Nuestra filiaci¨®n cervantina
Todo se ha dicho, se dice y se dir¨¢ sobre Cervantes y su obra maestra. Cada ¨¦poca modifica y corrige nuestra percepci¨®n de ambos. El "raro inventor" -as¨ª se autodefini¨® el autor del Quijote- fascina y fascinar¨¢ a sus lectores al hilo del tiempo y movilizar¨¢ las plumas de quienes se esfuerzan en desvelar los misterios que envuelven su vida y su infinita creaci¨®n novelesca. ?Quiero decir con eso que no hay progreso en nuestros conocimientos objetivos? Lo hay, pero nuestro saber ser¨¢ siempre paticojo y provisional. Cervantes no se deja atrapar en las redes que le tendemos y la modernidad atemporal de su obra no cabe en ning¨²n esquema.
Su vida es una sucesi¨®n de paradojas: cautivo en el seno de un Estado corsario como el del beylicato otomano, cuyos rehenes profesaban creencias distintas y transitaban de unas a otras sin excesivos problemas -los renegados y conversos presentes en su obra dan testimonio de ello-, pas¨® a ser un hombre libre en otro cautivo de su unanimidad castiza y de su rigidez dogm¨¢tica, en el que el Santo Oficio velaba por la pureza de la fe y persegu¨ªa con sa?a a quienes se atrev¨ªan a pensar por su cuenta.
La creaci¨®n literaria brota a menudo de la periferia de la sociedad
Frente al Nosotros de su ¨¦poca opone un Yo que excluye lo colectivo
Todo resulta incierto en Cervantes y pone en tela de juicio lo ya escrito y le¨ªdo
Ajeno a las glorias, asumi¨® su destino con inquebrantable fe en s¨ª mismo
Herido en Lepanto y aprisionado en Argel durante cinco a?os no consigui¨® al ser rescatado, pese a su meritoria hoja de servicios, la autorizaci¨®n de viajar a la Nueva Espa?a y se vio condenado a una existencia material dif¨ªcil de comerciante sin fortuna y de recaudador de alcabalas.
Autor teatral prol¨ªfico, no pudo ver representadas sus obras a causa de su falta de arrimos, del caciquismo imperante y la envidia de sus rivales.
La creaci¨®n literaria brota a menudo de la periferia de la sociedad y Cervantes fue un escritor marginal hasta la publicaci¨®n de la Primera Parte de su obra maestra. Ajeno a las glorias ef¨ªmeras del mundo literario de la ¨¦poca, asumi¨® su destino con una fe inquebrantable en s¨ª mismo y en su poder creativo. Una mirada atenta al hilo de su labor solitaria, tanto en el ¨¢mbito teatral como en el del relato, muestra una firme voluntad de explorar territorios nuevos. No fue en absoluto, como se dijo, "un ingenio lego" cuyo libro surgi¨® como un geniecillo de la olla de un hechicero. Un simple repaso a los versos de El viaje del Parnaso lo desmiente de modo rotundo. Su avidez de aficionado a leer hasta "los papeles rotos de las calles" revela al contrario una curiosidad omn¨ªmoda que supo transmitir a cuantos nos acercamos a su novela. El Territorio de La Mancha es el de la Duda. Todo resulta incierto en ¨¦l, todo contradice y pone en tela de juicio lo ya escrito y le¨ªdo, y esta incertidumbre constituye el germen de su universalidad creadora.
Los mitos consustanciales a la especie, no s¨¦ si b¨¢rbara o humana, a la que pertenecemos chocan frontalmente con la realidad demostrable. Sustituyen la experiencia de la vida por la palabra dicha o transmitida por los portavoces de la supuesta verdad. Nos dicen que no hay que creer en lo que vemos sino en lo que escuchamos o leemos. Pero don Quijote no act¨²a en funci¨®n de dogmas nacionales ni religiosos. Lo hace a partir de sus lecturas de los c¨®digos narrativos de su tiempo: novelas de caballer¨ªa, pastoriles o bizantinas entonces en boga. Sus enga?os y desenga?os son los nuestros. Sus vacilaciones y perplejidades, tambi¨¦n. Ello explica la perennidad de su obra en todos los continentes, culturas y lenguas.
