¡°La revoluci¨®n feminista ha usado la palabra, la contrarrevoluci¨®n vendr¨¢ con un recorte de derechos¡±: cuatro mujeres ante el auge del machismo

Las mujeres han dado un salto de gigante en la ¨²ltima d¨¦cada a la hora de visibilizar luchas que antes sufr¨ªan en la intimidad, pero la gran involuci¨®n acecha en estos d¨ªas. El ascenso de la ultraderecha y el aumento de los j¨®venes varones que sienten que el feminismo ha llegado demasiado lejos amenazan los avances y marcan hoy el debate social. El Pa¨ªs Semanal ha reunido a cuatro mujeres para valorar el momento y todas constatan la nueva realidad: del pasmo inicial en que parecieron sumirse los hombres mis¨®ginos ante los avances del feminismo se ha pasado a una revancha que se multiplica en redes sociales y avanza en las urnas. La alerta roja est¨¢ encendida.

Nos reunimos en la Sala Equis de Madrid, un antiguo cine porno reconvertido en local cultural, tel¨®n de fondo id¨®neo para hablar del da?o que est¨¢ haciendo la pornograf¨ªa extrema en las redes. Aqu¨ª, las cuatro mujeres ir¨¢n trazando el hilo doloroso que une los chats masivos donde miles de hombres comparten t¨¦cnicas de sumisi¨®n, las violaciones de guerra que vuelven a sufrir las mujeres en el Congo o los v¨ªdeos de agresiones sexuales. Son Nicole Ndongala, directora de la Asociaci¨®n Karibu; Mar¨ªa del Mar Jim¨¦nez, portavoz de Kellys Uni¨®n Madrid; Elisa Garc¨ªa Mingo, profesora e investigadora de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid, y Cristina Fallar¨¢s, escritora y promotora del movimiento #Cu¨¦ntalo.

?Estamos en alerta roja?

Mar¨ªa del Mar Jim¨¦nez. S¨ª, lo tengo muy claro. No es que estemos rodeadas, es que los tenemos encima.

Cristina Fallar¨¢s. Ve¨ªamos venir esa quiebra y se ha dado: se ha dividido la sociedad. Nosotras hemos llevado a cabo una revoluci¨®n evidente, que es tomar la palabra y relatar desde nuestro punto de vista la violencia que hemos sufrido. Pero toda revoluci¨®n tiene una contrarrevoluci¨®n y tengo miedo de que sea violenta. La revoluci¨®n de las mujeres ha usado la palabra, la contrarrevoluci¨®n de los hombres vendr¨¢ con un recorte de derechos.

Nicole Ndongala. Las inmigrantes africanas hemos avanzado much¨ªsimo, tenemos ya la voz que necesit¨¢bamos, pero todav¨ªa falta mucho para que esa voz llegue a la agenda de los pol¨ªticos. Estamos avanzando y al mismo tiempo reculando.

Elisa Garc¨ªa Mingo. Yo, que trabajo en cultura digital, veo c¨®mo ese espacio se est¨¢ convirtiendo en muy hostil para las mujeres. Nunca hab¨ªamos tenido tantas conquistas, pero hay retroceso. El triunfo de la tecnocasta y de unas formas de masculinidad o de gobiernos digitales muy patriarcales pone en riesgo los derechos conquistados. El patriarcado ahora es digital, como muestra la fotograf¨ªa de Trump con Musk. Es lo que tenemos enfrente.

?Pueden m¨¢s los avances o los retrocesos?

M. M. J. Nosotras las kellys estamos viendo un retroceso. Yo siempre he estado contratada por el hotel, pero en mi asociaci¨®n soy la ¨²nica. Es una involuci¨®n total en materia laboral. Hemos pasado de tener un contrato con convenio de hosteler¨ªa a tener contrato en empresas de servicio con convenio de limpieza. Y la diferencia de sueldo es enorme. De tener contratos de ocho horas hemos pasado a contratos de una, dos, tres, cuatro¡­ Ya me contar¨¢s c¨®mo puede una mujer separada con dos ni?os a su cargo vivir con un contrato de cuatro horas.

N. N. Hemos avanzado much¨ªsimo, pero qu¨¦ va a ocurrir con esos avances. Cuando se avanza r¨¢pidamente, a veces no se mide con profundidad. Estamos abarcando muchas cosas a la vez y tenemos que ir poco a poco.

