El Papa ha dicho basta
Benedicto XVI ha ordenado 'tolerancia cero' ante la pederastia. Hasta 2004, ¨¦l tambi¨¦n achacaba los esc¨¢ndalos a campa?as de enemigos de la Iglesia. Se acab¨® el silencio.
El viejo y sabio cura rural de Georges Bernanos resum¨ªa los problemas de la Iglesia romana en una cuarta: la distancia que hay entre la bragueta y el bolsillo. Se refer¨ªa a los esc¨¢ndalos sexuales y al poder del dinero. Una cuarta es la medida entre la punta del pulgar y la del me?ique. En ese palmo ha tenido que bregar el papa Benedicto XVI desde que el 24 de marzo de 2005, con Juan Pablo II ya moribundo, el todav¨ªa cardenal Joseph Ratzinger clam¨® contra "la suciedad" que habita en el catolicismo jer¨¢rquico. Su recorrido vital hasta llegar este a?o a pedir perd¨®n a las v¨ªctimas de abusos, y a ordenar p¨²blicamente "tolerancia cero" frente a la pederastia y otros pecados que sean adem¨¢s delitos civiles, ha estado lleno de espinas y resistencias, tambi¨¦n entre miembros de la Curia, que es como se llama el Gobierno del Estado de la Santa Sede.
Su grito de alarma contra "la suciedad" clerical durante el Via Crucis de la Semana Santa de 2005 le vali¨® el pontificado
El sacerdote Santiago Oriol deja la Legi¨®n de Cristo por la lentitud de Roma en depurar a los encubridores de Maciel
Ratzinger habl¨® por primera vez contra "la suciedad" clerical durante el v¨ªa crucis de la Semana Santa de 2005 ante el Coliseo romano. Aquel grito de alarma le vali¨® el pontificado. Tres semanas m¨¢s tarde, los 114 cardenales llegados desde toda la cristiandad cat¨®lica para buscar en c¨®nclave al sustituto del polaco Wojtyla lo eligieron Papa, pese a que en aquel momento el sabio cardenal alem¨¢n ya ten¨ªa 78 a?os -tres a?os m¨¢s de la edad de jubilaci¨®n de los obispos- y una salud quebradiza.
Alarmados y abrumados por los esc¨¢ndalos que acorralaban a su iglesia en numerosos pa¨ªses, la decisi¨®n de los conocidos como Pr¨ªncipes de la Iglesia parec¨ªa l¨®gica. "?Cu¨¢nta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deber¨ªan estar entregados al Redentor! ?Cu¨¢nta soberbia! La traici¨®n de los disc¨ªpulos es el mayor dolor de Jes¨²s. No nos queda m¨¢s que gritarle: Kyrie, eleison. Se?or, s¨¢lvanos", hab¨ªan escuchado en boca del entonces prefecto de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe durante la oraci¨®n de la novena estaci¨®n del v¨ªa crucis.
Fue en la prensa norteamericana desde donde se lanzaron los primeros y los m¨¢s gruesos pedriscos contra el Vaticano, en forma de noticias sobre sacerdotes e incluso obispos que llevaban a?os abusando sexualmente de ni?os y ni?as confiados a su ministerio moral. Los datos eran aplastantes, con miles de nombres de culpables y v¨ªctimas, y tambi¨¦n con testimonios sobre c¨®mo los prelados hab¨ªan maquinado meticulosas operaciones de silencio, con traslados de cl¨¦rigos pederastas de una di¨®cesis a otra para protegerlos, y con indemnizaciones a las v¨ªctimas a cambio de librar a los delincuentes de la justicia civil.
"Somos pastores, no polic¨ªas", se disculpaban los jerarcas. "Si no podemos ser castos, al menos seamos cautos", aconsejaban a veces, con otra de las iron¨ªas del simp¨¢tico cura rural de Bernanos. Ese fue el esp¨ªritu con que durante siglos se hab¨ªa enfrentado la Iglesia romana a los comportamientos de los cl¨¦rigos entregados a vicios y placeres demasiado mundanos.
Otros muchos prelados achacaban los esc¨¢ndalos a campa?as de los enemigos de la Iglesia. Esta fue la tesis de Ratzinger durante una visita, en noviembre de 2002, a la Universidad Cat¨®lica de Murcia para hablar sobre Jesucristo, camino, verdad y vida. Un periodista le pregunt¨® si cre¨ªa que "los esc¨¢ndalos desatados en Estados Unidos eran fruto de una campa?a medi¨¢tica". Esto fue lo que dijo entonces el futuro papa: "Personalmente estoy convencido de que la presencia medi¨¢tica constante de los pecados de los sacerdotes cat¨®licos es una campa?a planeada, puesto que el porcentaje de esos esc¨¢ndalos no es m¨¢s alto que en otras categor¨ªas profesionales, e incluso es menor. La constante presencia de esas noticias no se corresponde con la objetividad de la informaci¨®n estad¨ªstica de los hechos. Uno llega a la conclusi¨®n de que se trata de una campa?a intencionada y manipulada con un deseo expreso de desacreditar a la Iglesia". No faltaron, incluso, las voces en el Vaticano que achacaron la campa?a a una venganza del entorno del ex presidente George W. Bush contra Juan Pablo II por haber condenado la invasi¨®n y la guerra de Irak.
