Superpotencias de bolsillo
"Este acuerdo no cede ni comparte soberan¨ªa; no crea un Ej¨¦rcito europeo y no aspira a poner en com¨²n las fuerzas de disuasi¨®n nuclear de nuestros dos pa¨ªses". Nunca un tratado fue precedido de tantas precisiones sobre lo que no significaba. Se abusa tanto del t¨¦rmino "hist¨®rico" que sorprende el ¨¦nfasis puesto por David Cameron en desmentir el car¨¢cter hist¨®rico de un acuerdo que sin duda alguna lo tiene.
V¨ªctimas de esta ret¨®rica deliberadamente desactivadora, la mayor¨ªa de los analistas han reaccionado muy negativamente al acuerdo firmado el martes en virtud del cual Reino Unido y Francia sincronizar¨¢n los periodos de servicio de sus portaaviones para que al menos uno est¨¦ siempre operativo, incluso con aviones del otro pa¨ªs a bordo; cooperar¨¢n en el dise?o de sus cabezas nucleares; desarrollar¨¢n programas industriales de armamento de forma conjunta y mejorar¨¢n de forma significativa la interacci¨®n de sus Fuerzas Armadas.
Nunca un tratado fue precedido de tantas precisiones sobre lo que no significaba
A primera vista, el acuerdo supone un retroceso con relaci¨®n al establecimiento de una defensa com¨²n europea. No hay ninguna referencia a la pol¨ªtica europea de seguridad y defensa inaugurada por el Tratado de Lisboa, que permite a una serie de pa¨ªses "pioneros" abrir el camino mediante la creaci¨®n de una cooperaci¨®n estructurada y permanente en materia de defensa, algo as¨ª como lo que significaron los primeros acuerdos de cooperaci¨®n monetaria, que luego dieron lugar al euro, o el acuerdo de Schengen, que tambi¨¦n naci¨® como una iniciativa por fuera de los tratados pero que desemboc¨® en la supresi¨®n de fronteras y una pol¨ªtica com¨²n de visados. Frente al acuerdo de Saint-Malo de 1998 entre Blair y Chirac, que con similares objetivos de coordinaci¨®n y cooperaci¨®n entre las Fuerzas Armadas de los dos pa¨ªses, s¨ª que pretend¨ªa ser el precursor de una defensa com¨²n, aqu¨ª todo son loas a la OTAN.
El acuerdo no solo desprecia a la Uni¨®n Europea, lo cual viniendo de los conservadores brit¨¢nicos escasamente puede ser considerado una primicia. Peor a¨²n, para un pa¨ªs como Reino Unido, que hace bascular su idea de Europa en torno a la soberan¨ªa de sus viejos Estados-naci¨®n, el desprecio hacia otros Estados-naci¨®n es patente en un acuerdo hecho entre dos y cerrado (?por el momento?) a terceros. Alemania, que est¨¢ acometiendo una reforma radical de sus Fuerzas Armadas, hubiera podido tener algo que aportar; Polonia no esconde su frustraci¨®n, pues lleva algunos a?os trabajando para acercarse a las iniciativas de defensa del eje franco-alem¨¢n; y Espa?a, que tambi¨¦n ha sido una firme defensora de dar peque?os pasos de tipo pragm¨¢tico en la construcci¨®n de capacidades comunes, seguramente hubiera podido y querido sumarse a partes del acuerdo, pues tambi¨¦n tiene un portaaviones, adem¨¢s de intereses similares en la producci¨®n de aviones no tripulados, reabastecimiento en vuelo, etc¨¦tera.
Con todo, el tratado admite una segunda lectura, pues no deja de ser ir¨®nico que Cameron haya aceptado, a fuerza de necesidad, hacer todas aquellas cosas que realmente son imprescindibles si alg¨²n d¨ªa se quiere tener una verdadera defensa com¨²n europea. Los conservadores brit¨¢nicos han repudiado la Agencia Europea de Defensa como ¨®rgano ejecutor de estos acuerdos ya que suma dos pecados originales irreparables: llevar "Europa" en el nombre y tener la sede en Bruselas. Pero, en la pr¨¢ctica, han comprado su agenda de cooperaci¨®n industrial, que es la que permitir¨¢ que los europeos dejen de malgastar dinero en duplicar costos¨ªsimos programas de armamentos y en mantener unos Ej¨¦rcitos cuyas rigideces operacionales los hacen in¨²tiles para desplegarse donde est¨¢n las crisis que nos importan, que ser¨¢, cada vez m¨¢s, fuera de Europa.
Cualquiera que conozca la historia de la integraci¨®n europea sabe que, en el fondo, Europa se ha hecho siempre as¨ª, con la reticencia de los Estados, como ¨²ltima opci¨®n ante lo inevitable, con unos l¨ªderes llevados a rastras por desaf¨ªos que eran m¨¢s grandes que ellos. Afortunadamente, como Cameron es un euroesc¨¦ptico, no sabe que la construcci¨®n europea es la consecuencia no intencionada de decisiones que, como la suya, pretend¨ªan salvaguardar la soberan¨ªa nacional por otros medios. Cameron puede enga?arse a s¨ª mismo y a los euroesc¨¦pticos de su pa¨ªs todo el tiempo que quiera, pero el acuerdo del martes, aunque intente inmunizar a la superpotencia de bolsillo de la fiebre europea, contiene un germen que, con las condiciones adecuadas, terminar¨¢ por infectar al paciente. La crisis financiera nos ha dejado en bandeja la profundizaci¨®n de la uni¨®n econ¨®mica. ?Ser¨¢n los recortes presupuestarios que la crisis nos ha tra¨ªdo el comienzo de la defensa europea? En pol¨ªtica, y m¨¢s en pol¨ªtica europea, la distancia m¨¢s corta entre dos puntos nunca es la l¨ªnea recta.
jitorreblanca@ecfr.eu
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