Bajo la muerte del pol¨ªtico
Y otra vez la muerte se hizo due?a. En la Argentina no hay pol¨ªtico m¨¢s poderoso que la muerte, y vuelve y vuelve y no nos suelta. Desde 1983 no hubo movimiento social que funcionara sin el respaldo de sus muertos: el reclamo por las v¨ªctimas, el peso de los m¨¢rtires es un sustrato ineludible. Hace precisamente una semana, matones sindicales atacaron una protesta laboral, mataron a tiros a un militante de izquierda y estremecieron al pa¨ªs; frente a la muerte, el Gobierno se ocup¨® de dar satisfacci¨®n a la protesta, que antes hab¨ªa ignorado.
El Gobierno de los Kirchner ha hablado tanto de la muerte: ha basado su mito de s¨ª mismo en el recuerdo de los muertos asesinados por la dictadura militar de los setenta, ha pretendido que su Gobierno era la concreci¨®n de aquellos ideales, aunque fuese, generalmente, lo contrario. Desde principios de este a?o, la muerte de N¨¦stor Kirchner era una posibilidad: hab¨ªa tenido dos episodios cardiacos, los m¨¦dicos le hab¨ªan dicho que se moderara, ¨¦l no paraba. Kirchner ten¨ªa una pasi¨®n pol¨ªtica que muy pocos tienen: sab¨ªa que pod¨ªa morirse -no cre¨ªa, seguramente, que pudiera morirse- pero segu¨ªa adelante, hasta que ayer cay¨®. Su pasi¨®n era confusa: iba y ven¨ªa, cambiaba sus ideas y sus alianzas, acertaba y erraba, se peleaba bastante. Su muerte, en cambio, es clara: ayer era un pol¨ªtico controvertido, hoy es un estadista. La muerte, en nuestra cultura, suspende las cr¨ªticas; as¨ª empieza la construcci¨®n del h¨¦roe.
Kirchner se convierte en un gran muerto patrio, de esos que sostienen pol¨ªticas
-Ay, Mar¨ªa, se nos fue, con lo bueno que era.
-S¨ª, tan bueno, a veces me pegaba un poco, pero era porque me quer¨ªa.
La muerte de un hombre siempre es triste. La muerte de un hombre p¨²blico es, adem¨¢s, un hecho p¨²blico -un hecho de discurso- y como tal vale la pena analizarlo. En pocas horas, ese hombre se ha convertido en otro hombre: hoy N¨¦stor Kirchner es un m¨¢rtir que muri¨® porque, enfermo, no quiso dejar de pelear por el bienestar de su pa¨ªs, un argentino excepcional, un gran patriota. Ya en estas pocas horas, las radios y televisiones se llenaron de figuras que emit¨ªan palabras de pesar y encomio mientras hac¨ªan, para s¨ª, cuentas electorales. Ya en estas pocas horas, Kirchner -la figura de Kirchner- se est¨¢ constituyendo en un gran muerto patrio, de esos que sostienen pol¨ªticas y se vuelven banderas y las distintas fracciones se disputan. Esa figura, de aqu¨ª en adelante, no puede sino ampliarse.
Kirchner era el candidato presidencial oficialista para 2011. Ahora la elecci¨®n interna vuelve a abrirse, pero tampoco tanto: va a ser dif¨ªcil volverse contra el m¨¢rtir. Hace m¨¢s de un a?o publiqu¨¦ un art¨ªculo que narraba una reuni¨®n inexistente donde un comit¨¦ de campa?a kirchnerista llegaba a la conclusi¨®n de que la ¨²nica forma de ganar las elecciones era que uno de los c¨®nyuges se sacrificara: que muriera para que el otro aprovechara el fervor que producen, en la Argentina, ciertas muertes. Era un art¨ªculo de humor; hoy el pa¨ªs no est¨¢ para esos chistes.
Mart¨ªn Caparr¨®s es escritor y periodista argentino y su ¨²ltimo libro se titula Contra el cambio
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