C. F. El avance de los derechos de las mujeres ha sido bestial porque por primera vez en la historia gracias a las tecnolog¨ªas pod¨ªamos generar un relato colectivo muy superior al de los medios convencionales. Desde 2015 y durante el #MeToo ha habido unos a?os de paz donde hemos podido hacer part¨ªcipes a millones de mujeres en el mundo entero. Estaba bien visto. Pero ahora viene la respuesta y esta es mucho m¨¢s grande, la involuci¨®n es mucho mayor. El patriarcado ha tenido un momento de pasmo de decir ?qu¨¦ hago?, ?c¨®mo respondo al #MeToo, al #Cu¨¦ntalo, a este avance de las mujeres? Un momento de estupefacci¨®n, de no saber c¨®mo responder. Y de repente, ahora, siete u ocho a?os despu¨¦s, saben c¨®mo responder y tienen las herramientas.

E. G. M. Twitter fue una herramienta pedag¨®gica del feminismo, por ah¨ª pasaron el #MeToo, el #Cu¨¦ntalo, la idea de justicia patriarcal, de cultura de la violaci¨®n o el consentimiento. Pero se ha dado la vuelta totalmente, ha habido una apropiaci¨®n del lenguaje y ahora internet es lo contrario. Es el espacio del capitalismo m¨¢s salvaje. Yo trabajo mucho sobre infancia y adolescencia y estamos viendo lo que pasa con la generaci¨®n Z y Alfa y no solo en cuesti¨®n de abusos: debemos hablar de las tradwives o las novias mantenidas, todas esas mujeres m¨¢s conservadoras y antifeministas; de la cosmeticorexia, la adicci¨®n a los cosm¨¦ticos, que est¨¢ muy vinculada al consumo en redes sociales; de fen¨®menos como el pick me girl, mujeres que quieren ser elegidas por los hombres. Son corrientes digitales que reivindican esa mujer m¨¢s recatada, tradicional y que nos hablan tambi¨¦n de una alerta en esas edades. M¨¢s las luchas que nunca se han terminado de concretar: la brecha salarial, la parcialidad en el empleo o la reducci¨®n de jornada para conciliar.

?Creen que el feminismo se ha desocupado de problemas laborales?

N. N. El feminismo est¨¢ dividido y cada grupo lucha por lo suyo. Para pedir asilo, las mujeres que sufren violencia de g¨¦nero est¨¢n en la misma lista que los hombres. Y el abuso a una mujer europea no deber¨ªa ser m¨¢s importante que el que sufre una inmigrante. Tenemos que buscar un punto que nos una a todas y trabajar codo con codo.

M. M. J. Desde 2018 hay dos manifestaciones. Y ahora quitan el Q+ y todas calladas. Me he enfadado mucho. Ten¨ªamos que estar en la calle reivindicando el Q y el + y unas pocas cosas m¨¢s que nos faltan. Pero no hay uni¨®n.

C. F. Al feminismo se exige mucho m¨¢s que a cualquier otro movimiento social.

?No es narcisista y triste vivir esta divisi¨®n?

C. F. Todo movimiento que crece genera divisiones y, al hacerse tan diverso, era evidente que iba a disgregarse en un puzle de feminismos. Cuando lleguen las hostias volveremos a salir todas juntas, como salimos cuando hubo que decir: no est¨¢s sola.

N. N. Yo s¨ª creo que es triste. Hay feministas que se creen que su feminismo es superior. Olvidan el edadismo, las minor¨ªas y creen que el feminismo actual solo lo pueden llevar las profesionales o universitarias.

E. G. M. Estamos en un momento de individualismo salvaje de muy poco tejido comunitario. Hubo un momento muy potente de rabia colectiva y hartazgo contra la violencia sexual, un basta ya que concit¨® esa uni¨®n. Se han convertido en ley muchos reclamos feministas, pero esa rabia se ha ido desinflando y ha primado el individualismo en que estamos educando.

?Piensan que la agenda queer ¡°borra a las mujeres¡±, como alegan las feministas contrarias a la ley trans?

