Elecciones catalanas y deriva confederal
El futuro pol¨ªtico e institucional de Catalu?a -y de Espa?a- depende de los pr¨®ximos comicios del 28-N. ?Concierto econ¨®mico, refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n, independencia unilateral?
Las pr¨®ximas elecciones catalanas representan una encrucijada hist¨®rica, pues de su resultado depende el futuro no solo pol¨ªtico sino institucional tanto de Catalu?a como de nuestro pa¨ªs. Pese a lo cual se espera una abultada abstenci¨®n, como si estos comicios fueran irrelevantes. ?Qu¨¦ nos jugamos el 28-N? En el ¨¢mbito catal¨¢n, a escala pol¨ªtica se decide la alternancia hacia un nuevo ciclo electoral, tras dos legislaturas de mandato socialista. Pero ?la alternancia hacia d¨®nde? Lo que se juega es la sustituci¨®n del caduco Tripartit por otro nuevo Govern, no sabemos si monocolor de CiU, sociovergente, bisoberanista (CiU+ERC) o de coalici¨®n entre CiU y PP. Mientras que a escala institucional se decide la respuesta a la sentencia del Tribunal Constitucional (TC) sobre el nuevo Estatut. Pues seg¨²n sea la correlaci¨®n de fuerzas que salga de las urnas, esa sentencia ser¨¢ asumida con pragmatismo o por el contrario rechazada, en abierta ruptura con ella a fin de proponer un nuevo redise?o del encaje espa?ol de Catalu?a: ?concierto econ¨®mico, refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n, independencia unilateral?
Eso por lo que respecta al futuro de Catalu?a. Pero lo que est¨¢ en juego en esas elecciones es tambi¨¦n el futuro pol¨ªtico e institucional de Espa?a, que depender¨¢ igualmente de lo que voten o dejen de votar los catalanes el 28-N. En t¨¦rminos pol¨ªticos, esos comicios van a definir no solo el final de esta legislatura, sino tambi¨¦n el inicio de la pr¨®xima, dando por probable que esta segunda sea la ¨²ltima de Zapatero. Dicho de otro modo, los electores catalanes van a ser quienes cierren este ciclo pol¨ªtico y abran el pr¨®ximo, contribuyendo as¨ª a determinar el signo de la futura mayor¨ªa pol¨ªtica en el Parlamento espa?ol. Pues tambi¨¦n aqu¨ª las alternativas futuras depender¨¢n de cu¨¢l sea la correlaci¨®n de fuerzas que arrojen las urnas el 28-N, seg¨²n que hagan factible en el Congreso una futura entente de la minor¨ªa catalana con el PP o con el PSOE.
Pero lo m¨¢s decisivo y trascendente de cuanto nos jugamos el 28-N es el futuro institucional del sistema auton¨®mico espa?ol, que tambi¨¦n pende de un hilo seg¨²n cu¨¢les sean los resultados de los pr¨®ximos comicios catalanes. Como he apuntado antes, sus diversas candidaturas pueden agruparse a este respecto en tres posturas, expuestas por orden creciente de expectativas electorales: el independentismo de ERC, que pretende sacar a Catalu?a del sistema espa?ol; el federalismo del PSC, que intenta dejar las cosas tal como est¨¢n ahora; y el confederalismo de CiU, que plantea superar el actual r¨¦gimen general en que se inscribe el Estatut catal¨¢n para transformarlo de acuerdo al modelo foral de concierto econ¨®mico privativo de vascos y navarros. Y como lo m¨¢s probable es que CiU gane los comicios, es de temer que su victoria implique una nueva vuelta de tuerca en la deriva confederal.
En efecto, como he planteado en otro lugar (Claves, n¨²mero 172, mayo 2007), el proceso de desarrollo auton¨®mico que viene recorriendo Espa?a desde 1978 puede caracterizarse como una lenta deriva desde el inicial federalismo que subyace al modelo hacia el confederalismo que tanto parece atraer hoy al nacionalismo catal¨¢n. Esto resulta posible porque en nuestra Constituci¨®n coexisten de forma ambivalente los dos modelos, tanto el federal como el confederal. Es confederal para las dos autonom¨ªas que mantienen sus derechos forales premodernos, fundados en el concierto econ¨®mico bilateral: Navarra y Euskadi. Y es federal para todas las dem¨¢s autonom¨ªas de r¨¦gimen general, que deben compartir sus sistemas tributarios en un modelo multilateral de caja com¨²n. Lo cual permite que las diputaciones forales vasconavarras puedan hacer rancho aparte en materia de impuestos, obteniendo as¨ª gran independencia fiscal, mientras que todas las dem¨¢s autonom¨ªas, en cambio, incluida la catalana, deben compartir solidariamente el caf¨¦ para todos.
