El efecto G-20 se agota
Las prioridades nacionales se imponen a una respuesta conjunta contra la crisis
Wall Street ha tardado poco m¨¢s de dos a?os en recuperarse de uno de los peores golpes de su centenaria historia. Esta semana, el Dow Jones, principal indicador de la Bolsa de Nueva York, rond¨® los 11.435 puntos, una cota que no alcanzaba desde mediados de septiembre de 2008, cuando la quiebra del banco de inversi¨®n Lehman Brothers desat¨® una crisis financiera, luego mutada en realidades menos arcanas y m¨¢s lacerantes como paro y d¨¦ficit p¨²blico. Al grupo de l¨ªderes de pa¨ªses avanzados y emergentes que coordin¨® la respuesta pol¨ªtica a la crisis le han bastado esos dos a?os para echar por la borda buena parte del cr¨¦dito ganado con su r¨¢pida intervenci¨®n. El mal de los organismos multilaterales -reuniones maratonianas coronadas por comunicados cada vez m¨¢s largos y m¨¢s huecos- ha hecho presa en el G-20.
La incipiente guerra de divisas monopoliza la cumbre de Se¨²l
Desde la cita de Londres, en marzo de 2009, apenas hay nuevas iniciativas
Los emergentes y Europa critican las ¨²ltimas medidas de la Reserva Federal
No habr¨¢ nuevas medidas contra el paro; tampoco acuerdo comercial
"Lo que nos ocurre es que para alcanzar el consenso buscamos el m¨ªnimo com¨²n denominador, y ese denominador com¨²n es cada vez m¨¢s m¨ªnimo, incluye muy pocos asuntos", sintetiz¨® el ministro de Econom¨ªa turco, Ali Babacan, en la ¨²ltima reuni¨®n ministerial del G-20, celebrada hace dos semanas en Se¨²l. En noviembre de 2008, la virulencia de una crisis con epicentro en Wall Street obr¨® el milagro: el entonces presidente de EE UU, George W. Bush, olvid¨® su aversi¨®n a las respuestas multilaterales y junt¨® por primera vez en un foro econ¨®mico a los l¨ªderes de pa¨ªses avanzados con los mandatarios de China, India, Brasil o Rusia, los pa¨ªses en desarrollo m¨¢s pujantes. La crisis no afloja, pero si aquella primera cita en Washington, con rese?a asegurada en los libros de historia, alumbr¨® el mayor est¨ªmulo p¨²blico conjunto a la econom¨ªa mundial, la quinta cumbre del G-20, que se celebra el pr¨®ximo viernes en la capital de Corea del Sur, est¨¢ atascada en las escaramuzas de una incipiente guerra de divisas.
El activismo del G-20 hizo cima en la cumbre de Londres, en la primavera de 2009. En la segunda cita del nuevo grupo de l¨ªderes se sum¨® la necesidad pol¨ªtica del anfitri¨®n, el entonces primer ministro brit¨¢nico, Gordon Brown, y el influjo del invitado estelar, el flamante presidente de EE UU, Barack Obama, aupado en una inusitada ola de popularidad mundial que empuj¨® los acuerdos. En Londres se insisti¨® en la necesidad de los est¨ªmulos fiscales, se encomend¨® al nuevo Foro de Estabilidad la reforma del sistema financiero mundial y se inst¨® al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial a aumentar la representaci¨®n de los pa¨ªses emergentes. Incluso se dio por terminada "la etapa del secreto bancario", con lista negra de para¨ªsos fiscales incluida.
Desde entonces, el G-20 anda engollipado por la lenta digesti¨®n de los acuerdos adoptados en Londres y sin respuestas ante los nuevos retos que plantea esta crisis mutante. La tercera cita, en Pittsburgh (Estados Unidos), apenas dio para comprobar que la reforma financiera estaba todav¨ªa muy verde y para certificar lo obvio: que el G-20 se ha erigido en "foro principal de la cooperaci¨®n econ¨®mica internacional". Hubo tambi¨¦n palabras altisonantes -"marco para un crecimiento fuerte, sostenible y estable"-, que dieron nombre a un problema situado en la ra¨ªz de la crisis: las distorsiones creadas en los mercados financieros por un exceso de ahorro en los pa¨ªses con grandes super¨¢vits comerciales (China, Jap¨®n, Alemania) y un exceso de endeudamiento en pa¨ªses con grandes d¨¦ficits (singularmente, EE UU y algunas naciones europeas, como Reino Unido y Espa?a).