N. N. Las mujeres tenemos bastante autoestima como para que esa agenda nos borre.

E. G. M. Para m¨ª no hay una agenda, ni hay un borrado, son met¨¢foras desafortunadas. A m¨ª me gustaba el proyecto feminista transincluyente que luchaba por los derechos para todas las personas. Me parec¨ªa que hab¨ªa hueco para todas las luchas, me parec¨ªa diverso y potente.

?Por qu¨¦ habla en pasado?

E. G. M. Porque ahora esa falta de uni¨®n, esta confrontaci¨®n brutal, nos resta much¨ªsima energ¨ªa para seguir luchando en presente. Yo como europea blanca feminista e intelectual sent¨ªa la fuerza de las kellys, las afroespa?olas, las afrof¨¦minas¡­ Sent¨ªa su interpelaci¨®n cuando nos dec¨ªan: ¡°No est¨¢is haciendo hueco a nuestras necesidades¡±. Se ha roto la posibilidad de interpelarse y esas expresiones como ¡°la agenda¡± o ¡°el borrado¡± imposibilitan esa lucha diversa llena de conflictos. Me gustaba la confrontaci¨®n, ah¨ª aprend¨ªa, ve¨ªa el avance, la fuerza del movimiento.

C. F. Creo que hay una peque?a comunidad con mucha voz que son tr¨¢nsfobas. Me pregunto por qu¨¦ algunas pocas han popularizado una queerfobia hasta el punto de eliminar las siglas Q+. El PSOE se lo encontrar¨¢ por el camino. Yo estaba muy atenta cuando sali¨® la pel¨ªcula 20.000 especies de abejas y la sociedad la disfrut¨® y vio de una forma natural, no hubo movimientos para prohibirla porque no existe ese conflicto. La transfobia en nuestra sociedad es brutal, pero las posturas tr¨¢nsfobas dentro del feminismo son de cuatro.

?Y son partidarias de abolir o regular la prostituci¨®n, otra de las grandes divisiones en el movimiento?

E. G. M. Imagino una prostituci¨®n regulada en que no se experimente violencia sexual, pero me preocupa que no podamos dialogar abiertamente, que no haya grises, dudas, que la pregunta se plantee como una u otra opci¨®n. Yo no quiero ser la persona a la que pongan en un sitio o en otro. Como intelectual o acad¨¦mica quiero la pregunta, la duda que me permite seguir pensando en los matices. Cuando me obligan a colocarme en una postura, me obligan a dejar de pensar y preguntar. Reivindico la posibilidad de di¨¢logo y escucha.

C. F. Mientras las prostitutas sean una poblaci¨®n oculta, en los l¨ªmites de la ilegalidad, no vamos a poder evitar la violencia contra ellas porque es un mundo que permanece en lo alegal. Demos ese paso.

?C¨®mo ven ¡°el tiro en el pie¡± con el que algunos hablan de la reducci¨®n de penas en la ley del solo s¨ª es s¨ª o el caso Errej¨®n? ?Les sirve de munici¨®n a los negacionistas?

C. F. A los negacionistas cualquier cosa les vendr¨ªa bien. La reducci¨®n de penas vino por una ampliaci¨®n de las agresiones y no pod¨ªa ser de otra manera, no puede ser lo mismo que te toquen una teta a que te obliguen a hacer una felaci¨®n. Y el caso Errej¨®n ha puesto en evidencia c¨®mo se trata a las mujeres en los juzgados. El hecho de que el v¨ªdeo con la declaraci¨®n de Elisa Moulia¨¢ se filtrara muestra que hay un inter¨¦s social diferente. Son avances. El caso Errej¨®n o el de Jenni Hermoso nos muestran que no nos sirven los juzgados para decir qu¨¦ es y no es violencia sexual. Los juzgados sirven para decir qu¨¦ es punible, pero Moulia¨¢ y Hermoso est¨¢n en su derecho a decir que lo que ellas vivieron es violencia sexual, sea o no punible.

E. G. M. En la reducci¨®n de penas falt¨® pedagog¨ªa, fall¨® el relato a la hora de explicar por qu¨¦ era una buena ley y yo misma tuve que ir a formaciones para entender por qu¨¦ lo era. Por ejemplo: la ley mejora la custodia de la prueba, la formaci¨®n de profesionales o crea los centros de 24 horas.

