Dormir abrazada a un hipop¨®tamo
Vistos de cerca, todos los individuos somos raros. Vistos de muy cerca, incluso rar¨ªsimos. Se podr¨ªa decir que la rareza es la normalidad del ser humano. Y uno de los entornos que m¨¢s permiten el florecimiento de la excentricidad y de la man¨ªa ¨ªntima es, como no pod¨ªa ser menos, la cama. Pero no la cama como eufemismo de la sexualidad (en eso tambi¨¦n se dan ciertas rarezas, pero, contra lo que la gente suele imaginar, me temo que ah¨ª se peca bastante m¨¢s de monoton¨ªa rutinaria), sino la cama de dormir y de sudar las gripes, la cama de los sue?os y las pesadillas, el nido elemental, nuestro rebu?o de s¨¢banas y mantas, el refugio ¨²ltimo del animal que somos.
Y as¨ª, mi teor¨ªa es que la inmensa mayor¨ªa de las personas tiene sus rituales y obsesiones a la hora de acostarse. Empezando por el lugar de la cama que ocupamos: al pasar la noche por primera vez con una nueva pareja, siempre hay que cruzarse en alg¨²n momento esa pregunta fundamental: ?duermes a la izquierda o a la derecha? Porque a la mayor¨ªa nos fastidia profundamente vernos desalojados de nuestro lado habitual (he aqu¨ª la primera incompatibilidad en una relaci¨®n). Todos poseemos, en fin, peque?as liturgias que forman parte de nuestra vida secreta, cosas tontas que sin embargo no nos gusta contar, porque son la nuez de nuestro ser privado. Tengo una amiga que, para dormir, tiene que encasquetarse una especie de viejo gorro andino con orejeras. Otra amiga, una escritora latinoamericana buen¨ªsima, me acaba de enviar por email esta maravillosa confesi¨®n: "Te cuento que yo duermo con: 1) Una almohada entre las rodillas. 2) Tapones para los o¨ªdos. 3) F¨¦rula de relajaci¨®n contra el bruxismo. 4) Un HIPOP?TAMO que abrazo en la noche. 5) Bolsa de agua caliente casi todo el a?o. Y esto es lo que hay. ?Es sexy? No, no es sexy, pero es lo que hay. Creo que no podr¨ªa dormir sin alguna de esas cosas". A decir verdad, es esta carta genial la que me ha dado la idea de escribir un art¨ªculo sobre el tema.
"La inmensa mayor¨ªa de las personas tiene sus rituales y obsesiones a la hora de acostarse"
Y no se trata solo de extravagancias de mujeres supuesta y t¨®picamente neur¨®ticas. Conozco a muchos hombres que tambi¨¦n est¨¢n llenos de rituales. Tipos que solo pueden conciliar el sue?o si llevan puesto un antifaz (aunque la habitaci¨®n est¨¦ oscura como cueva de oso). O que necesitan vestirse con una colecci¨®n de camisetas viejas y ra¨ªdas que cuidan como si fueran un delicado tesoro. ?O que tienen que tomar un colacao antes de acostarse, como los ni?os! Mi padre se enrollaba una toalla en los pies, porque siempre los ten¨ªa fr¨ªos (curioso que no pensara en ponerse calcetines); y luego se cubr¨ªa la cabeza con la s¨¢bana, a modo de pa?uelo isl¨¢mico. Como dec¨ªa mi amiga la escritora, ?es esto sexy? Pues no, no lo es. Pero a mi madre nunca pareci¨® molestarle. Eso es el amor, si te paras a pensarlo; el verdadero amor es saber que tu pareja duerme con una toalla en los pies y seguirle queriendo de todas formas. El verdadero amor solo se consigue cuando empezamos a conocer estos peque?os secretos ani?ados del otro. Las man¨ªas de la cama, que nos retrotraen a nuestro lado m¨¢s infantil. M¨¢s inconsciente, m¨¢s hondo. Hasta que no sabes c¨®mo duerme de verdad tu amante no has empezado ni a rozar su coraz¨®n.
Porque muchos enga?an, o enga?amos (yo tambi¨¦n tengo mi man¨ªa a la hora de dormir, y desde luego no pienso contarla aqu¨ª a los cuatro vientos). Muchos, en el momento de pasar una noche por primera vez con alguien, escondemos nuestro peque?o secreto: el ro?oso hipop¨®tamo de peluche, la vieja almohadita que acarreamos a todas partes como si fuera la frazada de Linus, el pa?uelo de seda casi desgarrado que necesitamos frotar entre dos dedos para dormirnos, el gorro de lana, los patucos, el antifaz, los tapones para los o¨ªdos, el trapo para envolver los pies, las orejeras, el peque?o mu?eco de celulosa que tienes que meter bajo la almohada, los guantes, la bufandita al cuello, la bolsa de agua caliente? Y as¨ª hasta el infinito. Y sin duda uno de los momentos cruciales del desarrollo de una relaci¨®n es cuando por fin te atreves a confesar al otro que duermes con una pinza nasal para respirar mejor. ?Son tan desmitificadores estos rituales! Jefes de Estado que se chupan el dedo para conciliar el sue?o, terroristas de Al Qaeda que se acuestan con camellos de trapo? Ah, qu¨¦ gran investigaci¨®n sociol¨®gica y psicol¨®gica ser¨ªa esa? Desvelar el supremo secreto de nuestras man¨ªas nocturnas. ?Cu¨¢l es la tuya??
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