El 'Prestige' y el Papa
Tal d¨ªa como ma?ana se cumplir¨¢n ocho a?os del hundimiento del Prestige. Siempre cre¨ª que lo que pas¨® aquellos d¨ªas acab¨® sepultando tambi¨¦n muchas cosas con la misma lentitud inexorable que el mar engull¨® los baqueteados restos del petrolero. Viejos vicios como la tradicional prevalencia de los intereses empresariales del salvamento sobre los del propio salvamento, o la ancestral improvisaci¨®n de las Administraciones a la hora de afrontar desastres previsibles. Y, sobre todo, cre¨ª que los Gobiernos hab¨ªan aprendido que controlar la realidad que reflejan los medios no es controlar la realidad, y que si los ciudadanos protestan o critican es porque tienen razones y derecho, y no porque no puedan refrenar sus ansias de ladrar su rencor por las esquinas. Pero lo que pas¨® alrededor de la visita papal ha hecho tambalear mis creencias.
El viaje de Ratzinger convirti¨® Santiago en un plat¨® televisivo con figurantes
Como estamos entre adultos -la abundancia de frases subordinadas ahuyentar¨¢ sin duda a los lectores m¨¢s j¨®venes- hay que reconocer la relevancia econ¨®mica de la presencia de cualquier persona o acontecimiento con proyecci¨®n medi¨¢tica (incluso el Prestige fue bueno para el turismo y los proyectos de alicatar la costa) Y que, aunque no tanta como tuvo y mucho menos de la que le gustar¨ªa tener, la Iglesia Cat¨®lica conserva una considerable influencia en nuestra sociedad. La figura y las opiniones de su l¨ªder no son balad¨ªes, aunque los posibles o presuntos beneficios espirituales de la visita no constituyen asunto de las instituciones civiles. Por ello, lo correcto y razonable por parte de las Administraciones es facilitar su visita, e incluso agradec¨¦rsela. Sin embargo, tambi¨¦n reconocer¨¢n que no hubo sentido de la medida: alcaldes asumiendo el cometido anunciador de Juan el Bautista. Conselleiros asegurando espect¨¢culo con el entusiasmo del promotor Don King. Embajadores confundiendo su papel con el del calvo aquel que anunciaba la Loter¨ªa de Navidad.
A¨²n partiendo de que "sencillez vaticana" es un ox¨ªmoron, la sobreactuaci¨®n no fue s¨®lo verbal: para el acto central, en la disyuntiva entre el funcional escenario tipo Toldos G¨®mez-Arz¨²a y el Ara Televisoris que se levant¨® en el Obradoiro, estaba el justo t¨¦rmino de esa instalaci¨®n especialmente concebida para tal cometido y que lleva 800 a?os desempe?¨¢ndolo a la perfecci¨®n: la catedral. La proporci¨®n de un polic¨ªa por cada cuatro o cinco visitantes debe de ser similar a la que se produce en las excursiones guiadas por la Casa Blanca. Asusta pensar en las dimensiones del montaje si en Espa?a no llega a reinar ese anticlericalismo prerrepublicano que denunci¨® el visitante desde el aire (aunque quiz¨¢s si hubiese m¨¢s de ese esp¨ªritu que llaman realmente cristiano sobrar¨ªa toda la parafernalia).
En lo del Prestige, aquella otra ocasi¨®n en la que Galicia se situ¨® en el mapa del mundo, lo malo de la actuaci¨®n de los Gobiernos no fue s¨®lo lo acertado o no de sus decisiones, sino el intento de enga?ar a la ciudadan¨ªa. En lo de la Visita, todos sabemos tambi¨¦n que los resultados -materiales- han sido penosos. El Arzobispado (quiz¨¢ recordando aquella advertencia de Pablo VI: "Se puede pecar contra la verdad lo mismo por omisiones calculadas como por informaciones inexactas") ha reconocido que la asistencia de gente no fue la esperada. Las autoridades civiles (inspiradas sin duda en la m¨¢xima de Hubert H. Humphrey, vicepresidente de EE UU con Lyndon Johnson: "Errar es humano. Culpar a otro es pol¨ªtica"), no. Ni siquiera se han animado a airear estimaciones como las de una empresa de seguimiento de medios que cifr¨® en 66,5 millones de euros el impacto econ¨®mico de las 6.026 noticias que gener¨® el viaje papal a Espa?a entre el 29 octubre y el 8 de noviembre. 11.035,5 euros cada noticia, una media de 4.829,9 las de prensa. (Como modesto contribuyente a la elaboraci¨®n de alguna de ellas, creo que voy a tener una peque?a charla con la administraci¨®n de este peri¨®dico).
Cuando lo del Prestige, Xunta y Gobierno central estaban empecinadas en que no pasaba nada y en denigrar a los que s¨ª cre¨ªan que pasaba. Ahora, las Administraciones no se han recatado en recortar derechos ciudadanos. Desde las desaforadas medidas de te¨®rica seguridad que en realidad pretend¨ªan convertir una ciudad en un plat¨® con figurantes, hasta los intentos de acallar opiniones disidentes y acabando con el hecho de prohibir y reprimir una manifestaci¨®n contra la visita convocada para ?la antev¨ªspera! Creo que si el visitante fuese el Dalai Lama y hubiese chinos que protestasen por considerarlo un apologista del separatismo y el feudalismo en el T¨ªbet, hasta Richard Gere defender¨ªa su derecho a manifestarse, pero aqu¨ª unos y otros han mirado para otro lado. Y todo, como sabemos de sobra, por adorar a ese becerro de oro, el turismo, que encima result¨® ser de lat¨®n. No s¨¦ qu¨¦ dir¨ªa no ya Jes¨²s, sino Mois¨¦s, de todo esto.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.