La cuarta cita, la celebrada en Toronto (Canad¨¢) hace poco m¨¢s de tres meses, no dio ni para eso. El idilio de Washington se hab¨ªa roto.
"Siendo generosos, se podr¨ªa decir que en Toronto se tir¨® la pelota para adelante", indica Juan Tugores, catedr¨¢tico de Econom¨ªa de la Universidad de Barcelona, que ha analizado los resultados de la cuarta cumbre del G-20. La generosidad a la que alude Tugores en su conclusi¨®n tiene fundadas razones: en la cita canadiense, el nuevo "foro de cooperaci¨®n internacional" no fue capaz de llegar a un acuerdo sobre la imposici¨®n universal de impuestos a la banca, beneficiaria en varios pa¨ªses de multimillonarios rescates con dinero p¨²blico. Y solo hubo consenso en dar por finiquitados los est¨ªmulos fiscales, al relevar ese compromiso por el de enmendar cuanto antes las cuentas p¨²blicas. Una decisi¨®n condicionada por la creciente presi¨®n de los inversores sobre los t¨ªtulos de deuda p¨²blica de varios pa¨ªses europeos, pero con efectos colaterales significativos: para el FMI, la mayor contribuci¨®n que pod¨ªan hacer los grandes pa¨ªses avanzados para reducir los desequilibrios externos era mantener el gasto p¨²blico para incentivar la demanda, lo opuesto a lo acordado en Toronto. A la misma conclusi¨®n llegan los economistas de Goldman Sachs en un reciente informe sobre la venidera cumbre de Se¨²l: "El empe?o en la consolidaci¨®n fiscal que sali¨® de Toronto es una distracci¨®n, un ajuste prematuro del d¨¦ficit p¨²blico en los pa¨ªses avanzados no reducir¨¢, sino que ampliar¨¢ los desequilibrios, en Se¨²l deber¨ªa restringirse a econom¨ªas muy endeudadas y vulnerables [en otras palabras, a Espa?a o Irlanda, pero no a Reino Unido y Alemania]".
No hay, sin embargo, indicio alguno de que el G-20 suavice su receta contra el d¨¦ficit p¨²blico en Se¨²l. M¨¢s al contrario, la reciente derrota electoral de Obama, que ha dejado la C¨¢mara de Representantes copada por republicanos con el gasto federal entre ceja y ceja, es el ¨²ltimo clavo que faltaba en el ata¨²d de los est¨ªmulos fiscales. A buen seguro, el secretario del Tesoro de EE UU, Timothy Geithner, insistir¨¢ en que, antes que arreglar las cuentas p¨²blicas, hay que dar prioridad al crecimiento. Tan cierto como que el ¨²ltimo valedor de mantener una pol¨ªtica fiscal activa (m¨¢s gasto p¨²blico en inversiones y subsidios a familias y empresas) entre las econom¨ªas avanzadas se ha quedado sin margen para ponerla en pr¨¢ctica.
Las consecuencias de la derrota de los dem¨®cratas en EE UU en el devenir del G-20 es una muestra m¨¢s del peso creciente de los asuntos internos en los debates del nuevo foro frente a la vocaci¨®n de cooperaci¨®n internacional con la que arranc¨®. "Las restricciones pol¨ªticas internas son cada vez m¨¢s fuertes, y eso har¨¢ m¨¢s dif¨ªcil cualquier acuerdo en Se¨²l", concede Federico Steinberg, investigador del Real Instituto Elcano y profesor de Econom¨ªa en la Universidad Aut¨®noma de Madrid. La atenci¨®n de los Gobiernos no ha estado precisamente en el escenario internacional, como revela un somero repaso a lo acontecido desde julio: elecciones en EE UU y Brasil, sucesi¨®n de huelgas en Francia contra la reforma de las pensiones, dr¨¢stico plan de ajuste presupuestario en Reino Unido, designaci¨®n del futuro sucesor de Hu Jintao al frente del Partido Comunista Chino, debacle en las encuestas de la canciller alemana, Angela Merkel, problemas de abastecimiento en Rusia por la oleada de incendios, crisis de Gobierno en Espa?a...