Al margen de conjuras o juicios de intenciones, los datos ofrecidos por la prensa m¨¢s seria -uno de los informes publicados en EE UU fue galardonado con el Premio Pulitzer- resultaban incontestables. Se estaban produciendo, adem¨¢s, a?o tras a?o, severas condenas judiciales en numerosas di¨®cesis, con millonarias indemnizaciones a las v¨ªctimas, que amenazaban con la bancarrota de archidi¨®cesis como la de Boston.
Es en esa avalancha de malas noticias verdaderas cuando Juan Pablo II se ve forzado a pedir a Ratzinger que se ocupe del asunto. Es probable que fuese el propio cardenal alem¨¢n quien reclamase al Papa ese encargo, con gran disgusto de los cardenales Angelo Sodano y Tarcisio Bertone, partidarios de lavar la ropa sucia en casa.
Para el sacerdote Juan Rubio Fern¨¢ndez, director de la revista cat¨®lica Vida Nueva, la fecha del 27 de noviembre de 2004 fue el d¨ªa de la "conversi¨®n del Papa", que es como calific¨® entonces el cambio de actitud el famoso vaticanista estadounidense John Allen. Rubio ha hecho un meticuloso seguimiento de ese proceso en un libro publicado esta semana por la editorial bilba¨ªna Descl¨¦e De Brouwer con el t¨ªtulo Tolerancia cero. La cruzada de Benedicto XVI contra la pederastia en la Iglesia.
Sin descartar la tesis de una campa?a medi¨¢tica contra la Iglesia -"las palabras de Ratzinger en Murcia no estaban exentas totalmente de raz¨®n porque no han faltado bulos, tergiversaciones, sensacionalismos y una buena dosis de agresividad"-, Rubio reconoce que fue la prensa la que ha obligado a la Iglesia cat¨®lica a cambiar "la forma tradicional de abordar el problema". A?ade: "La Iglesia no puede tener miedo a la verdad, aunque esa verdad y transparencia la lleve al sufrimiento. Se trata de saber sacar del lim¨®n limonada".
Seg¨²n Juan Rubio, hay un antes y un despu¨¦s de la pederastia en la Iglesia tras estas decisiones del Papa, tanto que "el pr¨®ximo c¨®nclave estar¨¢ marcado por este tema y ser¨¢ algo decisivo en el perfil del nuevo papa". Tampoco descarta el director de Vida Nueva que los esc¨¢ndalos pasados tengan consecuencias en el proceso de beatificaci¨®n de Juan Pablo II.
Lo cierto es que cuando Ratzinger tom¨® la decisi¨®n de cambiar de rumbo -y de normas legales- para combatir la pederastia era ya demasiado tarde. La suciedad hab¨ªa saltado por la ventana, con grave da?o para la fama y el prestigio de las jerarqu¨ªas del catolicismo. Desde entonces hasta ahora, todos los a?os han sido annus horr¨ªbilis en el Vaticano, porque despu¨¦s llegaron en cascada las peores noticias de abusos y complicidades tambi¨¦n en Irlanda, Alemania, B¨¦lgica, Italia y Espa?a, entre otros pa¨ªses.
?Cu¨¢ndo se cay¨® Benedicto XVI del caballo aparentemente encubridor, para encabezar, ya sin tapujos, el combate contra la impunidad de los culpables y el silencio de las jerarqu¨ªas? Fue el 27 de noviembre de 2004, curiosamente el mismo d¨ªa en que Juan Pablo II se prestaba a presidir en Roma una multitudinaria celebraci¨®n de los Legionarios de Cristo (LC) con su fundador, Marcial Maciel, en primer plano.
"Es un ejemplo para la juventud", pirope¨® ese d¨ªa el Pont¨ªfice al ya notorio pederasta Maciel. Fue otra humillaci¨®n a las incontables v¨ªctimas del poderoso legionario. Horas m¨¢s tarde, el cardenal Ratzinger firmaba el decreto por el que se iniciaba oficialmente una investigaci¨®n sobre el fundador del movimiento. Maciel hab¨ªa acompa?ado en primera fila a Juan Pablo II en los viajes a M¨¦xico en 1979, 1990 y 1993, cuando ya eran un clamor las denuncias contra ¨¦l. Tambi¨¦n entraba en los m¨¢s altos despachos del Vaticano como Perico por su casa, muchas veces con sobres con miles de d¨®lares para agasajar a cardenales por sus silencios y complicidades.
