?Qu¨¦ preocupa a los vascos?
Imaginemos un ciudadano que, ignorante durante los ¨²ltimos 12 meses del discurrir de nuestra vida p¨²blica, se reencontrara de pronto con la realidad vasca. Comprobar¨ªa, en primer lugar, que persisten tres problemas (la econom¨ªa, la cuesti¨®n nacional y el terrorismo), pero, sobre todo, se percatar¨ªa adem¨¢s de que hay un clima pol¨ªtico enconado. Un clima lleno de protestas o reproches constantes que soplan la nuca del que manda (en Ajuria Enea, en las Diputaciones o en los Ayuntamientos de las capitales), hasta tal punto de que pueden llegar a marcar los calendarios de su actuaci¨®n.
Pero lo preocupante no es la bronca o el reproche, sino el rencor que ¨¦stos denotan. Estimulado y amplificado por una opini¨®n p¨²blica cada vez m¨¢s dividida, el rencor no se circunscribe al ¨¢mbito de la contienda estrictamente pol¨ªtica, sino que, de modo preocupante, amenaza con contagiar otras esferas de la sociedad. Por de pronto, seg¨²n el Soci¨®metro de octubre elaborado por el Gobierno vasco, el 77 % de los vascos califica su inter¨¦s por la pol¨ªtica como escaso o nulo. Y, por si fuera poco, la ciudadan¨ªa suspende a toda la clase pol¨ªtica. Y es que ese clima enconado lo padecemos con un PP, un PSE y un PNV en plena ebullici¨®n y, sobre todo, con sus dirigentes constantemente enfrentados, sea por lo que sea: en un plano m¨¢s general por ETA, por los presupuestos o por las transferencias del Gobierno central. Y en un ¨¢mbito m¨¢s particular, en Vizcaya con pol¨¦micas como la gesti¨®n del Departamento de Sanidad y en ?lava con el presunto caso de corrupci¨®n que afecta a cargos del PNV, imputados entre otras cosas por cohecho, tr¨¢fico de influencias y blanqueo de dinero.
Lo preocupante no es la bronca o el reproche, sino el rencor que denotan
Hemos llegado a una situaci¨®n en la que pase lo pase, todo va mal. Y si no, a¨²n estando bien, siempre se le puede sacar alg¨²n "pero". Y el ciudadano se da cuenta. Cualquier asunto es susceptible de ser criticado o, por lo menos, comentado. Sin embargo, en un escenario como ¨¦ste, la sociedad vasca no puede permitirse el lujo de que sus dirigentes pol¨ªticos y l¨ªderes sociales est¨¦n permanentemente con el garrote levantado, esperando la oportunidad de tener un motivo para arrearle al adversario. Porque de ah¨ª al cuanto peor, mejor, media s¨®lo un trecho de autodestructivo masoquismo. Es m¨¢s, por ese camino, no vamos a ning¨²n sitio. Todo lo contrario. Primero, bipolarizamos la visi¨®n de los problemas para despu¨¦s, deteriorar nuestra convivencia. Y lo que demanda la calle, lejos de todo esto, no es sino otra cosa que liderazgos integradores, capaces de concentrar todos los esfuerzos en afrontar los problemas existentes sin crear o estimular otros. El Soci¨®metro vasco del pasado mes de mayo ya encendi¨® la luz roja del desencanto: los niveles de abstenci¨®n de cara a pr¨®ximas elecciones pasaban del 15,7% al 20,1%.
Por su parte, el Euskobar¨®metro de julio lo dejaba tambi¨¦n claro: el 66% de los vascos se confesaba "insatisfecho" con el funcionamiento de la democracia. Y se lo o¨ªamos este verano al ex lehendakari Jos¨¦ Antonio Ardanza en uno de los cursos de la UPV: "Es necesario alcanzar acuerdos entre distintas formaciones como los que hicieron posible la materializaci¨®n del Pacto de Ajuria Enea en 1988". O, lo que es lo mismo, la situaci¨®n actual requiere de liderazgos de carne y hueso, capaces de sintonizar con la gente diciendo la verdad y buscando con seriedad las respuestas.
A menos de un a?o para las elecciones forales y municipales, se equivocan aquellos dirigentes que piensan que su tarea principal no es tanto producir ideas como interpretarlas, esto es, reproducir con oficio de actor el papel predefinido por un gui¨®n. La pr¨¢ctica de la pol¨ªtica como espect¨¢culo dificulta el uso del instrumento fundamental para afrontar la situaci¨®n: el consenso pol¨ªtico. Euskadi no puede convertirse en un parque de atracciones en el que se pueda jugar a ver d¨®nde toca hoy la bronca y contra qui¨¦n. Los partidos no pueden echar m¨¢s le?a al fuego, convencidos de que con las funciones de Gobierno o de oposici¨®n pueden devolver a sus rivales una m¨ªnima dosis de la misma amarga medicina que han recibido con sus problemas.
La sociedad espera de sus representantes que ofrezcan soluciones y no que aprovechen cada incidente para enzarzarse en disputas que s¨®lo crean confusi¨®n y desencanto. Lo explicaba hace unas semanas el alcalde italiano de Bondeno, Alan Fabbri en una entrevista en Il Corriere Della Sera: "Gano porque no hablo de pol¨ªtica en abstracto, sino de los problemas de mi gente. Cuando hay que asfaltar una carretera se asfalta, sin tantos giros de palabras". Lo denominemos como lo denominemos, no puede prevalecer el destructivo "cuanto peor, mejor" si se aspira a gobernar en las pr¨®ximas elecciones. Porque si no, unos y otros correr¨¢n el riego de alcanzar la cabeza de la manifestaci¨®n cuando ¨¦sta comience a disolverse. Y la sociedad espera de sus dirigentes que aumenten el campo de lo posible, que aprovechen su elasticidad. Pero para eso, las formaciones deben ser capaces de afrontar un doble cambio de mensajes y en algunos casos, de personas. No es posible seguir con el espect¨¢culo de esos pol¨ªticos que, en tropel, hablan todos de todo, sin jerarquizar los mensajes y sin distinguir qu¨¦ personas lanzan qu¨¦ argumentos.
Andoni Orrantia es periodista.
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