Ciberprogreso, mito creciente
Un potente mito crece, sin darnos cuenta, ante nuestros ojos: la tecnolog¨ªa aparece cada vez m¨¢s como sin¨®nimo de inteligencia, de progreso y de panacea capaz de solucionar todos nuestros problemas. ?En qu¨¦ consiste ya esa "sociedad del conocimiento" salvo en equiparar a un ni?o que maneja un ordenador con un sabio y en establecer que un adulto que se mueve entre Facebook y Twitter pertenece a una clase social con oportunidades infinitas de prestigio y consideraci¨®n mientras quien no acepta estas premisas es excluido del futuro colectivo?
Es obvio que ordenadores, m¨®viles y toda la panoplia de instrumentos digitales que se utilizan en medicina, automovilismo y en las industrias imprescindibles para mejorar la vida humana son parte decisiva en el progreso humano. Quede claro. Quien esto escribe no est¨¢ en contra de la tecnolog¨ªa per se porque ser¨ªa una estupidez. Hay que aclararlo: parte del mito tecnol¨®gico se construye contra los diplodocus que se atreven a levantar la voz advirtiendo de los cambios sociales que toda innovaci¨®n tecnol¨®gica conlleva.
Esta religi¨®n contempor¨¢nea es m¨¢s un hecho comercial que inteligente
Umberto Eco me dijo hace m¨¢s de 10 a?os que "el exceso de informaci¨®n cambia nuestra cabeza". La avalancha tecnol¨®gica ya se percib¨ªa entonces y Eco pronosticaba que se transformar¨ªa en "naturaleza". Eso es lo que ha sucedido: la tecnolog¨ªa es ya nuestro h¨¢bitat hegem¨®nico y el dulce dictador de lo socialmente correcto.
Datos recientes del Instituto Nacional de Estad¨ªstica, publicados en EL PA?S -2 de octubre de 2010-, aseguran que a los 10 a?os un 78% de los ni?os espa?oles navega por Internet y el 68% de los de 12 a?os tiene m¨®vil. Nadie dice qu¨¦ hacen esos ni?os con el m¨®vil o Internet. Son nativos digitales, generaciones aptas para que el cibermito presuma de avance: cierto, para seg¨²n qu¨¦ manejos, como cambiar la melod¨ªa del m¨®vil o controlar un DVD, los hijos ense?an a los padres. De lo cual, este mito de la maravilla digital, saca la conclusi¨®n -precipitada- de que las generaciones anteriores y una mayor¨ªa de adultos no pueden ense?ar nada a sus hijos y hay que prescindir de sus reticencias ante el monopolio del progreso que exhibe lo tecnol¨®gico.
La tecnolog¨ªa requiere -nadie discute hoy su poder y atractivo- individuos entregados, gente que prefiera el ciberespacio a la vida real. Los 500 millones de usuarios que reivindica Facebook -cuyo propietario, de 27 a?os, uno de los hombres m¨¢s ricos del mundo, da pie a una pol¨¦mica pel¨ªcula Millonarios por accidente, se jact¨® en Davos (2009) de que trabajaba en "la industria de la intimidad" y es, por s¨ª mismo, parte del mito-, los millones de compradores de iPad, e-book y dem¨¢s gadgets de "lo ¨²ltimo de lo ¨²ltimo" de la industria digital, son una realidad que confirma el poder de las Tics. No vamos a discutir eso a estas alturas: mucha gente, fascinada como todos, quiere jugar.
El programa Escuela 2.0, ahora en vigor en Espa?a con desigual aplicaci¨®n, es una iniciativa del Gobierno de Zapatero dedicada a dotar con port¨¢tiles a 400.000 estudiantes, instruir a 20.000 profesores y digitalizar no menos de 14.400 aulas. Excelente idea, cuyo desarrollo precipitado e improvisaci¨®n -?nos encontramos ante un "profesorado envejecido" como asegura el responsable del m¨¢ster de formaci¨®n del profesorado de la Complutense de Madrid?, ?a partir de qu¨¦ se considera envejecido a un profesor?- no ha hecho sino fomentar el mito en su forma m¨¢s brutal: ni?o + ordenador = sabio. ?Ser¨¢n estos peque?os monstruos digitales la crema de la sociedad del conocimiento del siglo XXI? ?Excluir¨¢ esta cibercultura todo lo dem¨¢s? ?Ser¨¢n estos sabios grandes ignorantes de lo que hasta ahora se ha entendido como patrimonio civilizatorio?
Siempre pongo un ejemplo ante este tipo de inc¨®gnitas: ?qui¨¦n sabe hoy coser, que era un saber com¨²n en las culturas anteriores y un patrimonio civilizador de importancia decisiva? Me temo que a pocos preocupa que estas habilidades desaparezcan: hoy cosen robots y la ropa es de usar y tirar. Eso s¨ª, mucha m¨¢s gente tiene acceso a un vestido digno, si no, no existir¨ªa un fen¨®meno como Inditex. Y ah¨ª est¨¢ la madre del cordero: el mito tecnol¨®gico, religi¨®n contempor¨¢nea con millones de seguidores, es m¨¢s un fen¨®meno comercial que inteligente.
Estamos en la ¨¦poca del hombre centauro -mitad m¨¢quina, mitad persona- como dice Paolo Fabbri. Y la industria de las ciberm¨¢quinas tiene todas las de ganar, pone todas las condiciones -v¨¦ase la devaluaci¨®n de la propiedad intelectual- en cuanto a los contenidos que transmiten. Una de las condiciones imprescindibles es que la m¨¢quina entretenga. No se trata de aprender, sino de pasar el rato.
El mito permite el control de los individuos por m¨¦todos muy sofisticados -en Francia llevan tiempo trabajando sobre el "derecho al olvido digital"- y promueve la educaci¨®n de un ciberindividuo de perfil estremecedor por su analfabetismo sobre la vida no virtual. Pero eso no se discute, simplemente se acata. Y se suele descalificar a quien pone objeciones: un estilo tir¨¢nico.
Margarita Rivi¨¨re es periodista y escritora.
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