Competitividad en el ¨¢rea euro
Competitividad es un t¨¦rmino relativo. Si una empresa gana competitividad aumentando su cuota de mercado nacional o mundial es porque otra la pierde, y algo parecido ocurre con los pa¨ªses, aunque en estos no es un juego de suma cero, ya que compiten exportando e importando una parte minoritaria de su PIB, especialmente los m¨¢s grandes. Espa?a, por ejemplo, solo exporta el 28% de su PIB en bienes y servicios.
La competitividad de un pa¨ªs depende de m¨²ltiples factores, pero sobre todo de su productividad. La ¨²nica diferencia entre productividad y competitividad ocurre cuando el crecimiento de su capacidad de compra (lo que puede importar con los ingresos de lo exportado) sea menor que el de su PIB.
Para Espa?a, el gran reto es lograr un mayor nivel de capital humano, de innovaci¨®n y de calidad
Un pa¨ªs solo es competitivo cuando consigue cuotas crecientes de las exportaciones mundiales de bienes y servicios y compite favorablemente con las importaciones en su mercado interno, siempre que su productividad crezca para poder mantener una renta por habitante creciente y un desempleo decreciente. No es posible ser competitivo reduciendo solo los salarios.
Tener un d¨¦ficit por cuenta corriente en la balanza de pagos no significa que un pa¨ªs no sea competitivo, ya que solo refleja su ahorro neto o la diferencia entre su inversi¨®n (o gasto) y su ahorro nacionales. Puede resultar de haber recibido fuertes entradas de inversi¨®n extranjera (demostrando ser competitivo), pero como el saldo total de la balanza de pagos debe de ser cero, dicho super¨¢vit en su cuenta de capital debe compensarse con un d¨¦ficit en su cuenta corriente. Si un pa¨ªs tiene super¨¢vit comercial debe ser un inversor extranjero neto, y si tiene un d¨¦ficit, debe ser un importador de capital neto. Ambas balanzas tienen que cuadrar.
Puede resultar de una inversi¨®n nacional superior a su ahorro nacional. Si la rentabilidad de dicha inversi¨®n es suficiente para repagar la deuda que la ha financiado, su d¨¦ficit corriente ser¨¢ sostenible y la inversi¨®n mejorar¨¢ su renta futura. Tambi¨¦n puede resultar de sus tendencias demogr¨¢ficas: pa¨ªses con elevados porcentajes de poblaci¨®n en edad de ahorrar (entre 39 y 69 a?os) suelen tener un super¨¢vit corriente, y viceversa. Es decir, si la poblaci¨®n alemana continuara envejeciendo, dejar¨ªa de tener un super¨¢vit corriente. Medir la competitividad solo por el saldo corriente es equ¨ªvoco.
En la ¨²ltima d¨¦cada, el ¨¢rea euro (AE) ha sufrido desequilibrios crecientes entre los saldos corrientes de sus pa¨ªses miembros, aunque, en su conjunto, su saldo frente al resto del mundo ha permanecido equilibrado. Alemania ha aumentado su competitividad a costa de otros pa¨ªses como Espa?a, Irlanda, Grecia y Portugal, ya que sus costes laborales unitarios (CLU) han crecido alrededor de un 25% menos que el promedio de estos pa¨ªses, al aumentar su productividad m¨¢s y sus salarios menos que el resto. Al ser el saldo corriente externo del AE casi cero, para reducir dichos desequilibrios y restaurar su competitividad estos ¨²ltimos deben reducir sus CL. Sin embargo, es imposible que lo consigan si, al mismo tiempo, Alemania no aumenta los suyos.
Pero estas variaciones de CLU se han calculado tomando como a?o base 1999, el de creaci¨®n del euro, en lugar de aquel en el que exist¨ªa un equilibrio entre ellos. Si se toma el periodo 1995-2010, los CLU de Alemania no son competitivos hasta 2003, y lo empiezan a ser a partir de dicho a?o, cuando Irlanda y Espa?a gestaban su abultada burbuja inmobiliaria. Partiendo del a?o base 2003, la diferencia media en los CLU es solo del 15%.