Durante d¨¦cadas, el sacerdote Maciel y algunos de sus lugartenientes sometieron a abominables abusos a cientos de muchachos, especialmente en el seminario de Ontaneda (Cantabria). Solo tras la muerte del Papa polaco, en 2005, el sedicente pederasta y padre de varios hijos con diversas mujeres fue apeado de su enorme poder, con la orden tajante de alejarse de Roma. Se recluy¨® en M¨¦xico. Fue su ¨²nico castigo en vida. Falleci¨® en enero de 2008, a los 88 a?os.
Este jueves pasado, uno de los principales legionarios en Espa?a, el sacerdote Santiago Oriol, ha anunciado que abandona la Legi¨®n. Se ha hartado de esperar soluciones dignas frente a las tropel¨ªas del fundador y el encubrimiento de sus colaboradores. La gota que colm¨® el vaso de su paciencia ha sido la extensa carta p¨²blica del delegado pontificio para la LC y el Regnum Christi -el grupo de laicos de la Legi¨®n-, el arzobispo Velasio de Paolis, confirmando en sus puestos a los directores y superiores del movimiento. En la misiva, De Paolis, nombrado cardenal la semana pasada, subraya que Benedicto XVI "ha renovado su confianza" en la congregaci¨®n. Santiago Oriol anunci¨® su marcha de la Legi¨®n ante los padres de alumnos del colegio Everest que la Legi¨®n tiene en Pozuelo (Madrid). Era su director e impulsor principal.
Los Oriol -ahora cuatro varones sacerdotes legionarios y una hermana que est¨¢ al frente de las mujeres consagradas del movimiento, descendientes de una poderosa saga pol¨ªtica durante el franquismo- estuvieron en el origen de la exitosa extensi¨®n de la Legi¨®n de Cristo en la Espa?a de la posguerra, junto con el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Alberto Mart¨ªn Artajo. Para ello han donado dineros y haciendas, incluidos gran parte de los terrenos donde se levanta la legionaria Universidad Francisco de Vitoria en Pozuelo de Alarc¨®n (Madrid).
Ante tantos sucesos escandalosos, la disculpa del contubernio anticlerical y ateo ca¨ªa por su propio peso. Al margen de excesos en algunos medios de comunicaci¨®n amarillos, los documentos oficiales del Vaticano, una y otra vez reproducidos, dejaban claro que hab¨ªa habido en la Curia, durante d¨¦cadas, una intenci¨®n firme de ocultar los abusos sexuales de cl¨¦rigos y hacer o¨ªdos sordos a las denuncias de las v¨ªctimas.
Ratzinger lo sab¨ªa, porque ¨¦l mismo hab¨ªa firmado alguno de esos documentos. Ante cualquier denuncia hay que asegurar la reserva total, se dec¨ªa en una instrucci¨®n papal de 1962. Tambi¨¦n era consciente de la "suciedad" y la "soberbia" con que se segu¨ªa actuando en algunas Iglesias nacionales y en despachos de la propia Curia.
Es en ese ambiente de inquietud en el que se produjo su ascensi¨®n al Pontificado romano. Si la situaci¨®n era tan grave como clamaba el cardenal alem¨¢n, sus colegas en el c¨®nclave iban a considerarle el ¨²nico capaz -por conocimiento y por autoridad- de arreglarla. ?Qui¨¦n pod¨ªa conocer mejor los pecados y delitos del cristianismo romano que el presidente de la Pontificia Congregaci¨®n que anta?o llev¨® el nombre terrible de Santo Oficio de la Inquisici¨®n? El te¨®logo Ratzinger hab¨ªa dirigido ese organismo desde 1981, con mano de hierro.
Tampoco ignoraba el nuevo Papa que iba a estar solo en la tarea, salvo que realizase cambios radicales. No los hizo. En la llamada eufem¨ªsticamente Ciudad Santa, el poder ha seguido estos a?os en manos de los de siempre, con algunos cambios por razones de edad. Es el caso del cardenal Angelo Sodano, n¨²mero dos de Juan Pablo II y protector del fundador de los Legionarios. Ha sido sustituido por otro italiano, Tarcisio Bertone, igual de inmovilista, tambi¨¦n amigo de guardar en casa la ropa sucia.
Fue el cardenal Bertone quien vino a Madrid en 2009, en viaje privado, a apaciguar a una hija de Maciel que amenazaba con hacer p¨²blica su situaci¨®n si el Vaticano la abandonaba a su suerte tras la muerte del padre. Hubo acuerdo. Pero despu¨¦s se ha sabido que no era la ¨²nica heredera del fundador legionario. Maciel ten¨ªa otros hijos con otras mujeres en otros pa¨ªses, algunos con sus reclamaciones en manos de abogados. Demasiado enojo para un Papa que hab¨ªa contemplado durante a?os, impasible pero escandalizado, c¨®mo el sacerdote mexicano gozaba de las complacencias de su antecesor y de una parte de los cardenales. Su conversi¨®n hacia la tolerancia cero, cayese quien cayese, iba a ser radical a partir del esc¨¢ndalo Maciel. No siempre ve cumplidos (o hace cumplir) sus deseos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.