Nuevo descubrimiento
Mirado con reluctancia y aprensi¨®n por la mayor¨ªa de los ciudadanos de los pa¨ªses latinoamericanos desde casi el mismo momento de lograr su independencia, los cuales prefer¨ªan afincar sus respectivas identidades en el patrimonio hist¨®rico-art¨ªstico anterior al descubrimiento de Am¨¦rica, el llamado arte colonial posee un inmenso valor que desborda cualquier estrecha visi¨®n pol¨ªtica. Tambi¨¦n la ret¨®rica pol¨ªtica afect¨® a Espa?a, que quiso usarlo, principalmente durante el franquismo, como una trasnochada reivindicaci¨®n del finiquitado Imperio y de las glorias de una raza hisp¨¢nica. Ambas son visiones caducas, que es imprescindible superar, porque, a la postre, ni benefician a los que las promueven, ni, sobre todo, al conocimiento de un maravilloso y muy singular fen¨®meno cultural, de inter¨¦s universal.
De entrada, hay dos hechos que caracterizan la exploraci¨®n y conquista del continente americano y otras tierras de ultramar por parte de los espa?oles: el primero y m¨¢s importante es el mestizaje, que, desde luego, no se limit¨® al simple cruce racial; el segundo, que el af¨¢n de explotaci¨®n no impidi¨® el desarrollo de una formidable pol¨ªtica de infraestructuras locales, que, por ejemplo, apenas si existi¨® en los territorios norteamericanos bajo dominio brit¨¢nico. Las razones que explican este comportamiento colonial tan desparejo son diversas y complejas, pero su ra¨ªz ¨²ltima quiz¨¢ obedezca a una concepci¨®n del poder imperial m¨¢s medieval por parte de los monarcas espa?oles, frente a otra imperialista propia del moderno capitalismo anglosaj¨®n. Sea como sea, lo cierto es que en los territorios ultramarinos dependientes de la corona espa?ola, entre los siglos XVI y XIX, se lleva a cabo una formidable labor constructiva y art¨ªstica, que no s¨®lo forma una parte sustancial del arte de la ¨¦poca moderna, sino que posee una personalidad ¨²nica, al surgir del entrecruzamiento de las culturas m¨¢s diversas.
Tan s¨®lo acotando el tema al terreno de la pintura, como lo hace la exposici¨®n titulada Pintura de los Reinos. Identidades compartidas en el mundo hisp¨¢nico, el resultado de lo exhibido es, se mire por donde se mire, de un inter¨¦s y una calidad asombrosos. Sorprende, por tanto, que, con semejante acervo patrimonial, ninguno de sus protagonistas hayan sabido sacarle su extraordinario rendimiento potencial, empezando por lo m¨¢s b¨¢sico, que es explicar su aut¨¦ntico sentido y su importancia, m¨¢s all¨¢ de oportunistas ret¨®ricas pol¨ªticas.
En el caso espa?ol, es muy elocuente la inveterada p¨¦sima gesti¨®n de lo atesorado en nuestro pa¨ªs de este incre¨ªble legado hist¨®rico-art¨ªstico. Hasta 1941, por ejemplo, no se crea una nueva instituci¨®n del as¨ª llamado Museo de Am¨¦rica, ni se inaugura su nueva sede f¨ªsica propia hasta 1965, habi¨¦ndose cobijado sus tesoros hasta entonces en el Museo Arqueol¨®gico Nacional, fundado casi un siglo antes, en 1867. Ubicado en la zona de Moncloa, muy cerca de la Ciudad Universitaria, el nuevo edificio, dise?ado por los arquitectos Luis Feduchi y Luis Moya, y sus fant¨¢sticas colecciones no fueron adecuadamente dotados y promocionados. No se ha producido tampoco nunca una reflexi¨®n y un debate serios sobre c¨®mo ordenar y distribuir sus tesoros, en los que se mezclan las obras precolombinas, el arte colonial, las artes populares e industriales, los documentos de la ¨ªndole m¨¢s diversa, etc¨¦tera. Por otra parte, no se ha llevado una duradera pol¨ªtica de exposiciones temporales, ni la programaci¨®n de otras muchas actividades que podr¨ªan haberlo convertido en el centro de la atenci¨®n p¨²blica nacional e internacional. Con un poco de imaginaci¨®n y medios, se comprende, en fin, lo que pod¨ªa dar de s¨ª una instituci¨®n como ¨¦sta, hoy todav¨ªa muy poco conocida por la mayor¨ªa de los espa?oles, aunque deber¨ªa ser uno de los cauces para que se produjera un nuevo descubrimiento de Am¨¦rica, que ser¨ªa simult¨¢neamente tambi¨¦n el descubrimiento de nuestro pasado y de nosotros mismos, y, por supuesto, por lo mismo, el de los pueblos americanos.
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