Pa¨ªses con CLU poco competitivos en 1994, como Alemania y Austria, han conseguido serlo mucho m¨¢s despu¨¦s de 2003, y viceversa: Espa?a e Irlanda, muy competitivos en 1994, lo han sido menos a partir de 2003. Alemania empez¨® a perder competitividad tras su reunificaci¨®n, en 1990, al decidir igualar los salarios del Este y del Oeste, a pesar de la muy inferior productividad del Este, y su impacto competitivo negativo ha tardado m¨¢s de una d¨¦cada.
En Espa?a es poco probable que los agentes sociales acuerden reducir salarios para ganar competitividad, pero es m¨¢s probable que, al menos, con la nueva reforma laboral, muchas empresas puedan descolgarse de los convenios sectoriales y provinciales y hacer que los salarios empiecen finalmente a reflejar su productividad laboral subyacente.
Pero el gran reto est¨¢ en aumentar la productividad laboral y, especialmente, la productividad total de los factores (PTF), resultante de conseguir un mayor nivel de capital humano, de innovaci¨®n y de calidad y marca. La productividad s¨®lo puede incrementarse con reformas estructurales del mercado de trabajo, de los servicios, de la educaci¨®n, de la formaci¨®n y del I+D+i. Hasta ahora, se ha hecho ya una reforma laboral, positiva pero insuficiente, el sector p¨²blico ha gastado mucho m¨¢s en I+D+i, pero no as¨ª el privado, y todav¨ªa est¨¢n por completar las reformas educativa, formativa y de servicios.
Sin embargo, al comparar la productividad laboral con la competitividad en los pa¨ªses miembros del AE no se encuentra una correlaci¨®n clara entre ambas, e incluso puede ser negativa, como en Irlanda. Dos explicaciones son posibles: primera, la productividad es mayor en los bienes y servicios comerciables -los que exportan y compiten con las importaciones- que en los servicios no comerciables, que no compiten en mercados abiertos. Al aumentar su productividad, los sectores comerciables aumentan sus salarios, pero la negociaci¨®n colectiva los extiende a los sectores no comerciables, con mayor peso en el PIB, perdiendo as¨ª competitividad el conjunto del pa¨ªs. Segundo, los incrementos anuales de la productividad suelen ser peque?os, una fracci¨®n de un punto porcentual, mientras que los de los salarios suelen ser superiores a un punto.
La correlaci¨®n m¨¢s significativa se encuentra entre los aumentos de los CLU y los de la demanda interna, especialmente en el caso de Espa?a e Irlanda, y aunque no est¨¢ claro si los salarios empujan la demanda interna o viceversa, existe una mayor evidencia de lo segundo, al coincidir los auges de demanda interna con periodos de menor desempleo.
En resumen, la evidencia mayoritaria muestra que la ca¨ªda de la competitividad de dichos pa¨ªses ha sido end¨®gena, provocada primordialmente por auges de su demanda interna, alimentados por un fuerte aumento de cr¨¦dito barato bien para consumir, como en Grecia, o para invertir en vivienda o en equipo capital, como en Espa?a e Irlanda.
Si esta evidencia fuera cierta, ser¨ªa menos dif¨ªcil para Espa?a recuperar su competitividad y reducir su desequilibrio externo dentro del AE. El sector privado espa?ol, tanto familiar como empresarial, ha aumentado sustancialmente su nivel de ahorro, el crecimiento del cr¨¦dito bancario es todav¨ªa muy bajo y m¨¢s caro, la construcci¨®n residencial se ha desplomado y el sector p¨²blico est¨¢ haciendo el ajuste fiscal m¨¢s duro de la democracia.
Este retroceso en la demanda interna permitir¨¢ aumentar la competitividad y reducir el d¨¦ficit corriente, pero tambi¨¦n se necesita que la reforma laboral permita salarios reales m¨¢s flexibles y que la liberalizaci¨®n de los servicios y la reforma educativa y formativa consigan un mayor aumento de la productividad y una reducci¨®n de sus CLU. Si, asimismo, Alemania aumentase su demanda interna y sus CLU, lo que es muy probable, dado su actual crecimiento elevado y bajo desempleo, terminar¨ªa reduci¨¦ndose dicho desequilibrio. Para conseguir equilibrar sus posiciones netas externas, Espa?a necesitar¨ªa devaluar su tipo de cambio real un 20%, y Alemania necesitar¨ªa revaluar su tipo de cambio real un 13%.
Guillermo de la Dehesa es presidente del Centre for Economic Policy Research (CEPR).
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