M. M. J. Yo lo apoyo, pero hay que tener en cuenta qui¨¦n educa a un juez machista. T¨² le das una ley a un juez machista y su visi¨®n no es la de la ley, sino la que ¨¦l tenga de esa ley. Necesitamos educaci¨®n para esos magistrados.

?En qu¨¦ fallamos?

E. G. M. Hemos fracasado en educar en el consentimiento como sociedad y en las relaciones sexuales en general. Los que ejercen la violencia tienen tanto que perder.

N. N. Y no todas las mujeres denuncian lo que les sucede. Un porcentaje muy alto no denuncia. La mujer migrante muchas veces no denuncia abusos en el campo, las casas o el hogar porque es tu palabra contra la suya. Y para que te den una protecci¨®n digna tienes que denunciar.

C. F. Si solo el 8% de las violencias se denuncia hay que abrir otros canales. El canal de atenci¨®n de 24 horas previsto en la ley era muy bueno, pero a¨²n no se ha puesto en marcha al completo.

N. N. La migrante en general no denuncia por miedo a la situaci¨®n administrativa y tambi¨¦n a la comunidad. Denunciar es obligatorio para tener una protecci¨®n, una casa, pero estigmatiza, tu comunidad te est¨¢ mirando. Para denunciar te piden pasaporte o la documentaci¨®n. Por eso hay miedo a la comunidad y miedo a las instituciones.

Hay varones j¨®venes que creen que las mujeres hemos ido demasiado lejos. Y muchos no han sido educados as¨ª. ?Qu¨¦ est¨¢ pasando?

E. G. M. Muchas mujeres de 50 o 40 y pico a?os me cuentan que tienen un hijo adolescente que ha crecido en un hogar igualitario y siempre les pregunto: ?Cu¨¢nto tiempo pasa en internet? ?Juega a videojuegos? ?Qu¨¦ tipo de videojuegos? ?Est¨¢ solo? ?Tiene amigos? Y tiene que ver con el tiempo que pasan en redes sociales. Muchos videojuegos est¨¢n conectados a tecnoculturas t¨®xicas, antifeministas o mis¨®ginas, pero tambi¨¦n islam¨®fobas, xen¨®fobas, tr¨¢nsfobas. El nivel de bilis digital al que est¨¢n expuestos es impresionante y las familias son ajenas a ello. Estamos trabajando mucho en temas de exposici¨®n a contenidos extremos que ven desde los 12 y 13 a?os. Hablo de pornograf¨ªa con beb¨¦s, con animales, de torturas, asesinatos, mutilaciones. Es algo que est¨¢ pasando y contribuyendo a generar una especie de anestesia en j¨®venes incapaces de ver a una persona en el otro lado. Y lo mismo con el consentimiento y los l¨ªmites. Son generaciones que se han educado con muy pocos l¨ªmites, muy pocas veces les han dicho que no y la primera vez que se encuentran con alguien que dice que no es una chavala, una compa?era.

C. F. Hay una responsabilidad grav¨ªsima por parte de sus mayores. Uno de los grandes fallos que tenemos es colocar la responsabilidad en los chavales, pero los varones de mi generaci¨®n y la siguiente han hecho una dejaci¨®n a la hora de legar a sus menores formas correctas de actuaci¨®n.

?Las mujeres no?

C. F. Mientras las mujeres hemos ido avanzando y nos hemos partido el lomo durante una d¨¦cada para hacer una sociedad mejor, mientras hemos roto el silencio de una forma revolucionaria, los hombres no han hecho absolutamente nada. Los varones no han establecido unos mecanismos para responder al patriarcado, para acompa?arnos, han permanecido en su pasmo. Esos padres silentes han dejado de lado su funci¨®n de legar en herencia unas maneras de actuaci¨®n a esos cr¨ªos. Les han ense?ado a ser deportistas, a estudiar mucho o a ser muy competitivos, pero no a renunciar a su masculinidad. Por eso los chavales se encuentran sin modelos de masculinidad. Los hombres de mi generaci¨®n no respondieron al #MeToo o al #Cu¨¦ntalo y cuando han tenido que responder al #SeAcab¨® y al caso Pelicot lo han hecho con el #NotAllMen. A la defensiva.

M. M. J. Algunos hombres me han preguntado por qu¨¦ no hacemos escuela de feminismo para los hombres y me ha parecido interesante.

