Barbarie con rostro humano
La oleada de rechazo del inmigrante en Europa es hoy la principal amenaza para su legado cristiano. El miedo al extranjero empieza a impregnar tambi¨¦n el anta?o tolerante multiculturalismo liberal
La reciente expulsi¨®n de Francia de los gitanos residentes en su territorio en situaci¨®n ilegal, a los que se ha deportado a Ruman¨ªa, su pa¨ªs de origen, ha suscitado muchas protestas en toda Europa, en medios progresistas y tambi¨¦n entre importantes pol¨ªticos, y no solo de izquierdas. Sin embargo, las expulsiones no se han detenido, y constituyen adem¨¢s la punta de un enorme iceberg que se alza dentro de la pol¨ªtica europea. Hace un mes, un libro de Thilo Sarrazin, un directivo de banca considerado pol¨ªticamente cercano a los socialdem¨®cratas, caus¨® esc¨¢ndalo en Alemania al plantear la tesis de que la naci¨®n alemana estaba amenazada por la presencia de demasiados inmigrantes a los que se permit¨ªa mantener su identidad cultural. Aunque el libro fue un¨¢nimemente censurado, su tremendo impacto pone de relieve que al gran p¨²blico le dio donde le duele. Incidentes como estos han de evaluarse en el marco de una reorganizaci¨®n a largo plazo del espacio pol¨ªtico en Europa occidental y oriental.
El Otro est¨¢ bien siempre que su presencia no sea molesta, siempre que no sea realmente un Otro
Es un retroceso desde el amor cristiano al pr¨®jimo a la pr¨¢ctica pagana de privilegiar a la propia tribu
Hasta hace poco, el espacio pol¨ªtico de los pa¨ªses europeos estaba dominado por dos grandes formaciones que se dirig¨ªan al conjunto del cuerpo electoral, es decir, por un partido de centro-derecha (cristianodem¨®crata, liberal-conservador, popular...) y por otro de centro-izquierda (socialista o socialdem¨®crata), a los que se a?ad¨ªan peque?as formaciones (ecologistas o comunistas). En el Oeste tanto como en el Este, los ¨²ltimos resultados electorales apuntan a la paulatina aparici¨®n de otra polaridad. Hay un partido centrista predominante que defiende el capitalismo global, generalmente con un programa cultural liberal (tolerancia hacia el aborto, los derechos de los homosexuales, las minor¨ªas religiosas y ¨¦tnicas, etc¨¦tera). A ese partido se opone cada vez con m¨¢s fuerza alguna formaci¨®n populista contraria a la inmigraci¨®n que, en sus m¨¢rgenes, va acompa?ada de grupos neofascistas abiertamente racistas. El caso m¨¢s paradigm¨¢tico es el de Polonia: tras la desaparici¨®n de los ex comunistas, las principales formaciones pol¨ªticas son el partido liberal, centrista y "antiideol¨®gico" del primer ministro Donald Tusk y el partido cristiano conservador de los hermanos Kaczynski. Hay tendencias similares en Holanda, Noruega, Suecia, Hungr¨ªa... ?C¨®mo hemos llegado hasta aqu¨ª?
Tras d¨¦cadas de Estado del bienestar -o de su promesa-, cuando los recortes financieros se limitaban a breves periodos y se aplicaban prometiendo que las cosas pronto volver¨ªan a la normalidad, entramos ahora en una nueva ¨¦poca en la que la crisis, o m¨¢s bien cierto estado de emergencia econ¨®mica que precisa de toda clase de medidas de austeridad, es permanente, se convierte en una constante, en pura y simplemente una forma de vida. Despu¨¦s de la desintegraci¨®n de los reg¨ªmenes comunistas en 1990, entramos en una nueva era en la que la forma predominante de ejercicio del poder estatal se ha convertido en una despolitizada administraci¨®n t¨¦cnica que se dedica a coordinar los intereses.
La ¨²nica manera de introducir pasi¨®n en ese ¨¢mbito, de movilizar realmente a la gente, es mediante el miedo: a los inmigrantes, a la delincuencia, a la imp¨ªa depravaci¨®n sexual, al exceso de Estado (que abruma con unos impuestos y un control excesivos), a la cat¨¢strofe ecol¨®gica y, tambi¨¦n, al acoso (la correcci¨®n pol¨ªtica es el caso paradigm¨¢tico de la pol¨ªtica del miedo liberal). Esa forma de hacer pol¨ªtica siempre se basa en la manipulaci¨®n de un ochlos paranoico, en la aterradora concentraci¨®n de hombres y mujeres atemorizados. Esta es la raz¨®n de que el gran acontecimiento de la primera d¨¦cada del nuevo milenio fuera la entrada en la ortodoxia pol¨ªtica del discurso contra la inmigraci¨®n, que cort¨® por fin el cord¨®n umbilical que lo un¨ªa a partidos marginales de extrema derecha. Desde Austria hasta Holanda, pasando por Francia o Alemania, y en virtud del nuevo orgullo que suscita la propia identidad cultural e hist¨®rica, los principales partidos ahora descubren que es aceptable insistir en la condici¨®n de invitados de unos inmigrantes que deben adaptarse a los valores culturales que definen la sociedad de acogida: "Es nuestro pa¨ªs, si no lo quieres, te vas". Es imprescindible se?alar hasta qu¨¦ punto la tolerancia progresista liberal comparte ciertas premisas fundamentales con esta actitud: su exigencia de respeto y de apertura hacia la otredad (¨¦tnica, religiosa o sexual), tiene su contrapunto en el miedo obsesivo al acoso. El Otro est¨¢ bien siempre que su presencia no sea molesta, siempre que no sea realmente un Otro... En realidad, mi deber de tolerancia para con el otro significa que no debo acercarme demasiado a ¨¦l, meterme en su espacio. En la sociedad capitalista tard¨ªa el derecho humano que va torn¨¢ndose m¨¢s esencial es el derecho a no ser acosado: a mantenerse a distancia prudencial de los dem¨¢s.