Y la pregunta que se hacen muchos catalanes es ?por qu¨¦ vascos y navarros son independientes tributariamente, pero nosotros no? Si ellos tienen constitucionalmente reconocida su soberan¨ªa foral, ?por qu¨¦ no podemos reclamar lo mismo nosotros? ?Por qu¨¦ tenemos que compartir el rancho com¨²n del caf¨¦ para todos, si la Constituci¨®n nos reconoce derechos hist¨®ricos como nacionalidad diferencial? Y esta pregunta sin f¨¢cil respuesta es la que enlaza con la deriva confederal que da t¨ªtulo a mi texto. Con el t¨¦rmino "deriva" me refiero a esa larga secuencia hist¨®rica de sucesivas reclamaciones de nuevos derechos de autogobierno (transferencias de competencias y tributos) que se ve coronada por el ¨¦xito cada vez que la debilidad parlamentaria del Gobierno central precisa del apoyo de la minor¨ªa catalana en el Congreso. As¨ª fue como la Generalitat creci¨® en soberan¨ªa fiscal en tres fechas cruciales: 1993, cuando el presidente Gonz¨¢lez cedi¨® un 15% del IRPF; 1996, cuando el presidente Aznar increment¨® esa cesi¨®n hasta un tercio del total; y 2006, cuando el presidente Zapatero volvi¨® a incrementarla hasta la mitad de los ingresos fiscales. Ahora bien, en cuanto los catalanes obtienen alguna cesi¨®n tributaria, inmediatamente las dem¨¢s autonom¨ªas reclaman igualarse en capacidad de autogobierno, dando as¨ª lugar a ciclos sucesivos de crecientes transferencias estatutarias. Por lo tanto, si esta deriva prosiguiese hasta el l¨ªmite, terminar¨ªa por transferirse el 100% de la fiscalidad, transformando el sistema entero en confederal.
El motor de esta deriva es un par de fuerzas acopladas, que cabe definir como principio de distinci¨®n y principio de emulaci¨®n. El principio de distinci¨®n mueve a reclamar derechos diferenciales que no tengan los dem¨¢s, y a ¨¦l se acogen las nacionalidades con pasado hist¨®rico foral: Euskadi, Navarra y tras ellas Catalu?a. Son aquellas comunidades que protagonizaron las guerras carlistas, y que tambi¨¦n se caracterizan, como demostr¨® Jordi Canal a partir del modelo propuesto por Emmanuel Todd, por poseer un derecho sucesorio derivado de la familia troncal, donde la herencia se reparte desigualmente en beneficio del primog¨¦nito (el hereu o la pubilla). En cambio, el principio de emulaci¨®n mueve a reclamar los mismos derechos que obtengan los dem¨¢s en igualdad de condiciones, y a ¨¦l se acogen todas las autonom¨ªas de r¨¦gimen general, cuyo derecho sucesorio se inspira en el reparto igualitario de la herencia entre todos los hermanos: es el universalista caf¨¦ para todos que tanto irrita al diferencialismo catal¨¢n. Y este par de fuerzas distinci¨®n-emulaci¨®n es el que impulsa la deriva confederal, pues en cuanto la nacionalidad catalana obtiene nuevas cotas de autogobierno como signo de distinci¨®n, inmediatamente las dem¨¢s autonom¨ªas la emular¨¢n, neg¨¢ndose a ser menos que aquella. As¨ª, por ejemplo, si se distinguiese a Catalu?a con el Concierto Econ¨®mico, como pretende CiU, pronto tratar¨ªan de emularla otras comunidades aut¨®nomas, como las Baleares.
Pero en esta deriva hacia un insostenible horizonte confederal, la sentencia del TC sobre el nuevo Estatut ha venido a suponer un punto de inflexi¨®n. Al margen de sus discutidas soluciones t¨¦cnicas, lo cierto es que su negativa a avalar el establecimiento unilateral del Poder Judicial catal¨¢n ha supuesto un veto en toda regla a esa emergente voluntad confederal. Algo que no ha gustado nada a los nacionalistas, que ahora insisten de nuevo en su desaf¨ªo doblando su apuesta ante los comicios del 28-N. Y para ello su programa pretende escalar nuevas cotas de soberan¨ªa fiscal, reclamando su propio concierto foral en abierta rebeld¨ªa contra la sentencia del TC que hab¨ªa frenado en seco esa deriva confederal. Sin embargo, los comicios van a celebrarse justo cuando el propio Tribunal ha visto por fin superado el bloqueo que paralizaba su renovaci¨®n. Y dada la trayectoria de los nuevos magistrados que van a integrarlo, cabe esperar que a partir de ahora se redoblen sus esfuerzos para limitar definitivamente la deriva confederal. En tal situaci¨®n, la jornada del 28-N promete ser dram¨¢tica, si al d¨ªa siguiente sus vencedores deciden desafiar de nuevo al Constitucional con sus reivindicaciones confederales. Todo ello con permiso de los catalanes abstencionistas.
Enrique Gil Calvo es profesor titular de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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