Cabalga la cuerda

Dos detalles extramusicales, o premusicales si se prefiere, pod¨ªan bastar para apercibirse de que la Sinf¨®nica de la Radio de Baviera es un pedazo de orquesta, una de las mejores de la actualidad. El primero era la afinaci¨®n de la cuerda: a los pocos segundos de que el oboe diera el la, los m¨²sicos ten¨ªan perfectamente asumido el dato. Nada de aproximaciones por ensayo y error. La no hay m¨¢s que uno y todos sab¨ªan d¨®nde estaba. Disciplina b¨¢vara obliga.

El segundo detalle era de orden visual y consist¨ªa en observar la perfecta sincronizaci¨®n de los arcos, oleadas oblicuas en tan perfecta formaci¨®n que aun tap¨¢ndote los o¨ªdos pod¨ªas jurar que produc¨ªan un sonido poderoso, redondo, seguro. Una base de orquesta as¨ª es como un buen sofrito: una garant¨ªa de que el plato resultante estar¨¢ sin duda a la altura.

No acudi¨® a la cita, por indisposici¨®n, Mariss Jansons. Ocup¨® el podio en su lugar un Adam Fischer electrizante. Especialista en Haydn, brind¨® la Sinfon¨ªa n¨²mero 97 con plenitud prerrom¨¢ntica, marcando el car¨¢cter de cada tema e invit¨¢ndolo al di¨¢logo de contraste con el sucesivo. Fischer es un director que ama la ¨®pera, su histrionismo es sincero. Previamente hab¨ªa ofrecido el poco habitual Concierto romanesco, de Gy?rgy Ligeti, obra primeriza de tentativa etnogr¨¢fica, camino que el compositor no sigui¨® en su etapa de madurez.

Pero el gran momento de la noche lleg¨® en la segunda parte, nada menos que con la Quinta de Beethoven. A esas alturas, el despliegue de los arcos arrollaba con la belleza de una carga de la caballer¨ªa, con Fischer marcando las s¨ªncopas como el jinete espolea la montura. La Quinta a¨²n puede escucharse en directo. Siempre y cuando el ardor vaya unido a la calidad interpretativa, como fue el caso. De lo contrario, mejor evitar el rid¨ªculo.