C. F. ?Y por qu¨¦ no se lo montan ellos? Eso ser¨ªa partir de la base de que son tontos, y no lo creo.

M. M. J. No creo que sean tontos, sino que no saben c¨®mo reaccionar.

N. N. Los chavales no tienen ning¨²n modelo claro y ven c¨®mo sus padres consumen ciertas cosas y copian. Es puro capitalismo porque copian lo que se vende en las redes sociales.

C. F. Hay muchos referentes para mujeres en el star system, desde Meryl Streep a Cate Blanchett, que promueven iniciativas interesantes. Pero ah¨ª est¨¢ Kanye West declar¨¢ndose nazi con una t¨ªa desnuda al lado a modo de bolso. Hay muy pocos referentes de desmasculinizaci¨®n.

E. G. M. Y cuando lo intentan los llaman aliades o traidores de g¨¦nero. Hemos hecho investigaciones con varones j¨®venes de 18 a 30 a?os de toda ideolog¨ªa y de todo tipo, desde videojugadores a los t¨ªpicos ni?os rata, y a los que se consideran feministas les cuesta mucho encajar por falta de referentes. Se mofan de ellos. Hay much¨ªsima presi¨®n para que salgan de ese lugar y en la manosfera les dicen que, si van a manifestaciones feministas, es porque quieren follar. Desde el imaginario de ciertos hombres es impensable que haya hombres feministas.

Definan crisis de masculinidad.

E. G. M. Beatriz Ranea habla de resquebrajamiento de la masculinidad y son muchas crisis a la vez: la crisis de la autoridad racional masculina, que implica de repente que haya mujeres desafiando su r¨¦gimen de conocimiento; la crisis del paterfamilias; la crisis del empleo, ellos ya no son los proveedores ¨²nicos; y tambi¨¦n la ruptura del contrato sexual. Los inceles, el movimiento de los c¨¦libes involuntarios, responden a esto: ten¨ªamos derecho al sexo con mujeres por matrimonio, violaci¨®n o pagando, y de repente se ha roto ese contrato.

?Qu¨¦ da?o ha hecho el porno salvaje a las mujeres?

C. F. El porno mainstream populariza una violencia extrema sexual contra las mujeres que perpet¨²a la cultura de la violaci¨®n. Es una industria que da cantidad ingente de dinero y alguien deber¨ªa preocuparse por las condiciones laborales y de cotizaci¨®n, pero funciona al margen de las reglas. Mis hijos me han ense?ado c¨®mo descuartizaban mujeres mientras las violaban o c¨®mo un perro violaba a un ni?o de un a?o. Eso circula en los colegios de Madrid.

E. G. M. Veo a Nicole y pienso en lo que est¨¢ pasando en el Congo y se me ponen los pelos de punta.

Hablemos de ello. En la Rep¨²blica Democr¨¢tica de Congo se est¨¢n denunciando estos d¨ªas violaciones a ni?as y ni?os con formas de violencia que superan lo nunca visto. Usted viene de ah¨ª.

N. N. Es terrible. Las mujeres se han convertido de nuevo en arma de guerra, la comunidad internacional no se inmuta y la ONU se dedica a contar los n¨²meros de muertos como si fuesen resultados de unas elecciones. Est¨¢n peleando por el colt¨¢n y la comunidad internacional vela m¨¢s por los recursos que por las personas. En Kivu han matado a m¨¢s de 3.000 mujeres y beb¨¦s en los hospitales. En otros casos como el de las mujeres de Ucrania ha habido mecanismos para que esas mujeres tuvieran condiciones dignas. Pero las migrantes del Congo hoy no pueden volver al Congo, hay que revisar sus peticiones de asilo. El Gobierno tiene que tomar medidas. Ning¨²n inmigrante es de primera o segunda clase.

