Pap¨¢, no apagues la luz, por favor
Lo que los ni?os escuchan y ven est¨¢ cada vez m¨¢s controlado, pero el miedo a la oscuridad y sus monstruos, a los animales o al agua se perpet¨²an a trav¨¦s de las generaciones
"Me da miedo el barco pirata de Peter Pan, porque tiran a los ni?os al mar y tienen que nadar mucho", cuenta Celia, cuatro a?os reci¨¦n cumplidos. "Ah, y tambi¨¦n los tigres. Los tigres m¨¢s que los leones porque tienen m¨¢s dientes". Otros miedos de Celia son m¨¢s comunes a los ni?os de su edad. Por ejemplo, le asusta recorrer el pasillo de su casa a oscuras. "Me da miedo porque es como el bosque de Blancanieves".
Apasionada de los cuentos cl¨¢sicos y de los relatos de todo tipo, los miedos de Celia tienen un trasfondo novelesco, pero los personajes amenazantes cobran vida solo en la oscuridad. Tambi¨¦n su amiga Candela, unos meses menor, teme a los personajes siniestros que pueblan los relatos para ni?os. "Sue?o que viene un ogro, negro, negro, que me come y yo lloro mucho", cuenta. Celia y Candela hablan de sus miedos mientras juegan con las pinturas sin atender demasiado a las preguntas de los adultos. De d¨ªa son muchas las distracciones y muchas las seguridades. Los temores de ambas llegan, sobre todo, por la noche, por eso es siempre complicada la hora de irse a dormir.
"Las pesadillas son formas de procesar el miedo", dice el doctor Soutullo
Celia: "Me da miedo el pasillo porque es como el bosque de Blancanieves"
Los miedos de Celia y de Candela no son excepcionales. Son comunes a la mayor¨ªa de los ni?os, que viven en un para¨ªso asaltado por amenazas tan inexistentes como aterradoras. Generaci¨®n tras generaci¨®n, brujas, ogros, a veces ladrones, personajes malignos de todo pelaje siguen formando parte de los miedos at¨¢vicos de los ni?os. Y la oscuridad es su reino, la atm¨®sfera en la que se materializan.
En los sue?os afloran todos estos temores hasta convertirse en pesadillas. Que no son malas en s¨ª mismas, "porque sirven para procesar los miedos del ni?o", dice el doctor C¨¦sar Soutullo, director de la Unidad de Psiquiatr¨ªa Infantil y Adolescente de la Cl¨ªnica Universitaria de Navarra y coautor del libro Convivir con ni?os y adolescentes con ansiedad.
Los ni?os de hoy crecen en una atm¨®sfera protegida en la que padres y abuelos les colman de atenciones y regalos. Los cuentos que leen, a menudo, son revisiones de relatos cl¨¢sicos en los que la maldad no causa estragos, y hasta el lobo feroz termina siendo amigo de Caperucita.
Y, sin embargo, la oscuridad y los monstruos que genera siguen siendo el miedo principal que declaran. Especialmente los m¨¢s peque?os. Como si el subconsciente de la especie humana siguiera anclado en un remoto pasado.
Mar¨ªa y Clara, de cinco y seis a?os de edad, respectivamente, sufren episodios de miedo por la noche. "Hay que quedarse con ellas un rato hasta que se duermen", dice su abuela. Y ser muy cuidadosa a la hora de elegir las lecturas. Hace poco dej¨® de leerles una versi¨®n infantil de El jorobado de Notre Dame porque "les daba mucho miedo el archidi¨¢cono que es el padre adoptivo de Quasimodo, un malo tremendo". Las brujas que aparecen en no pocos dibujos animados les obsesionan tambi¨¦n cuando cae la noche.
