La izquierda y Vargas Llosa
Ahora que han pasado unos d¨ªas desde la concesi¨®n del Nobel a Mario Vargas Llosa ya podemos decir lo obvio: el premio tiene la importancia que tiene, pero nada m¨¢s. Nada m¨¢s, claro est¨¢, para la obra de Vargas Llosa, a la que ni quita ni a?ade una coma, no quiz¨¢ para sus lectores ni para la Academia Sueca, que a juicio de muchos lo necesitaba con urgencia: al fin y al cabo, desde el punto de vista estrictamente literario este premio solo es, como ha dicho Rodrigo Fres¨¢n, un retorno a la cordura. As¨ª que, aunque el Nobel no cambie en nada lo esencial, al menos hay que celebrar ese retorno; un retorno que, adem¨¢s, ha provocado interesantes efectos secundarios. Por ejemplo, la alegr¨ªa indisimulable de los lectores corrientes de Vargas Llosa, muchos de los cuales parec¨ªan reci¨¦n salidos del armario tras un largo encierro: de hecho, a ratos daba la impresi¨®n de que a todos les hubieran dado el premio, y de que para ellos s¨ª era importante. No es algo tan frecuente, desde luego; no es algo que yo notara por ejemplo cuando se le conceci¨® el Nobel a Cela, cosa que puede deberse solo a que los m¨¦ritos literarios de Cela no son equiparables a los de Vargas Llosa, y no necesariamente a que esos lectores sintieran que Cela era un hombre opuesto a Vargas Llosa en casi todo, pero sobre todo en esto: aunque casi siempre pareci¨® nadar contra corriente, Cela siempre o casi siempre nad¨® a favor de la corriente. Ese es otro de los efectos secundarios que ha tenido el premio: ha mostrado de nuevo que, aunque a algunos les parezca que nada a favor de la corriente, Vargas Llosa siempre o casi siempre ha nadado contra corriente.
Es un intelectual ejemplar. Siempre ha servido a las causas que defiende y nunca se ha servido de ellas
Uno de los comentarios que m¨¢s hemos le¨ªdo estos d¨ªas en los peri¨®dicos a prop¨®sito del nuevo Nobel ha sido el siguiente: "Admiro sus obras, pero no siempre comparto sus ideas". Dicha as¨ª, la frase es extra?a, o a m¨ª me lo parece: si ni siquiera comparto siempre mis propias ideas, ?c¨®mo voy a compartir siempre las de otra persona? Pero en el fondo todos sabemos que la salvedad alude a algo distinto: al hecho de que Vargas Llosa es considerado, en tanto que intelectual -es decir, en tanto que escritor que interviene con sus escritos en la cosa p¨²blica-, como un conservador, como un hombre de derechas, si no como un reaccionario o como un autoritario. La prueba es que los matices a su premio siempre los ha puesto la izquierda, mientras que la derecha lo ha recibido como un premio a uno de los suyos; mejor prueba a¨²n es el hecho de que esa reputaci¨®n es la causa m¨¢s probable de que la Academia Sueca solo le haya dado este a?o un premio que merec¨ªa desde hace 30. Pues bien, lo que habr¨ªa que decir de entrada sobre este asunto es que, seao no un intelectual de derechas, Vargas Llosa es un intelectual singular. Primero porque siempre ha servido a las causas que defiende y nunca se ha servido de ellas. Segundo porque siempre est¨¢ dispuesto a contrastar sus ideas con la realidad y, si la realidad lo exige, a rectificarlas. Tercero porque en su evoluci¨®n pol¨ªtica desde las simpat¨ªas revolucionarias de su juventud hasta el liberalismo actual hay una coherencia profunda, como comprobar¨¢ quien se d¨¦ el gusto de leer los vol¨²menes sucesivos de Contra viento y marea, donde entre otras cosas hallar¨¢ una descripci¨®n razonada de esa trayectoria y, por ah¨ª, un instrumento indispensable para entender la vida intelectual de los ¨²ltimos a?os. Y cuarto -esto es un corolario de lo anterior, y quiz¨¢ tambi¨¦n lo m¨¢s importante- por una cuesti¨®n digamos de estilo. Como pensador, como polemista, Vargas Llosa es un liberal de verdad: nunca confunde, seg¨²n dir¨ªa Alejandro Rossi, un error intelectual con un error moral; es decir, nunca ataca a las personas sino a las ideas de las personas -nunca considera que un hombre equivocado es un hombre inmoral-; y, cuando ataca las ideas, nunca lo hace caricaturiz¨¢ndolas, es decir debilit¨¢ndolas, lo que en un pensador es s¨ªntoma de intolerancia y de impotencia, cuando no de vileza, sino exponi¨¦ndolas con la m¨¢xima fuerza, rigor y nitidez para luego lanzarse a refutarlas en buena lid y en campo abierto. Esto no es de derechas ni de izquierdas, ni reaccionario ni progresista: esto es algo que est¨¢ mucho antes que todo eso y se llama honestidad y coraje.
