Habr¨¢ que entusiasmar

Esta temporada, la Orquesta de Valencia va a soportar el peso de la programaci¨®n del Palau de la M¨²sica. Dado el baj¨®n presupuestario, la actuaci¨®n de grandes formaciones y directores extranjeros ha disminuido de forma radical. Pero el p¨²blico se ha acostumbrado a un alto nivel de calidad, y los m¨²sicos locales van a tener que intentar alcanzarlo si quieren conservar su favor. Ya no basta tocar bien: hay que entusiasmar.

La sesi¨®n del viernes tuvo correcci¨®n, pero no excelencia. En el estreno de Ferrer Ferr¨¢n (Alba Sapientia), donde precisamente se plantea la exhibici¨®n de habilidad de los profesores, s¨ª se consigui¨® una actuaci¨®n lucid¨ªsima, brillando con especial fuerza la percusi¨®n y los metales. La partitura, muy bien construida, ofreci¨® un s¨®lido contrapunto y una colorida instrumentaci¨®n, aunque el concepto y la armon¨ªa resultaran algo vetustos. Luego, en el concierto de Elgar, el violonchelo solista (Truls Mork fue sustituido por Daniel M¨¹ller-Schott), de sonido exquisito, tuvo en la contenci¨®n expresiva su mejor y peor arma. Esta obra, con las profundas huellas que la guerra mundial del 14 dej¨® en su autor, huye, es verdad, del lagrimeo f¨¢cil. Pero requiere, al mismo tiempo, la transmisi¨®n de un tenso dramatismo. No consigui¨® lo ¨²ltimo el violonchelo, ni tampoco la batuta. En conjunto, pues, la lectura result¨® algo an¨¦mica.

La Octava Sinfon¨ªa de Dvor¨¢k, tras el descanso, cerr¨® sin pena ni gloria este primer programa. Har¨¢ falta -ahora m¨¢s que nunca- entregarse m¨¢s.