??igo, de nueve a?os, desconf¨ªa de los animales desde que le persigui¨® un perro que andaba suelto en un parque p¨²blico. "Es muy cauteloso. No hemos conseguido que montara un poni en un picadero al que vamos", se lamentan sus padres. El agua es otro temor recurrente. "Este verano fuimos a las piscinas naturales de El Paular (Madrid) y, aunque saben nadar, los ni?os no quisieron meterse en el agua. Dec¨ªan que no se ve¨ªa el fondo y eso les daba miedo", recuerda Ana Mar¨ªa Mart¨ªnez La Justicia, joven abuela de siete nietos entre los dos y los nueve a?os de edad.
Los miedos no desaparecen, pero van cambiando a medida que el ni?o crece. "Los m¨¢s mayores son m¨¢s sensibles a est¨ªmulos que tienen que ver con dudas sociales sobre si son apreciados por los amigos, miedo a los ex¨¢menes, a la sangre, a hacerse heridas...", a?ade Soutullo. A medida que el ni?o se hace mayor y aumenta su comprensi¨®n de la realidad, sus miedos se hacen m¨¢s l¨®gicos. Lo que no significa que no merezcan atenci¨®n. Porque, como explica Paloma M¨¦ndez de Miguel, del gabinete Activa Psic¨®logos, de Madrid, a los miedos hay que hacerles frente si persisten durante demasiado tiempo. De lo contrario pueden trasformarse en fobias. ?Qu¨¦ hacer, por ejemplo, con ese p¨¢nico incontrolado a los animales que tienen muchos ni?os?
"Lo que hace m¨¢s f¨¢cil o dif¨ªcil de superar un miedo no es el est¨ªmulo que lo provoca (perro, agua, etc¨¦tera), sino los recursos que uso ante ese miedo", explica esta psic¨®loga. "Si siempre evito el miedo, nunca lo afronto y adem¨¢s veo que mi familia se pone tensa ante esa situaci¨®n ser¨¢ mucho m¨¢s dif¨ªcil de superar. Si, por el contrario, mi entorno normaliza la situaci¨®n, me ayuda y acompa?a para que pueda afrontarlo, y voy enfrentando el miedo poco a poco seguramente lo supere con ¨¦xito y sin necesidad de intervenci¨®n profesional".
Existen diferencias entre ni?as y ni?os. Pero una encuesta reciente, realizada en la Universidad Estatal de Ohio (Estados Unidos), entre 85 ni?os de ambos sexos, de 8 a 12 a?os, echa por tierra algunos estereotipos. Lo que asusta a los ni?os puede ser diferente de lo que altera a las ni?as, pero el miedo es id¨¦ntico en ambos sexos.
Los investigadores llegaron a la conclusi¨®n de que los ni?os tem¨ªan m¨¢s a los animales, a los fen¨®menos sobrenaturales y a todo lo que pod¨ªa afectar a su seguridad. Las ni?as, en cambio, tem¨ªan m¨¢s a la oscuridad y a fen¨®menos naturales como las tormentas.
El miedo es una constante en la infancia como lo es en la vida adulta. Lo que cambia es el est¨ªmulo que provoca en nosotros esa reacci¨®n que, en condiciones normales, es positiva, porque nos ayuda a responder con m¨¢s agilidad a una amenaza o un reto que se nos presenta. Vivir es, en cierto modo, temer, y tambi¨¦n superar el miedo, que de otro modo puede truncar la propia vida.
Los humanos no somos los ¨²nicos en sentir esta emoci¨®n. Los animales viven en estado de alerta permanente. Tenemos miedo, con raz¨®n, a muchas cosas porque son peligrosas, o porque nos revelan nuestra propia fragilidad. El miedo es, en ¨²ltima instancia, la certeza de nuestra vulnerabilidad, detr¨¢s de la que se esconde la inevitabilidad de la muerte y el terror a dejar de ser. Pero, ?c¨®mo son los miedos a los que se enfrentan los ni?os?
Los muy peque?os no perciben los peligros reales, y hay que estar atentos para que no se lancen escaleras abajo, pero un ruido fuerte, un gesto duro, puede provocarles un ataque de p¨¢nico. Y en el ni?o que empieza a escuchar y a comprender, un relato de monstruos puede ser el desencadenante de muchas pesadillas. Las experiencias traum¨¢ticas dejan una huella mucho m¨¢s profunda en el ni?o, que puede requerir una ayuda extra para superarlas.