No es extra?o que el tema de los seres t¨®xicos haya ganado terreno ¨²ltimamente. Aunque el concepto procede de la psicolog¨ªa de divulgaci¨®n y nos previene contra los vampiros emocionales que andan por ah¨ª al acecho, ahora est¨¢ yendo mucho m¨¢s all¨¢ de las relaciones interpersonales inmediatas: el calificativo t¨®xico alude a propiedades pertenecientes a niveles (naturales, culturales, psicol¨®gicos, pol¨ªticos) totalmente distintos. Un ser t¨®xico puede ser un inmigrante con una enfermedad mortal al que hay que poner en cuarentena; un terrorista cuyos mort¨ªferos planes deben evitarse y al que se debe encerrar en Guant¨¢namo, esa zona vac¨ªa ajena al imperio de la ley; un ide¨®logo fundamentalista al que hay que silenciar porque difunde el odio; un padre, madre, profesor o sacerdote que abusa de los ni?os y los corrompe. Lo t¨®xico es el propio vecino extranjero, el abismo que hay, por ejemplo, en sus placeres o creencias. De manera que el objetivo final de cualquiera de las normas que rigen las relaciones personales es poner en cuarentena o por lo menos neutralizar y contener esa dimensi¨®n t¨®xica, reducir al vecino a la condici¨®n de pr¨®jimo.
En el mercado actual encontramos una amplia gama de productos carentes de su componente nocivo: caf¨¦ sin cafe¨ªna, nata sin grasa, cerveza sin alcohol... ?Qu¨¦ decir del sexo virtual, que es sexo sin sexo; de la doctrina de guerra sin v¨ªctimas (en nuestro bando, claro) de Colin Powell, que es una guerra sin guerra; de la redefinici¨®n actual de la pol¨ªtica como arte de la administraci¨®n t¨¦cnica, que es una pol¨ªtica sin pol¨ªtica? Todo ello nos conduce al tolerante multiculturalismo liberal, que es una experiencia del Otro privado de su otredad: un Otro descafeinado que practica danzas fascinantes y que aborda la realidad desde un enfoque hol¨ªstico ecol¨®gicamente sensato, mientras rasgos como el maltrato a la esposa quedan fuera de c¨¢mara.
Quien mejor plante¨®, all¨¢ por 1938, el mecanismo que activa esa neutralizaci¨®n fue Robert Brasillach, el intelectual fascista franc¨¦s condenado y fusilado en 1945, que, consider¨¢ndose un antisemita "moderado", invent¨® la f¨®rmula del "antisemitismo razonable": "Nos permitimos aplaudir en el cine a Charlie Chaplin, un medio jud¨ªo; admirar a Proust, un medio jud¨ªo, y aplaudir a Yehudi Menuhin, un jud¨ªo. Y la voz de Hitler viaja por las ondas radiof¨®nicas a continuaci¨®n del nombre del jud¨ªo Hertz. (...) No queremos matar a nadie, no queremos organizar ning¨²n pogromo. Pero tambi¨¦n pensamos que la mejor manera de obstaculizar las siempre impredecibles acciones del antisemitismo instintivo es organizar un antisemitismo razonable".
?Acaso no est¨¢ presente esta misma actitud en la forma que tienen nuestros Gobiernos de abordar la "amenaza de la inmigraci¨®n"? Despu¨¦s de rechazar con superioridad moral el descarado racismo populista tach¨¢ndolo de "poco razonable" y de inaceptable para nuestras normas democr¨¢ticas, avalan "razonablemente" medidas de protecci¨®n racistas... o, como brasillachs de hoy en d¨ªa, algunos de ellos incluso socialdem¨®cratas, nos dicen: "Nos permitimos aplaudir a deportistas africanos y de Europa del Este, a doctores asi¨¢ticos o a programadores inform¨¢ticos indios. No queremos matar a nadie, no queremos organizar ning¨²n pogromo, pero tambi¨¦n pensamos que la mejor manera de obstaculizar las siempre impredecibles y violentas medidas defensivas que suscita la inmigraci¨®n es organizar una protecci¨®n razonable frente a los inmigrantes".
Esta concepci¨®n de la desintoxicaci¨®n del vecino supone un paso claro de la barbarie directa a la barbarie con rostro humano. Plasma un retroceso que va desde el amor cristiano al vecino a la pr¨¢ctica pagana de privilegiar a la propia tribu frente al Otro b¨¢rbaro. La idea, aunque se envuelva en la defensa de los valores cristianos, constituye en s¨ª misma la principal amenaza para el legado cristiano.
Slavoj Zizek es fil¨®sofo esloveno. Traducci¨®n de Jes¨²s Cu¨¦llar Menezo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.