En expresi¨®n del catedr¨¢tico Tugores, al business as usual (en ingl¨¦s, hacer negocios como siempre) que ha reconquistado los mercados financieros se superpone el politics as usual (en ingl¨¦s, vuelta a la tradici¨®n pol¨ªtica), en referencia a la primac¨ªa de los intereses nacionales sobre la cooperaci¨®n internacional. Y las escaramuzas de la que el ministro de Hacienda brasile?o, Guido Mantega, ha bautizado ya como "guerra de divisas" evidencian con crudeza esa falta de cooperaci¨®n.
La incipiente guerra de divisas ya amenaz¨® con ser el mejor s¨ªmbolo de la desuni¨®n en la ¨²ltima cumbre del G-20, pero China la desactiv¨® al anunciar una apreciaci¨®n controlada del yuan, y Toronto, una vez m¨¢s, dio patada a seguir. Pero ya no hay modo de ocultar la tensi¨®n. Y esta vez no se trata de la habitual ret¨®rica de las cumbres, que amaga con conflictos irresolubles en los pre¨¢mbulos para dejar a los l¨ªderes escenificar una soluci¨®n m¨¢gica en el ¨²ltimo suspiro. Frente a la vertiginosa escalada de algunas monedas (desde julio, el euro se ha apreciado un 15% frente al d¨®lar; el yen, un 8%; la libra, un 7%, y el real brasile?o, el won coreano y la rupia india, cerca de un 5%), la apreciaci¨®n del yuan ha quedado en fuegos de artificio: apenas un 2% en tres meses, cuando EE UU maneja informes que apuntan a una sobrevaloraci¨®n del yuan entre un 20% y un 40% respecto al d¨®lar. En la reuni¨®n preparatoria de Se¨²l, hace tres semanas, los ministros del G-20 se comprometieron a evitar las "devaluaciones competitivas" y trabajar por un sistema monetario internacional coordinado. Todo lo que ha ocurrido desde entonces apunta en la direcci¨®n contraria.
La apreciaci¨®n testimonial del yuan permiti¨® a China esquivar en Toronto lo que se anticipaba como una encerrona, un 19 contra 1. Ahora el conflicto se ha atomizado: como un bumer¨¢n, las cr¨ªticas vuelven contra EE UU. Cuando Geithner propuso hace tres semanas poner l¨ªmites (un 4% del PIB) al saldo exterior, el primero que se revolvi¨® no fue el Gobierno chino, sino el alem¨¢n, tambi¨¦n con un super¨¢vit exterior abultado. "Tiene aspectos que recuerdan a la pol¨ªtica planificada", dijo el ministro alem¨¢n de Econom¨ªa, Rainer Bruederler, que tambi¨¦n carg¨® contra las excesivas inyecciones de liquidez de la Reserva Federal, en su opini¨®n, "una devaluaci¨®n indirecta".
Con estos precedentes, la furibunda reacci¨®n a la nueva inyecci¨®n de liquidez de la Reserva Federal, que anunci¨® este mi¨¦rcoles la compra de 420.000 millones de euros en deuda p¨²blica a los bancos, no cogi¨® desprevenido a nadie. Los emergentes critican con una sola voz la pol¨ªtica monetaria de EE UU, que, al deprimir los tipos de inter¨¦s y la cotizaci¨®n del d¨®lar, facilita la llegada masiva de capitales a estas econom¨ªas, con serios problemas de inflaci¨®n. Y no faltan los reproches del lado europeo: la resistencia del Banco Central Europeo a ampliar sus mucho m¨¢s modestas medidas excepcionales ha disparado la cotizaci¨®n del euro.
"Todo el mundo quiere que la econom¨ªa de EE UU se recupere, pero no as¨ª; deben estimular el consumo con pol¨ªtica fiscal", reclam¨® el ministro de Hacienda brasile?o, Guido Mantega. La ministra francesa de Finanzas, Christine Lagarde, tom¨® la decisi¨®n como un ejemplo m¨¢s de la falta de coordinaci¨®n en el sistema monetario internacional. Y el Gobierno chino apenas disimul¨® el alivio que le produce una medida que minimiza los argumentos en favor de una apreciaci¨®n del yuan. "La idea [estadounidense] de fijar l¨ªmites a los saldos exteriores es totalmente equivocada, hay otros asuntos, como el impacto de las medidas extraordinarias de liquidez, que requieren mucha m¨¢s atenci¨®n", expuso el viernes Cui Tiankai, viceministro de Exteriores chino. Crecido, Tiankai se permiti¨® la iron¨ªa de echar en cara a EE UU que trate de rescatar los "d¨ªas de la econom¨ªa planificada", un eco de la acusaci¨®n a bote pronto que ya lanz¨® el Gobierno de Berl¨ªn.
