Victor Hugo decora el musical del a?o
La llegada de 'Los Miserables' a Madrid, uno de los grandes espect¨¢culos de la temporada, aporta como gran novedad los dibujos originales del novelista rom¨¢ntico, convertidos en decorados
El pintor Jean-Jacques Lebel se levanta del sof¨¢ y, de pie, en medio de su impresionante sal¨®n parisiense lleno de estatuas, cuadros y obras de arte de amigos suyos, exclama: "Todos guardamos dentro varias vidas. Pero solo los genios se atreven a recorrerlas hasta el final".
Para Lebel, uno de los genios universales que s¨ª se atrevi¨® a apurar todas las existencias que atesoraba fue Victor Hugo. El escritor franc¨¦s paradigma del siglo XIX, emblema del Romanticismo, autor de decenas de novelas, de cientos de poemas y de obras de teatro, el hombre pol¨ªtico enredado en su tiempo, exiliado a causa de su enfrentamiento con Napole¨®n III, enterrado por fin en el pante¨®n como un h¨¦roe despu¨¦s de un entierro multitudinario que arranc¨® en los Campos El¨ªseos y recorri¨® durante todo un d¨ªa la ciudad entera, ese gigante de la literatura y del pensamiento, fue, entre otras muchas cosas, pintor. "Bueno, yo dir¨ªa que, ante todo, fue pintor", sostiene Lebel, con una sonrisa.
"Todos tenemos varias vidas. solo los genios se atreven a recorrerlas hasta el final"
"Hugo pintaba con el inconsciente y se adelant¨® al arte del siglo xx"
Ahora, Cameron Mackintosh reestrena en Espa?a el musical Los Miserables, inspirado en la m¨¢s famosa novela del escritor franc¨¦s, reelaborando y modernizando el espect¨¢culo que, desde 1985, ininterrumpidamente, se exhibe en Londres. Y para celebrar estos 25 a?os, entre las novedades que aporta la nueva versi¨®n del musical, que se presentar¨¢ en Madrid el 18 de noviembre en el teatro Lope de Vega, aparte de la supresi¨®n de una canci¨®n y de ciertos detalles t¨¦cnicos y de puesta en escena que agilizan la obra, se cuenta la de a?adir este lado poco conocido pero determinante de Victor Hugo: los dibujos que completan el decorado, los inquietantes paisajes que animar¨¢n al fondo todas las escenas est¨¢n sacados de las colecciones de ilustraciones del escritor o inspirados directamente en ellas.
"Cuando empec¨¦ a investigar sobre sus obras, me qued¨¦ hechizado", comenta desde Londres Matthew Kinley, director art¨ªstico del musical. "Lo que m¨¢s impresion¨® fue su modernidad y una atm¨®sfera particular, que es lo que hemos intentado reproducir en los dibujos que no son suyos originales", a?ade.
Una de estas ilustraciones presenta un paisaje en blanco y negro con ¨¢rboles, la otra reproduce una ciudad vista a lo lejos. La tercera, titulada El Planeta, m¨¢s turbadora a¨²n, es una bola abstracta y rodante que indica, a ojos de los expertos, el ojo adelantado y modern¨ªsimo del artista para la pintura.
Hugo (Par¨ªs, 1802) dibuj¨® desde siempre. A¨²n se conservan los viejos cuadernos escolares de la adolescencia en los que recreaba o ilustraba algunos episodios de la historia de Roma y de Cartago que le mandaban estudiar sus profesores. Hay batallas navales, asaltos a fuertes, peleas a espada y rendiciones ¨¦picas que parecen sacados de un c¨®mic actual hecho con br¨ªo de dibujante experto.