"Cuando muri¨® mi suegra, con solo 53 a?os, mi hijo mayor no hab¨ªa cumplido los tres a?os, y lo pas¨® muy mal", cuenta Nuria L¨®pez, de 36 a?os, madre de Teo, de cuatro a?os, y de Sol, de tres a?os de edad. "Ella viv¨ªa en nuestra casa, ba?aba a los ni?os, les daba el biber¨®n, y mi hijo estaba muy unido a su abuela. Cuando muri¨®, primero le dijimos que se hab¨ªa ido a la luna, pero resultaba algo extra?o. Pensamos que en el colegio le hablar¨ªan del cielo. Y le dijimos que se hab¨ªa ido al cielo, pero sin ninguna pista religiosa, porque no es nuestro estilo".
Teo, que siempre ha sido un ni?o sensible, reflexivo, empez¨® a tener un miedo tremendo a la p¨¦rdida, al abandono. "Le asustaba la idea de que su padre o yo nos fu¨¦ramos al cielo, como su abuela". De repente, la fragilidad de la vida humana se introdujo en su mundo infantil, tan necesitado de seguridades y certezas. El miedo del ni?o era tan grande que optaron por decirle que su abuela se hab¨ªa ido al cielo por fumar. "Y fue de lo m¨¢s tremendo, porque ahora en cuanto ve a alguien fumando le dice que se va a ir al cielo".
La psic¨®loga Paloma M¨¦ndez de Miguel recomienda en estos casos que el ni?o siga un ritual de duelo. "Por ejemplo, haciendo un dibujo a la abuela o escribiendo una carta de despedida". Ha pasado m¨¢s de un a?o, y Teo sigue recordando a su abuela, y siendo cauteloso. Su hermana Sol, pese a ser la peque?a, es mucho m¨¢s lanzada. "No le tiene miedo a nada", dice su madre.
Porque no todos los ni?os sufren el miedo con la misma intensidad. Algunos tienen lo que los expertos llaman mayor vulnerabilidad biol¨®gica. "Las personas que son m¨¢s nerviosas, que tienen un nivel de activaci¨®n m¨¢s alto, es m¨¢s probable que experimenten miedos y los generalicen", dice Paloma M¨¦ndez. "Por ejemplo, que ante una ¨²nica experiencia negativa en un ascensor, adquieran fobia a los ascensores".
Quiz¨¢s podr¨ªamos decir, de forma m¨¢s po¨¦tica, que los ni?os m¨¢s sensibles son m¨¢s propensos a sentir miedo, e incluso a dejarse arrastrar por ¨¦l. El doctor Soutullo apunta el dedo acusador tambi¨¦n a los padres. "Un ni?o con ansiedad frecuentemente tiene padres con ansiedad, que adem¨¢s de haberle pasado en los genes su susceptibilidad a ser miedoso, pueden ense?arle a evitar est¨ªmulos, y esto aumenta la ansiedad. La ansiedad aparece en las familias".
Los padres son tambi¨¦n culpables, a su modo, de estimular el miedo cuando se muestran hiperprotectores con sus hijos y no entienden la importancia de soltar amarras y ense?arles a crecer.
"La protecci¨®n de los padres es una pauta adaptativa para el beb¨¦, que no puede desenvolverse por s¨ª mismo", dice en su libro Miedos y temores en la infancia (ediciones Pir¨¢mide) el profesor de Personalidad, Evaluaci¨®n y Tratamientos Psicol¨®gicos de la Universidad de Murcia Francisco Xavier M¨¦ndez. Aprender es la clave. "Favorecer que se maneje por s¨ª solo y simult¨¢neamente irle retirando apoyos innecesarios constituye uno de los aspectos m¨¢s arduos de la educaci¨®n. La dependencia es una trampa tentadora. A veces, se prefiere peinar y vestir al ni?o, a invertir el esfuerzo de ense?arle, esperar a que lo haga y rectificar sus errores de principiante".
