Caos inteligente
Luis Garc¨ªa Berlanga se defini¨® a s¨ª mismo como un anarquista burgu¨¦s independiente. En el fondo esta etiqueta no era m¨¢s que otro de sus juegos, porque Berlanga en vida se divirti¨® mucho m¨¢s enmascar¨¢ndose que haciendo pel¨ªculas. A la hora de definirlo, ahora que ha muerto, nadie sabe decir si se trataba de un tipo holgaz¨¢n o trabajador, casto o erot¨®mano, despierto o despistado, activo o ab¨²lico, esnob o fallero. Pudo ser todo eso a la vez, pero su cine no admite discusi¨®n. Partiendo de los sainetes del valenciano Escalante, en apariencia Berlanga se propuso en cada rodaje montar un peque?o circo rodeado de amigos de confianza, a la manera de un capricho de se?orito, que al final dio como resultado la creaci¨®n un mundo propio, inteligente, fresco e intuitivo, entre la s¨¢tira risue?a y el sarcasmo negro.
Era valenciano, m¨¢s all¨¢ de la lata que daba con las paellas y el punto del arroz
Ser libre dentro de la confusi¨®n, esa era su verdadera obra de arte
Esto parece de Berlanga, dice la gente, ante cualquier caso surrealista, dram¨¢tico y al mismo tiempo divertido. No es nada f¨¢cil crear unos personajes a los que uno reconoce en la calle. Ser amo y se?or de unas criaturas es un privilegio que solo se da en el para¨ªso. En realidad Dios cre¨® al hombre solo para divertirse. Ese parece haber sido tambi¨¦n el prop¨®sito de Luis Garc¨ªa Berlanga al hacer cine, naturalmente echando mano de un principio ego¨ªsta que en este cineasta ha sido fundamental: para que el espectador lo pase bien, primero tengo que divertirme yo.
Por otra parte el talento de Berlanga radicaba en el caos y en esto se notaba que era valenciano, m¨¢s all¨¢ de la lata que daba con las paellas y el punto del arroz. Convertir el caos en inspiraci¨®n: eso es exactamente el Mediterr¨¢neo. Ser libre dentro de la confusi¨®n y dar la apariencia de un exceso cuando se est¨¢ atado a una f¨¦rrea disciplina. Esa ha sido su obra de arte.
M¨¢s all¨¢ del cine, Luis Garc¨ªa Berlanga era un se?or vestido a la inglesa, con pantal¨®n de franela gris, chaqueta de espiguilla y cabeza romanizada con barba blanca. No se trataba de un valenciano de pie blando afincado en la desfachatada felicidad del regad¨ªo, sino un rico del secano, propietario de pinares, fincas de pantano, un bienestar maderero con talas peri¨®dicas, que le hab¨ªa permitido vivir en Somosaguas cuando el resto de sus colegas iba lampando bocadillos de boquerones por las tabernas.
En su vida privada Berlanga tambi¨¦n se hab¨ªa fabricado un dise?o. Hoy en el cine cualquier tipo duro de verdad al besar a la amante le arranca la lengua de un mordisco y la echa al gato, pero Berlanga todav¨ªa llamaba bajar al infierno a ese juego er¨®tico tan antiguo de las medias negras sin costura y los zapatos con tacones de aguja. Y aunque ten¨ªa un desv¨¢n lleno de mu?ecas hinchables, l¨¢tigos, ligueros, correajes Berlanga convirti¨® en cultura refinada, casi m¨ªstica, estos productos de sex shop. Con la libertad, el caos, el talento y el sarcasmo, este cineasta ha construido un juguete inteligente con marca de f¨¢brica, con el que ha pasado a la historia del cine.
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