Pero poco a poco, con los a?os, el dibujo se convirti¨® en una especie de gimnasia mental, en un desahogo personal, en un refugio ¨ªntimo, en un quehacer matutino y casi obligatorio previo a todo. "Lo cuenta su amigo Th¨¦ophile Gautier, que lo vio trabajar muchas veces", recuerda Lebel. "Cuando viv¨ªa exiliado en la isla de Jersey, al levantarse, miraba la costa francesa desde su habitaci¨®n con vistas al mar y a la playa, y antes de ponerse a escribir la obra de teatro o el nuevo cap¨ªtulo de la novela, mojaba la pluma y de pie, inclinado sobre el tablero, con su misma postura de escritor, emborronaba, pintaba, inventaba, manchaba... lo hac¨ªa inconscientemente, sin pensar, dej¨¢ndose llevar. Despu¨¦s, pasados esos minutos necesarios en los que se encontraba consigo mismo, volv¨ªa a su vida de escritor, mojaba de nuevo la misma pluma en el tintero y comenzaba a escribir, por ejemplo, Los Miserables. Pero lo que hab¨ªa dejado en las hojas era verdadero arte, de una modernidad avasalladora", sostiene Lebel.
A lo largo de su vida realiz¨® cerca de 3.500 dibujos. Jam¨¢s vendi¨® ninguno. Jam¨¢s quiso organizar ninguna exposici¨®n con ellos. No se avergonzaba de su producci¨®n, pero tampoco la exhib¨ªa. Se limit¨® a producirlos, casi a escondidas, con un punto casi vergonzante, y a apartarlos de la mesa para dejar sitio luego a las novelas o a regalarlos a amigos o amantes en forma de tarjetitas que por un lado presentaban requiebros o recordatorios o felicitaciones y por el otro una mancha abstracta que bien habr¨ªa podido firmar el mism¨ªsimo Pollock. Las propias descripciones que ¨¦l mismo da de sus pinturas son reveladoras de su relaci¨®n con la pintura: "Temo mucho que estos trazos a pluma de cualquier manera, hechos torpemente por un hombre que siempre tiene otra cosa que hacer no son sino los dibujos de un momento", escrib¨ªa a su editor Castel en octubre de 1962. "Estos rayajos son para la intimidad y la indulgencia de los amigos m¨¢s cercanos", a?ad¨ªa en una carta al escritor Paul Meurice ese mismo a?o.
A veces pintaba en la misma cuartilla de la novela o del poema; a veces en las cartas que enviaba a sus hijos durante sus viajes, en los que acompa?aba con dibujos a tinta los paisajes que describ¨ªa al lado, como hab¨ªa hecho a?os atr¨¢s con los apuntes del colegio. "Te env¨ªo un peque?o bocetillo que dar¨¢ una peque?a idea de lo que veo todos los d¨ªas", le explica a su hija L¨¦opoldine en 1843. Hizo caricaturas de ¨¦poca, dibujos cr¨ªticos alusivos a la pena de muerte, inspirados por el ahorcamiento del asesino Tapner, en 1854, que guardan una gran relaci¨®n con los aguafuertes tenebrosos de Goya; llev¨® a cabo retratos de los personajes imaginarios de sus novelas: son c¨¦lebres los perfiles de Gavroche, el ni?o de los bajos fondos parisienses que se convierte en Los Miserables en todo un s¨ªmbolo de la infancia librada a su suerte. Tambi¨¦n hay retratos del famoso y malvado Th¨¦nardier, el tendero capaz de vender a su propia hija. Por el contrario, no se ha encontrado ning¨²n retrato del protagonista de la novela, de Jean Valjean. Y el famoso dibujo de Cosette agarrada a una escoba gigante, mirando hacia delante con miedo, que sirvi¨® de referencia al musical en su anterior estreno mundial, no es de Victor Hugo sino de ?mile Bayard.