El ni?o con un d¨¦ficit de aprendizaje, que recurre constantemente a los padres para todo, ser¨¢ m¨¢s vulnerable a los miedos. Y su miedo puede convertirse en algo patol¨®gico.
"Al menos un 2% de los ni?os de preescolar sufren estos miedos que pasan a llamarse fobias. La cifra aumenta con la edad. Un 6% de los ni?os en edad escolar presentan alg¨²n tipo de fobia a agentes externos", explica el doctor C¨¦sar Soutullo. "No hay que olvidar que la ansiedad patol¨®gica es el trastorno mental m¨¢s frecuente en la infancia. Algo que se minimiza muchas veces, pero que es importante porque puede provocar problemas de ansiedad serios en la edad adulta y hasta a la depresi¨®n".
Obviamente, la mayor¨ªa de los ni?os se enfrentan a un miedo normal. Ese que se resume en el miedo a la oscuridad, en la que cobran vida los fantasmas, ogros y malos. O el miedo al agua y a los animales, sean ara?as, perros o serpientes. Un miedo que no deja de ser un reto, en el largo aprendizaje de la vida. En cada etapa un fantasma distinto perseguir¨¢ al peque?o. Y habr¨¢ que mirarle a los ojos. Porque, dice el doctor Soutullo, "si el ni?o evita las situaciones temidas y no se expone a ellas hasta dominarlas, el miedo ser¨¢ m¨¢s dif¨ªcil de superar".
Calma y penumbra para dormir sin pesadillas
La hora de irse a la cama es un momento crucial para los ni?os. Francisco Xavier M¨¦ndez aconseja a los padres en su libro Miedos y temores en la infancia que adopten un ritual estricto a la hora de acostar al peque?o. El profesor de la Universidad de Murcia hace hincapi¨¦ en la importancia de acondicionar una habitaci¨®n lo m¨¢s agradable posible para el ni?o, en la que se encuentre a gusto. "Conciliar el sue?o implica pasar del estado de vigilia o alerta al de reposo. Para disminuir el grado de activaci¨®n se retiran est¨ªmulos externos como la luminosidad. Si el ni?o protesta al apagarle la luz se reduce progresivamente la intensidad lum¨ªnica mediante un regulador el¨¦ctrico". Otra posibilidad, se?ala, es "enchufar un peque?o piloto" que ilumine tenuemente la habitaci¨®n y no resulte excitante.
En cuanto al ruido, "los ruidos elevados o cambios bruscos de volumen interfieren el sue?o". Gritos, timbrazos, o cl¨¢xones en la calle pueden sobresaltar al peque?o. Pero un silencio sepulcral puede ser tambi¨¦n contraproducente. "Tampoco es conveniente acostumbrar al ni?o a dormir en condiciones artificiales de silencio absoluto, de modo que cualquier ruido insignificante le despierte. Por el contrario, sones familiares y d¨¦biles tranquilizan al ni?o, que se siente acompa?ado".
Dentro de los rituales para preparar el sue?o del ni?o hay un paso clave: evitar los juegos agitados y las im¨¢genes excitantes. Tambi¨¦n los relatos inquietantes.
En tiempos menos concienciados sobre la necesidad de proteger a la infancia, abundaban los vecinos, t¨ªos o primos que disfrutaban asustando al ni?o con historias de terror.
Hoy, en opini¨®n de la psic¨®loga Paloma M¨¦ndez de Miguel, ese desagradecido papel lo interpreta la televisi¨®n. "Se emiten en formato de dibujos animados muchas series y pel¨ªculas que no son adecuadas para los ni?os. Las edades recomendadas (a partir de siete a?os, a partir de 13 a?os) tampoco son fiables. Por tanto, es necesario que los padres supervisen la programaci¨®n y la informaci¨®n que les llega a sus hijos filtr¨¢ndola". Son muchas las series de dibujos que reproducen situaciones de violencia. El hecho de que una serie le guste al ni?o, a?ade M¨¦ndez, "no significa que est¨¦ preparado para verla".
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