"Evitar la guerra de las divisas es uno de esos asuntos en los que el G-20, por su composici¨®n, puede tener un papel determinante", se?ala Steinberg. "Podr¨ªa instar a una mayor coordinaci¨®n de los bancos centrales de pa¨ªses avanzados en la expansi¨®n monetaria y establecer los criterios para que los emergentes puedan levantar controles de capital y evitar as¨ª burbujas", a?ade el investigador del Real Instituto Elcano. Nada de eso est¨¢ pasando: la divergencia entre la Fed y el BCE es palmaria; los controles de capital se extienden entre los pa¨ªses asi¨¢ticos y latinoamericanos sin ning¨²n tipo de acuerdo previo.
"La decisi¨®n de la Reserva Federal ciertamente no ayuda a una soluci¨®n colectiva al problema", se?ala Ignazio Angeloni, del centro de investigaci¨®n Bruegel, radicado en Bruselas. Angeloni, que coordina un foro de discusi¨®n (Monitor G-20) sobre estos temas, teme el efecto de estas "acciones unilaterales, en clave interna" en las negociaciones para reducir los desequilibrios exteriores. Angeloni, como Steinberg, cree que lo determinante es incorporar a China a las instituciones y que una presi¨®n desaforada sobre la cotizaci¨®n del yuan no ayuda.
El investigador de Bruegel saluda la decisi¨®n adoptada en la reuni¨®n ministerial del G-20 que desbloque¨® la reforma del FMI para dar m¨¢s poder a los emergentes. "Espero que eso ayude a lograr un acuerdo", agrega Angeloni, que tambi¨¦n exige un cambio de perspectiva al Ejecutivo de Angela Merkel. "No hay raz¨®n para que Alemania se resista a abrir la discusi¨®n sobre qu¨¦ indicadores habr¨ªa que tener en cuenta para limitar los desequilibrios exteriores", afirma. Berl¨ªn, con un crecimiento econ¨®mico notable en tiempos de crisis (m¨¢s del 3%) y la menor tasa de paro en dos d¨¦cadas, no tiene muchos incentivos para cambiar una econom¨ªa volcada en las exportaciones. China, con un crecimiento del PIB superior al 10%, tampoco.
Si la irrupci¨®n del G-20 rest¨® relevancia al club de los pa¨ªses ricos, el G-7, la resistencia de China a la negociaci¨®n a varias bandas ha devuelto protagonismo a los encuentros bilaterales, donde Pek¨ªn exhibe sin reparos su pujanza econ¨®mica y su condici¨®n de mayor prestamista (acumula el 26% de las reservas en divisas internacionales). El formato m¨¢s obvio es el bautizado como G-2, que da nombre a los encuentros al m¨¢s alto nivel de EE UU y China. La visita de Barack Obama a Pek¨ªn justo antes de la cumbre de Se¨²l marcar¨¢ el devenir de la quinta cita del G-20. Y el presidente chino, Hu Jintao, se ha preocupado de viajar a Par¨ªs esta semana (y firmar contratos con empresas francesas por m¨¢s de 14.000 millones de euros) para allanar el camino de la cumbre de 2011 que acoger¨¢ Francia.
"Esto recuerda peligrosamente a lo que pas¨® en Londres", se?ala Juan Tugores. El catedr¨¢tico de la Universidad de Barcelona no hace referencia a la exitosa cumbre del G-20 en la primavera de 2009, sino a la fallida Conferencia Econ¨®mica Mundial de 1933. Entonces, el debate se estanc¨® entre los que exig¨ªan un desmantelamiento previo de las medidas proteccionistas para abordar un acuerdo sobre las divisas y los que exig¨ªan que la estabilizaci¨®n del sistema monetario se afrontara antes. La inhibici¨®n de EE UU, la potencia emergente entonces, acab¨® por bloquear cualquier iniciativa.
