Retrato de grito en la noche persa
No es una foto de gran calidad, pero se ha llevado el Premio World Press Photo de 2009, uno de los m¨¢s prestigiosos del fotoperiodismo. Por los edificios, podr¨ªa tratarse de cualquier ciudad del mundo, medio acabada, medio por hacer. Pero las dos mujeres de la azotea, tocadas con chador, delatan la procedencia de la imagen. Se trata de Teher¨¢n, en efecto, y las dos mujeres protestaban as¨ª en la noche persa, en junio del a?o pasado, contra las poco transparentes elecciones que volvieron a colocar en la presidencia del pa¨ªs a Ahmadinejad, dejando descabalgado a Mir Usein Musavi.
El fot¨®grafo, Pietro Masturzo (N¨¢poles, 1980), o¨ªa los gritos de las mujeres desde el hotel de enfrente, en el que se hallaba recluido a la fuerza. Las autoridades le hab¨ªan prohibido realizar su trabajo, incluso le hab¨ªan secuestrado las tarjetas de la c¨¢mara. Pero, como suele pasar, se olvidaron al menos de una: la que ha servido para que esos gritos de "?Dios es el m¨¢s grande!" y "?muerte al dictador!" se oigan en 80 ciudades del mundo en las que recala esta exposici¨®n. En Barcelona est¨¢n hasta el 8 de diciembre en el CCCB. Conviene pasarse, en unos momentos en que la informaci¨®n electoral amenaza con sepultarnos en lo local.
Las fotos de Masturzo son un ejemplo claro de periodismo honesto, de denuncia, militante. Otras instant¨¢neas de la exposici¨®n, que re¨²ne un total de 170, te dejan, sin embargo, menos seguro sobre los l¨ªmites del oficio. Ah¨ª est¨¢ por ejemplo el momento dram¨¢tico en que el cabo Joshua Bernard fue alcanzado por una granada en Afganist¨¢n y dos compa?eros corrieron a auxiliarle. Joshua perdi¨® una pierna y muri¨® poco despu¨¦s en la mesa de operaciones de un hospital de campa?a. El padre de Joshua protest¨® cuando se public¨® la foto, pues consider¨® que mancillaba la memoria de su hijo. Entre la denuncia de la atrocidad b¨¦lica y el dolor de un padre que ha perdido al hijo en un pa¨ªs remoto, ?a qui¨¦n hay que dar la raz¨®n?
Pero la imagen m¨¢s espeluznante de esta exposici¨®n, cuyo acertado lema es Sentimos tener que informar, es la secuencia de la lapidaci¨®n por ad¨²ltero de Mohamed Abukar Ibrahim, captada cerca de Mogadiscio por Farah Abdi Warsameh. La sharia puesta en im¨¢genes es de color rojo. Espeluznante. Como espeluznante es tambi¨¦n el reportaje de David Chancellor sobre el grupo de hombres fam¨¦licos de un lugar remoto de Zimbabue que se comen en dos horas a un elefante muerto, antes de que los carro?eros se queden con sus prote¨ªnas.
Pero la propia exposici¨®n ofrece v¨ªas de escape al horror, por ejemplo en la secci¨®n dedicada a la vida cotidiana, donde principalmente aparecen seres felices. Hay, adem¨¢s, curiosidades inclasificables, como el reportaje de Ou Zhihang, que se retrata desnudo haciendo flexiones en lugares de la China que han sido escenarios de alg¨²n suceso.
No todo, sin embargo, ha ocurrido a miles de kil¨®metros. Pierre-Olivier Deschamps ha retratado sin ir m¨¢s lejos la ropa de cama de algunos sin techo puesta a secar en plenos Campos El¨ªseos parisienses. Si la ven, ya me dir¨¢n si no es un cuadro de T¨¤pies. O si no es un Miquel Barcel¨® el mart¨ªn pescador zambull¨¦ndose en el agua para capturar un pez fijado por Joe Petersburger. En cuanto a los deportes, me quedo con el reportaje del ¨²ltimo Tour de Lance Armstrong realizado por Elizabeth Kreutz: las venas hinchadas trepando como tallos de hiedra por las piernas del ciclista son el angustioso retrato del esfuerzo humano.
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