Pero todo esto (los paisajes tomados a vuela pluma, las caricaturas, los retratos de los personajes, los dibujos cr¨ªticos contra la pena de muerte), a juicio de los cr¨ªticos o especialistas, no significar¨ªan nada sino buena mano para el l¨¢piz. Lo otro, sus dibujos casi abstractos, sus paisajes casi simb¨®licos, sus manchas, sus collages, representan la obra de un precursor que inventaba t¨¦cnicas cada d¨ªa, que avanzaba a ciegas, en solitario, guiado solo de su propia intuici¨®n, liberado de la responsabilidad, como le ocurr¨ªa en la literatura, de tener que ser el mejor. "Hugo era, en el fondo, un cl¨¢sico escribiendo. Pertenec¨ªa al Romanticismo, y no se salt¨® las reglas del Romanticismo... en literatura. En pintura, tal vez porque se ve¨ªa menos presionado, pintaba con el inconsciente, y se adelant¨® al arte del siglo XX en muchos aspectos", asegura Lebel, que en 2000 organiz¨® una exposici¨®n en el Museo Thyssen sobre los dibujos de Hugo titulada Victor Hugo, caos en el pincel...
El cat¨¢logo de esa exposici¨®n es un muestrario de t¨¦cnicas contempor¨¢neas que el escritor fue descubriendo mientras miraba la costa francesa antes de ponerse a trabajar, a escribir: manchaba trapos que luego le serv¨ªan para emborronar cuartillas; echaba un borbot¨®n de tinta que luego dejaba correr moviendo la hoja y que le serv¨ªa de base; utilizaba cerillas viejas para rascar en la pintura, se serv¨ªa de las barbas de la pluma para, a base de trazos fuertes, levantar una ola imponente; embadurnaba en tinta trozos de telas de vestidos de su mujer que luego usaba como materia prima de collages muchos a?os antes de que nadie supiera qu¨¦ era un collage; se manchaba el dedo e imprim¨ªa despu¨¦s la huella digital para representar un conjunto de cabezas que se asoma a un pozo (aparentemente). Nadie le ense?¨® jam¨¢s a pintar. Tampoco eso le import¨®. Desinhibido, con una actitud casi infantil y juguetona hacia la pintura mucho m¨¢s libre que la que le empujaba a sus escritos, jam¨¢s se refren¨®. En una carta enviada a su amigo, el poeta y cr¨ªtico de arte Charles Baudelaire, le confes¨®, simplemente: "Mis dibujos son un poco salvajes".
Lebel se levanta de nuevo, asombrado ante la capacidad de inventiva del artista, recuerda que acostumbraba a colorear piedras de la playa, que llegaba a casa con los bolsillos del chaquet¨®n deformados por los objetos que encontraba, que no solo pintaba, sino que silueteaba con unas tijeras o con una navajita. "Pint¨® con el coraz¨®n, con el inconsciente. Hay un dibujo emocionante, una tormenta. Un dibujante del XIX hubiera querido reflejar las olas, el viento. ?l ech¨® tinta en la hoja y luego la movi¨® adelante y atr¨¢s. No dibuj¨® la tormenta: la recre¨®. Y eso es una de las esencias de la modernidad. Si hubiera ido a una academia de pintura, todo eso se habr¨ªa perdido".
Hay otro dibujo que emociona y asombra a Lebel. Se trata de una peque?a aguada que un descendiente de Hugo le regal¨® en los a?os treinta al surrealista Andr¨¦ Breton: es un paisaje abstracto, difuminado, simple, la l¨ªnea del horizonte apenas esbozada. Lo interesante, lo determinante, a juicio de Lebel, fue que el artista coloc¨® en el centro de la cuartilla una simple palabra reveladora: "Aube (alba)".
"?Se da cuenta?", exclama otra vez Lebel. "Eso lo podr¨ªa haber hecho Magritte. Eso se llama arte conceptual. Eso es adelantarse, por puro olfato, a la historia del Arte, sin que nadie se lo reconociera, sin que ni ¨¦l mismo lo sospechara".
'Los Miserables' se reestrena en Espa?a el 18 de noviembre en el teatro Lope de Vega de Madrid.
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