"Ahora, la guerra de divisas se llevar¨¢ todas las energ¨ªas, lo que har¨¢ muy dif¨ªcil que se avance en otros temas", pronostica Tugores. La propuesta estadounidense de fijar l¨ªmites a los desequilibrios exteriores ha nacido muerta, y est¨¢ por ver que el G-20 sea capaz de ir m¨¢s all¨¢ de encargar al Fondo Monetario que haga recomendaciones sobre tan espinoso asunto. El consejero delegado del gigante bancario anglochino HSBC, Michael Geoghegan, advirti¨® este mismo viernes de que el pr¨¦stamo masivo de dinero a las econom¨ªas emergentes se est¨¢ convirtiendo en un deporte de riesgo. "Hay demasiada gente concentrada en el mismo negocio", dijo Geoghegan, en velado aviso sobre la formaci¨®n de burbujas en los pa¨ªses emergentes.
Lo que est¨¢ descartado es que haya nuevos est¨ªmulos p¨²blicos para reactivar la econom¨ªa, pese a que las previsiones de crecimiento vuelven a revisarse a la baja. Ni hablar tampoco de iniciativas coordinadas contra el desempleo, cuando la tasa de paro se mantiene en niveles muy elevados en varios pa¨ªses ricos. Tampoco se cuenta con avances en la negociaci¨®n para un nuevo acuerdo de comercio internacional, con la sempiterna Ronda de Doha en la rec¨¢mara desde 2002, ni en la financiaci¨®n de medidas contra el calentamiento global, dos charcos en los que el G-20 se meti¨® desde la primera cumbre, sin ¨¦xito ninguno. Incluso el acuerdo para ampliar la representaci¨®n de los emergentes en el FMI es dif¨ªcil que tome cuerpo antes de 2012.
El refranero dir¨ªa de las cuatro cumbres del G-20 que el arranque fue de caballo, y la parada, de burro. M¨¢s ret¨®rico, el influyente semanario econ¨®mico The Economist prefiere saludar el notable descenso de las expectativas sobre este foro como un reconocimiento del "arte de lo posible". En todo caso, la cita de Se¨²l tampoco parece llamada a cambiar el titubeante paso de los l¨ªderes mundiales.
Corea apuesta al desarrollo
Los acuerdos para promover la ayuda al desarrollo de los pa¨ªses m¨¢s pobres suele ser uno de los puntos fuertes (tambi¨¦n uno de los que m¨¢s frustraciones genera) en las cumbres del G-7, el club de las principales econom¨ªas industrializadas. El Gobierno de Lee Myung-bak tiene una apuesta clara para la reuni¨®n de l¨ªderes de pa¨ªses ricos y emergentes que albergar¨¢ su pa¨ªs la pr¨®xima semana: quitar protagonismo tambi¨¦n en este ¨¢rea al G-7 para radicar las principales decisiones en el G-20.
La iniciativa de Corea del Sur est¨¢ detr¨¢s del plan multianual para promover el desarrollo en pa¨ªses pobres que prepara un nuevo grupo de trabajo del G-20. Sus conclusiones se debatir¨¢n en la cumbre de Se¨²l, en la que tambi¨¦n se reforzar¨¢ el compromiso de los pa¨ªses ricos y emergentes con los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que persiguen reducir a la mitad la pobreza y el hambre en el mundo en 2015 respecto a los niveles de 1990.
La predisposici¨®n coreana, muy distinta a la postura canadiense en la cita de Toronto, ha resucitado tambi¨¦n el debate sobre la aplicaci¨®n de impuestos a las transacciones financieras. "Desde Toronto a ahora ha habido pasos significativos, como la decisi¨®n de la Uni¨®n Europea de asumir la defensa de esta propuesta", se?ala Susana Ruiz, de Intermon Oxfam. Frente a la reticencia de varios pa¨ªses a la iniciativa, Ruiz recuerda que el FMI avala su puesta en pr¨¢ctica. "Establecer un impuesto sobre las transacciones en divisas ser¨ªa muy f¨¢cil de implementar, casi autom¨¢tico", se?ala la responsable de la ONG. La recaudaci¨®n servir¨ªa para nutrir fondos contra la pobreza y el cambio clim¨¢tico. -
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