¨ªa".
No le va a quedar m¨¢s remedio, si quiere que la historia que est¨¢ escribiendo se encamine en la direcci¨®n que desea.
? The New York Times Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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