Pero hay algo m¨¢s: el salto que da de 1605 a 1615. Su genio creativo se agiganta entre la Primera y la Segunda Parte del Quijote y la oportun¨ªsima impostura del de Avellaneda. El relato de un personaje enloquecido por sus lecturas se transmuta en el de un creador enloquecido por las infinitas posibilidades de la literatura. El loco ya no es Alonso Quijano sino el padre de la novela moderna y su locura se contagia al lector-relector que goza de la felicidad de calar en ella. Todos los aqu¨ª presentes hemos sido "contaminados" por la invenci¨®n cervantina y ning¨²n tratamiento m¨¦dico nos podr¨¢ curar. La obra de Cervantes es un rico muestrario de las estrategias defensivas de su marginaci¨®n social, ideol¨®gica y literaria. Ambiguo, escurridizo, expresa su verdad individual de forma indirecta, concede la palabra al Nosotros en el que se esponjaba Lope y lo parodia discretamente, con sabidur¨ªa y humor.
Frente al clamoroso Nosotros de la ¨¦poca, opone un Yo que excluye toda dimensi¨®n colectiva. Los personajes del Quijote no hablan como representantes de una comunidad nacional ni religiosa: son voces individuales que se expresan tan solo a s¨ª mismas. La tradici¨®n medieval y erasmista del loco les permite decir su verdad tras la m¨¢scara de la risa. Siempre ha sido as¨ª: cuantos conservan un poco de juicio en medio del griter¨ªo colectivo estorban y se les tilda de chiflados, pero su locura es una forma de cordura y son las muchedumbres que cantan o a¨²llan a coro quienes pierden el seso en la celebraci¨®n del jefe o pastor del reba?o que asume gloriosamente la tarea de encauzar su destino. Como escrib¨ªa hace unos meses Rafael S¨¢nchez Ferlosio, "el Nosotros no solo en la gram¨¢tica es tan persona como el Yo, sino tambi¨¦n, por a?adidura, como se ha visto en la unanimidad del Totalitarismo, much¨ªsimo peor persona".
Por suerte, corren mejores tiempos, al menos en la mayor¨ªa de pa¨ªses de nuestra lengua, y el genio literario de Cervantes puede ser admirado con independencia del duro contexto de la ¨¦poca en la que le cupo vivir, como el de un creador que supo aunar las experiencias -dolorosas pero fecundas- de una vida incre¨ªblemente rica en ellas con un conocimiento de la cultura de su tiempo muy superior al de la mayor¨ªa de sus colegas. El Territorio de La Mancha forjado por ambos elementos cruz¨® el Canal que lleva su nombre del continente a Inglaterra y fertiliz¨® la mejor novela europea antes de proseguir su polinizaci¨®n el pasado siglo por todo el ¨¢mbito de Hispanoam¨¦rica, encarnar la universalidad borgiana de Las mil y una noches y volver a la Pen¨ªnsula. ?Qu¨¦ maravilloso desaf¨ªo el de cotejar la impronta de Cervantes en autores tan distintos como Machado de Assis, Dickens o Flaubert! En Bouvard y P¨¦cuchet se halla grabada del comienzo al fin de la novela: la obstinaci¨®n de sus dos h¨¦roes es la de don Quijote y la risa que provocan tambi¨¦n. El gran Carlos Fuentes, el Nobel Vargas Llosa y otros muchos novelistas de las dos orillas reivindicamos as¨ª con orgullo nuestra aut¨¦ntica filiaci¨®n cervantina, una filiaci¨®n por encima de las fronteras que separan lo que la lengua une: una lengua preciosamente diversa y rica en matices como prueba la presencia en esta sala de los presidentes de sus 22 Academias.
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