Pero hay m¨¢s. El mejor art¨ªculo sobre Vargas Llosa que he le¨ªdo tras la concesi¨®n del Nobel apareci¨® en este peri¨®dico y lo firm¨® Juan Gabriel V¨¢squez, que no en vano es un heredero leg¨ªtimo de Vargas Llosa (h¨¢ganse un favor y compru¨¦benlo leyendo su novela Los informantes). El art¨ªculo se titula El malentendido Vargas Llosa y, como corre el riesgo de haber quedado enterrado entre la hojarasca que hemos publicado otros, me permitir¨¦ recordar su contenido. V¨¢squez sostiene que solo quien no ha le¨ªdo a Vargas Llosa o lo ha le¨ªdo con anteojeras puede afirmar que es un intelectual de derechas o conservador, no digamos reaccionario o autoritario, porque la verdad es que "pocos como Vargas Llosa han defendido las ideas que la mejor izquierda ha reclamado tradicionalmente para s¨ª". No solo lo ha hecho en sus novelas, furiosos alegatos contra el fanatismo, contra el autoritarismo, contra el militarismo, sobre todo contra los abusos del poder; tambi¨¦n lo ha hecho en sus ensayos y art¨ªculos, donde ha defendido la libertad individual, el derecho al aborto, la igualdad para los homosexuales, la legalizaci¨®n de la droga y donde ha atacado el nacionalismo de cualquier especie (y no solo, paisanos catalanes, el nacionalismo catal¨¢n). Por supuesto, no todas las ideas de Vargas Llosa -y en particular su liberalismo econ¨®mico, por cierto menos radical y desde luego mucho menos ingenuo y m¨¢s elaborado de como lo pintan sus detractores- parecen inmediatamente ¨²tiles o aceptables para la izquierda; pero lo que me parece seguro es que es imposible que la izquierda salga del atasco ideol¨®gico y la consiguiente par¨¢lisis pr¨¢ctica en que lleva mucho tiempo metida si no es capaz de discutir con seriedad ideas como las de Vargas Llosa, si no deja de demonizarlas sin esforzarse en entenderlas, si no olvida sus nostalgias autoritarias y su complacencia con tiran¨ªas y nacionalismos, si no acepta sin resignaci¨®n que no hay justicia sin libertad y no entiende con entusiasmo que la democracia debe conseguir que libertad y justicia, esas dos verdades contradictorias -por usar la expresi¨®n de Isaiah Berlin que aprendimos en Vargas Llosa-, acaben conviviendo con armon¨ªa. Regalarle Vargas Llosa a la derecha es un p¨¦simo negocio para la izquierda, igual que fue un p¨¦simo negocio regalarles Orwell y Camus, que nunca quisieron saber nada de la derecha. De ah¨ª, me parece, vienen muchos de los males del pensamiento de la izquierda: de su sectarismo, de su rigidez, de su miedo a salirse del camino trillado, de su miedo a afrontar la realidad como es para cambiarla, de su miedo a la izquierda autoritaria, obsoleta, fracasada y cerril que parece la mala conciencia de la mejor izquierda. En cuanto a m¨ª, solo dir¨¦ que si la izquierda no es capaz de atender a las razones de Vargas Llosa y hacer suyo lo que tiene de izquierdista -igual que si no es capaz de hacer suyo lo que tienen de izquierdistas Orwell y Camus-, que empiece a pensar en borrarme de la lista.
Javier Cercas es escritor.
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