Matrimonio
En el avi¨®n me encuentro con un conocido espa?ol que trabaja en Nueva York. Viaja con su madre, una mujer de aspecto dulce, poseedora de ese tipo de optimismo vital que insufla energ¨ªa moral a quien carece de fortaleza f¨ªsica. En el aeropuerto JFK estar¨¢ esper¨¢ndoles el marido de nuestro conocido, es decir, el yerno de esta se?ora imbatible que durante un mes, a paso lento, se patear¨¢ Manhattan hasta que sus chicos vuelvan del trabajo. Todo es tan l¨®gico, tan id¨¦ntica la historia a la de tantas parejas que viven en el extranjero, que es f¨¢cil olvidar que ese derecho a la normalidad no exist¨ªa hasta hace cinco a?os. La pareja se cas¨® en Espa?a, porque en Estados Unidos el matrimonio gay solo est¨¢ legalizado en algunos Estados y no tiene validez federal, y el marido americano sue?a con un retiro en nuestro pa¨ªs, al que se refiere como "un refugio seguro". Es alentador percibir c¨®mo ese lugar que tantas veces nos provoca desolaci¨®n o rabia es contemplado como un espacio c¨¢lido por el ciudadano extranjero; un pa¨ªs, el nuestro, sin duda m¨¢s ben¨¦volo que esa Am¨¦rica que mantiene la dureza de una tierra de pioneros, donde se premia al fuerte y se castiga al d¨¦bil.
Tras la conversaci¨®n en el pasillo me entrego a la lectura de la prensa. Como si estuviera preparado por un geniecillo perverso, leo en portada las palabras de Rajoy. No, dice, no se compromete al mantenimiento del matrimonio gay. Las declaraciones pol¨ªticas te pueden indignar de manera abstracta, pero en este caso la realidad me ha asaltado a un metro de distancia. ?Qu¨¦ har¨¢n entonces si llegan al poder?, ?arrebatar un derecho adquirido?, ?anular los matrimonios como hiciera Franco con los matrimonios civiles despu¨¦s de la guerra? Que un Gobierno no contemple la necesidad de un derecho civil es criticable; que un Gobierno retire un derecho ya dado no tiene nombre.
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