M. M. J. Ya sabes que si sois africanos sois de segunda o tercera o cuarta clase, dependiendo del pa¨ªs europeo.

N. N. Yo sal¨ª del Congo por violaciones, porque fui abusada. Y 25 a?os despu¨¦s la historia se repite. Aqu¨ª para pedir asilo te exigen un certificado de que has denunciado. ?Pero d¨®nde y c¨®mo denunciar a qui¨¦n? Se necesita un enfoque m¨¢s amplio. No me gusta hablar de m¨ª, es complicado¡­

Hacemos un alto para explicar la situaci¨®n de Nicole Ndongala, visiblemente afectada por las noticias de su pa¨ªs. Ella sali¨® muy joven del Congo, donde la guerra que puso fin a la dictadura de Mobutu en 1997 sembr¨® de violaciones el territorio. ¡°Tuve que dejar todo atr¨¢s porque unos tipos¡­ Cuando te meten en un calabozo con otros 50, primero sufres los abusos dentro del calabozo y luego lo que hacen contigo afuera. Ya no te sientes t¨². Yo hablo de mi yo sin m¨ª. Te abandonas a ti misma. Es una realidad que a m¨ª me revuelve, me hace vomitar, y ahora que tengo la fuerza suficiente para ayudar a las que est¨¢n all¨ª, hay que levantar la voz, no podemos permitirlo¡±, dice. En territorio congole?o ha trabajado precisamente Elisa Garc¨ªa Mingo, que document¨® el activismo contra los cr¨ªmenes sexuales como arma de guerra y que traza el hilo entre todas las violencias. Ella prosigue el debate.

E. G. M. Por eso me desangra el paralelismo de pensar que, en nuestra sociedad, donde tenemos herramientas contra la violencia, las nuevas generaciones se est¨¢n deshumanizando al consumir esos contenidos violentos mientras, en Bukavu, esos ni?os y mujeres est¨¢n siendo violados. En el Congo est¨¢n quemando mujeres vivas en espacios sin ninguna protecci¨®n. Y pienso en el fracaso para proteger a las nuevas generaciones.

C. F. Y pensemos en los foros que se est¨¢n generando para distribuir violencia propia, de forma horizontal, como los 66.000 de un chat de Portugal o los 70.000 de Alemania que compart¨ªan en Telegram fotos de sus hijas, sus mujeres, sus madres, sus amigas. No son ejemplos extraordinarios, es una nueva forma de generar contenido de violencia sexual que ya no depende de la industria, sino que copia los modos de la industria y los genera de forma horizontal. Este paso para m¨ª es sustancial.

E. G. M. En el documental de Almudena Carracedo No est¨¢s sola escuch¨¦ una cosa que no hab¨ªa o¨ªdo antes. Uno de los perpetradores de la Manada dec¨ªa: ¡°Quer¨ªamos hacer nuestra propia peli porno¡±. Ah¨ª est¨¢.

C. F. Pero muchas mujeres de m¨¢s de 50 a?os que me dan su testimonio hablan de abusos que sufrieron por parte de primos, vecinos o de la pandilla del pueblo en los cincuenta, sesenta o setenta. Y ah¨ª no hab¨ªa acceso al porno.

E. G. M. Yo he trabajado en el este del Congo con v¨ªctimas de violencia y tortura sexual. Yo misma he vivido episodios de ni?a y, despu¨¦s, han sido los peores por todo el silencio que se impone, un silencio espeso.

M. M. J. Uno de los peores momentos de mi vida fue cuando acompa?¨¦ a una amiga a denunciar lo que le hab¨ªa ocurrido a su hija con su padre y el polic¨ªa dijo: ¡°Ya est¨¢ malmetiendo a la ni?a¡±.

C. F. Yo sufr¨ª abusos sexuales de ni?a, de adolescente y en varias ocasiones. De los abusos de mi infancia me empec¨¦ a acordar a los 26. Hab¨ªan pasado m¨¢s de 15 a?os. El trauma que genera una violaci¨®n es tan atroz que te rompe el alma y recoserla cuesta tanto.

Vuelvo al principio. ?Alerta roja?

N. N. La alerta roja est¨¢ ah¨ª, pero las mujeres podemos cambiar esta historia porque la historia de nuestra vida la cambiamos nosotras y podemos ir dejando un legado a la juventud para que contin¨²e esta lucha. Creo que seguiremos adelante.

C. F. Es una alerta roja roj¨ªsima, granate sangre, y es por el silencio. Si algo aprendimos del siglo XX es que el gran problema de la violencia sist¨¦mica y global no viene de los peque?os grupos fascistas o ultras, sino de la gran mayor¨ªa que permanece silenciosa. Solo espero que la parte que permanece silente empiece a darse cuenta de que, o se unen a nosotras, a las mujeres que desde el feminismo damos una respuesta al fascismo, o su silencio ser¨¢ lo que nos condene a todos.